“Distribución de la riqueza” y
el socialismo vulgar
4
de junio de 2017
Por Rolando Astarita
Algunas organizaciones
de izquierda, que dicen basar sus análisis y estrategia en la teoría de Marx,
ponen en el centro de su propaganda y agitación la demanda de “distribuir la
riqueza”. Parecen pensar que ésta es una forma de facilitar la comprensión y
aceptación del socialismo por parte de los trabajadores. Esto tal vez explique
por qué, durante las campañas electorales, la demanda se repite por todos
lados, como si fuera una solución mágica.
No acuerdo con esa política. La razón principal por la que
discrepo es que de esa forma se pone
el acento en la distribución, y no en las relaciones sociales que subyacen a
esa distribución, y que la determinan.
Con esto no niego que es posible mejorar, mediante las luchas
reivindicativas, los salarios y las condiciones laborales (en particular, en
las fases expansivas del ciclo económico), sin tener que acabar necesariamente
con el modo de producción capitalista. Pero hay que ser consciente de que estas
mejoras siempre
tienen límites determinados por la lógica de la ganancia.
Y que en absoluto
acaban con la explotación del trabajo. Más aún, en tanto subsista el actual
modo de producción, la clase obrera estará obligada a reiniciar una y otra vez
las luchas salariales y contra la prepotencia del capital. Es que cuando los
salarios amenazan seriamente la ganancia, el capital o bien reemplaza al
trabajo por la máquina; o hace más lenta la acumulación; o se traslada a otra
región o país. Por cualquiera de estas vías, o una combinación de ellas, pone
límites a las mejoras de salarios y laborales.
Por
eso, el objetivo del programa socialista no puede reducirse a una mejor
distribución del valor agregado por el trabajo –esto es, a luchar para que
disminuya la relación plusvalía/valor de la fuerza de trabajo. Como explica
Marx en Salario,
precio y ganancia, cuando se pelea por el salario se pelea contra
los efectos del sistema capitalista, pero no contra la causa de los
malos salarios, la desocupación, el pauperismo. Por este motivo, la bandera del socialismo debe ser
la abolición del sistema del trabajo asalariado. Esta demanda
supera el horizonte del sindicalismo, que siempre se limita, incluso en sus
mejores exponentes, a exigir mejoras en la distribución.
Estas ideas también las encontramos en la Crítica del
Programa de Gotha; escribe Marx:
“…es equivocado, en
general, tomar como esencial la llamada distribución y hacer hincapié en ella,
como si fuera lo más importante. La distribución de los medios
de consumo es, en todo momento, un corolario de la distribución de las propias
condiciones de producción. Y ésta es una característica del modo mismo de
producción. Por ejemplo, el modo capitalista de
producción descansa en el hecho de que las condiciones materiales de producción
les son adjudicadas a los que no trabajan bajo la forma de propiedad del
capital y propiedad del suelo, mientras la masa sólo es propietaria de la
condición personal de producción, la fuerza de trabajo. Distribuidos de este modo los
elementos de producción, la actual distribución de los medios
de consumo es una consecuencia natural. Si las condiciones
materiales de producción fuesen propiedad colectiva de los propios obreros,
esto determinaría, por sí solo, una distribución de los medios
de consumo distinta de la
actual. El socialismo vulgar (y por intermedio suyo, una
parte de la democracia) ha aprendido de los economistas burgueses a considerar
y tratar la distribución como algo independiente del modo de producción, y, por
tanto, a exponer el socialismo como una doctrina que gira principalmente en
torno a la distribución” (edición elaleph, p. 18; énfasis agregado).
El
enfoque marxista entonces se opone a la visión de los reformistas burgueses,
socialistas vulgares, y semejantes, que ponen el acento en “la distribución de
la torta” (torta = valor agregado). Recordemos que, de manera característica,
Karl Dühring, decía que el modo de producción capitalista era bueno, pero el
modo de distribución capitalista debía desaparecer. Inevitablemente, a partir
de aquí, las cuestiones se plantean en términos de cuánto le corresponde al
trabajo, cuánto al capital, si es “justo” tanto más o tanto menos, etcétera.
Así se pasa por alto la pregunta esencial, que debería hacerse todo trabajador:
¿quién
hizo la torta que va a repartirse? Con lo cual empezamos a
cuestionar la relación de propiedad/no propiedad de los medios
de producción y de cambio.
Existe todavía otro
problema con la demanda de “distribuir la riqueza”, y es que induce a pensar
que la solución de los males sociales pasa por distribuir, de algún modo
“equitativo”, los medios de
producción entre los ciudadanos. O sea, pasar a un modo de producción basado en
el pequeño burgués propietario de su lote de tierra, de su pequeño taller,
comercio o medio de transporte. El socialismo pequeño burgués siempre tuvo este
norte; lo mismo ocurre con muchas variantes del populismo. Frente a la concentración
y centralización del capital, la consigna parece ser “volvamos a la pequeña
propiedad”. Para esta gente las calamidades sociales no tienen su origen en el
capital, sino en el hecho de que este sea “demasiado grande”.
Naturalmente, comprendo el afán de algunos marxistas de quedar
bien con el populismo pequeño burgués (máxime en campañas electorales), pero la
realidad es que repartir la gran propiedad para volver a la pequeña propiedad es un objetivo reaccionario.
Cambiar las grandes unidades productivas o comerciales por la pequeña unidad
administrada por los propietarios individuales, significaría un retroceso en
las fuerzas productivas. Por eso históricamente el marxismo no levantó la
consigna de “repartir los medios de
producción”, sinosocializarlos. Esto es, que pasen a manos de
la sociedad, de los productores asociados.
Como puede verse, se
trata de cuestiones que afectan a la esencia de la teoría y la política del
socialismo.
Fuente: https://rolandoastarita.blog/2017/06/04/distribucion-de-la-riqueza-y-el-socialismo-vulgar/
No hay comentarios:
Publicar un comentario