El G20 y el debate
sobre el orden mundial
10
de julio de 2017
Por Julio Gambina (Rebelión)
Desde el 2008 funciona el G20 como cumbre de Presidentes para
considerar la crisis mundial del capitalismo y sus formas de solución. Poco ha
salido de esos cónclaves aunque ya son una rutina del sistema mundial. Ahora Alemania
coordina las reuniones y en el 2018 lo hará Argentina, presidida por el
gobierno de Mauricio Macri, que genera expectativas entre las clases dominantes
del mundo sobre el futuro y las perspectivas de la región latinoamericana y
caribeña.
Es que Nuestramérica ocupó desde el comienzo
del Siglo XXI el lugar del cambio político respecto de la hegemonía neoliberal
construida desde la salida a la crisis de fines de los 60 y comienzo de los 70.
Lo que empezó como terrorismo de Estado en el cono sur de América, está ahora
extendido como militarización del sistema mundial. Las experiencias desplegadas
desde el caracazo, aun con matices, generaron esperanzas y expectativas en el
ámbito global, alentando nuevos procesos de transformación social más allá de
la región.
La respuesta ante la amenaza de nuestra región
al poder mundial fue antidemocrática, con “golpes parlamentarios” en Honduras,
Paraguay o Brasil. La legitimación por la disputa de un retorno a la agenda de
la liberalización la otorgó el triunfo electoral de Macri en Argentina del
2015. Esa legalidad de origen intenta ser legitimada con señales políticas e
ideológicas provenientes del poder mundial, desde la visita de Obama o Merkel a
la Argentina, la amistad de Trump hacia al Jefe de gobierno en la Argentina;
las visitas de los organismos internacionales y el desembarco de la OMC en
diciembre próximo. La frutilla es la presidencia del G20 para el próximo año
2018.
El G20 y la disputa hegemónica
El G20 trata sobre la crisis mundial y genera
agenda para retomar el rumbo de la liberalización (apertura económica) afectado
por los sucesos múltiples que hicieron eclosión hacia el 2008 con fuerte
impacto en la gran banca de inversión estadounidense (Lehman Brothers entre
otros) y que se extendió al conjunto del orden mundial en materia económica,
financiera, alimentaria, energética, medio ambiental, poniendo en discusión el
orden civilizatorio contemporáneo.
Las reuniones como tales poco resuelven en
términos económicos y sociales, pero sirven para actualizar las correlaciones
de fuerza sobre el orden mundial.
EEUU fue el mentor del grupo, convocado por
George Bush en las postrimerías de su mandato, ampliando desde el G7 (EEUU,
Alemania, Francia, Inglaterra, Italia, Japón y Canadá) con países emergentes
como China y Rusia; México y Brasil; Sudáfrica, el ámbito del consenso para las
orientaciones de política global. Argentina era parte del G20 “técnico” surgido
en 1999 y quedó como socio fundador junto a otros invitados que no integraban
el núcleo originario, caso de la Unión Europea o España. Estos, demandaron ser
parte del selecto grupo autoerigido por encima de la ONU para discutir las
vicisitudes de la crítica emergente hacia el 2008.
La reciente reunión en Hamburgo encontró en
soledad a Trump, que no convalidó el consenso sobre el acuerdo de Paris como
ámbito relativo al tratamiento sobre el calentamiento global. ¿Es debilidad o
fortaleza de EEUU? Lo que se disputa es la hegemonía del sistema capitalista en
las condiciones de débil crecimiento que replican año a año las estadísticas y
pronósticos de organismos internacionales como el FMI o el Banco Mundial.
EEUU es el único que impone condiciones
globales desde su poderío económico, especialmente de su moneda (pese a las
debilidades del dólar), su despliegue militar y su influencia ideológica
simbólica cultural. La soberanía monetaria le permite al gobierno en Washington
sostener el déficit fiscal y comercial que quiera (dicho relativamente) junto
al mayor endeudamiento en términos absolutos en la propia moneda. Si bien son
un conjunto de Estados federados, su lógica histórica integrada les permite
compensar con política fiscal las limitaciones de estados sub nacionales con
dificultades.
No ocurre lo mismo en Europa, donde la
hegemonía alemana no favorece el sostenimiento de Estados nacionales en
situación crítica, claramente demostrado en Grecia, pero también expresado con
España, Italia, Portugal u otros socios de menor envergadura en el armado
europeo. Europa está lejos de ser la Federación que es EEUU, aun cuando su
estrategia de integración lo supone.
Japón arrastra su crítica situación de
crecimiento pobre desde los 90 del siglo pasado y ve limitada sus posibilidades
en la disputa hegemónica, sobre todo con la emergencia de China como actor
económico y político mundial en las últimas décadas. China se potencia en la
sociedad con Rusia y su proyección desde que en 2013 frenó la iniciativa
militar estadounidense contra Siria. Canadá solo actúa como socio menor de las
decisiones estadounidenses.
Insistamos que EEUU es el único país en
condiciones de funcionar con relativa autonomía del sistema mundial. Eso se
sustenta en la soberanía monetaria desplegada desde 1971 con la
inconvertibilidad del dólar. Ni las tenencias chinas de billones de dólares
invertidos en Bonos del Tesoro son problema, ya que de ser necesario se
cancelan con emisión, lo mismo que los déficit gemelos (fiscal o comercial),
todo lo que sustenta el ahorro privado y la inversión del capitalismo
estadounidense.
Nadie en el mundo tiene esa cualidad, más allá
de cualquier intento de política económica de austeridad o en la contrapartida
de expansión monetaria. Es quizá China el único que avanza en el sentido de
lograr una monedad nacional con aceptación mundial, el esfuerzo de los últimos
años desde su predominio en la producción material e innovación tecnológica
asentada en robots, nanotecnología e inteligencia artificial, promovido en la
extensión en relaciones comerciales y económicas con todos los países del
mundo.
En el G20 se expresan estas tensiones y
mientras EEUU discute la reorganización a su favor de las relaciones globales y
la liberalización, China organiza sus vínculos sosteniendo aspiraciones
tradicionales del libre comercio de quien disputa un lugar en la hegemonía del
capitalismo. Se discute el rumbo del mundo y EEUU sigue teniendo la manija y el
poder global desde el dólar, su capacidad bélica y de influencia cultural. No
se trata de Occidente contra Oriente, sino de la hegemonía en la orientación
del orden capitalista.
Argentina y su papel en el mundo
Ahí se mueve la Argentina, reconocida por el
poder mundial por la potencialidad de modificar el rumbo estratégico de
Nuestramérica, desde el cambio político de estos primeros años del Siglo XXI a
la reinserción subordinada en la lógica liberalizadora que imponen los grandes
capitales transnacionales que organizan el modelo productivo y de desarrollo
contemporáneo.
Macri lo había imaginado con el liderazgo
demócrata de Hillary Clinton, pero sin problema en adecuarse con Donald Trump
aun cuando solo aparecen negocios e inversiones desde China.
Insistamos, ni occidente ni oriente, solo
capitalismo de época, transnacionalizado y liberalizador, a pesas del medio
ambiente y de la calidad de vida de la fuerza de trabajo y los pueblos.
Argentina se prepara para cumplir su papel en
la lógica de sustentación del orden capitalista. No tiene soberanía monetaria
ni define la orientación de la producción para atender las necesidades de su
población. Depende de los ingresos de divisas: dólares, euros, yenes o yuanes,
pesos brasileños o chilenos, en rigor, de quien esté dispuesto a transformar
dinero en capital para una lógica de producción y reproducción de una
cotidianeidad inserta de manera subordinada en el mundo. Por ahora solo obtiene
fondos para la especulación financiera que se pagan con el producto del trabajo
social en el país, canalizado vía presupuesto.
El gobierno Macri sustenta un discurso
funcional a los requerimientos del poder global y que pretende sea asumido como
lo único posible. Es un relato acompañado masivamente por la prensa y el clima
de un “sentido común” que no imagina pensar más allá del capitalismo. Las
oposiciones tienen dificultad para alejarse del núcleo duro del diagnóstico y
propuesta macrista, ya que Argentina no se movió del modelo productivo y de
desarrollo organizado desde la dictadura genocida.
La inserción subordinada a la
transnacionalización no nace en 2015 y la clase dominante poblada por
acreedores externos, transnacionales de la alimentación y la biotecnología; las
automotrices y las petroleras; junto a los servicios bancarios y grandes
cadenas comerciales entre otros, son parte de una estrategia asociada a la
liberalización mundial emanada desde la imaginación e iniciativa del Plan
Martínez de Hoz en adelante. Es cierto, que en el medio no todo es lo mismo y
existen momentos de la historia reciente que intentaron políticas que morigeren
esos reaccionarios efectos, pero sin afectar el núcleo estructural de
redefinición de las relaciones sociales de producción hegemónicas en el país.
El gobierno Macri intenta “normalizar” la
situación en Argentina, difícil por la tradición de lucha de sus trabajadoras y
trabajadores, con larga trayectoria de confrontación en la disputa de derechos
sociales. El país es el trampolín que miran las clases dominantes mundiales
para recuperar la
región Nuestramericana a la “normalidad” capitalista del
libre comercio y la liberalización.
No es tarea sencilla o fácil, no solo por las
luchas locales extendidas en Argentina, sino por la persistencia y la
consolidación de la propuesta boliviana del proceso de cambio y la defensa del
proceso bolivariano venezolano con su constituyente y la intención de hacer
visible su experiencia de poder comunal escasamente conocido; pero también con
el empecinamiento cubano para sostener un proyecto socialista en tiempos de
transición gubernamental de la histórica camada de la revolución a nuevas
generaciones.
Antiimperialismo en nuestro territorio
La intencionalidad del poder mundial se
sustenta en la posibilidad de visibilizar la realidad política local con el
cónclave de la ministerial de la OMC en Argentina en Diciembre y del G20 en
Julio del 2018. En ambas reuniones se trata la agenda de la
transnacionalización, el aliento al libre juego (mentiroso) del mercado, como
expectativa del imperialismo.
Si esa agenda avanza, sea en materia de
comercio electrónico, liberalización de la pesca o cambio educativo
(reaccionario y privatizador) causará importantes efectos regresivos en materia
de desempleo y súper explotación, no solo en el país, sino en todo el mundo,
por lo que se requiere continuar el ejemplo de la protesta extendida en las
calles alemanas por los movimiento sociales y políticos críticos con el
programa de máxima de la dominación y por el antiimperialismo.
El gigantesco operativo de seguridad no
impidió la visibilidad que adquirió la protesta, mostrando que no solo hay
política e ideología del poder, sino también iniciativa de contrapoder y
búsqueda en la construcción de alternativas civilizatorias, como antigua
búsqueda emancipadora de los pueblos.
Por ello es que existe el desafío de construir
una gran respuesta contra las cumbres de la OMC y el G20 en Argentina, algo que
está en proceso, en simultáneo a la represión que se planifica, para intentar
blindar a los visitantes del poder mundial que negociarán la liberalización en
territorio porteño a nombre de la OMC o del G20.
El G20 cumplirá una década en 2018 desde su
nueva función asumida en 2008 y sus resultados son escasos para el propio poder
mundial. Ni hablar para los desempleados y empobrecidos del mundo. La
desigualdad creciente es la realidad de los esfuerzos por normalizar el
“mercado libre”. Otro tanto ocurre con las negociaciones de la OMC, atravesadas
por las disputas entre los capitales hegemónicos y sus países de origen por
liderar la situación mundial contemporánea.
La voz de los pueblos es la otra cara, más
allá de la liberalización y en la búsqueda de otro orden, más asentado en la
producción de valores de uso que bienes de cambio, por la des-mercantilización
y la ampliación de derechos, por las soberanías alimentarias, energéticas,
populares; por la emancipación social.
Más allá del debate por las opciones
neoliberales o neo-desarrollistas para sustentar el orden del capital, hay
posibilidad de pensar en otro mundo posible y desarrollar la experiencia
histórica de la lucha de los pueblos. Claro que esto que escribo está
atravesado por una fecha de tradición histórica en la Argentina como es el día
de la independencia nacional.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=228943
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