Aproximaciones a El siglo soviético de Moshe Lewin
Más sobre Samir Amin y
Octubre de 1917
14
de julio de 2017
Por Salvador López Arnal (Rebelión)
El poder del hombre en el hogar era total y se
esperaba de las mujeres que fueran pasivas en unas condiciones brutales
transmitidas del padre al marido, además de ser a menudo las receptoras de una
violencia autorizada. Las mujeres campesinas y trabajadoras se enfrentaban a un
trabajo agotador y arduo en el campo y las fábricas, con la considerable carga
adicional del cuidado de los hijos y las responsabilidades domésticas en un
momento en que el parto era difícil y peligroso, la anticoncepción inexistente
y la mortalidad infantil alta. Con todo, la implicación política de las mujeres
en 1917 no vino de la
nada. Rusia era una contradicción: junto a la pobreza,
opresión y tiranía profundas sufridas por la mayoría del pueblo, la economía
rusa había experimentado un boom en las décadas anteriores a 1905. Enormes
fábricas modernas producían armas y tejidos, los ferrocarriles conectaban las
ciudades en rápido crecimiento y las inversiones y técnicas procedentes de
Europa produjeron un enorme aumento de la producción de hierro y petróleo.
Estos cambios económicos espectaculares provocaron una enorme transformación
social en los años anteriores a la Primera Guerra Mundial :
cada vez más mujeres campesinas empezaron a trabajar en las fábricas urbanas,
impulsadas por la pobreza y alentadas por los empleadores, que al aumentar la
mecanización generaron más empleos no calificados y preferían trabajadores
"dóciles", lo que llevó a un aumento enorme de las mujeres que
trabajaban en la producción de lino, seda, cerámica y papel. Las mujeres habían
participado en las huelgas de las fábricas textiles en 1896, en las protestas
en contra del servicio militar obligatorio antes de la guerra entre Rusia y
Japón, y, lo que es fundamental, en la revolución de 1905 durante la cual las
mujeres trabajadoras de las fábricas textiles, de tabaco y de dulces, junto con
las trabajadoras domésticas y las lavanderas, se pusieron en huelga e
intentaron crear sus propios sindicatos como parte de una revuelta
generalizada.
Megan Trudell (2017)
Estábamos en las aproximaciones de Samir Amin
la revolución de Octubre [1] del que dijimos que no se cortaba ni un pelo:
"la Humanidad entera debe mucho a la Unión Soviética
surgida de esta revolución, pues fue el Ejército Rojo, y sólo él, el que
derrotó a las hordas nazis". Y no sólo eso: "El modelo de la Unión Soviética ,
el de un estado plurinacional basado en el apoyo aportado por los menos
necesitados a los más necesitados, sigue a día de hoy sin haber sido
igualado".
Seguimos con algunas de sus reflexiones más
importantes. Los asuntos están indicados en negrita [1]:
1. El hundimiento
"No creo en ningún tipo de determinismo
lineal infalible en la historia; las contradicciones que atraviesan a toda
sociedad hallan siempre su solución en respuestas diversas por su contenido
social, es decir, que cabía siempre la posibilidad de que el régimen soviético
cayese a la derecha (y eso fue lo que sucedió) o que evolucionase (y cayese)
hacia la izquierda.
Esta última posibilidad, que ahora está excluida del porvenir
inmediato, sigue sin embargo estando a la orden del día de la historia, no sólo
porque esta no tiene nunca un final, sino también y sobre todo porque dudo
mucho que la solución de derechas que está en marcha pueda estabilizar a las
sociedades del Este ni siquiera a medio plazo. Así pues, la lucha por encontrar
otra solución a sus problemas continúa"
2. La sociedad soviética
"Aunque, a mi modo de ver, era evidente
que la sociedad soviética no era una sociedad socialista, me resultaba mucho
más difícil calificarla en positivo. Para mí el socialismo implica algo más que
la abolición de la propiedad privada (una definición negativa); implica
positivamente unas relaciones laborales diferentes de las que definen el
estatus de los trabajadores asalariados, unas relaciones sociales que permitan
a la sociedad en su conjunto (y no sólo a un aparato que actúa en su nombre)
dominar y controlar su devenir social, lo que a su vez implica una democracia
avanzada, más avanzada que la mejor democracia burguesa. En ninguno de estos
planos difería la sociedad soviética de la sociedad burguesa industrializada, y
cuando se apartaba de ella era para peor, y su práctica autocrática la
asimilaba en este plano al modelo dominante en los regímenes del capitalismo
periférico"
3. ¿Sociedad capitalista?
"Me negaba, sin embargo, a calificar a la
URSS de capitalismo, pese al hecho de que su clase dirigente era -a mi modo de
ver- burguesa. MI argumento es que el capitalismo implica la parcelación de la
propiedad del capital, fundamento de la competencia, y que la centralización
estatal de esta propiedad exige una lógica de la acumulación diferente. De
manera complementaria, en el plano político, mi argumento es que la revolución
de 1917 no fue una revolución burguesa, ni por el carácter de las fuerzas
sociales que fueron sus actores ni por el de la ideología u el proyecto social
de sus fuerzas dirigentes, y que ésta es una realidad que no puede
menospreciarse de ningún modo".
4. Contra el lamento.
"Yo no he sido nunca uno de los que han
lamentado la revolución de 1917 ("No había que hacerla, porque no existían
las condiciones objetivas de una construcción socialista, había que quedarse en
la revolución burguesa"). Pues a mi modo de ver la expansión mundial del
capitalismo es polarizante, y por ello es inevitable que los pueblos que han
sido sus víctimas -en la periferia del sistema- se rebelen contra sus
consecuencias. No es concebible otra opción que la de estar con estos pueblos
en su rebelión. Detenerse en la revolución burguesa es traicionar a estos
pueblos ya que el capitalismo necesariamente periférico que resultaría de ello
no permite dar respuestas aceptables a los problemas que han motivado su
revuelta".
5. Las dos tesis.
"Las dos tesis que me parecen importantes
en el análisis de la evolución soviética, y que desde siempre comparto (con una
minoría, es cierto) de la izquierda comunista con las siguientes.
1. Que la colectivización, tal como la puso en
práctica Stalin a partir de 1930, rompió la alianza obrera y campesina surgida
de 1917 y abrió la vía, mediante el fortalecimiento del aparato autocrático del
estado, a la formación de la "nueva clase", la burguesía de Estado
soviética.
2. Que el leninismo, debido a algunas de sus
propias limitaciones históricas, había preparado (involuntariamente) el terreno
para que se cometiera ese error fatal. Entiendo por ello que el leninismo no
rompió radicalmente con el economicismo de la II Internacional
(por consiguiente, todo hay que decirlo, con el del movimiento obrero
occidental); entre otras cosas, por ejemplo, lo atestiguan sus concepciones
relativas a la neutralidad social de las tecnologías.
La sociedad de la larga transición tiene que
hacer frente de forma clara y evidente a unas exigencias contradictorias; por
un lado, tiene en cierto modo que "ponerse al día", en el sentido
llano y banal de que tiene que desarrollar las fuerzas productivas; por otro
lado, se propone -en su tendencia hacia el socialismo- "hacer otra
cosa", es decir, construir una sociedad liberada de la alienación
economicista que, por su propia naturaleza, sacrifica a "las dos fuentes
de riqueza", el ser humano (reducido a una fuerza de trabajo) y la
naturaleza (considerada como un objeto inagotable de la explotación humana).
¿Puede hacerlo? Siempre he pesando que la respuesta a esta pregunta era
positiva, pero difícil; constituye un compromiso pragmático a desarrollarse
progresivamente en el buen sentido ("hacer otra cosa"). El
economicismo del leninismo contenía en germen una opción que iba a dar
progresivamente preferencia al objetivo de "ponerse al día" por
encima del de "hacer otra cosa".
6. Adhesión al maoísmo.
Mi adhesión -desde 1958- al maoísmo, y después
-desde 1966- a la revolución cultural, de la que no reniego, procede este
análisis de que el leninismo no había roto de manera suficiente con el
economicismo occidental (Lo he formulado manifestando mi asombro de que el
propio Lenin se sorprendiera en 1914 por la traición de Kautsky). Me adherí,
pues, a la tesis según la
cual Mao procedía a un verdadero retorno a Marx, deformado
por el movimiento obrero occidental (y el imperialismo no había sido un factor
secundario en esta deriva) antes de serlo (y de continuar siéndolo,
parcialmente) por el leninismo.
El maoísmo proponía, pues, una crítica del
estalinismo desde la izquierda, mientras que Kruschov lo había hecho por la
derecha… Kruschov decía: en estas condiciones nos pondremos más rápidamente al
día. Mao decía: en cada etapa, no hay que perder nunca de vista el objetivo
final. Este era el verdadero significado de la consigna "situar la
política en el puesto de mando" (un significado que no tiene nada que ver
con la acusación -fácil- de voluntarismo)… No pensaba que hacer concesiones a
las leyes del mercado -dar más poder a los directores de las empresas, fomentar
la competencia entre ellos- haría progresar ese poder social del pueblo.
¿Estaba equivocado? No estoy diciendo que no hubiera que hacer concesiones al
mercado… Pero era sobre todo preciso acompañarlas de una democratización
política, reforzar el poder real de los trabajadores en dicha democracia en
detrimento de los poderes de la burguesía de los "tecnócratas" y
supervisar el mercado mediante una política de Estado firme basada en la ley
del valor de la transición socialista".
Lo dejamos aquí por el momento. Un poco más de
Samir y de Octubre en la próxima entrega.
Nota:
1) Tomo pie en Samir Amin, Octubre 1917, Vilassar de
D’Alt, El Viejo Topo, 2017 (traducción de Josep Sarret) y en Samir Amin, Rusia en la larga duración,
Vilassar de D’Alt, El Viejo Topo, 2017.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=229115
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