jueves, 27 de julio de 2017

II. “Estamos metidos en un pozo teórico”. “Las más variadas expresiones de un marxismo marcadamente nacionalista y estatista se combinan con un enfoque idealista. Incluso muchos de los grupos políticos que se presentan ante la opinión pública como los más radicalizados adoptan, de hecho, el viejo enfoque del socialismo utópico”.

Producción, distribución y materialismo

14 de julio de 2017

Por Rolando Astarita

En una nota anterior (aquí) presenté la crítica de Marx al socialismo vulgar, el cual hace eje en redistribuir la riqueza (o los ingresos). Para eso cité pasajes de Salario, precio y ganancia, y de la Crítica al programa de Gotha, textos en los cuales se demuestra que la distribución de los bienes de consumo es una consecuencia natural de la distribución de los medios de producción.
Pero Marx también trató el tema en la “Introducción a la crítica de la Economía Política". En ese escrito dice que los economistas consideran que la producción “está determinada por leyes generales de la naturaleza”, en tanto que la distribución “resulta de la contingencia social”. Así, se naturalizan las relaciones de producción, y por otro lado se olvida que: a) antes de distribuir productos hay una distribución de los medios de producción; b) existe una distribución de los miembros de la sociedad entre las diferentes esferas de la producción. Sin embargo, los economistas burgueses dejaban de lado esta vinculación orgánica. Por ejemplo, de acuerdo a J. S Mill, mientras que en la producción regirían “leyes eternas de la naturaleza, independientes de la historia”, en la distribución “los hombres se habrían permitido toda clase de arbitrariedades” (énfasis agregado).

Es significativo que años después, Lenin planteara algo similar, con referencia a Rusia: “Estamos acostumbrados a oír decir a los economistas… que sólo la producción de valores se encuentra supeditada a leyes económicas, mientras que la distribución, según ellos, depende de la política, de la forma en que las autoridades, los intelectuales, etcétera, ejerzan influencia sobre la sociedad” (“¿Quiénes son los amigos del pueblo?”). Aunque esta crítica no se aplicaría a la economía neoclásica que predomina hoy, es completamente válida con respecto a esos filántropos que creen poder remediar los males sociales organizando la distribución según algún criterio de “justicia” o “reparto racional del producto”, prescindiendo de los condicionamientos impuestos por las relaciones de producción. “Amigos del pueblo” de todo tipo que despliegan una actividad particularmente intensa en tiempos electorales, en los que todo vale con tal de ganar votos.
El hecho objetivo es, sin embargo, que la distribución no puede ser arbitraria. Pero no sólo porque las relaciones de distribución no pueden independizarse de las relaciones de producción (o sea, de las relaciones de propiedad de los medios de producción), sino también porque cuánto se distribuye del producto no puede ser independiente de la magnitud de la producción. Este último aspecto, materialista, muchas veces se deja de lado, pero es importante subrayarlo.

Para ver por qué, y a fines simplemente demostrativos, supongamos el caso de un reformador social que elabora un programa de soluciones para Argentina. Con este fin, establece que debe asegurarse para todo trabajador un salario mínimo de 1600 dólares mensuales. Además, para acabar con la desocupación y el subempleo, propone reducir la jornada laboral a 6 horas y repartir el trabajo entre toda la población activa (para asegurar el éxito de las medidas se adjuntan cuatro proyectos de leyes: uno, prohibiendo los despidos; dos, prohibiendo las horas extra; tres, prohibiendo el pluriempleo; cuatro, prohibiendo a las empresas trasladar los mayores costos salariales a precios).
Dado que en Argentina la población económicamente activa se puede calcular en unos 20 millones de personas, si todas reciben anualmente los 13 salarios mínimos (¿y los trabajos complejos?) de 1600 dólares, serían unos 415.000 millones de dólares. A su vez, hay 7,9 millones de jubilados y pensionados; suponiendo que recibieran el 82% del salario mínimo, son otros 135.000 millones de dólares. En total, habría que pagar ingresos por unos 550.000 millones de dólares. Una cifra que equivale, aproximadamente, al  producto bruto interno de Argentina al día de hoy (tener en cuenta que el PBI incluye la amortización del capital fijo).
Con lo cual le plantearíamos a nuestro hombre la pregunta que Marx dirigía a los redactores del Programa de Gotha: ¿se va a repartir el total del producto, o sólo la parte que el trabajo añade al valor de los medios de producción? Y también en el sentido de la crítica de Marx: ¿No hay que destinar una parte a reponer los medios de producción consumidos? ¿Y otra parte suplementaria para aumentar la producción? ¿Y un fondo de reserva o de seguro contra accidentes o catástrofes? (las preguntas se pueden multiplicar).
Por supuesto, el ejemplo lo inventé para ilustrar la primacía de la producción, no sólo en lo que hace a las relaciones de distribución, sino también en cuanto a la generación de bienes de uso, de riqueza material. Un tema fundamental en un país como Argentina, dependiente y atrasado en lo que respecta a las fuerzas productivas. Tengamos presente una idea básica del materialismo: “lo que los individuos son depende de las condiciones materiales de la producción” (Marx y Engels en La ideología alemana). Lo cual explica por qué “toda la estructura interna de cada nación depende del grado de desarrollo de su producción” (ibid.). En resumen, es imposible abstraer a la distribución del grado de desarrollo de las fuerzas productivas.
Por eso, y retornando a la Crítica del Programa de Gotha, no es casual que Marx abogue por una concepción “realista, enfrentada a los dogmas y patrañas ideológicas”. “Realista” puede leerse como sinónimo de materialista. Y el materialismo es un buen antídoto contra la charlatanería del socialismo vulgar.
Fuente: https://rolandoastarita.blog/2017/07/14/produccion-distribucion-y-materialismo/

  

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