Petróleo vs. gas y
renminbi vs. dólar
Qatar, epicentro de
dos guerras
1 de julio de 2017
Por Alfredo Jalife-Rahme (La Jornada)
Se manejan muchas causales –unas rocambolescas, otras muy peregrinas–
sobre la ruptura dramática de la coalición de varios países árabes poderosos
–encabezados por Arabia Saudita (AS), la mayor potencia económica de la región,
y Egipto, todavía la mayor fuerza militar del mundo árabe hoy dislocado– con
Qatar, diminuto país (con una superficie de 11 mil 581 kilómetros
cuadrados) con el segundo mayor PIB per cápita del mundo (129.700 dólares,
detrás del paraíso fiscal europeo Liechtenstein) gracias a ostentar la
principal exportación de gas natural licuado (LNG, por sus siglas en inglés)
del planeta y a su ínfimo número de habitantes autóctonos (¡11,6% de la
población total de 2 millones 258 mil!), encapsulados por la aplastante mayoría
de trabajadores residentes primordialmente provenientes del subcontinente
indio.
The Hill asevera que detrás la
crisis de Qatar se encuentra la telenovela del pago de un rescate por mil
millones de dólares de 26 personajes, con varios miembros de la familia real,
que andaban de caza en Irak, secuestrados por Al Qaeda y cuya mitad fue pagada
al gobierno de Bagdad (https://goo.gl/jsgnVs).
Otros novelistas británicos con pretensiones
geopolíticas, afirman que se trata de una venganza del otrora empresario Trump
por el desprecio a sus inversiones inmobiliarias y de casinos mafiosos en
Qatar.
Seré más estructural con la profundidad
geopolítica de la crisis que ha fracturado al Golfo Pérsico –enfrentando a las
cinco potencias regionales del Medio Oriente: por un lado, AS, Egipto (e Israel
en forma subrepticia), y por otro, a Turquía e Irán que apoyan a Qatar– sin
contar la división interna del Consejo de Cooperación del Golfo cuando Kuwait
(con una notable población chiíta de 40%) y Omán se han inclinado por una
plausible cuan elusiva salida diplomática– no se diga la neutralidad de Argelia
y Marruecos en el mundo árabe y, sobre todo, en el mundo islámico no-árabe, la
ecuanimidad, que no nimiedad, de Pakistán: único país musulmán dotado de 130
bombas nucleares que comparte una frontera de 959 kilómetros con
Irán y cuenta con una pletórica población chiíta (20 %) inmersa en sus 200
millones de habitantes de mayoría sunita.
Muchos factores han acercado a la potencia
sunnita no-árabe de Turquía con la potencia chiíta persa de Irán cuando
destacan su mutuo apoyo a Qatar y su común aversión a la creación de un estado
independiente kurdo.
Todavía no redacto las causales estructurales, a mi juicio, cuando
ya brilla en todo su resplandor la hipercomplejidad de la grave crisis que
enfrentan AS y Qatar que ha puesto de cabeza tanto al mundo árabe como al mundo
islámico para el schadenfreude –placer que provoca el mal ajeno–
de Israel, cuyo anhelo es balcanizarlos con el fin de prevalecer sola con su
máximo de 400 bombas nucleares clandestinas.
El gobierno alemán –usualmente parco y prudente en sus apreciaciones
globales– teme la detonación de una guerra regional en el Golfo Pérsico.
No es un asunto menor, que tiene como epicentro a Qatar y coloca en
relieve dos simultáneas guerras estructurales: 1. La del petróleo (encabezado
por AS) contra el gas (el componente LNG de Qatar) y 2. La del dólar de EEUU
con el renminbi chino.
Entre las 13 exigencias perentorias,
transmitidas por la loable intermediación de Kuwait, que han exigido cuatro
países árabes –AS, Egipto, Emiratos Árabes Unidos y Bahréin– para que cumpla
Qatar en un plazo de 10 días, destaca el alineamiento (sic) militar, político,
social y económico (¡supersic!) con los otros países del Golfo y el mundo
árabe, en línea (sic) con el acuerdo logrado con AS en 2014.
Más que alineamiento parece más bien la
alienación y la capitulación de Qatar.
Pese a la asfixia en sus únicos 87 kilómetros de
frontera terrestre con AS que encabeza un boicot por cielo, mar y tierra –sin
contar la pérdida de 13 mil millones de dólares en sus activos bursátiles y la
obligada importación de alimentos de Turquía, Irán y Omán–, Qatar cuenta con
cartas nada desdeñables: desde sus prósperos Fondos Soberanos de Riqueza (https://goo.gl/Txfs57)
–que le han permitido invertir en grandes empresas de Gran Bretaña y Alemania–,
pasando por la principal base militar de EEUU en la zona, hasta la nueva base
militar de Turquía.
Alá ha deseado que Qatar comparta
geográficamente con Irán su mayor fuente de ingreso de su pletórico yacimiento
gasero en el Golfo Pérsico (los contiguos Campo Norte de Doha y el Campo Pars
Sur de Teherán) y cuyas transacciones son retribuidas con la divisa china
renminbi debido a las sanciones cada vez más asfixiantes de Trump contra la antigua Persia al
haber adoptado sin rubor la irredentista política exterior del primer israelí
Netanyahu acoplado con el ultraortodoxo judío Jared Kushner, yerno del polémico
empresario-presidente.
Tal como pintan las cosas al corte de caja de hoy, se ha gestado
la competencia de dos estratégicos oleogasoductos para desembocar en el mar
Mediterráneo con mira en el relevante mercado europeo: 1: El de
AS-Jordania-Israel, y 2: El de Qatar-Irán-Siria-Turquía.
Ya habrá tiempo para detallar la guerra del petróleo de AS y del
LNG de Qatar para centrarme en forma sucinta en el primer centro regional del
renminbi en Doha.
Desde hace dos años opera en Qatar un Centro
de Compensaciones & Liquidaciones con la divisa china renminbi, según Economist Intelligence Unit,
propalado por HSBC (https://goo.gl/xq7jmR), lo cual, a mi juicio,
no podía quedar sin respuesta disuasiva por EEUU que lleva en su conciencia a
dos cadáveres conspicuos que intentaron fugarse de los grilletes globales del
dólar-centrismo petrolero –el ahorcado iraquí Saddam Hussein, quien se atrevió
a formular la permutación de petrodólares por petroeuros,y el libio sodomizado
(literal) Muamar Kahadfi quien pretendió lanzar el dinar-oro en lugar de la
chatarra del billete verde–, sin contar el extraño accidente aéreo en Rusia de
Christophe de Margerie, jerarca de la petrolera gala Total, quien pensaba
realizar sus transacciones en petro-rublos en lugar de dólares (https://goo.gl/ZLNH36).
El Centro Renminbi de Qatar es operado por el
banco chino ICBC, el mayor del planeta que ayudará en teoría a facilitar los
flujos comerciales de China con Qatar y la región.
Hoy las petroleras estatales chinas CNOOC y
PetroChina son recipiendarias de las cada vez más crecientes importaciones de
LNG qatarí (con la
estatal QatarGas , la mayor del mundo), detrás de Japón,
Surcorea e India.
La Autoridad de Inversiones de Qatar
diversifica sus Fondos Soberanos de Riqueza y ya empezó a invertir en empresas
chinas: ICBC, Banco Agrícola de China, Citic Capital (22 por ciento) y
Lifestyle International (20 por ciento), mientras la constructora China
Harbour Engineering Company y Sinohydro participan en la
infraestructura de Qatar que apoyó en forma entusiasta la creación del
legendario banco AIIB de patrocinio chino (https://goo.gl/ASe5ho).
El Centro Renminbi de Qatar epitomiza el desplazamiento del dólar en su
otrora feudo inexpugnable del Golfo Pérsico, hoy fracturado, cuando se
vislumbra la muy riesgosa fase del advenimiento del petroyuan.
¿Dejarán celebrar la Copa Mundial de
Futbol en 2022 en Qatar?
Artículo publicado originalmente en La Jornada
Fuente:
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=228607
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