Brujas, perras y narcoparamilitares
8
de julio de 2017
"Muerte a las perras", se titula el panfleto distribuido
por las Águilas Negras en el correo electrónico de una organización social de
Bogotá. En este caso, la banda paramilitar amenaza a defensoras de derechos
humanos (todas mujeres) y muestra un lenguaje y estilo que desnuda el carácter
violento y machista del grupo armado.
Malditas
perras sapas del gobierno gonorreas las vamos a matar por sapas y por andar de
metidas donde no deben sapas hp luchando por los derechos de la mujer que
mierda son si lo único que son sirvientas de nosotros a ver si se van a hacer
oficio de la casa malparidas, reza textualmente el volante reproducido
parcialmente por la página pacifista.co (goo.gl/hoL4Hy).La amenaza va dirigida a las integrantes de
Una de las amenazadas dijo a los
Águilas Negras proviene de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), supuestamente desmovilizadas, y su accionar se ha destacado en departamentos conflictivos como el Cauca, donde ha amenazado y asesinado a dirigentes indígenas. También en las regiones de población negra y en Ciudad Bolívar, la periferia sur de Bogotá.
En 2016 fueron asesinados 94 defensores de derechos humanos y líderes sociales, la cifra más alta desde que comenzó el proceso de paz. Las víctimas son en su inmensa mayoría militantes ligados a Marcha Patriótica, al Congreso de los Pueblos y a diversos movimientos populares.
Este tipo de violencia es bien diferente de la que afectó en la década de
Parece necesario detenerse en las principales características de
esta violencia sistemática contra los sectores populares organizados, ya que no
se registra sólo en Colombia sino que se ha convertido en un modo de regular
las relaciones sociales en todo el continente, con especial desarrollo en
México y Guatemala. En este punto, debemos recordar el papel del general Óscar
Naranjo, actual vicepresidente de Colombia, en la exportación de la narcodemocracia a México, como ha consignado Carlos
Fazio (goo.gl/vT7Xt).
La primera
cuestión
es que se trata de una violencia difusa, sin centro dirigente aparente, lo que
hace difícil identificar a sus autores al punto que las autoridades niegan la
existencia de las Águilas Negras. La dirección de Inteligencia de la Policía de
Colombia asegura que la organización ya no existe, lo que puede ser cierto si
pensamos en un aparato estructurado con mandos centrales.Un informe de la BBC sobre las Águilas Negras, sostiene que es una razón social que utilizan varios grupos y pone un ejemplo: En el Cauca, a raíz de un conflicto interno en una universidad, un grupo de gente decidió sacar un panfleto firmado Águilas Negras contra unos profesores (goo.gl/0gGOQw). Este es el punto: una maquinaria narcoparamilitar desterritorializada, convertida en cultura política de control de las relaciones sociales a cielo abierto.
La segunda es que estamos ante una forma brutal de regular las relaciones entre personas y, de modo muy particular, de enfrentar a los movimientos sociales. El excelente informe Mujeres y guerra: víctimas y resistentes en el Caribe colombiano, del Centro Nacional de Memoria Histórica (2014), destaca que las masacres son el límite más brutal de la violencia paramilitar. A partir de ellas, consiguieron imponer un nuevo orden social.
“A través del uso del lenguaje, la regulación del cuerpo, el espacio y las prácticas sociales, estos actores lograron imponer sus ideas de orden, ‘buen’ comportamiento y disciplina” (p. 37). De ese modo, establecieron un orden patriarcal, racista, capaz de regular los mínimos intersticios de la vida cotidiana. Las mujeres relegadas a sus casas, los negros y homosexuales sistemáticamente humillados, y los hombres debían comportarse de forma viril y ceñirse a un modelo de hombre guerrero y militar (p. 38).
La tercera se relaciona con la continuidad de este modelo de control una vez finalizada
Por eso debemos hablar de una maquinaria, un nuevo modo de control de la población como lo fue el panóptico, que con el tiempo se ha convertido en el sentido común para organizar los espacios de encierro y funciona naturalmente, sin que un mando central deba promoverlo o planificarlo.
Por último, debe entenderse que estamos ante una violencia sistémica, no coyuntural. Los feminicidios y el narco son los modos de control de los de abajo en la zona del no-ser; el modo de tener controlados a indios, negros y mestizos. No depende, por tanto, de la actitud progresista de las autoridades o de la benevolencia de los varones. Es como la plusvalía: funciona aunque el patrón pague salarios justos, porque la explotación del trabajo asalariado es inherente al capitalismo.
Por brutal que sea, la violencia nunca es el objetivo final, sino el medio para construir un orden social jerárquico, patriarcal, capitalista. Es el genocidio que el sistema necesita para imponer la cuarta guerra mundial contra los pueblos y
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