Después de la condena
del expresidente Lula
El fin de un sueño
14
de julio de 2017
Por Raúl Zibechi (La Jornada)
La condena por la justicia del expresidente Luiz
Inácio Lula da Silva, es el broche final de la ofensiva contra el proyecto de
convertir a Brasil en una nación independiente de Estados Unidos y con
proyección propia en el escenario regional y global. Otros dos arietes de esa
estrategia llevan meses en prisión: Marcelo Odebrecht, director de la empresa
que construye submarinos, y el vicealmirante Othon Luiz Pinheiro da Silva, el padre del programa nuclear brasileño.
El proyecto Brasil Potencia tiene una larga
historia que se remonta, como mínimo, hasta la década de 1950 cuando el segundo
gobierno de Getúlio Vargas (1951-1954). En su carta-testamento, Vargas sugiere
que estaba siendo acosado por presiones de Washington, que no aceptaba, entre
otras, su opción por un desarrollo autónomo del área nuclear. Luché contra la expoliación de Brasil,
escribe poco antes de dispararse al corazón, el 24 de agosto de 1954 (goo.gl/nf2DrF).
Poco después, en 1959, el presidente
desarrollista Juscelino Kubitschek (1956-1960) denunció al FMI y a los enemigos del Brasil
independiente de intentar forzar una capitulación nacional, a fin de que la
industria cayese en manos extranjeras, según afirma Alberto Moniz Bandeira en
su obra Presencia de Estados Unidos en
Brasil (Corregidor,
2010, p. 453).
Una década después, las ambiciones de los
militares brasileños fueron plasmadas por el general y geopolítico Golbery do
Couto e Silva. El militar escribió una obra decisiva, Geopolítica
del Brasil (México,
El Cid, 1978), donde diseña el papel de su país en la región: alianza con
Washington contra el comunismo, expansión interna hacia la Amazonia y externa
hacia el Pacífico para cumplir su destino
manifiesto.
Defendía la idea de que Brasil debe engrandecerse o perecer, política que
fue la brújula del principal think tank del Sur, la Escuela Superior
de Guerra, donde se formaron los mayores cuadros de la burguesía brasileña.
Entre ellos Marcelo Odebrecht, quien en la revista de la Asociación de
Graduados de la ESG agradecía, hace sólo seis años, la vocación y el compromiso
de las fuerzas armadas en la
formación de líderes públicos y privados, a la vez que destacaba que sus
doctrinas contribuyen
efectivamente al desarrollo nacional (goo.gl/SSMKCn).
No es ninguna casualidad que las grandes
empresas brasileñas (Camargo Correa, Odebrecht, Gerdau, Votorantim, Andrade
Gutierrez, entre otras) hayan crecido bajo el ala de las grandes obras del
régimen militar (1964-1985).
El principal proyecto atómico de Brasil, el
Programa Nuclear de la Marina, fue creado en 1979 y en apenas una década consiguió
dominar el ciclo completo de enriquecimiento de uranio con centrifugadoras
desarrolladas en el país. La reacción de Washington fue tan dura como la que
propició en la década de 1950 la ofensiva contra Vargas. El país fue colocado
en una lista negra para impedirle importar materiales
para su programa nuclear.
El vicealmirante Othon era el principal gestor
del programa, razón por la que fue monitoreado
por agentes de la CIA durante
varios años, según medios cercanos a
los militares (goo.gl/AjsBWU). Su prestigio era tan grande
que obtuvo ocho medallas militares. En 2015 fue detenido en el marco de la Operación Lava Jato ,
acusado de corrupción y desvío de fondos desde su cargo de director de
Eletronuclear, la estatal que construye y opera las usinas nucleares.
El programa nuclear fue reactivado bajo el
gobierno de Lula, luego del parón de la década privatizadora. En 2008 se
descubrieron los yacimientos de petróleo off shore, llamados Pre-sal,
lo que movió al gobierno a establecer un acuerdo con Francia para la
construcción del primer submarino nuclear, destinado a resguardar la Amazonia
Azul (costa
atlántica) de donde proviene 90 por ciento de la producción petrolífera.
Odebrecht fue la empresa designada por Lula,
sin concurso, para construir el astillero y una base naval para submarinos en
la bahía de Sepetiba, en Río de Janeiro. La confianza de Lula en la empresa se
debe a la extensa relación entre la familia Odebrecht
y el dirigente del PT, que se inició en las postrimerías de la dictadura cuando
despuntaba como líder sindical.
Marcelo, el CEO de la empresa destinada a
cumplir los sueños de una defensa independiente de Washington y la
multinacional privada más fuerte del país, fue detenido apenas ocho semanas
antes que el vicealmirante Othon. Al empresario lo condenaron a 19 años, aunque
luego negoció unadelación premiada que
reduce su pena. Othon se llevó la mayor condena que han tenido los 144
encarcelados por Lava Jato: 43 años de cárcel.
Bajo los dos gobiernos de Lula (2003-2010),
Brasil sentó las bases de la integración regional mediante la creación de la
Unasur y la Celac, sin la presencia de Estados Unidos, y fue un miembro
destacado de los BRICS. Realizó enormes obras de infraestructura, algunas en la
misma dirección que los gobiernos militares, como la represa de Belo Monte, y
potenció como ningún otro gobierno democrático la renovación de las fuerzas
armadas.
Las tres biografías tienen un punto en común:
desde ámbitos bien distintos, pugnaron por un proyecto propio de gran potencia
para Brasil, lo que inevitablemente molestó a Estados Unidos. Subestimaron al
imperio, probablemente por confiar en la democracia.
Los grandes empresarios suelen ser corruptos,
de lo contrario no llegarían a acumular tanta riqueza. Los militares son el
peor aparato del Estado y sobre eso cabe poca discusión, salvo para quienes
sueñan con milicos democráticos o socialistas.
No creo que ningún presidente en ninguna parte
del mundo sea inocente, por algo llegan a ese lugar. Se puede ser corrupto
robando o sólo haciendo promesas
que, saben, nunca cumplirán.
En el caso de Brasil, la cuestión no es la
corrupción, sino la necesidad de echar abajo un proyecto de largo aliento que
soñaba con modificar la relación geopolítica de fuerzas sin arriesgarse a
combatir.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=229108
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