domingo, 31 de marzo de 2019

Comprendamos: "El capitalismo neoliberal (el capitalismo realmente existente) es un sistema que destruye de manera permanente las bases de la existencia. Los trabajadores y los pueblos del mundo no tienen más alternativa que buscar nuevos caminos para el futuro. Un movimiento inclusivo -basado en la clase trabajadora- que se proponga el socialismo para este siglo abrirá una etapa de progresos cualitativos que la humanidad necesita con urgencia. La anarquía de la sociedad del mercado con su avaricia institucionalizada no tiene nada que ofrecer a las nuevas generaciones. (99) El nuevo socialismo deberá incluir el desarrollo de una tecnología que tengan contenido social, en oposición a la tecnocracia que mira solo por la ganancia individual de un sistema depredador. (100) Hoy técnicamente es posible la planificación democrática a largo plazo, lo que permite que las decisiones que se tomen originen una distribución de la riqueza fuera de la lógica del capital. (101) Un socialismo, en su forma más radical, debe ser consistente con la igualdad sustantiva, la solidaridad comunitaria y la sostenibilidad ecológica, también deberá proponerse la unión, y no a la división de las fuerzas del trabajo".

El capitalismo ha fracasado,
¿qué viene a continuación?
9 de marzo de 2019


Por John Bellamy Foster
Kritika
Casi al terminar las dos primeras décadas del siglo XXI, es evidente que el capitalismo ha fracasado como sistema social. Hoy el mundo está inmerso en el estancamiento económico, la financiarización, el desempleo masivo, el subempleo, la precariedad, la pobreza, el hambre, y la desigualdad más extrema de la historia. Desde el punto de vista ecológico vivimos una planeta amenazado por una “espiral de muerte.” (1)
La revolución digital, el mayor avance tecnológico de nuestro tiempo, que en sus inicios fue una promesa de comunicación libre se ha transformado en un poderoso medio de vigilancia y control de la población. Las instituciones de la democracia liberal están a punto de colapsar, mientras que el fascismo, la retaguardia del sistema capitalista, está de nuevo en marcha, junto con el patriarcado, el racismo, el imperialismo y la guerra.
Decir que el capitalismo es un sistema fallido no es, por supuesto, sugerir que su ruptura y desintegración es inminente. (2) Sin embargo, significa – que en el presente siglo- el capitalismo ha dejado de ser un sistema necesario para transformarse en un régimen innecesario y destructivo. Hoy, más que nunca, el mundo se enfrenta a la elección entre “la transformación revolucionaria de la sociedad o la ruina de las clases en pugna” (3).
Las indicaciones de este fracaso están en todas partes.
Los llamados mercados libres están obstruyendo la inversión productiva y la especulación financiera trae consigo burbujas que explotan inevitablemente. (4)
Una creciente desigualdad en los ingresos y la concentración de la riqueza ha degradado de las condiciones materiales de la gran mayoría. (Los salarios reales para los trabajadores en los Estados Unidos apenas se han movido en cuarenta años, a pesar del aumento constante de la productividad). (5)
La intensidad del trabajo ha aumentado, mientras que la seguridad en las faenas son sistemáticamente eliminadas. Los datos de desempleo ya no tienen sentido debido al subempleo institucionalizado. (6) Los sindicatos son meras sombras del pasado. El capitalismo ha conseguido un control arbitrario de los lugares de trabajo. Con la desaparición de las sociedades de tipo soviético, la socialdemocracia en Europa ha fenecido en manos de la ideología del “libre mercado” (7).
La plusvalía obtenida por las corporaciones multinacionales – en las regiones más pobres del mundo – está produciendo una acumulación de riqueza financiera sin precedentes en el centro de la economía mundial y una extendida pobreza en el mundo de la periferia, (8). (Alrededor de 21 billones de dólares de fondos offshore se esconden en paraísos fiscales (principalmente en el Caribe) creando “un refugio fortificado de las grandes finanzas”). (9)
Los monopolios tecnológicos impulsados ​​por la revolución de las comunicaciones, junto con el dominio del capital financiero y los activos especulativos (con sede en Wall Street) contribuyen de forma permanente al enriquecimiento del “uno por ciento”. Cuarenta y dos multimillonarios disfrutan de tanta riqueza como la mitad de la población mundial; los tres hombres más ricos de los Estados Unidos, Jeff Bezos, Bill Gates y Warren Buffett, tienen más riqueza que la mitad de la población de su país. (10)
En todas las regiones del mundo, la desigualdad ha aumentado considerablemente en las últimas décadas. (11) La brecha en el ingreso per cápita, entre las naciones más ricas y las más pobres, crece apresuradamente. (12) El 60 por ciento de la población empleada del mundo, unos dos mil millones de personas, trabajan en un sector informal empobrecido, formando un enorme proletariado global. El ejército de reserva del trabajo es un 70 por ciento más grande que el ejército de trabajadores formalmente empleados. (13)
La asistencia sanitaria, la vivienda, la educación, el agua y el aire limpio están fuera del alcance de grandes sectores de la población. En los países ricos de América del Norte y de Europa el transporte se ha vuelto insostenible, con niveles irracionalmente altos de dependencia del automóvil y con una pasmosa falta de inversión en el transporte público.
Las estructuras urbanas se caracterizan por la gentrificación y la segregación; en las ciudades se construye para favorecer a la población acomodada, mientras se margina a amplios sectores ciudadanos. Alrededor de medio millón de personas (la mayoría de ellos niños) no tienen hogar en los Estados Unidos. (14) Nueva York está experimentando una gran infestación de ratas, atribuida al calentamiento global, lo que refleja otras de las tendencias que afectan a todo el mundo.(15)
En los países de altos ingresos, la esperanza de vida está en pleno declive; hay un resurgimiento de las enfermedades – de la época victoriana – que esta directamente relacionada con la pobreza y la explotación. En Gran Bretaña, la escarlatina, la tos ferina, la tuberculosis y el escorbuto han vuelto emerger después de haber desaparecido por décadas. La llamada enfermedad pulmonar negra ha vuelto con fuerza en las minas de carbón en todo el norte rico. (16)
El uso excesivo de antibióticos, utilizados por la industria pecuaria y agrícola, está provocando una peligrosa resistencia a los antibióticos. Para mediados de siglo las muertes por la aparición de las súper-bacterias podrían superar las muertes anuales por cáncer, lo que ha llevado a la Organización Mundial de la Salud a declarar una “una emergencia sanitaria mundial” .(17) Definitivamente, esta espiral destructiva de la vida es el resultado del funcionamiento de un sistema fracasado. (Frederick Engels lo llamó “asesinato social”, en su libro La Formación de la Clase Obrera en Inglaterra). (18)
A instancias de corporaciones gigantes, fundaciones filantro-capitalistas y gobiernos neoliberales, la educación pública se está reestructurando con la implementación de la Inteligencia Artificial. Este mecanismo está generando bases de datos entre la población estudiantil, para comercializarlos y venderlos al mejor postor. (19) La privatización de la educación está pensada para alimentar la sumisión al mercado. En la practica estamos viviendo la burda filosofía utilitaria dramatizada en la novela “Los tiempos difíciles” de Charles Dickens. (20)
En los Estados Unidos muchas de los colegios más pobres y racialmente segregados son “escuelas del delito” (21). Más de dos millones de personas están tras las rejas. Los Estados Unidos tienen la tasa de encarcelamiento más alta del mundo. La población que hay en prisión es casi igual a la población de Houston, la cuarta ciudad del país. Los afroamericanos y los latinos constituyen el 56 por ciento de los encarcelados. Tanto negros, hispanos y nativos americanos tienen casi tres veces más probabilidades de morir por un disparo de la policía. (22)
La violencia contra las mujeres y la expropiación de su trabajo no remunerado (así como la sobre-explotación del trabajo remunerado) son parte integral de la forma en que se organiza el poder patriarcal en la sociedad capitalista, y de cómo se trata de dividir, en lugar de unificar a la población trabajadora. Más de un tercio de las mujeres en todo el mundo han sufrido violencia física o sexual. Los cuerpos de las mujeres son mercantilizados como parte del sistema de mercado. (23)
La propaganda de los medios masivos se ha fusionado con un sistema de publicidad basado en los medios sociales, concentrando como nunca el dinero y el poder en manos de tres o cuatro gigantes tecnológicos. Con las modernas técnicas de mercadotecnia y vigilancia de masas las grandes empresas dominan todas las interacciones digitales, adaptando sus mensajes sin ningún tipo de control. Diariamente se generan “noticias falsas” en todos los ámbitos. (24) Han nacido numerosas empresas que se dedican a manipular tecnológicamente a los votantes (en todo el mundo) subastando sus servicios a los partidos políticos capaces de pagar este tipo de manipulación. (25)
La eliminación de la neutralidad de la red ha permitido una mayor concentración y control sobre toda Internet por parte de los monopolios proveedores de estos servicios. Las elecciones son presa del “dinero oscuro” no regulado que procede de las corporaciones y de la clase multimillonaria. Estados Unidos, aunque se presenta como la principal democracia del mundo, “tiene sólo una apariencia democrática pero un contenido profundamente plutocrático” (Paul Baran y Paul Sweezy en El Capital Monopolista). (26)
Con la administración de Trump – siguiendo una tradición establecida hace mucho tiempo- el 72 por ciento de los miembros de su gabinete provienen de los escalones corporativos más altos, mientras que otros han sido elegidos por el ejército. (27)
La guerra, diseñada por los Estados Unidos  y otras potencias importantes, se ha hecho permanente en regiones petroleras estratégicas y amenaza con convertirse en un conflicto termonuclear global. Durante el gobierno de Obama, Estados Unidos participó en guerras, atentados y bombardeos en siete países diferentes: Afganistán, Irak, Siria, Libia, Yemen, Somalia y Pakistán. (28) Washington ha vuelto ha utilizar la tortura y los asesinatos como instrumentos contra individuos, países y sociedades enteras, que son arbitrariamente calificadas de terroristas.
Este último tiempo se está articulando una nueva Guerra Fría y una carrera de armamentos nucleares entre los Estados Unidos y Rusia, mientras Washington pone todos los obstáculos posibles al crecimiento de la nación china. La administración Trump ha creado una nueva Fuerza Espacial como una rama separada del ejército en un intento por asegurar su superioridad con la militarización del espacio.
Una prestigiosa revista de los Científicos Atómicos han hecho sonar las alarmas por el aumento del peligro de una guerra nuclear y por la desestabilización del clima, colocando el “reloj del fin del mundo a dos minutos para la medianoche”, el más cercano desde el año 1953. (29)
Estados Unidos impone sanciones económicas cada vez más severas a países como Venezuela y Nicaragua, a pesar de sus elecciones democráticas, o debido a ellas. Las guerras comerciales y de divisas son promovidas activamente por los Estados centrales del sistema capitalista, mientras se levantan murallas racistas contra la inmigración en Europa y los Estados Unidos.
Unos 60 millones de refugiados y personas desplazadas huyen de países devastados por el hambre y la guerra. Las poblaciones migrantes ha aumentado a 250 millones, y las que residen en países de altos ingresos constituyen más del 14 por ciento de sus poblaciones. Mientras los países ricos amurallan sus islas de privilegios (30) más del 10 por ciento de la población mundial, padecen desnutrición crónica. (31) Alrededor de cuarenta millones de estadounidenses (uno de cada ocho familias) – incluidos casi trece millones de niños- padecen de inseguridad alimentaria y crece la producción de alimentos tóxicos y de baja calidad. (32)
Los pequeños agricultores están siendo expulsados ​​de sus tierras por el agro-negocio, el capital privado y los fondos soberanos, en un proceso mundial que constituye el mayor desplazamiento de personas en la historia. (33)
El hacinamiento urbano y la pobreza es tan grave que ahora uno puede referirse razonablemente a un “planeta de ciudades miseria”. (34) Junto al despojo de los pequeños propietarios el mercado mundial de la vivienda sigue una curva al alza desmesurada producto de la especulación.(Se estima que tendrán un valor $ 163 billones de dólares; el oro extraído en toda la historia está estimado en $ 7.5 billones). (35)
La época antropocena, iniciada por la gran aceleración de la economía (después de la Segunda Guerra Mundial) ha generado el cambio climático y la acidificación del océano. Se ha puesto en marcha la llamada sexta extinción con la desaparición de bosques, contaminación tóxica, química, radioactiva, pérdida de agua dulce y destrucción del nitrógeno y de ciclos del fósforo. (36)
En las últimas décadas el 60 por ciento de la población mundial de vertebrados (mamíferos, reptiles, anfibios, aves y peces) y un 45 por ciento de invertebrados han disminuido peligrosamente. (37) El climatólogo James Hansen ha explicado que la pérdida de la biodiversidad y el “exterminio de especies” es el resultado del cambio climático. Los biólogos calculan que a este ritmo casi la mitad de las especies van a estar en peligro de extinción a fines del siglo XXI. (38)
Todos los especialistas científicos advierten que si continúan las tendencias actuales la catástrofe ambiental está asegurada. (39) De continuar, el incremento de las emisiones de carbono los daños ecológicos, sociales y económicos serán irreversibles (en 2018 aumentaron en 2.7 por ciento y en un 3.4 por ciento en los Estados Unidos). Las reducciones de las emisiones que actualmente se requieren para evitar una desestabilización fatal para el balance energético de la Tierra, son simplemente incalculables.(40)
Sin embargo, las principales corporaciones de energía siguen embaucando a la población con su interesada visión del cambio climático. Promueven y financian el negacionismo, a pesar que en sus documentos internos admiten la verdad de la situación. Estas corporaciones están trabajando para acelerar la extracción y producción de combustibles fósiles (incluidas las variedades más generadoras de gases de efecto invernadero) obteniendo enormes ganancias en el proceso.
El derretimiento del hielo ártico producto del calentamiento climático es visto por el capitalismo como un nuevo El Dorado, que les permitirá explotar enormes reservas de petróleo y gas, sin tener en cuenta las consecuencias para el clima. A los informes científicos la respuesta de Exxon Mobil ha sido: “trataremos de extraer y vender todas las reservas de combustibles fósiles posibles”. (41)
Las corporaciones de energía sigue interviniendo en las negociaciones sobre el clima, impidiendo el control de las emisiones de carbono. Con la desestabilización del clima los países capitalistas no sólo ponen en primer lugar la acumulación de riqueza para unos pocos, sino que también amenazan el futuro de todos los seres humanos.
Como el capitalismo es un modo de producción que funciona por la acumulación del capital (con la explotación de la fuerza de trabajo) y con el predominio del mercado en todas las esferas de la vida su contabilidad económica considera valor todo lo que circula por el mercado y produce ingresos. Esto significa que en sus métodos contables los costos sociales y ambientales están fuera del mercado y los beneficios, por lo tanto son tratados como “externalidades” negativas.. (42)
Hemos llegado a un punto en el siglo XXI en el que las “externalidades” de este sistema irracional (costo de la guerra, agotamiento de recursos naturales, desperdicio de vidas humanas, alteración del medio ambiente) están superando los beneficios económicos del propio capitalismo. Ahora la acumulación de la riqueza se está produciendo a expensas de una ruptura irreparable de las condiciones sociales y ambientales de la vida. (43)
Se podría pensar que por su rápido crecimiento China es una excepción. Aclaremos: el desarrollo chino tiene sus raíces en la Revolución de 1949 (llevada a cabo por el Partido Comunista encabezado por Mao Zedong) mediante la cual el país se liberó de la dominación imperialista. La revolución permitió a China un desarrollo con una economía planificada que construyó una sólida base económica industrial y agrícola.
Las reformas post-maoístas crearon un sistema híbrido, que junto con la planificación estatal estableció relaciones de mercado, que conllevan contradicciones sociales y ecológicas. Por el momento estas reformas han resultado particularmente beneficiosas para el gigante asiático, tanto es así, que los EEUU a través de guerras comerciales – y otras presiones – está tratando de impedir el crecimiento de China.
La historia demuestra que el cambio y el desarrollo de China no es el resultado de un capitalismo tardío. De hecho el actual modelo chino contiene muchas de las tendencias destructivas propias del capitalismo. Por tanto, en última instancia, el futuro de China también dependerá de un retorno a un proceso de transformación revolucionaria.(44)
¿Cómo se ha desarrollado el actual contexto desastroso que caracteriza al capitalismo mundial en este siglo?
Para comprender el fracaso del capitalismo es necesario realizar un examen histórico del auge del neoliberalismo. También se requiere estudiar cómo este modelo capitalista ha servido para aumentar la capacidad destructiva del sistema. Solo así podremos abordar el futuro de la humanidad en el siglo XXI.
El neoliberalismo y el fracaso capitalista
Muchos de los síntomas del fracaso del capitalismo descritos anteriormente son bien conocidos. Sin embargo, a menudo no se atribuye el desastre al capitalismo como sistema, sino simplemente a algo que llamamos neoliberalismo. Hay intelectuales que creen que este modelo particular de desarrollo capitalista puede ser reemplazado por otra forma de dominio del capital.
Para muchos en la ‘izquierda” la respuesta al neoliberalismo es un retorno al estado de bienestar, a la regulación del mercado o, a alguna otra forma de democracia social limitada, y por lo tanto a un capitalismo más racional. No es el fracaso del capitalismo lo que se percibe como el problema, sino el fracaso del capitalismo neoliberal.
Al contrario de este pensamiento la tradición marxiana entiende el neoliberalismo como una etapa del capitalismo en su etapa tardía. Se trata de un periodo en que el sistema para sobrevivir estar totalmente subordinado al capital monopolista-financiero.
Por tanto, para efectuar análisis crítico-histórico del neoliberalismo no solo es necesario entender cómo funciona el capitalismo actual, sino que también hay que comprender la razón porque es imposible una alternativa al neoliberalismo que mantenga incólume el sistema capitalista.
El término neoliberalismo tuvo su origen a principios de la década de 1920. Fue Ludwig von Mises en su libro “La Nación, el Estado y la Economía” (1919) quien colocó las bases fundacionales de la ideología neoliberal-capitalista. (45) En su trabajo, Mises (entonces empleado por la Cámara de Comercio de Viena) planteó que: “el viejo liberalismo tiene que regresar para derrotar al socialismo”. Calificó al socialismo como “destructivo”, defendió la desigualdad, sostuvo que los monopolios eran parte de la libre competencia y que los consumidores ejercían la “democracia” cuando compraban, porque esta actividad era equivalentes a votar en las elecciones.
Ludwig Von Mises condenó enérgicamente la legislación laboral, el seguro social obligatorio, los sindicatos, el seguro de desempleo, las nacionalizaciones, los impuestos y la inflación. (46 )Tan extremos fueron sus puntos de vista que comentando el libro de Dickens “Hard Times” descalificó a Sissy Jupe (la joven heroína de la novela) porque había, ”enseñado a millones de personas a odiar el liberalismo y al capitalismo”. (47)
En 1921, el austro-marxista Max Adler acuñó el término neoliberalismo para designar los intentos de Mises de restaurar un orden liberal en plena decadencia a través de una nueva ideología “fetichismo del mercado”. Por su parte la austro-marxista Helene Bauer y el marxista alemán Alfred Meusel elaboraron documentadas críticas a Mises, para la revista teórica alemana Die Gesellschaft, editada por Rudolf Hilferding. (48)
Sobre la base de un análisis marxista, Adler, Bauer y Meusel demostraron que es falsa la afirmación de Mises: “que un capitalismo no regulado es el único sistema económico racional” y combatieron con argumentos consistentes la idea de “un capitalismo armonioso” basado en el libre mercado.
En el análisis de Mises los sindicatos eran un obstáculo al mercado, mientras las patronales y las empresas monopólicas eran totalmente compatibles con la libre competencia. Del mismo modo, Mises abogaba por un estado fuerte con el objeto de coartar la lucha de la clase trabajadora, en nombre de un mercado autorregulado porque, “cualquier acción contra el libre mercado son una forma de terrorismo”.
Para Meusel, Mises era “un ferviente servidor del capital financiero internacional” y para el economista Othmar Spann (1926) “sus ideas eran un intento atávico, de volver a una versión extrema del liberalismo clásico”.(49)
En 1927, en su obra “Liberalismo”, el propio Mises distinguió entre “antiguo liberalismo y neoliberalismo”. Según su opinión, el primer liberalismo aceptaba equivocadamente el concepto de igualdad. En contraste, el neoliberalismo rechaza la igualdad y la reemplazaba por lo que llamó “igualdad de oportunidades”. (50)
El neoliberalismo, tal como surgió de la pluma de Mises, estaba muy alejado de los nociones del liberalismo clásico. Los críticos marxistas –e incluso algunas figuras de la derecha- lo vieron como un intento de ofrecer algún tipo de racionalidad al capital financiero y a la era de los monopolios. Desde su origen, el neoliberalismo fue un proyecto para proveer una base intelectual a la guerra de clases de los capitalistas; una guerra no solo contra el socialismo, sino contra todo intento de regulación social y de democracia: un ataque sin cuartel a la clase trabajadora.
Junto con su protegido Friedrich Hayek, el ataque de Mises al socialismo fue una reacción contra la Viena Roja donde destacaban las figuras de Adler, Otto Bauer y Karl Renner. (51) En esa misma época el economista Karl Polanyi desarrolló una aplastante crítica a los dogmas neoliberales que formarían la base teórica de su libro “La Gran Transformación”. (52)
En los años 1930 a 1960 (después de la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial) la ideología neoliberal perdió influencia en medio de una profunda crisis del capitalismo. A principios de la década de 1930, cuando las nubes de la tormenta se acumularon en Europa, Mises se desempeñó como asesor económico del dictador austriaco Engelbert Dollfuss. (53) Más tarde con el apoyo de la Fundación Rockefeller Mises emigró a Suiza y luego a los Estados Unidos, donde enseñó en la Universidad de Nueva York. Mientras tanto, Hayek fue reclutado por la London School of Economics, a instancias del economista neoliberal británico Lionel Robbins.
Sin embargo, en el mundo occidental las tesis del economista británico Keynes se impusieron en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Las economías capitalistas crecieron rápidamente durante un cuarto de siglo animadas por el aumento del gasto estatal, (en medio de la Guerra Fría) la reconstrucción de las economías europeas y japonesas, la expansión del comercio, la era del automóvil y dos grandes guerras (Corea y Vietnam)en Asia. (54)
Mientras tanto, ante la amenaza de un modelo alternativo representado por la Unión Soviética y la creación de sindicatos fuertes, los gobiernos de los países occidentales aplicaron políticas keynesianas con el llamado “estado de bienestar”. Sin embargo, se mantuvo la tendencia al estancamiento económico – como un defecto estructural del sistema – que temporalmente se disimuló por la llamada Edad de Oro.
Durante esta etapa las gigantescas corporaciones del capitalismo monopolista lograron apropiarse de un superávit cada vez mayor, tanto en términos absolutos como relativos. Este proceso que provocó una sobreacumulación productiva (y de capital ) fue en parte compensada por una expansión de las ventas, el militarismo y el imperialismo.
Finalmente, la excesiva propagación de billetes de dólares por el mundo, provocaron la ruptura de los acuerdos de Bretton Woods que habían estabilizado el comercio mundial, de tal manera que Richard Nixon se vio obligado a poner fin al patrón dólar-oro en los 70. Esta medida estaba relacionada con la desaceleración de la economía estadounidense a partir de finales de la década de 1960.
El fin de la guerra de Vietnam marcó el comienzo de décadas de estancamiento económico. Lento pero seguro, se inició un largo declive de la economía con una tendencia a la baja de la tasa de crecimiento en las economías capitalistas avanzadas. Los principales estímulos que provocaron el auge posterior a la Segunda Guerra Mundial se habían desvanecido, dejando a las economías capitalistas en crisis. (55)
La primera respuesta a la crisis del sistema –que surgió en la década de 1970- fue utilizar las tesis keynesianas para expandir el gasto estatal. El gasto civil y gubernamental de los Estados Unidos en bienes y servicios alcanzó un pico durante la administración de Nixon. (56) Como consecuencia de esta política económica las empresas elevaron los precios agresivamente y los sindicatos lucharon por mantener los salarios reales de los trabajadores. El efecto fue un período de estancamiento económico más inflación.
Como la inflación disminuye la riqueza acumulada –en forma de activos monetarios- es una amenaza directa para la clase capitalista. Entonces, surgió un movimiento anti-keynesiano que descalificó cualquier posición a la izquierda del más extremo neoliberalismo. Esta resucitada ideología se propuso revertir décadas de las modestas conquistas de los trabajadores. (57)
Hubo un giro brusco hacia la austeridad y la reestructuración económica. En sus inicios bajo el disfraz de monetarismo y el aumento de la oferta, pero bajo cuerda se llevó a cabo un programa para destruir los sindicatos por medios políticos, económicos y jurídicos. Se eliminó lo que John Kenneth Galbraith llamó ”el poder compensador” del trabajo. (58)
La clave para el resurgimiento del neoliberalismo fue la Sociedad Mont Pèlerin, llamada así por el balneario suizo donde Mises, Hayek, Robbins, Milton Friedman, George Stigler, Raymond Aron se reunieron en 1947 para promover la economía neoliberal y sus ideas políticas. Los miembros de la Sociedad Mont Pèlerin generalmente se referían a sí mismos como liberales, en el sentido europeo, como una manera de contrarrestar las devastadoras críticas marxistas a la ideología neoliberal . Evitaron de manera sistemática la etiqueta de neoliberal – que el propio Mises había adoptado en 1927 – en el Coloquio “Walter Lippmann” de 1938 en París, al que asistieron Mises y Hayek. (59)
En cambio, el neoliberalismo no fue presentado como una ideología política sino como una extensión del liberalismo clásico y como parte inseparable a la naturaleza humana. Como argumentó Michel Foucault, el neoliberalismo, de esta manera se convirtió en la primera forma de la llamada biopolítica . (60) Aunque en apariencia sus teóricos abandonaban la etiqueta neoliberal, la Sociedad Mont Pèlerin, a través del Departamento de Ecoe la Universidad de Chicago, se erigió en el bastión de esta ideología.
En la era keynesiana, de los años cincuenta y sesenta, figuras como Mises, Hayek, Friedman y James Buchanan se mantuvieron al margen de las grandes decisiones, aunque fueron fuertemente financiadas por fundaciones privadas. (61) Pero, con el regreso del estancamiento económico, los intelectuales neoliberales fueron reclutados por la cúspide del capital monopolista para proporcionar la base ideológica de una campaña para reestructurar la economía capitalista. Su principal objetivo era batir a los trabajadores, al estado, al gobierno y a las economías del sur global.
Desde el principio, los economistas neoliberales fueron presentados como paladines del libre mercado y del espíritu empresarial aunque su tarea fue la defensa del capital monopólico y de las dinastías de la clase burguesa. (62) La virulencia del programa anti-socialista tenía como propósito la completa privatización del mercado y de la vida social.
En el Londres de Margaret Thatcher y en el Washington de Ronald Reagan, las figuras de Hayek y Friedman se convirtieron en los símbolos de la era neoliberal. El Premio Nobel en Economía, o el Premio Sveriges Riksbank en Ciencias Económicas (establecido por el Banco de Suecia en 1969) fue controlado desde sus inicios por economistas neoliberales ultraconservadores. Siete miembros de la Sociedad Mont Pèlerin, incluidos Hayek, Friedman, Stigler y Buchanan, recibieron el Nobel entre 1974 y 1992, mientras que economistas ligeramente socialdemócratas fueron totalmente excluidos. (63)
A pesar de su persistente fracaso en la promoción del crecimiento, el neoliberalismo se ha impuesto. Su propósito siempre fue ofrecer cierta racionalidad a una economía dominada por las grandes empresas y el poder de los monopolios. (64) En efecto, el neoliberalismo, no fue más que una estrategia político-económica eficaz para la clase multimillonaria, en una época en que el capital financiero buscaba tomar el control de todos los flujos monetarios de la sociedad (65).
Si bien las economías capitalistas continuaron estancadas y las tasas de crecimiento disminuyeron década tras década, el capital excedente en manos de las grandes corporaciones no sólo aumentó sino que organizó nuevas formas para acumular riqueza.(66) El cambio de una economía productiva a una economía de la financiarización abrió vías para la especulación y la formación de riqueza, alejando de manera relativa la inversión en la producción (es decir, la acumulación de capital real).
La globalización implicó no sólo nuevos mercados, sino, lo que es más importante, la apropiación de enormes excedentes económicos por la sobreexplotación del trabajo con los bajos salarios de la periferia. Esta sobreexplotación terminó en los arcas de las corporaciones multinacionales y de los multimillonarios del mundo. (67)
Las beneficios que los trabajadores habían obtenido -en los países centrales del capitalismo– empezaron a dejar de existir, mientras las empresas multinacionales aumentaron sus ganancias con un trabajo asalariado desvalorado y con un sistema de subcontratas. Paralelamente la tecnología digital creó las bases materiales para un nuevo capitalismo global de vigilancia y control económico constituyendo un sistema de compra y venta que utiliza los datos privados de centenas de millones de seres humanos. (68)
El crecimiento de la desigualdad y de la riqueza han sido justificados como necesarios para la innovación. Con este pretexto se han beneficiado a unos pocos con los avances cque son producto del conocimiento colectivo acumulado por muchos años. En esta nueva era de la expropiación, todo está en el mercado: educación, sistemas de salud, transporte, vivienda, tierras, ciudades, prisiones, seguros, pensiones, alimentos, entretenimiento.
Los intercambios han sido completamente mercantilizados, corporativizados y financiarizados. La comunicación humana se ha convertido en una mercancía más. Todo en nombre de la “sociedad de libre mercado”. Para las monopolios globales esta estrategia ha sido enormemente exitosa. Ahora el capitalismo (a pesar de Adam Smith) no estaba referido a “la riqueza de las naciones” sino que a la riqueza de la clase capitalista.
En cierta medida el proceso de financiarización logró contrarrestar las tendencias al estancamiento económico, pero lo hizo a costa de crisis financieras periódicas. Mientras la acumulación de riqueza se aceleran con ligas crisis se sigue produciendo una mayor concentración de la riqueza. Hoy los neoliberales sostienen, sin ambages, que es normal y natural una lógica que comporta despojo y acumulación de la riqueza como producto de la financiarización.
El estado también ha quedado atrapado por la política de financiarización. (69) En la gran crisis financiera de 2007-09, casi todos los bancos fueron rescatados y los ciudadanos pagaron el coste de la estafa. La Gran Crisis Financiera no constituyó una crisis para el neoliberalismo, al contrario, le dio un nuevo impulso. De hecho la política neoliberal se ha convertido en un sistema de expropiación que lo abarca todo.(70)
Una característica de esta nueva era del consumo es que ha aumentado el conflicto entre el valor de cambio y el valor de uso en el proceso económico. (71) El resultado es que: vivimos una emergencia planetaria social y ecológica (72) con un rápida destrucción del ambiente natural y las condiciones de vida.
Los combustibles fósiles se han incorporado como activos financieros, incluso cuando sólo existen en forma de reservas enterradas en el subsuelo. De esta manera, el combustible y la energía forman parte integral de todo el proceso de acumulación financiarizada del capitalismo monopólico. Los trillones de dólares de activos de Wall Street están amarrados al “capital” fósil .(73)
Hoy es doblemente difícil pasar del uso de combustibles fósiles a alternativas más sostenibles, como la energía solar y eólica. Como nadie es dueño de los rayos del sol ni del viento hay pocos interés en estas formas de energía. En el capitalismo las ganancias actuales y futuras dictan su manera de funcionar. En otras palabras, al sistema no le importa que sus beneficios se hagan a expensas de las personas y del planeta. Vivimos con una población que indefensa que observa perpleja la destrucción del clima y la desaparición de innumerables especies. Se trata de desastre anunciado e impuesto por la fuerza –aparentemente abrumadora– de la sociedad de mercado.
El neoliberalismo siempre se ha opuesto al “laissez faire” decimononico, ya que su ideología implica un Estado fuerte e intervencionista al servicio directo del capital y del mercado: lo que James K. Galbraith denominó “un Estado depredador”. (74)
En la visión neoliberal, el absolutismo capitalista no es un proceso espontáneo sino una forma de administrar un modelo que debe ser creado. El papel del estado no es simplemente proteger la propiedad (como sostuvo Smith) sino que como Foucault explicó es un sistema se hace necesario ampliar la dominación del mercado sobre todos los aspectos de la vida. (75) Por esto, el neoliberalismo ha reformado el estado y la sociedad, según los patrones del propio mercado.
Según la reflexión de Foucault, “el neoliberalismo para sostenerse debe modelar el poder político sobre los principios de la economía de mercado”. El estado no debe “corregir los efectos destructivos del mercado… más bien debe aprovechar estos efectos destructivos para imponer nuevas medidas que intensifiquen su penetración”. (76)
Para el economista neoliberal Jack Buchanan el objetivo no es limitar la acción del estado, sino ligarlo a los fines monopolistas-competitivos del capital. (77) Por tanto, el estado neoliberal ha sido transformado específicamente para coartar cualquier cambio que afecte negativamente al valor del dinero.
Ahora la política fiscal y la monetaria están fuera del alcance de cualquier gobierno que se atreva hacer algún cambio que afecten los grandes intereses creados. Los Bancos Centrales se han transformado en entidades controladas por los Bancos Privados. Los Ministerios de Hacienda están atrapados por los límites de la deuda y las agencias reguladoras están en manos de los monopolios financieros y actúan, en interés directo de las corporaciones. (78)
En sus trabajos Karl Polanyi demostró que el intento de construir una “sociedad de mercado autorregulada”, requiere de intervenciones constantes del estado a favor del capital, y estas intervenciones terminan socavando los cimientos de la sociedad y de la vida. (79) Para el capitalismo actual, este proceso no tiene vuelta atrás porque es la base de la actual organización de su poder económico. Por tanto sólo una política abiertamente anticapitalista puede cambiar el sistema.
El estancamiento, la financiarización, la privatización, la globalización, la mercantilización del estado, la reducción de las personas a “capital humano” y de la naturaleza a “capital natural”, han hecho de las políticas neoliberales una característica obligatoria en la era del capitalismo monopólico-financiero.
En su fase globalizada el capitalismo monopolista ha desencadenado una crisis estructural y universal del propio sistema. Ante esta crisis la respuesta neoliberal es dar otro giro de tuerca, abriendo nuevas áreas de rentabilidad para unos pocos y perpetuando los problemas que nos causa a todos.
El resultado de esta lógica irracional no es simplemente un desastre económico y ecológico, sino la desaparición del Estado “liberal-democrático”. El neoliberalismo inevitablemente está en camino a un autoritarismo de mercado y a un neofascismo. En este sentido, Donald Trump no es una mera aberración. (80) En 1927, Mises lo expresó con claridad: “no se puede negar que el fascismo (y movimientos similares de la derecha) se propone al establecimiento de dictaduras, pero su intervención, por el momento, ha salvado a la civilización europea. La estimación que el fascismo se ha ganado vivirá eternamente en la historia de nuestros pueblos”. (81)
En 1973 los neoliberales Hayek, Friedman y Buchanan, apoyaron activamente el golpe de Estado de Pinochet que derrocó al presidente socialista Salvador Allende , para imponer la doctrina neoliberal a la nación chilena. En un viaje que realizó a Chile, en 1978, Hayek advirtió personalmente a Pinochet que impidera la resurrección de una “democracia ilimitada”. Durante una segunda visita, afirmó que “una dictadura puede ser más liberal que una República Democrática ” (82).
El mismo Hayek había escrito en 1949: “debemos enfrentar el hecho que la preservación de la libertad individual es incompatible con la justicia distributiva”. (83) En resumen, el neoliberalismo no es un mero paradigma del cual el capitalismo pueda prescindir, al contrario representa las tendencias absolutistas en la “era de las finanzas monopólicas”.
Como señaló Foucault, “el capitalismo sólo puede sobrevivir por un tiempo mediante una aplicación de su lógica económica a toda la sociedad”. (84 ) Sin embargo, como en el Mito del Rey Midas, el capitalismo terminará destruyendo todo que toca.
Pero, si el capitalismo ha fracasado, la pregunta pertinente es: ¿Qué viene después?
Lo que sigue a continuación
Al observar el naciente siglo XXI en el libro “La edad de los extremos”, el historiador marxista Eric Hobsbawm, expuso su preocupación por las amenazas que conmoveran este nuevo siglo.
Para Hobsbawm el siglo XXI nos trae peligros mayores que la terrible “edad de los extremos” cuando la humanidad se vio estremecida por conflictos imperiales, depresiones económicas, dos guerras mundiales y la posibilidad de su propia auto-aniquilación.
En 1949 Hobsbawm describió cómo veía el futuro:
“Vivimos en un mundo transformado por un desarrollo económico y tecno-científico que ha dominado los últimos dos o tres siglos. Sabemos – o al menos es razonable suponer – que esto no puede continuar hasta el infinito. El futuro no puede ser una continuación del pasado, y hay indicios, tanto externos como internos, de que hemos llegado al punto de una gran crisis histórica.
Las fuerzas generadas por la economía y la tecnociencia son ahora lo suficientemente poderosas como para destruir el medio ambiente, es decir, los fundamentos materiales de la vida humana. Las estructuras de las sociedades y las bases sociales de la propia economía capitalista están a punto de ser destruidas por una degradación que seguimos reproduciendo.
Nuestro mundo arriesga una explosión o una implosión. Esto debe cambiar. No sabemos a dónde vamos. Solo sabemos que la historia nos ha llevado a este punto. Sin embargo, una cosa es clara, si la humanidad tiene un futuro posible, ese futuro no puede ser la prolongación del pasado o del presente. Si intentamos construir un tercer milenio sobre esta base, con seguridad fracasaremos. Y el precio del fracaso será una sociedad donde predomine la oscuridad”. (85)
Hobsbawm dejó pocas dudas acerca de cuál era el principal peligro: el sistema tendrá consecuencias irreversibles y catastróficas para el medio ambiente natural, incluida la raza humana que forma parte de él. (86) La fe teológica que afirma que los recursos son asignados por un mercado sin restricciones crea las condiciones para que se desarrolle el “capitalismo del desastre”.
En su momento la posición de Hobsbawm fue criticada, por gente de izquierda, por ser demasiado “pesimista” (87). Un cuarto de siglo después, está claro que las preocupaciones que expresó entonces eran las correctas. Sin embargo después de décadas de neoliberalismo, estancamiento económico, financiarización, creciente desigualdad y deterioro ambiental una visión que aborde, de manera integral, el fracaso del capitalismo es todavía una “rara avis” en gran parte de la izquierda de los países ricos.
La respuesta más habitual es reivindicar el mito que una sociedad de mercado autorregulada puede salvaguardar la sociedad y el medio ambiente. (88) Esta concepción –que alimenta la esperanza de que el péndulo retroceda– ha sumado a cierta “izquierda” a distintas versiones de un social-liberalismo. Esta nueva versión del neoliberalismo esconde, sin disimulo, los fracasos del capitalismo y propone el retorno a una nueva era keynesiana, como si la historia pudiera desandar lo caminado.
Los políticos que promueven esperanzas de este tipo niegan a los menos cuatro realidades históricas.
Primero, la socialdemocracia floreció sólo mientras existía la amenaza de una sociedad socialista representada por la Unión Soviética y en Occidente partidos y una fuerza sindical importante que defendían a los trabajadores. Pero, como hemos comprobado, después de la caida del sistema sovietico, las políticas socialdemócratas se desvanecieron rápidamente.
Segundo, el neoliberalismo es la forma que adquiere el capitalismo en su actual fase monopolista-financiera. Ya no existe la realidad económica del capital industrial en la que se sostenía el keynesianismo.
Tercero, en la práctica real, la Socialdemocracia Europea y de EEUU depende de un sistema imperialista que se enfrenta a los intereses de la gran mayoría de la humanidad.
Cuarto, el estado “liberal-democrático” y el dominio de la clase capitalista industrial dispuesta a un acuerdo social con el trabajo es una reliquia del pasado. Incluso, cuando partidos socialdemócratas llegan al gobierno prometiendo establecer un “capitalismo de rostro amable”, invariablemente se rinden a las leyes del funcionamiento del capital correspondiente a la presente fase histórica.
Como ha puntualizado Michael Yates: “hoy en día, es imposible creer que habrá una recuperación de los derechos sociales, que el modesto proyecto político y económico de los sindicatos y los partidos políticos socialdemócratas aceptaron y ayudaron a construir en el siglo pasado”. (89)
La llamada izquierda social-liberal, ha aceptado acríticamente la modernización tecnológica sin tener en cuenta las relaciones sociales. Prisionera del determinismo tecnológico, esperan que la digitalización, la ingeniería social y una administración liberal gestionen el sistema.
Según los intelectuales social-liberales: “el capitalista neoliberal nos lleva a un desastre, pero este capitalismo (el neoliberal) puede ser reformado y debe hacerse desde arriba por imperativos tecnológicos”. En esta concepción el sistema capitalista mutará y solo quedarán “los marcos vacíos de las corporaciones, desprovistas de los intereses de la clase propietaria”.
Para el futurólogo Jørgen Randers (uno de los autores del libro Los Limites del Crecimiento): “la sociedad mundial dentro de cuarenta años vivirá un capitalismo reformado en que el bienestar colectivo estará por encima del individualismo”. Este capitalismo reformado estaría supeditado a: “un gobierno de sabios dirigido por tecnócratas, con menos democracia y también con menos mercado libre”.
En lugar de enfrentar directamente el fracaso del capitalismo, su estancamiento económico y la pobreza del “resto del mundo” Randers considera que estas cuestiones son secundarias. Predice que en el futuro: “la vida será más eficiente y sostenible que en la actual la versión del capitalismo”.(90)
Sin embargo, en los apenas siete años (desde que se escribió el libro en 2012) ya está claro que las predicciones de Jørgen Randers y compañía, están totalmente equivocadas. La situación que hoy enfrenta el mundo es cualitativamente más grave que cuando todavía las soluciones tecnocráticas parecían factibles para algunos y que el estado “democrático liberal” parecía estable.
Un cambio climático acelerado, un continuo estancamiento económico y una creciente inestabilidad geopolítica, son razones suficientes para entender que los desafíos a los que ahora nos enfrentamos son mucho más adversos que los vaticinios de “modernizadores progresistas” como Randers. Nunca la historia ha sido benévola con aquellos que se prodigan con predicciones. En particular si se conforman simplemente con proyectar determinadas tendencias tecnológicas y dejan fuera de cuadro a la mayoría de la humanidad y su vida cotidiana.
Por esta razón una visión dialéctica es tan importante. El curso real de la historia nunca se puede predecir. Lo único cierto sobre el cambio histórico es la existencia de luchas que impulsan cambios revolucionarios de carácter discontinuos.
Tanto las implosiones como las explosiones se materializan inevitablemente. Este proceso hace que el mundo para las nuevas generaciones sea diferente al de las anteriores. La historia nos enseña que todos los sistemas alcanzan un límite definitivo cuando son incapaces de regular las relaciones sociales y no pueden hacer un uso racional y sostenible de las fuerzas productivas.
El pasado humano está salpicado de períodos de regresión, seguidos por aceleraciones revolucionarias que barren todo lo que tienen ante ellos. El historiador conservador Jacob Burckhardt describió de esta manera los cambios revolucionarios: “un cambio histórico ​​ocurre cuando se produce una crisis en todo el estado de las cosas, involucra a épocas completas y a muchos pueblos de la misma civilización… Entonces, el proceso histórico se acelera repentinamente de manera aterradora. Los cambios que, de otra manera, tardarían siglos se producen en meses o semanas”. (91)
Cuando Burckhardt escribió este texto tenía en mente la Revolución Francesa de 1789. Esta revolución fue una aceleración de la historia. En realidad, la Revolución Francesa inició una serie de revoluciones que mutaron a una velocidad aterradora. Transitó de una revolución aristocrática a una revolución burguesa y posteriormente a una revolución popular y campesina, que finalmente adoptó el carácter de un “bloque histórico”, invencible, que transformó gran parte de la historia de occidente. (92)
¿Podría una aceleración revolucionaria de este tipo acontecer en el siglo XXI?
La mayoría de los analistas convencionales de los países hegemónicos del sistema imperialista mundial dirán que no. Se basan en una visión interesada porque las revoluciones continúan detonando en la periferia del sistema y sólo son sofocadas por la intervención económica, política y militar de las potencias imperialistas.
El fracaso del capitalismo a escala planetaria hoy en día amenaza a la civilización y a la vida del planeta tal como la conocemos. Si no se realizan cambios drásticos la temperatura global de este siglo aumentará entre 4 grados a 6 grados Celsius, lo que pondrán en peligro a la humanidad en su conjunto. Mientras tanto, el capitalismo extremo busca expropiar y utilizar todos los recursos de la existencia material, arruinando al medio ambiente en beneficio de unos pocos.
Con el aumento de las catástrofes naturales y con el vertiginoso proceso de concentración del capital, en este siglo la humanidad se enfrenta a un tipo de las relaciones sociales capitalistas que son más funestas que cualquier calamidad que hayamos conocido. (93)
Cientos de millones de personas ya se han involucrado en el combate contra este sistema, creando las bases de un nuevo movimiento mundial hacia el socialismo.
En su libro ¿Puede la clase obrera cambiar el mundo? Yates responde que sí se puede. Agrega : “sólo se podrá hacerlo si se unifican las luchas de los trabajadores y de los pueblos. Las batallas deberán tener como objetivo un auténtico socialismo. (94)
Los intelectuales postmodernos sostienen que “el sistema socialista ya se intentó y fracasó”; por tanto, ya no existe como alternativa. Sin embargo, la historia demuestra algo muy distinto. El siguiente periodo histórico desmiente claramente a los profetas post modernos.
“Los primeros intentos del capitalismo, en las ciudades-estado italianas (de la Baja Edad Media) no fueron lo suficientemente consistentes para sobrevivir en medio de las sociedades feudales que las rodeaban, sin embargo el capitalismo como sistema terminó imponiéndose”.
Si algo nos enseña la historia es que el fracaso de los primeros experimentos de socialismo no presagia nada más que su eventual renacimiento con nuevas formas; más revolucionario, más universal, un socialismo que reconoce y aprende de sus anteriores fracasos. (95)
Podemos decir sin equivocarnos que a pesar de su fracaso (relativo) el socialismo es superior al capitalismo. La tradición de lucha por la libertad, la igualdad sustantiva y el desarrollo humano sostenible son consustanciales al socialismo y en la actualidad son una propuesta política que expresa cabalmente una necesidad histórica para la humanidad y el planeta. (96)
El economista conservador Joseph Schumpeter (que fue ministro de finanzas de Austria en los años 20) escribió que el capitalismo no moriría por “un fracaso económico, sino más bien porque el capital al centrarse solo en fines económicos, termina socavando los fundamentos de su propia existencia”. Según Schumpeter el capitalismo “crea inevitablemente las condiciones que le impedirán sobrevivir y estas condiciones apuntan claramente al socialismo como su heredero.” (97) En cierto modo, sus opiniones eran correctas, aunque esto no ha ocurrido como muchos lo esperaban.
El desarrollo global del capitalismo monopolista y la financiarización encabezado por el neoliberalismo –que surgió en esa Viena Roja- ahora está socavando las bases materiales, no solo del propio capitalismo sino de la ecología planetaria. A pesar de esto, el orden social neoliberal se impone en un confuso contexto político; hay menos oposición al capitalismo pero hay más oposición al neoliberalismo como si ambas cosas fueran distintas. (98)
El capitalismo neoliberal (el capitalismo realmente existente) es un sistema que destruye de manera permanente las bases de la existencia. Los trabajadores y los pueblos del mundo no tienen más alternativa que buscar nuevos caminos para el futuro.
Un movimiento inclusivo -basado en la clase trabajadora- que se proponga el socialismo para este siglo abrirá una etapa de progresos cualitativos que la humanidad necesita con urgencia. La anarquía de la sociedad del mercado con su avaricia institucionalizada no tiene nada que ofrecer a las nuevas generaciones. (99)
El nuevo socialismo deberá incluir el desarrollo de una tecnología que tengan contenido social, en oposición a la tecnocracia que mira solo por la ganancia individual de un sistema depredador. (100) Hoy técnicamente es posible la planificación democrática a largo plazo, lo que permite que las decisiones que se tomen originen una distribución de la riqueza fuera de la lógica del capital. (101)
Un socialismo, en su forma más radical, debe ser consistente con la igualdad sustantiva, la solidaridad comunitaria y la sostenibilidad ecológica, también deberá proponerse la unión, y no a la división de las fuerzas del trabajo. El desarrollo humano sostenible requiere urgentemente que la actividad creativa y productiva se utilice para los valores de uso y no para los valores de cambio del mercado.
Cuando en un futuro –que ahora parece cerrado– se abran las puertas de una nueva sociedad, este cambio revolucionario lo hará de muchas maneras, produciendo un desarrollo completamente nuevo, más cualitativo, y con formas colectivas de organización. (102)
Las medidas prácticas que deberán tomarse hoy son imposibles con el actual modo de producción. No es la imposibilidad física, o la falta de excedentes económicos lo que impide la satisfacción de necesidades básicas como aire y agua limpia, alimentos, ropa, vivienda, educación, atención médica, transporte y trabajo útil. No es la escasez de conocimientos tecnológicos o de medios materiales lo que impide la conversión a energías más sostenibles. (103) No es una fantasmal división, congénita de la humanidad, la que obstruye la construcción de una nueva Internacional de los trabajadores y de los pueblos. (104) Todo esto está a nuestro alcance, pero requiere seguir una lógica que vaya contra el capitalismo.
Como Karl Marx advirtió: “la humanidad se impone sólo las tareas que puede resolver en su momento. Un examen detenido de la historia nos muestra que las soluciones surgen sólo cuando las condiciones materiales están desplegadas o al menos en están en camino de madurez.” (105)
Los desperdicios y los excesos del capitalismo monopolista se han transformado en el principal obstáculo para el desarrollo humano. Una vez que el mundo se libere de estas cadenas los nuevos medios tecnológicos permitirán que la planificación y la acción democrática construyan los caminos hacia un mundo de igualdad sustantiva y sostenibilidad ecológica. (106)
La respuesta a la crisis que tenemos ante nosotros son de carácter socialy ecológica. Estas respuestas exigen una regulación racional del metabolismo entre los seres humanos y la naturaleza. El nuevo mundo deberá se capaz de regenerar los procesos vitales, con ecosistemas saludables, tanto locales como regionales y globales.
A lo largo de la historia los seres humanos hemos luchado para domeñar el medio natural, pero la libertad humana integral sólo es posible si se vive con igualdad y en comunidad.
El desarrollo futuro no es posible sin sostenibilidad ecológica y tampoco es posible sin una sociedad que se construya sobre bases socialistas.
Notas (..)

Nos advierte: "El capitalismo ha dado pruebas suficientes en esta etapa de su incapacidad estructural para resolver las graves contradicciones que tiene como los conflictos económicos y sociales y poder garantizar el desarrollo y la supervivencia de franjas muy importantes de la población mundial. La fase expansiva del capitalismo mundial a través de la reconocida globalización parece que va a decaer inexorablemente más allá de algunos signos parciales y contradictorios de recuperación, sobre todo en la economía de los EE UU. Pero hay un factor del cual no habíamos hablado que es el endeudamiento, tanto público como privado..."

Entrevista a Alberto Wiñazky, autor de "La crisis capitalista y el capital ficticio"
"Al capitalismo lo único que le interesa es maximizar la tasa de ganancia bajo cualquier condición social".
9 de marzo de 2019

  

Por Mario Hernández (Rebelión)

M.H.: Antes de comenzar a hablar de tu libro, me gustaría conocer tu opinión sobre el tema que hoy en día es abarcativo de la situación política no solo de América Latina sino del mundo que es la actualidad de Venezuela.
A.W.: Precisamente en el libro, que ya tiene un año de editado, yo sostuve que el futuro de los gobiernos por llamarlos de buena manera “progresistas” se iba a dirimir en Venezuela. De manera que en alguna medida me adelanté a los hechos. De cualquier forma mi opinión es que no hay ninguna duda que el ataque del imperialismo se ha acrecentado sobre todo en los últimos tiempos, en el caso de EE UU tiene en la mira a Cuba y a Venezuela, de esto no hay dudas y se ha demostrado con los ataques económicos y políticos que han tenido, sobre todo Venezuela.
Yo creo que la situación de Venezuela es bastante endeble por muchos aspectos, económicamente porque depende básicamente y solamente casi del petróleo. Esa es una situación bastante compleja. Y su principal cliente es EE UU. De manera que ese va a ser un tema difícil de resolver. Socialmente me parece que es muy importante el desabastecimiento que está sufriendo sobre todo la clase trabajadora, a mí me hizo recordar a lo que le pasó a Salvador Allende en Chile. En una conversación en Santiago, donde estuve por trabajo una vez, un muchacho joven me contaba que cuando era muy chico la madre lo mandaba a comprar pan en la época de Allende y hacía dos o tres horas de cola. Ese es un problema muy serio, porque el sector al que el gobierno de Maduro quiere representar es el más golpeado por esta crisis. Los sectores de la alta burguesía no tienen ese problema. 
M.H.: Este libro es inabordable en tan poco tiempo, vamos a tratar de ir al hueso como decía David Viñas. Estamos atravesando una crisis, desde el año 2008. Diez años de crisis sistémica del capitalismo y se me ocurre preguntarte para empezar ¿qué tiene de parecido y de diferente esta crisis respecto de aquella otra que siempre se recuerda de 1929?
A.W.: El capitalismo atraviesa cíclicamente crisis pero no todas son iguales. Son cíclicas, unas que en poco tiempo el capitalismo se reencuentra con el crecimiento y, por otro lado, están las crisis estructurales. Esta es la tercera de estas últimas en la historia del capitalismo, la primera fue la de 1873, la segunda en 1929 y esta yo la sitúo un poco antes de 2008 para ser más exactos en la década del ´70.
El tema central es que tanto la de 1873 como la de 1929 terminaron en dos guerras mundiales. Que en el caso de la crisis de 1929, la destrucción que produjo esa guerra permitió la reconstrucción del sistema y los 25 años posteriores de crecimiento hasta mediados de la década del ´70.
Hay diferencias grandes en cuanto a cómo se encaró por parte de la burguesía la crisis del `29 y la actual. En la del ´29 quebraron 9.000 bancos en EE UU y los gobiernos de la época no hicieron nada para salvarlos. Esa es la diferencia fundamental con este período en donde los bancos centrales de los países desarrollados invirtieron enormes sumas para solventar el sistema bancario. Ese fue el primer paso que diferencia. Lo que no quiere decir que esta crisis esté resuelta, porque si bien empezó a manifestarse en la década del ´70, hizo una eclosión impresionante en 2008 con la crisis de las hipotecas sub prime en EE UU que después se volcó hacia la UE. De manera que es un proceso que ya lleva muchos años y tengo la sensación que todavía no le ha encontrado la vuelta, si es que se la van a poder encontrar.
M.H.: Estamos hablando con Alberto Wiñazky y presentando su libro La crisis capitalista y el capital ficticio. En EE UU, como señalás en tu libro, los actores financieros manipulan un volumen 50 veces superior a la economía real. Los activos financieros representan 10 veces el PBI planetario. ¿Cómo se sostiene esto?
A.W.: Es muy difícil que pueda sostenerse en el largo plazo. Lo que sucede en esta etapa esencialmente es que la producción de ganancias del capital productivo, ante la imposibilidad de volcarlo hacia nuevas formas productivas en nuevos tipos de productos, se vuelca al capital financiero.
El capital financiero recicla la utilidad obtenida en el capitalismo real, o sea, en la producción de bienes y se vuelca al capital financiero que funciona en todos los países y también en las guaridas fiscales, donde va a parar todo aquel capital ficticio producido como renta financiera, gente que elude impuestos, capital negro, infinidad de cuestiones que van a terminar en estas guaridas que operan en un Estado de EE UU, Delaware y, por supuesto, en Suiza, Bahamas, Islas Caimán, etc. Hay una cantidad enorme de guaridas fiscales que algunos llaman “paraísos fiscales” en donde se reciclan las utilidades financieras producidas por este movimiento económico.
M.H.: Uno de los temas centrales de la economía mundial es el enfrentamiento entre EE UU y China.
A.W.: Desde la caída del muro de Berlín y posteriormente de la URSS, EE UU había asegurado establecer un orden mundial unipolar. O sea que se había constituido sin rivales a la vista en el que manejaba el destino de la humanidad. La convulsión de 2008 interrumpió este proceso y produjo diez años de crecimiento muy endeble, si bien el dólar continuó siendo reconocido en su carácter internacional y como moneda de reserva. Pero esta crisis fue dando lugar al crecimiento casi inusitado de la República Popular China, donde en los primeros años estuvo al 10% anual, hoy está todavía en el 6,5% anual. Se constituyó lo que podemos llamar la fábrica del mundo, primero con productos de baja calidad pero a medida que transcurrían los años fabrica productos de primera calidad, de manera que compite en el mundo entero con las principales fábricas de Occidente.
El crecimiento ha sido tremendo, el déficit de EE UU con China está en los 300.000 millones de dólares anuales. Precisamente uno de los motivos por los que Trump pretende disminuir o eliminar ese déficit, cosa que creo muy difícil porque no solamente lo tiene con China sino con México, porque la deslocalización de las empresas hacia países periféricos de bajo costo de mano de obra, ha hecho que la industria en EE UU genere una cantidad enorme de desocupados, que lo votaron a Trump que prometió la relocalización de esas industrias dentro del territorio norteamericano; para eso bajó los impuestos y aplicó una cantidad de medidas, tema que por ahora no se ha verificado.
De manera que China es un competidor de primerísima línea y tengo la sensación y está mundialmente aceptado que en el 2025 va a superar totalmente a EE UU en PBI por habitante, en producción y financieramente también está en primera línea.
M.H.: Un tema de actualidad fuerte tiene que ver con la crisis en la Unión Europea, particularmente en Gran Bretaña, con la situación generada a partir del Brexit y Francia, donde el gobierno de Macron enfrenta una movilización profunda.
A.W.: La resistencia de los trabajadores y la clase media. El tema de Gran Bretaña es complejo, es un país cuya industria es un tanto obsoleta y su competencia a nivel mundial no es importante. Evidentemente el Brexit es consecuencia de las divisiones internas que existen en ese país, que todavía no se ha resuelto, porque nadie sabe cómo, teniendo en cuenta que las propuestas que había firmado Teresa May en la UE fueron ampliamente rechazadas por el Parlamento, y estuvo a punto de caer el gobierno por una moción de censura del laborismo.
De manera que esa es una situación compleja que no se ha resuelto todavía y veo que va a ser de larga data, sobre todo teniendo en cuenta que la fecha de salida será el 26 de marzo y que en mayo hay elecciones parlamentarias europeas.
En cuanto a Francia, el gobierno conservador de Macron tomó medidas insólitas, no solamente no tocó el salario mínimo ni los salarios en general, sino que incrementó los impuestos de los trabajadores, bajando los impuestos a las grandes empresas. Esto ocasionó el rechazo de los que conocemos como “chalecos amarillos” que desde hace más de tres meses vienen todos los sábados enfrentando severamente al gobierno en protestas que han llevado a la destrucción de una cantidad de bienes que ha sido muy importante y que no ha sido posible de controlar por el gobierno. Esto no se da solo en París, se está replicando en el interior. Yo creo que es parte de la crisis global del sistema de la que hablábamos en el libro, de la que no han podido salir y yo dudo que eso se produzca en el corto plazo.
M.H.: Este es un libro relativamente corto, 150 páginas, sencillo, recomendable para ubicarnos en la problemática de la crisis mundial capitalista y qué papel juega en esa crisis el capital ficticio.
A.W.: Para redondear podemos decir que las características del capitalismo actual incluyen exclusión social, explotación económica o presión política, alienación individual y colectiva; corresponde a los sectores subalternos cuestionar las relaciones de explotación capitalistas, caso contrario la crisis proseguirá y, por lo tanto, será cada vez más grave. En este sentido es muy importante el desarrollo de la conciencia crítica de los asalariados, más el crecimiento de los instrumentos políticos que permitirían abrir las posibilidades emancipadoras de los sectores subalternos.
El capitalismo ha dado pruebas suficientes en esta etapa de su incapacidad estructural para resolver las graves contradicciones que tiene como los conflictos económicos y sociales y poder garantizar el desarrollo y la supervivencia de franjas muy importantes de la población mundial.
La fase expansiva del capitalismo mundial a través de la reconocida globalización parece que va a decaer inexorablemente más allá de algunos signos parciales y contradictorios de recuperación, sobre todo en la economía de los EE UU. Pero hay un factor del cual no habíamos hablado que es el endeudamiento, tanto público como privado. El endeudamiento de los EE UU supera el 100% de su PBI, en algunos casos graves como el de Japón supera el 240%, en el caso de España es el 110/115%. Ese tema es gravísimo y va a conspirar en contra de cualquier recuperación posible del sistema.
M.H.: Nosotros vamos por ese camino.
A.W.: La Argentina se ha agregado a este proceso porque en los últimos años los países que más se endeudaban eran Turquía, Brasil y México; pero la Argentina se ha sumado y el nivel de endeudamiento está llegando al 100% del PBI que, por otro lado, ha caído bastante. De manera que el incremento del capital ficticio, la súper explotación de la fuerza de trabajo, y también hay que decir que la OIT informó que en 2016 ya había 1.200 millones de desocupados en el mundo. Esto hace suponer que el capitalismo ha encontrado límites que le va a costar mucho superar, porque en la actualidad continúa habiendo una súper producción y sobre acumulación de mercancías que es la consecuencia del capital a exceder las proporciones de producción. Y los que sufren estas restricciones son los asalariados del mundo entero.
M.H.: Recordábamos a Rosa Luxemburgo a 100 años de su asesinato, aquella famosa frase “Socialismo o barbarie” pero también recordaba que Ernest Mandel, alguna vez supo hablar de “Socialismo o muerte”. ¿Qué nos depara este mundo conducido por el capital ficticio?
A.W.: Lo único que va a producir y va a deparar es cada vez más pobreza, más exclusión y desigualdad, que creo es uno de los temas más importantes y del que poco se habla.
Como dije al principio el sistema parece no encontrar solución, pero tampoco sé si tiene interés en encontrarla. Al sistema lo único que le interesa es maximizar la tasa de ganancia bajo cualquier condición social que haya por delante. De manera que si encima se encuentra operando en medio de una crisis sistémica, la perspectiva es más grave y compleja en la medida que no se revierta esta situación.
M.H.: Alberto Wiñazky, economista, miembro del Consejo de redacción de la revista Herramienta, colaborador de Realidad Económica, militante de izquierda desde su juventud. En 1961 como representante del Centro de estudiantes de Derecho de la Universidad de Buenos Aires viajó a Punta del Este para reunirse con el comandante Ernesto Che Guevara. En los ´70 en plena dictadura se unió al Partido Socialista de los Trabajadores en la clandestinidad, después de la guerra de Malvinas fue parte del equipo que legalizó al Movimiento al Socialismo, integrando posteriormente la redacción de su periódico. Ha publicado en la revista Herramienta “El bloque de poder en la Argentina y el proceso inflacionario” y “Los tratados de libre comercio”. En la página web de la revista se publicó un adelanto de La crisis mundial capitalista y el capital ficticio libro que recomiendo.

Estamos en el capitalismo que hoy progresa generando " una agresión brutal a los derechos humanos, cuestionando los derechos sociales como si fueran caprichos y criminalizando la disidencia con un endurecimiento injustificado de los códigos penales y de las multas impuestas a los que se atreven a ejercer el democrático derecho de la protesta; ello con la ayuda mercenaria de unos medios de comunicación que construyen el relato criminalizador de los disidentes, intentando asociar disidencia a terrorismo o al agravante de odio en los delitos, como queda reflejado en las leyes mordaza que están elaborándose en muchos países. Pero este no es el “fin de la historia” que preconizaba Fukuyama, los pueblos siempre se rebelan frente a la opresión, y lo seguirán haciendo".

Capitalismo y derechos humanos, 
una ecuación imposible
9 de marzo de 2019


Por Pedro López López
Madrid15m


Que la historia de los derechos humanos es una historia de la lucha de la humanidad contra la barbarie, parece evidente. Esta lucha no ha terminado en épocas pasadas, la lucha contra la barbarie continúa, ahora contra la barbarie capitalista, negadora de derechos, creadora de una “excepción permanente” (Camilo Valdecantos, La excepción permanente), excepción bien representada por el Mercado, ante el que toda potestad capitula. En este escenario, “la tarea del político es asegurar el adelgazamiento del Estado, un Estado que sin embargo tiene que mantenerse porque con su desaparición no habría Mercado que subsistiera”. En esta línea argumentan también Tombs y Whyte (“La empresa criminal: por qué las corporaciones deben ser abolidas”) al afirmar que el Estado-nación es el agente principal de la globalización neoliberal (o sea, del capitalismo en su fase actual), garante de las condiciones que requiere la acumulación de capital global y sin el que las empresas no podrían existir ni prosperar. Eso hace que Tombs y Whyte cuestionen el tópico de la desregulación, afirmando que las corporaciones desarrollan su actividad no bajo un estado de desregulación, sino bajo una regulación estatal, pero a favor de ellas.
¿Por qué hablamos de barbarie capitalista, recordando la frase de Rosa Luxemburgo, “socialismo o barbarie”? Porque, aunque algunos piensen que el capitalismo es domesticable, o que cabe pensar en un “capitalismo de rostro humano” —como cree la socialdemocracia—, la dinámica esencial capitalista conduce a ir extendiendo espacios de expolio (“acumulación por desposesión”, que diría D. Harvey, el lúcido geógrafo y teórico marxista), convirtiendo toda actividad humana o de la naturaleza en mercancía y barriendo, en su fase actual, todo derecho conquistado por las clases trabajadoras a lo largo de la historia.
Decía hace unas décadas Bertoltd Brecht: “Los negocios del capitalismo ya no se pueden realizar sin recurrir a la brutalidad. Algunos creen aún que sí es posible, pero una ojeada a sus libros de contabilidad les convencerá de lo contrario”. Y todavía faltaban unos cuantos lustros para que llegara la apisonadora neoliberal intentando legitimar el arrasamiento de los derechos y del propio planeta a través de la privatización de todos los bienes comunes.
Otro marxista destacado, el historiador colombiano Renán Vega Cantor, con una magnífica obra consolidada, lo dijo ya bien claro en 2010 en su libro Los economistas neoliberales: nuevos criminales de guerra. A lo largo de diez capítulos va refiriendo con detalle los crímenes del capitalismo: crímenes laborales, educativos, sanitarios (con el negocio de los medicamentos y la conversión de la salud en mercancía), alimentarios (cometidos con ayuda de la industria de las patentes), hídricos (el agua, fuente de vida, privatizada para hacer un negocio criminal), ambientales (destrucción de la biodiversidad y de selvas y bosques), biogenéticos y demográficos. Todo ello, con la generosa y no desinteresada ayuda de los economistas neoliberales, mercenarios bien pagados para intentar legitimar el desorden reinante, como queda bien reflejado en el espléndido documental de Charles Ferguson Inside Job.
El programa mundial que sigue el capitalismo, impuesto a través de órganos económicos como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, La Unión Europea, la Organización Mundial del Comercio, la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual, etc., avanza destruyendo la cohesión social de los pueblos, la naturaleza, la posibilidad de muchas comunidades de acceder a recursos vitales, los derechos conquistados a lo largo de continuadas luchas sociales, etc.
¿Hay otra cara de la moneda? Sin duda: la lucha de los pueblos resistiendo toda esta destrucción programada que lleva a cabo el capitalismo. Una lucha a través de los movimientos sociales que persiguen frenar esta agenda criminal. Así, en los últimos años se ha ido abriendo en los movimientos de derechos humanos el concepto de Crimen Económico contra la humanidad, exigiendo que no solo los estados sean los titulares de la responsabilidad de la protección de los derechos humanos (es a ellos a los que se les exige el cumplimiento de los derechos), sino que esta responsabilidad se extienda a las multinacionales, principales actores a la hora de poner de rodillas a los estados y a entidades como la UE. Una Unión Europea corresponsable en esta agenda criminal, una de cuyas aberraciones es su inhumana política migratoria, que ha convertido en un cementerio el mar Mediterráneo. En este capítulo económico, hay que recordar que España, con los gobiernos sucesivos de PP y PSOE, no se ha movido un ápice de esta agenda, siguiendo la vulgata neoliberal a pies juntillas, impulsando la privatización de bienes y servicios públicos (venta de empresas públicas, colegios concertados, externalización de servicios, gestión privada de hospitales públicos, pérdida de la banca pública, etc.), colaborando en la conversión en mercancía de todo lo imaginable, no cuestionando los recortes que se imponen desde las élites económicas internacionales, bien representadas por esta UE cuyas directivas en gran parte son redactadas por “expertos” de las multinacionales, satisfaciendo sus insaciables intereses.

Este escenario configura una agresión brutal a los derechos humanos, cuestionando los derechos sociales como si fueran caprichos y criminalizando la disidencia con un endurecimiento injustificado de los códigos penales y de las multas impuestas a los que se atreven a ejercer el democrático derecho de la protesta; ello con la ayuda mercenaria de unos medios de comunicación que construyen el relato criminalizador de los disidentes, intentando asociar disidencia a terrorismo o al agravante de odio en los delitos, como queda reflejado en las leyes mordaza que están elaborándose en muchos países. Pero este no es el “fin de la historia” que preconizaba Fukuyama, los pueblos siempre se rebelan frente a la opresión, y lo seguirán haciendo. El preámbulo de la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948 considera esencial proteger los derechos humanos “a fin de que el hombre no se vea compelido al supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión”. Una tiranía y una opresión que no ha pasado a la historia, aunque hoy disfrutemos en gran parte del mundo de democracias formales. Pero no hay democracia real si masas considerables de personas sufren condiciones de vida indigentes, condiciones que solo podemos eliminar con la lucha continua por conquistar nuevos derechos y por no dejarnos arrebatar los conquistados. Esto solo se puede comprender si uno no se deja atrapar por la vida ficticia de la industria del entretenimiento y pisa el suelo real de las calles movilizadas. 

Pedro López López, Profesor de la Universidad Complutense. Activista de derechos humanos. 

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=253386

Preguntémonos porqué ambos bandos de la "grieta" descontextualizan la situación argentina de la perteneciente al capitalismo mundializado.

La crisis económica y

los bancos centrales

29 de marzo de 2019

 

Por: Eric Toussaint 

Ya se han reunido los elementos de una nueva crisis financiera internacional: no sabemos cuándo estallará, pero estallará y tendrá un importante impacto en todo el planeta.
Los principales factores de la crisis son los siguientes:
·                     Un fuerte aumento de las deudas privadas de las grandes empresas.
·                     Una burbuja especulativa sobre los precios de los activos financieros: bolsa de valores, precio de los títulos de la deuda y, en algunos países (Estados Unidos, China…), nuevamente, la burbuja del sector inmobiliario.
Estos dos factores están estrechamente interconectados.
Incluso las empresas que disponen de una enorme liquidez, como Apple, se endeudan masivamente porque aprovechan los bajos tipos de interés para prestar a otros el dinero obtenido mediantes esos préstamos. Apple y numerosas otras empresas «piden préstamos para prestar» y no para invertir en la producción. Apple también se endeuda para comprar de nuevo sus propias acciones en la bolsa. Todo esto ya lo expliqué en un artículo titulado: «La montaña de deudas privadas de las empresas estará en el corazón de la próxima crisis financiera», que podéis consultar publicado el 20 de noviembre de 2017.
Las burbujas especulativas mencionadas son el resultado de la política llevada a cabo por los grandes bancos centrales (Reserva Federal de Estados Unidos, BCE, Banco de Inglaterra, desde hace diez años, y el Banco de Japón desde el estallido de la burbuja inmobiliaria en los años 1990) que inyectaron billones de dólares, de euros, de libras esterlinas, de yenes en los bancos privados para mantenerlos a flote. Estas políticas son llamadas Quantitative Easing, expansión cuantitativa, o de flexibilización monetaria. Los medios financieros, que los bancos centrales distribuyeron profusamente a bancos y empresas capitalistas de otros sectores, no fueron utilizados para la inversión productiva. Sirvieron para adquirir activos financieros: acciones en bolsa, obligaciones de deudas de empresas, títulos públicos soberanos, productos estructurados y derivados… Eso produjo una burbuja especulativa en el mercado bursátil, en el mercado obligatorio (es decir de las obligaciones de deudas) y, en algunos lugares, en el sector inmobiliario. Todas las grandes empresas están sobreendeudadas.
Esa política de los bancos centrales demuestran que las decisiones de sus dirigentes están totalmente determinadas por el interés a corto plazo de los grandes bancos privados y de las grandes firmas capitalistas de otros sectores no financieros: impedir las quiebras en cadena y, por consiguiente, pérdidas considerables para sus grandes accionistas.
También, esa política corresponde a una característica del capitalismo financiero contemporáneo: una parte cada vez menor del nuevo valor creado se reinvierte en la producción (véase François Chesnais, «De nouveau sur l’impasse économique historique du capitalisme mundial», consultado el 17 de marzo de 2019). Una parte creciente del nuevo valor se gasta en dividendos para los accionistas, en comprar de nuevo acciones, en inversiones especulativas especialmente en productos estructurados y derivados,… François Chesnais habla especialmente de «un flujo creciente de beneficios no reinvertidos de los grupos financieros con predominio industrial». [1]
Volvamos sobre la política adoptada por los bancos centrales para combatir la crisis que estalló en 2007-2008. Su intervención no permitió sanear el sistema, por el contrario los elementos de fragilidad se mantuvieron o aumentaron: la ratio entre fondos propios (el capital de la empresa) y los compromisos tomados por la misma sigue siendo baja. Efectivamente, el nivel de esa ratio es insuficiente para hacer frente a una pérdida de valor que estaría provocado por una caída de la cotización en bolsa, del mercado obligatorio o de otros activos financieros que posee la empresa, sea ésta un banco o una empresa como Apple o General Electric, para dar algunos ejemplos. Todas las empresas están fuertemente endeudadas ya que este recurso les cuesta muy poco debido a los tipos de interés muy bajos (0 % en la zona euro, -0,1 % en Japón, 0,75 % en el Reino Unido, 2,5 % en Estados Unidos). Además existe una plétora de capitales a la búsqueda del máximo beneficio financiero listos para comprar títulos dudosos de deudas (junk bonds), emitidos por empresas en mala situación. Así que, las empresas como Apple, con una buena reputación de sanidad financiera, se endeudan para comprar seguidamente títulos «podridos» de alto rendimiento. Las empresas en mala situación, que emiten esos títulos se mantienen así en una política permanente de endeudamiento: piden préstamos para poder pagar los anteriores.
A fines de diciembre de 2018, casi se produjo un gran crac bursátil en Estados Unidos y el efecto contagio fue inmediato. Era otra señal anunciadora de un importante y próximo nuevo crac.
El mercado inmobiliario de Estados Unidos se ha fragilizado: el precio de un inmueble aumentó un 50 % desde 2012. Su nivel actual supera el que alcanzó justo antes de la crisis que comenzó en 2005-2006, y que luego provocó la gran crisis internacional de 2008-2009. Algunos especialistas consideran que se podría estar en los albores de una nueva crisis del sector inmobiliario, ya que la actividad comienza a ralentizarse, la venta de viviendas disminuyó.
La prosecución de políticas de flexibilización monetaria, expansión cuantitativa, en Europa, y por otro lado, el abandono de dichas políticas en Estados Unidos, son factores de crisis.
Los grandes bancos privados llamados sistémicos son extremadamente frágiles y el valor de sus acciones bajó fuertemente en Estados Unidos y en Europa en la segunda mitad de 2018, y su caída prosigue en el primer trimestre de 2019. Estos grandes bancos son sostenidos a duras penas por los bancos centrales de sus propios países. La FED no respeta su compromiso de revender los títulos de deuda privada tóxica (las famosas mortgage backed securities –MBS–). En marzo de 2019, poseía el enorme volumen de 1,6 billones de dólares estadounidenses en MBS, (https://www.federalreserve.gov/releases/h41/current/h41.pdf, consultado el 17 de marzo de 2019) adquirido en 2008-2009 a los grandes bancos privados con el fin de rescatarlos. La FED sabe muy bien que si vendiera masivamente esos títulos, como lo había prometido, los precios caerían estrepitosamente y con ellos el mercado obligatorio de Estados Unidos. También sabe que si aumentara el tipo de interés por encima del 2,5 %, toda una serie de empresas endeudadas se vería confrontada a graves dificultades para reembolsar o refinanciar sus deudas. Sin contar que eso aumentaría también el coste del pago de la deuda pública.
Por su parte, el BCE continúa prestando liquidez a los bancos al 0 % de interés y acaba de prometer que no aumentará el tipo de interés antes de 2020 (véase Martine Orange, «La BCE face á ses limites»,https://www.mediapart.fr/journal/international/080319/la-bce-face-ses-limites?page_article=1 publicado el 8 de marzo de 2019 y Delphine Cuny (La Tribune), «La BCE choque les marchés en repoussant la hausse des taux»,https://www.latribune.fr/entreprises-finance/banques-finance/la-bce-choque-les-marches-en-repoussant-la-hausse-des-taux-809976.html#xtor=EPR-2-[l-actu-du-jour]-20190308 , publicado el 7 de marzo de 2019). Además, el BCE otorgó a los bancos privados nuevos préstamos masivos a medio y largo plazo, lo que se llama en la jerga TLTRO (Targeted longer-term refinancing operations). Los bancos italianos y españoles son los que dependen más de este mecanismo (según JP Morgan, representan el 55 % del monto prestado durante el último TLTRO) pero como todos los bancos están interconectados, todos dependen más o menos directamente. 
Agreguemos que los bancos europeos utilizan masivamente el dinero que reciben a tipo de interés cero para comprar títulos de la deuda soberana, preferentemente de su propio Estado, pero también de otros Estados europeos, lo que les procura un rendimiento positivo de títulos considerados seguros ya que son emitidos por los Estados.
El entusiasmo de los bancos y otros actores en los mercados financieros por los títulos de la deuda pública es impresionante: todos los Estados de la zona euro lograron conseguir fuertes sumas de dinero durante los tres primeros meses del año 2019 (como hicieron en 2018) en los mercados financieros. Con cada anuncio de emisión de títulos, afloran las ofertas de compra. Generalmente, cuando un Estado quiere obtener 1.000 millones de euros, los bancos le proponen 4.000, lo que demuestra hasta qué punto disponen de liquidez (que proviene ampliamente de los bancos centrales a su servicio), o sea hasta qué punto quieren comprar títulos públicos por su remuneración y seguridad. Además, como ya lo expliqué en mi libro Bancocracia, el hecho de comprar títulos soberanos permite a los bancos aumentar artificialmente la ratio de sus fondos propios en relación a su balance, gracias al sistema de ponderación de activos por el riesgo (véase «Economía internacional: Todo va muy bien, señora marquesa» enhttp://www.cadtm.org/Economia-internacional-Todo-va-muy y en Bancocracia, capítulo 12, Icaria editorial, Barcelona, 2014). Pero en el momento en que la crisis tome un cariz catastrófico, los medios de comunicación dominantes y los banqueros acusarán nuevamente a los Estados de hacer demasiados gastos públicos y de emitir demasiada deuda pública.

En muchos casos hay un crecimiento muy débil, estancamiento o fuerte recesión
El crecimiento económico en los «viejos» países más industrializados permanece débil, y está en descenso en varios países claves. Particularmente en Europa donde, después de un pequeño crecimiento en 2017, el año 2018 se terminó en un estancamiento y en el caso de Alemania, con una caída en la producción industrial en el 4º trimestre de 2018, que continúa en el primer trimestre de 2019 (Financial Times, « German industrial production drops unexpectedly », 11 de marzo de 2019,https://www.ft.com/content/2e93cb1a-43ca-11e9-a965-23d669740bfb). Las autoridades alemanas revisaron a la baja las previsiones de crecimiento para 2019, reduciéndolas al 1 % (mientras que en 2016-2017 la tasa de crecimiento anual superaba el 2 %). La inversión en la UE tardó 12 años en volver a su nivel de 2007, de antes del estallido de la crisis (Financial Times, «EU investment rebounds to level before 2008 financial crash», 9 de marzo de 2019). En el ámbito de la zona euro, el crecimiento en el tercer trimestre de 2018 fue solo del 0,2 %, el más bajo desde hacía 4 años. Italia está en recesión. Francia mantiene una pequeña recuperación gracias al ligero aumento del consumo, resultado del movimiento de los chalecos amarillos, que llevó a Macron a no respetar ciegamente la disciplina presupuestaria (véase mi artículo «Europe: désobéir pour mettre en œuvre une alternative favorable aux peuples», 12 de febrero de 2019,http://www.cadtm.org/Europe-desobeir-pour-mettre-en-oeuvre-une-alternative-favorable-aux-peuples )
En Japón, el crecimiento en el período abril 2018 - marzo2019 es de cerca del 0.9 %, también en descenso con respecto a 2017. Igualmente, la economía de Estados Unidos está en fase de ralentización, el FMI prevé un crecimiento del 2,5 % en 2019 contra el 2,9 % en 2018. Otros expertos prevén un crecimiento menor aún. Eso condujo a la Reserva Federal de Estados Unidos a suspender provisoriamente el aumento del tipo de interés emprendido desde fines de 2016.
El crecimiento chino también se ralentiza aunque sigue siendo la locomotora mundial: sería del orden del 6 %, el más bajo desde hace 25 años. En China, puede desencadenarse una crisis financiera en cualquier momento, lo que haría caer el crecimiento interno y mundial, y agravar las condiciones de vida de millones de sus habitantes.
La economía de otros Brics también se desacelera, salvo la India que tiene una tasa de crecimiento de un poco más del 7 %. Rusia también crece poco, del orden del 1,2 % en 2018 y una previsión del 1,3 % para 2019. La República de Sudáfrica, que entró en recesión durante la primera mitad de 2018, tuvo un pequeño avance. Brasil, que sufrió una fuerte recesión en 2015-2016, tuvo un crecimiento escaso, apenas un poco más del 1 % en 2018.
Varios países emergentes están sufriendo graves crisis: Turquía, Argentina, Venezuela… con devaluación de la moneda y grandes dificultades para seguir con los pagos de la deuda externa pública y privada.
Una serie de países periféricos, entre los más pobres, están pasando una crisis aguda de deuda (Mozambique y otros). Y esto es solamente el comienzo de una lista que se alargará.
A pesar de este crecimiento económico, que es muy débil a nivel mundial y especialmente en las principales viejas y contaminantes potencias industriales, los factores que aceleran el cambio climático no se atenúan. Tenemos pruebas tangibles ante nuestros ojos de los efectos de serias perturbaciones y calentamiento climático en todo el planeta. Frente a esta crisis cuyas dramáticas consecuencias aumentan, los gobiernos mantienen promesas puramente retóricas, lo que, felizmente, hace que crezca una fuerte reacción de la población en general y de la juventud en particular.
Balance de la actuación del BCE
Desde el comienzo de la crisis en 2007-2008, el BCE tuvo un papel vital en el rescate de los grandes bancos privados, de sus grandes accionistas y de sus principales dirigentes, garantizando la vigencia de sus privilegios. Se puede afirmar, sin riesgo de equivocarse, que sin la acción del BCE, esos grandes bancos hubieran quebrado, lo que habría forzado a los gobiernos a tomar fuertes medidas obligatorias para sus dirigentes y grandes accionistas. Hay que agregar que la acción del BCE reforzó la concentración del sector bancario en provecho de una veintena de grandes bancos que tienen un papel dominante. EL BCE contribuyó activamente a mantener y desarrollar monstruos bancarios demasiado grandes para quebrar. Además del rescate de los grandes accionistas de los bancos, persigue oficialmente el objetivo de una inflación del 2 %. Desde ese punto de vista, el balance del BCE es un fracaso puesto que la tasa de inflación de la Eurozona en 2018 alcanzó solamente el 1,6 %, y en el primer trimestre de de 2019 está en descenso.
Pero las acciones del BCE tienen tres objetivos más, que pueden resumirse de la manera siguiente:
• Defender el euro, que es una camisa de fuerza para las economías más débiles de la zona euro así como para todos los pueblos europeos. El euro es un instrumento al servicio de las grandes empresas privadas y de clases dominantes europeas (el 1 % más rico). Los países que forman parte de la zona euro no pueden devaluar su moneda ya que adoptaron el euro. Sin embargo, para los países con más dificultades de la zona euro, una devaluación les facilitaría la competitividad frente a los gigantes económicos alemanes, franceses, del Benelux (Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo) y de Austria. Países como Grecia, Portugal, España o Italia están acorralados por su pertenencia al euro. Las autoridades europeas y sus gobiernos nacionales aplican entonces lo que se llama la devaluación interna: imponen una disminución de salarios, medida cuyos únicos beneficiarios son los accionistas de las grandes empresas privadas. La devaluación interna es sinónimo de reducción de salarios.
• Reforzar la dominación de las economías europeas más fuertes (Alemania, Francia, Benelux…) donde tienen su sede las mayores empresas privadas europeas. Eso implica mantener fuertes asimetrías entre las economías más fuertes y las más débiles.
• Participar y sostener de manera ofensiva los ataques del Capital contra el Trabajo con el fin de aumentar los beneficios de las empresas y hacer que éstas sean más competitivas en el mercado mundial, frente a la competencia de las estadunidenses, chinas, japonesas, coreanas… Los ejemplos de intervención del BCE para alcanzar este objetivo en Italia, Grecia, Chipre, Portugal, Irlanda, España… son múltiples.
El ensañamiento del BCE en contribuir a los ataques contra la población de abajo se muestra, nuevamente, muy claro. En marzo de 2019, el BCE y los bancos del Eurosistema rechazaron la devolución a Grecia de una parte de los beneficios realizados a costa del pueblo griego, [2] con el pretexto de que el gobierno de Alexis Tsipras no había profundizado suficientemente las contrarreformas sociales. Es evidente que el BCE quiere ver la supresión de los últimos obstáculos para hacer efectiva la expulsión de las familias griegas incapaces de seguir pagando la deuda hipotecaria de su vivienda principal. No se le ahorra ningún sacrificio al pueblo griego, una víctima expiatoria de laTroika en la que el BCE tiene una función clave.
La necesidad de soluciones radicales
La próxima crisis financiera se enmarca en un contexto más amplio de crisis sistémica del capitalismo global. Esta crisis sistémica es multidimensional: económica, ecológica, social, política, moral, institucional…
Es necesario romper de forma radical con la lógica que guía actualmente a los gobiernos y se deben tomar medidas urgentes. En oposición al sistema actual que ofrece impunidad y aterrizajes felices a los responsables de los desastres, hay que hacer pagar la factura de los rescates bancarios a las y los que son responsables.
Las medidas anunciadas para disciplinar los bancos son cosméticas. La supervisión centralizada de los bancos de la zona euro, la creación del fondo europeo de garantías de depósitos, la prohibición de algunas operaciones (que afectan solamente al 2 % de la actividad bancaria total), el techo para los bonos de remuneración, la transparencia de las actividades bancarias e incluso las nuevas reglas de Basilea III solo constituyen recomendaciones, promesas o, en el mejor de los casos, medidas totalmente insuficientes con respecto a los problemas a resolver. Por lo tanto, es necesario imponer unas verdaderas reglas muy estrictas y que no puedan eludirse.
Esta crisis debería superarse mediante la ejecución de medidas que afecten la propia estructura del mundo financiero y del sistema capitalista. [3]
El oficio de banquero es demasiado serio para dejarlos en manos privadas. Se necesita socializar el sector bancario (lo que implica su expropiación) y colocarlo bajo el control ciudadano —de los trabajadores y trabajadoras de los bancos, de los clientes, de las asociaciones y de los representantes de los actores públicos locales— puesto que debe estar sometido a las normas de un servicio público y los ingresos que su actividad genera deben ser utilizados para el bien común.
La deuda pública contraída para rescatar a los bancos es claramente ilegítima y debe repudiarse. Una auditoría ciudadana debe determinar las otras deudas ilegítimas, ilegales, odiosas, insostenibles… y permitir una movilización de tal envergadura que una alternativa anticapitalista creíble pueda ser posible.
Esas dos medidas deben enmarcarse en un programa más amplio, que hemos esbozado en el siguiente artículo: «Aprender de la historia y actuar en el presente. Propuestas para lxs que luchan» en http://www.cadtm.org/Aprender-de-la-historia-y-actuar-en-el-presente
Hay que refundar, de manera radical, a los bancos centrales y sus misiones se deben redefinir. Estos bancos deben retomar su función de creación monetaria y contribuir activamente a la financiación de la transición ecológica y de la lucha contra la injusticia social.
La movilización ciudadana y la auto-organización social constituyen la condición sine qua non para la realización de las diferentes soluciones propuestas.
Traducción: Griselda Pinero
Notas
[1] Estoy de acuerdo con la conclusión del artículo de François Chesnais ya mencionado: «En primer lugar, tenemos las políticas de austeridad en todos lados, y también una configuración en la que las empresas y la gran distribución deben persuadir a las familias, cuyo poder adquisitivo está estancado, de que compren cosas que ya tienen, más allá de los cotidiano indispensable. Paralelamente, en las cadenas de valor mundiales, los que ordenan presionan cada vez más a los que subcontratan y a los transportistas marítimos y terrestres a lo largo de la cadena. La curva de acumulación del capital dinero, que genera intereses, refuerza el peso económico y político en todos los países de gestión de fondos y fortunas, y con dirigentes de grupos financieros industriales y comerciales interesados únicamente en la seguridad de los flujos de interés y la máxima distribución de dividendos. Así los procesos con efecto de contracción que dominan la economía mundial se acompañan de una aceleración de la dilapidación de los recursos mineros, de la deforestación y del agotamiento de los suelos. Paralelamente, el monto de las inversiones públicas exigido para cualquier «transición ecológica», más que nunca una reivindicación democrática absolutamente central, es inalcanzable sin la anulación de las deudas públicas.»
[2] Con respecto a los beneficios odiosos obtenidos por el BCE a costa del pueblo griego, véase: Éric Toussaint, «Los odiosos beneficios del BCE obtenidos a costa del pueblo griego», en http://www.cadtm.org/Los-odiosos-beneficios-del-BCE, publicado el 3 de noviembre de 2017 y « La política de la Troika en Grecia: Robar al pueblo griego y transferir el dinero a los bancos privados, al BCE, al FMI y a los Estados que dominan la zona euro» en http://www.cadtm.org/La-politica-de-la-Troika-en-Grecia-Robar-al-pueblo-griego-y-transferir-el, publicado el 5 de noviembre de 2018.
[3] Estoy de acuerdo con el punto de vista que se da en el artículo de Michael Roberts, Michael Roberts, «Estancamiento secular, política monetaria y John Law»http://www.sinpermiso.info/textos/estancamiento-secular-politica-monetaria-y-john-law consultado el 24 de marzo de 2019.

 Fuente: https://www.aporrea.org/economia/a277481.html