Ecuador: las mujeres waorani y su trabajo para proteger
el bosque amazónico
24 de julio
de 2017
La producción de cacao
se ha convertido en una forma de obtener ingresos de manera sostenible y cuidar
los recursos del bosque.
Por Valeria Sorgato
· La waorani es una de las nacionalidades que mejor conserva sus
bosques, según datos de la Fundación EcoCiencia. En 15 años deforestaron 33
km2 de un total de 13 551 km2.
· El proyecto Chocolate para la Conservación es un ejemplo de cómo
los indígenas cuidan los bosques amazónicos. Ocho comunidades y 400 familias
son las beneficiadas.
Al norte de la
Amazonía ecuatoriana, en la Reserva de la Biósfera Yasuní ,
300 mujeres de la nacionalidad indígena waorani trabajan para conservar una de
las áreas con mayor riqueza biológica del planeta. Ellas habitan en las
provincias de Pastaza, Napo y Orellana, y conforman la Asociación de Mujeres
Waorani de la
Amazonía Ecuatoriana (AMWAE).
Mencayn Patricia
Nenquihui, de 40 años, es la presidenta de la asociación. Mongabay
Latam la acompañó en su trayecto hacia una comunidad de cinco
familias llamada Tepapare, en la provincia de Napo, a la que llegó para supervisar
la producción y la venta de cacao en la comunidad. El punto
de partida fue la ciudad de Tena, a tres horas y media de Quito. El viaje duró
cuatro horas: dos en auto y otras dos navegando por el río.
pequeña comunidad a
orillas del río se dedica al cultivo de cacao como una alternativa para su
sustento. Sobre la tierra se levantan casas hechas de madera y con techos
tejidos de fibra de palma amazónica. A pocos kilómetros de la comunidad está la
chacra de Guime, una de las mujeres que vive en Tepapare y que forma parte de la AMWAE. Entre plantas
de banano, palmeras de achotillo y papaya crecen los árboles de cacao.
Las chacras de las
mujeres waorani son un ejemplo de cómo cuidan la selva. Según Lourdes
Barragán, antropóloga del Centro de Planificación y Estudios Sociales, los
indígenas crean nuevos bosques dentro de sus parcelas. “Mientras preparan los
terrenos, asocian los cultivos con otras plantas como las frutales, las
medicinales y las que sirven para elaborar artesanías. De cierta manera lo que
hacen es reproducir lo que es la selva pero en un nivel micro, que es la
chacra”, explica. Además cuenta que las mujeres recogen semillas de la parte
más alta del bosque, donde nunca ha habido intervención humana, para
experimentar cuáles se adaptan mejor a diferentes situaciones. “De cierta forma
son creadoras de la biodiversidad”, añade.
La cosmovisión y las
tradiciones ancestrales siguen liderando la vida de los waorani. “Un punto a
destacar es la relación de respeto de los pueblos indígenas hacia la naturaleza. Ellos
se consideran parte del bosque, de los animales, de las plantas. No hay una
separación entre la naturaleza y la cultura”, explica Barragán.
Cambio de hábito
El proyecto Chocolate
para la Conservación de la AMWAE es un ejemplo de cómo los indígenas conservan
y cuidan la Amazonía.
Este emprendimiento nació por la necesidad de proteger a los
animales del bosque que eran cazados de forma indiscriminada, cuenta Elizabeth
Riofrío, asistente de la dirección ejecutiva EcoCiencia y la encargada del
proyecto Chocolate para la Conservación desde la fundación.
Los cazadores waorani
tenían en la carne de monte una fuente de ingreso. La vendían en el mercado de
Pompeya, localizado en la ribera norte del río Napo, a cinco kilómetros del
Parque Nacional Yasuní.
Del 2005 al 2007 se
comercializaron 11 717 kg
de carne silvestre y pescado por año en el mercado de Pompeya, según un estudio
realizado por la Wildlife Conservation Society (WCS). Se menciona que el mercado se
abastecía con carne silvestre que provenía de las comunidades kichwa que viven
a lo largo del río Napo y de comunidades waorani que viven cerca de la carretera. Los
intermediarios compraban la carne y la revendían en diversas ciudades, entre
ellas Coca (provincia de Orellana), Tena (provincia de Napo), Sacha (provincia
de Orellana) y Lago Agrio (provincia de Sucumbios).
La carne de pecarí de
labio blanco (Tayasu pecari), de pecarí de collar (Pecari tajacu)
y un roedor grande de la región, comúnmente llamado guanta (Cuniculus paca),
eran algunas de las más comercializadas.
“Las petroleras
empezaron a entrar a nuestro territorio y mal enseñaron a los indígenas a
obtener dinero a cambio de algo”, dice Mencayn. La introducción del valor
monetario en las comunidades creó necesidades y vicios en los indígenas que
eran desconocidos por sus ancestros. La cacería de subsistencia fue reemplazada
por la cacería comercial. “Sacaban carne de monte para vender gran parte, y muy
poca para la familia. No
llevaban alimento, no compraban jabón ni arroz para las familias, sino que
consumían trago”, añade.
En la época del abuelo
de Mencayn, los animales se encontraban a una hora de sus hogares. Ella afirma
que ahora deben caminar un día entero, arriesgándose a regresar a casa con las
manos vacías.
Si desaparece la
fauna, los bosques se degradan. Galo Zapata, director científico de WCS,
explica que los primates, las aves y otros animales como el pecarí o la guanta
son excelentes dispersores de semillas. “Si la población de estos animales
disminuye es cuestión de dos a tres décadas para que el bosque cambie y se
convierta en un paisaje homogéneo. Las semillas y plántulas de árboles de dosel
se reducen en un 80 %”, explica. Es así que la selva se convierte en lo que
llaman los científicos “bosques vacíos”, ‘zonas muertas’, donde aves, monos,
jaguares y otros mamíferos desaparecen.
En el año 2004 las
mujeres se reunieron con los hombres para proponer alternativas y frenar la
cacería. “Lo primero que ellos nos preguntaron es si nosotras íbamos a darles
dinero. Nosotras dijimos que no vamos a dar dinero, sino que juntos vamos a
trabajar para conservar y cuidar la naturaleza”, cuenta Mencayn Patricia
Nenquihui.
Ya ha pasado más de
una década desde que las mujeres waorani dieron el paso hacia una economía
sostenible. Ahora producen alrededor de 600 tabletas de Chocolate Wao al mes.
Son más de ocho las comunidades y 400 familias, algunas de ellas que no forman
parte de la asociación, las beneficiadas. Por cada libra de cacao que cosechan,
la AMWAE les paga USD 1,25. Después de secarlas en las comunidades, las pepas
de cacao son procesadas en la planta del chocolate Bios —ubicada en Quito— para
crear las tabletas. Estas son distribuidas en supermercados y tiendas a escala
nacional.
“A través de esta
iniciativa se protegen los bosques y su biodiversidad al reducir la presión
sobre estos recursos”, dice Riofrío. Ella explica que las plantaciones de cacao
se siembran en zonas previamente deforestadas en el territorio waorani,
evitando, de esta manera, la expansión de la frontera agrícola.
Cuidando el bosque
Los pueblos nativos
son un componente importante para la conservación de los bosques amazónicos,
pues dentro de sus territorios la deforestación es menor que en zonas fuera de
los mismos y de las Áreas Naturales Protegidas. Así lo indica el Informe y
Análisis de deforestación 2000-2015 de la Región Amazónica
Ecuatoriana , ejecutado en el 2017 por la Fundación EcoCiencia
en el marco de RAISG (Red Amazónica de Información Sociambiental
Georeferenciada).
El informe revela que
hasta el 2015 se deforestaron 7385 km2 en las zonas que se encuentran fuera de
territorios indígenas y Áreas Naturales Protegidas en la Amazonía ecuatoriana,
lo que corresponde al 35,4 % del área original boscosa de estas zonas (20 880
km2). En la tierra ocupada por indígenas se deforestaron 4081 km2 de bosque, es
decir un 6,67 % del total de esa subcategoría, mientras que en las áreas
naturales protegidas se deforestaron 1125 km2, un 3,78 % de estas áreas. “Hay
que considerar que existen km2 que se repiten en el cálculo de deforestación
porque son zonas que se sobreponen entre territorios indígenas y Áreas
Nacionales Protegidas“, explica la directora científica de EcoCiencia, Carmen
Josse.
José Aragón,
coordinador de la Unidad de Geografía de EcoCiencia, indica que la minería, las
hidroeléctricas, la construcción de carreteras, la tala y el petróleo son las
principales amenazas para el bosque amazónico.
Según el Mapa
Amazonía 2016 – Áreas Protegidas y Territorios Indígenas,
actualizado por RAISG, Ecuador tuvo una superficie boscosa amazónica original
de 96 073 km2. Hasta el 2000 se habían deforestado 9020 km2. Del 2000 al 2005
la tasa de deforestación fue de 1054 km2, del 2005 al 2010 fue de 1090 km2 y en
el último quinquenio (2010-2015) la tasa fue de 957 km2.
Aragón, quien
participó en la publicación de RAISG, indica que en una investigación
preliminar se ha observado que en las zonas donde las áreas naturales
protegidas se sobreponen con los territorios indígenas, la deforestación es
mínima, incluso menor a la que existe en las reservas protegidas por el Gobierno.
En Ecuador el 16,7 % del bosque amazónico pertenece a estas áreas sobrepuestas,
según el Mapa de Territorios Indígenas de la RAISG.
Datos de la Cartografía Histórica
de Áreas Naturales Protegidas y Territorios Indígenas en la Amazonía publicado
por RAISG en este año muestran que los waorani, son la nacionalidad que más
territorio ocupa dentro de las Áreas Nacionales Protegidas, con una extensión
de 7580 km2.
Al proteger los
árboles, los pueblos nativos contribuyen también en la lucha contra el cambio
climático. “Entendiendo que el área que ocupan los territorios indígenas en la
Amazonía es el 56 % y el conjunto de bosques que hay en la Amazonía ecuatoriana
más o menos captan el 100 % de las emisiones del país, podríamos concluir que
los territorios indígenas permiten la captación de la mitad o algo más del CO2
que emite Ecuador”, dice Carmen Josse en base a resultados de un estudiopublicado
por la Universidad de Leeds (Inglaterra), en febrero de este año.
“Los waorani van
alternando las áreas donde se asientan para dejar que se regenere el territorio
que se utilizó”, explica Aragón. En la actualidad muchos waorani se han
adaptado al sedentarismo. Este es el caso de la familia de Mencay. Ellos
utilizan áreas que ya han sido previamente deforestadas para sus chacras.
“Ahora vivimos en comunidades. Ya no nos movemos. Antes se iban y se regeneraba
el terreno. Ahora sólo utilizan una parte, si siguen tumbando los árboles
entonces ya no van a existir los bosques primarios”, manifiesta Mencay.
La densidad
poblacional también incide en la baja tasa de deforestación en territorios
indígenas. “Cuando hay demanda desde afuera por los recursos naturales en la
Amazonía, entonces aumenta la presión, pero si existe más trabajo afuera se
reduce la población porque migran a las ciudades y se ejerce menos presión en
los recursos del bosque”, añade Aragón.
La waorani es una de
las nacionalidades que mantiene más conservados sus bosques, según el informe
emitido por la
Fundación EcoCiencia sobre la deforestación entre el 2000 y
2015 en la Región
Amazónica del Ecuador. En 15 años deforestaron 33 km2 de un
total de 13 551 km2.
“Mi abuela me enseñó a
hacer artesanías, me dijo cuáles son las plantas que tengo que sembrar, en qué
tiempo tengo que cosechar, qué frutos se pueden comer y qué plantas pueden
curar”, recuerda Mencayn mientras teje las hojas de chambira coloreadas de
pigmentos naturales para crear un plato. “Yo tengo la idea de que debo cuidar
lo que mi abuelo en 100 años cuidó y no destruyó”, cuenta junto al fuego de la
cocina de Guime.
Cuando se le pregunta
de qué tiene miedo, habla sobre males que aparecen como consecuencia de la
contaminación. “Cuando hay derrames y el río se contamina aparecen enfermedades
que antes no conocíamos”.
Mencayn dice que las
mujeres son las que más luchan por proteger la selva. Es el instinto
materno que las llama a la hora de buscar alternativas sostenibles, porque
quieren que sus hijos y nietos sean testigos de lo bondadosa que puede ser la
naturaleza.
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