Del socialismo científico
al
socialismo utópico (pero senil)
24
de julio de 2017
Por Rolando
Astarita
En la nota anterior (aquí) hice alusión a la
diferencia entre el socialismo utópico y el socialismo científico. Dije que los
socialistas utópicos oponían un ideal de sociedad justa y racional a la
sociedad capitalista, y que el socialismo científico parte de las relaciones de
producción y las condiciones materiales existentes en la sociedad actual.
También sugerí que hoy muchos grupos que se reivindican marxistas combinan el
socialismo vulgar (la atención está puesta en la distribución del ingreso), con
un enfoque propio del socialismo utópico.
En esta nota amplío sobre esa situación en la izquierda radical, y
la diferencia entre el socialismo utópico y el socialismo de Marx y Engels.
Naturalmente, el texto de referencia es el folleto de Engels Del socialismo utópico al
socialismo científico (o
la sección tercera del Anti-Dühring).
El socialismo utópico
Los socialistas utópicos publicaron sus principales trabajos entre
fines del siglo XVIII y principios del XIX. Sus principales referentes
fueron Saint-Simon, Francois Marie Charles Fourier y Robert Owen. Escribieron en una época en que el modo de producción capitalista no
estaba muy desarrollado, y por lo tanto tampoco la contraposición entre la
burguesía y el proletariado. La gran
industria en Inglaterra acababa de nacer, y no existía todavía en Francia; en
París, el proletariado se confundía con las masas desposeídas y sumergidas. En
ese contexto, los socialistas utópicos no veían ningún elemento en la sociedad
capaz de actuar como fuerza transformadora. “La sociedad no ofrecía más que
abusos y maldades”, escribe Engels. Por eso, trataban de inventar “un nuevo y
mejor sistema del orden social, y de decretarlo y concederlo luego a la
sociedad desde fuera, mediante la propaganda y, en caso de ser posible,
mediante el ejemplo de experimentos modelos”. En otros términos, apelaban a la
razón para construir proyectos de una sociedad superior. Es que, en tanto se
piense que el mundo en el que vivimos sólo es una suma de males y desgracias,
no hay posibilidad de desarrollar algo superior “a partir del material
histórico presente y cristalizado, y como resultado necesario del mismo” (Engels).
El socialismo científico
El socialismo de Marx y Engels se forma en una época en que el
desarrollo capitalista era más elevado, y con ello también más marcada la
contradicción entre el capital y el trabajo. A partir de aquí, la crítica
marxista de la sociedad burguesa también será muy distinta a la del socialismo
utópico.
Es
que en lugar de ver a la sociedad burguesa como un mero compendio de males,
Marx y Engels destacaron su carácter contradictorio:
por un lado, desarrollo de las fuerzas productivas, socialización del trabajo,
formación de un mercado mundial. Por el otro, explotación, polarización social,
crisis periódicas, ejércitos de desocupados. Y es precisamente este carácter
contradictorio lo que permite elaborar una crítica interna del modo de producción capitalista,
para encontrar en su propio desarrollo las palancas de su eventual
transformación.
Se trata de un enfoque muy distinto del que prima hoy en la mayor
parte de la izquierda. Al
respecto, recuerdo que hace algunos años, un dirigente de un grupo trotskista
argentino repetía insistentemente “el mundo es inmundo”. Creía que con eso
estaba sentando una crítica “demoledora” a la sociedad actual, pero en realidad
se trataba de un eslogan superficial. ¿Por qué superficial? Pues porque pasaba
por alto las contradicciones reales de la sociedad capitalista. Y con ello,
anulaba la posibilidad misma de la crítica radical (¿hay que recordar que la
contradicción es el motor último de todo cambio?). Además, si en el mundo no
hay más que inmundicia, sólo resta armar un plan de transformación social
sacado de la cabeza, por fuera de lo existente. De ahí la tendencia a
proclamar “tenemos el plan salvador, crean en
nosotros”.
Dada la confusión que hay sobre estas cuestiones, explicamos el
abordaje del socialismo científico con un ejemplo. Sabemos que
una tendencia inherente al capitalismo es el impulso a crear un mercado
mundial. Frente a esto, una respuesta posible es no ver en ello más que males,
y oponerle un programa y política que apunte a reconducir a las fuerzas
productivas al interior de las fronteras nacionales. El marxismo, por el
contrario, destaca el carácter contradictorio de la globalización del capital:
por una parte agudiza las presiones sobre el trabajo, destruye industrias
tradicionales y exacerba las presiones competitivas. Por otra parte, genera las
condiciones materiales y sociales para avanzar el programa internacionalista
del movimiento obrero y eliminar las fronteras nacionales. El llamado a los
proletarios del mundo a unirse, de El
Manifiesto Comunista, tiene apoyo en este aspecto dual,
contradictorio, de la mundialización del capital.
Algo similar podemos decir, por ejemplo, sobre la introducción de
la maquinaria; o sobre el impulso a la concentración y centralización del
capital. Los socialistas idealistas condenan a la máquina y la tecnología; o
reclaman una vuelta a la pequeña producción. Los marxistas, en cambio,
consideran que oponerse al avance tecnológico es reaccionario; y que también es
un retroceso volver de la gran producción a la pequeña producción. En
consecuencia, plantean la necesidad de acabar con la propiedad privada del
capital para poner a la máquina, y a la gran industria, bajo el control de los
productores. Más aún, es la socialización de la producción, que acompaña a la
gran industria, la que hace posible
y necesario acabar
con la propiedad privada del capital. El criterio siempre es el mismo, y es
sintetizado por Engels: “…los medios
para eliminar los males descubiertos tienen que hallarse también, más o menos
desarrollados, en las cambiadas relaciones de producción. Esos medios no tienen que inventarse con sólo la cabeza,
sino que tienen que descubrirse,
usando la cabeza, en los
hechos materiales de la producción”.
La aparición del
socialismo científico representa entonces un giro copernicano con respecto al
socialismo utópico. En palabras de Lenin:
“La
novedad [introducida por Marx y Engels] consiste en que los socialistas
anteriores, para fundamentar sus concepciones consideraban suficiente demostrar
la opresión de las masas bajo el régimen existente, la superioridad de un
régimen en el que cada uno reciba lo que haya elaborado, demostrar que tal
régimen ideal se corresponde a la ‘naturaleza humana’, al concepto de una vida
racional y moral, etcétera. Marx entendía que era imposible conformarse con
semejante socialismo. No se limitó a caracterizar el régimen existente, a
juzgarlo y condenarlo: le dio una explicación científica… Tampoco creía posible
Marx conformarse con la afirmación de que sólo el régimen socialista
corresponde a la naturaleza humana, como sostenían los grandes socialistas
utópicos y sus pobres epígonos, los sociólogos subjetivistas. Con el mismo
análisis objetivo del régimen capitalista demostró la necesidad de su
transformación en régimen socialista. (…) De ahí que los marxistas hablen con
frecuencia de la necesidad” (¿Quiénes
son los amigos del pueblo?).
Pero
además, esa explicación científica de la que habla Lenin sólo es posible si se
reconoce que existen leyes sociales que se
imponen de manera objetiva. La ley del valor trabajo, por ejemplo,
proporcionó una base científica para la crítica del sistema capitalista, y
permitió establecer una conexión interna entre el valor, el capital y la
plusvalía, la dinámica de la acumulación y las crisis. De nuevo, el marxismo no
rechaza el mercado o la relación capitalista pretendiendo desconocer la
realidad de estas leyes, sino que la crítica se asienta precisamente en su
conocimiento.
Todo esto se puede sintetizar en que el marxismo, en oposición al
socialismo utópico y a todo tipo de socialismos vulgares, procura desarrollar
nuevos principios a base
de los principios del mundo. Marx explicitó este criterio en una
carta a Ruge, de septiembre de 1843. El pasaje es muy conocido:
“No comparecemos, pues,
ante el mundo en actitud doctrinaria, con un nuevo principio: ¡He aquí la
verdad, postraros de hinojos ante ella! Desarrollaremos ante el mundo, a base
de los principios del mundo, nuevos principios. No le diremos; desiste de tus
luchas, que son cosa necia; nosotros nos encargaremos de gritarte la verdadera
consigna de lucha. Nos limitaremos a mostrarle por qué se lucha, en verdad, y
la conciencia es algo que tendrá necesariamente que asimilarse, aunque no
quiera”.
Volvieron al socialismo utópico (pero senil)
Todas estas cuestiones
constituyeron adquisiciones teóricas del movimiento socialista, orientado por
Marx, Engels, Lenin, Rosa Luxemburgo, Bebel y otros líderes. Por supuesto,
podían existir muchas diferencias tácticas y políticas, pero había acuerdo
sobre estos principios.
Hoy la situación es la opuesta. Las más variadas expresiones de un marxismo marcadamente
nacionalista y estatista se combinan con un enfoque idealista. Incluso muchos
de los grupos políticos que se presentan ante la opinión pública como los más
radicalizados adoptan, de hecho, el viejo enfoque del socialismo utópico. Lo
hacen porque están empeñados en ofrecerles a los trabajadores y oprimidos toda
clase de recetas-solución, haciendo abstracción de las condiciones materiales, las
relaciones sociales y las leyes objetivas del capitalismo. Por eso
hablo de utopismo socialista, pero senil, ya que vivimos en una época de
relaciones capitalistas plenamente desarrolladas. Representa pues un retroceso
en el campo de la teoría (y por ende, de la política).
Tal vez la demostración
más cercana y personal que tengo de esta situación sea la reacción que han
provocado las últimas notas que publiqué. Cuando dije que, según el marxismo,
es imposible acabar con la desocupación en tanto exista el capitalismo, recibí
una andanada de críticas. Lo que más pareció enojar a los críticos es que se
popularice una idea tan elemental. Y aunque el caso está vinculado a la
propaganda electoral en Argentina, el problema es más general. También molesta
si afirmo que es imposible frenar los despidos votando leyes en el Parlamento
burgués; o que no se puede manejar a voluntad la ley del valor con remiendos
estatistas; o que es imposible soñar con el control obrero del Estado (o del
ejército burgués, por ejemplo). Incluso provocó fuerte rechazo la tesis de que
las relaciones de distribución están condicionadas por las relaciones de
producción. Y en el extremo, se llegó a decir que es una posición “de derecha”
sostener que la posibilidad de distribución de bienes de consumo tiene como
base material la producción de esos bienes.
Estamos
metidos en un pozo teórico. En otra nota (aquí) escribí que han
convertido El
Capital en un texto
“para los días de fiesta”, pero la afirmación se aplica también a los escritos
más elementales y conocidos del marxismo. Se trata de una reacción en
toda la línea, para la que no hay soluciones fáciles. En cualquier caso, es
necesario rearmarse teórica y políticamente. Para eso, reflexionar en
profundidad sobre el viejo texto de Engels, y el socialismo utópico y el
socialismo científico puede ser un primer paso. Hay que volver a lo básico.
Fuente: https://rolandoastarita.blog/2017/07/24/del-socialismo-cientifico-al-socialismo-utopico-pero-senil/
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