El horizonte de la
deshabilitación
27 de julio de 2017
27 de julio de 2017
Por Ramón Vera Herrera
La represión que
ejercen los gobiernos y las propias corporaciones desatadas sobre los territorios
de los pueblos y comunidades campesinas, es sólo una parte de un proceso
general de deshabilitación y fragmentación del “nosotros”, de los ámbitos
colectivos y comunitarios y de cada persona en lo individual con el fin de
precarizarnos para después subyugarnos para sus propios intereses.
Esto es
particularmente cierto en la guerra contra la subsistencia de los pueblos
originarios y las comunidades campesinas —y se ejerce de formas muy concretas;
las represiones directas son sólo uno de los pasos.
1. El primer paso, que sigue siendo crucial para la
acumulación de capital es separar a los pueblos de sus fuentes de subsistencia,
de su entorno de subsistencia, algo que tiene una larguísima historia: la
invasión de los territorios, el confinamiento y privatización de los ámbitos
comunes, el acaparamiento de la tierra a manos de los voraces terratenientes. Y
ese despojo histórico ha ido asumiendo formas más sofisticadas conforme avanza.
Por ejemplo, el
acaparamiento de tierras es un fenómeno que ha sido difícil visibilizar porque
gobiernos y corporaciones agrícolas ahora no necesariamente roban la tierra,
sino que la rentan, la compran, o someten a las poblaciones rurales a la
“agricultura por contrato”, en condiciones totalmente desiguales. Una forma del
acaparamiento en la medida en que quien produce, muchas veces en su propia
tierra, tiene que rendir su fruto para quienes detentan el contrato.
En el sentido
contemporáneo, “acaparamiento” significa que los gobiernos y corporaciones
controlan extensiones de tierra muy grandes, con todo y sus pueblos.
No obstante, en aquel
primer momento (que da origen a la acumulación capitalista) quien detenta el
poder arranca a la gente de sus fuentes (de su entorno) de subsistencia. Es
despojo y el primer paso de una deshabilitación progresiva. Jean Robert,
siguiendo pistas de Iván Illich, le llama la “enajenación originaria”, porque
la gente ya no puede producir lo que le importa, sino que es forzada,
sutilmente o con violencia extrema, a producir algo que no sólo no le importa
sino que pudiera ser nocivo para el mundo o por lo menos para quienes
directamente lo producen.
Ese producir para
otros, “quién sabe qué”, eso que Jean Robert llama también “desvío de
producción”, y que convierte la “labor creativa” en “trabajo abstracto”, es
decir, sojuzgado en la explotación de servir a la reproducción del capital. No
sólo está en el origen de éste sino que es la piedra de toque de la erosión
general de la socialidad que sufrimos, de la normalización de la desesperanza.
El segundo paso de la
deshabilitación, de lo que el Grupo ETC llama las “redes de subsistencia”, es
menospreciar, erosionar, privatizar, prohibir, y hasta criminalizar los medios por los cuáles la gente resuelve eso que le
es pertinente para el cuidado de los suyos, en un proceso de reproducción
virtuosa de lo que nos puede fortalecer y hacer más nosotros mismos.
En realidad lo que
está ocurriendo es que los poderes impiden que la gente resuelva por medios propios lo que más le importa, por un lado, y
por otro precariza, fragiliza a la gente para que se vea obligada a trabajar
para los fines de otros. Servir a los intereses de otros a partir de quedar
sumergido en el reino de la escasez, en el reino de la necesidad, en la plena
orfandad. A eso, Iván Illich, le llamaba “desvalor”.
2. Cómo comprender que el despojo más brutal que nos
perpetran es impedirnos resolver por nuestros propios medios
nuestros asuntos más cruciales para nosotros, como producir nuestros propios
alimentos, resolver nuestra salud, reivindicar y ejercer todos los cuidados y
saberes que hacen posible lo cotidiano; nuestra reproducción en nuestros
propios términos —y que va de las semillas al funcionamiento cotidiano pasando
por el cuidado y regeneración del agua, los embarazos y los partos, el
encauzamiento de la comunidad, el flujo de los saberes, el desciframiento de
los tiempos, los vientos, los sueños, la justicia, la bondad, el equilibrio,
todo siempre en relación con el territorio que le otorgaba sentido a lo que
hacíamos.
Nos arrancan de la
tierra y nos criminalizan nuestros saberes, y al expulsarnos, no es de la
tierra y lo saberes de lo que nos expulsan sino de nuestra vida.
Repensando a Marx,
podemos decir que la acumulación originaria es una condición de las relaciones
impuestas por el capital. Es la relación de despojo de la que parten
sojuzgamientos y acaparamientos. No se trata de un primer eslabón primitivo,
sino del fundamento de la
relación. Para poder ejercerla es claro, como dicen Iván
Illich y Jean Robert, el poder requiere provocar dependencia, fragilidad y
precariedad, romper la labor creativa y volverla trabajo “abstracto”, trabajo
enajenado. Ya lo hemos dicho mucho, se trata de impedir que la gente resuelva
por sus propios medios lo que es
pertinente, lo que la hace libre y la devuelve a la comunidad. Es el
momento de la muerte de la reproducción de cada quién para sus propios fines y
con sus propios medios (lo que
define una autonomía) para someterlo todo a los dictados de la producción y la
sola y omnipresente reproducción del capital para sus fines y sus medios .
Así, nos roban la
subsistencia, nuestro aprendizaje y crianza mutua, nuestra salud y bienestar,
nuestro nacimiento y muerte, nuestra propia imaginación, nuestra búsqueda de
una responsabilidad compartida, es decir una justicia y un equilibrio.
El poder nos ha robado
todo lo anterior al punto de hacernos suponer que todo lo que nos ocurre es
normal, que todo lo que sufrimos es normal, porque somos ineptos, incapaces,
absurdos, redundantes, obtusos, fragmentarios, individualizantes, mezquinos,
egoístas, racistas, machistas.
Al final de este
proceso, la anulación de la autonomía de las comunidades las orilla a irse
“porque ser campesino no funciona”.
Arrancar o escindir a
la gente de sus fuentes y medios de
subsistencia alcanza una brutalidad que tiene cifras (300 mil en sexenio y
medio) migrantes más de 20 millones. Desplazados internos 1 millón 650 mil ÷
2006 y 2011. Sólo en 2011 160 mil. Las cifras siguen creciendo.
3. En México las comunidades y organizaciones que reflexionan
sobre ese punto dicen que los programas de gobierno o la certificación de
explotaciones forestales, o los programas dirigidos a la total monetarización
de la economía comunitaria o la certificación de productores, los nuevos censos
de contribuyentes, la “facturación”, o los programas dirigidos a la
institucionalización del cuidado, los apoyos financieros a viejitos, a madres
solteras, a niñas de secundaria (para que no dejen de ir) están diseñados para
cambiar la racionalidad de sus vidas, una verdadera andanada de proyectos de
deshabilitación.
Es “la guerra como
programa de desarrollo”. Con esa guerra la agricultura cambió. (Hoy les venden
a las comunidades o a gente individual contratos para ligarse con grandes
empresas en monocultivos industriales de invernadero supuestamente rentables
según el mercado: hay brócoli, bayas, moras, jitomate, soya, agave, palma
africana, que además de producirles ganancia a tales empresas reorganizan los
territorios y también expulsan a las comunidades. Los expulsados devienen jornaleros
esclavos de a 5 dólares al día.)
Todo eso comenzó de
modo abierto con la
Revolución Verde de los años sesenta, un embate perenne por
erosionar, menospreciar, prohibir o de plano criminalizar las principales y más
antiguas estrategias de la humanidad. (En realidad este embate existe desde que
se exigió que la gente trabajara para quienes detentaban el poder, porque está
en el fondo de la racionalidad y voracidad de los mandones, pero nunca había
sido trabajado como política pública, y menos internacional.)
Esta ilegalización o
criminalización de la lógica de subsistencia campesina y sus medios o saberes que fue la Revolución Verde ,
decreta la imposibilidad de mantener el flujo de la vida y la agricultura:
a. se someten a
registro, certificación y privatización con patentes y derechos de obtentor las
semillas que son “legado de los pueblos al servicio de la humanidad” y comienza
a criminalizarse mediante leyes y normativas internacionales incluidos los
tratados de libre comercio, la custodia y el libre intercambio de semillas
nativas.
b. se hace onerosa la
actividad campesina al incluir paquetes tecnológicos como los insumos
agroquímicos (sumamente tóxicos) más semillas certificadas que deben comprarse.
c. Semillas de
laboratorio y agrotóxicos comprometen aún más la actividad de producción (sin
reproducción propia) desplomando la rentabilidad de la actividad campesina al
tiempo que se contaminan las semillas con transgénicos, se intoxican los
terrenos y se los agota, con lo que la actividad es tan cargosa que la gente se
vuelve redundante.
d. Como puntilla se
imponen previsiones, normativas, estándares y criterios, registros y normas de
calidad y sanidad más condiciones de compra-venta que vuelven imposible la
actividad, sobre todo a partir de los tratados de libre comercio y su apertura
a normas sanitarias que las grandes corporaciones, en complicidad con los
gobiernos, imponen con el fin de dejar fuera de la jugada a los pequeños
productores. Jugarretas más o menos, la gente termina pensando que su actividad
productiva no funciona.
e. Ha ocurrido la
deshabilitación extrema. La gente, enfrentada con una exterioridad impuesta que
alimenta su propia percepción, les hace pensar que es normal lo que les ocurre
y que ellos son los que fallan, los incompetentes, los ignorantes ineptos e
incapaces.
Su única opción para
recuperar su propio sentido, es abandonar la actividad y salir.
Las poblaciones
deshabilitadas se van, “expulsadas”. No fue necesario un desalojo sangriento.
Pesa la minería, los proyectos del petróleo, las hidroeléctricas, la
servidumbre energética, los desarrollos inmobiliarios y turísticos, los
basureros tóxicos, la ocupación de un espacio que ha quedado vacío, pero además
el extremamiento de la lógica industrial para todo. Nada que no sea industrial
es permitido.
Cuando hace falta, la
represión directa sigue siendo una útil herramienta del sistema.
4. ¿Cómo identificar y responder a lo que provoca en el
cuerpo el capitalismo, la vida totalmente industrializada? La reproducción de
la vida en los términos propios, que incluye los aspectos más cotidianos, más
sutiles de la relación con el cuerpo queda, en esa lógica, necesariamente
anulada. Esto implica un gozne que expresa las contradicciones y
complementariedades entre campo y ciudad.
La industrialización
tan brutal de la producción agrícola y la eliminación de la producción
campesina tienen su batalla en los cuerpos de las personas, tanto en la ciudad
como en el campo.
En el extremo las
corporaciones van más allá e imponen esa lógica industrial a su propia lógica
de producción agrícola y a todo el sistema agroalimentario. La gran industria
deja de producir comida (alimentos frescos) que la meten a múltiples y
disímbolas consideraciones de cuidado y conservación, sustituyendo su tendencia
productiva hacia cultivar casi en exclusiva materias primas, para que a su vez
la industria fabrique alimentos procesados.
Esta lógica tiene su
extremo en la producción industrial de componentes de esos alimentos procesados
(uniformados), mejor descritos en la idea de “productos comestibles”. Y la otra
es promover los grandes monocultivos de soya, maíz, canola y palma africana
para elaborar “piensos o croquetas” para humanos.
Así, en esa misma
lógica, las corporaciones logran imponer la disponibilidad de ciertos alimentos
(dónde están y cuáles alimentos). Logran controlar lo que la gente come,
mediante el control absoluto de los puntos de venta.1
El negocio de la alimentación
es tal vez el más lucrativo del momento. Los ingresos netos de supermercados y
procesadores de alimentos son cada vez mayores. Tan sólo en México, los
alimentos procesados le brindan a las grandes compañías como Nestlé o Pepsico,
más de 24 mil millones de dólares anuales de ganancias y convierten a México en
uno de los 10 principales productores de procesados en el mundo.
Las reformas
energéticas son un ejemplo extremo de cómo pretenden someter todas la tierras a
un destino de productoras de petróleo, gas, minerales, agua, impidiéndoles
producir alimentos, impidiéndole a los custodios y dueños de esas tierras
alimentar a la gente, devastándolo todo.
Se pretende destruir
la relación de la gente con su tierra y su labor creativa, además de destruir
la propiedad social que hoy es 50% del territorio nacional.
5. Para revertir la deshabilitación, para
reconstituirnos como gente que encarna desde sí los procesos que más nos
importan, tenemos que entender, aun, la lógica que hace posible la
deshabilitación.
El meollo del asunto
es el sentido que podemos construir. Eso que le llamamos percepción popular no
es sino el sentido que construimos en común, que nos potencia o nos niega la
posibilidad de la transformación y nuestro impulso de metamorfosis. Por supuesto
tiene que ver con el “nosotros” porque el saber se construye en colectivo. Y en
eso, el poder ha buscado fragmentarnos. El “nosotros” es el enemigo principal
del dinero. El dinero, decía Marx, es el contrario exacto de la comunidad; el
principio de las mediaciones para evadir la socialidad, el inicio de la erosión
de la mutualidad.
Entonces también
entender la guerra como programa de desarrollo.
Entender el desvío de
poder que es poner candados, fijar o convertir en norma mecanismos obturadores
que abran margen de maniobra a las empresas y obstruyan la justicia.
Para hacer posible el
desvío de poder (hablando en términos sistémicos) es indispensable que el
Estado, con su aparato jurídico, ejerza impunidad, impermeabilidad, maraña
legal y administrativa, fabricación de disposiciones adhoc, represión.
Confusión, divisionismo, políticas públicas (la bala de azúcar), pero también
el despojo directo, el acaparamiento, el totalitarismo fragmentario y feudal
donde todo mundo tiene a alguien que le agarra el pescuezo. Ese Estado
delincuente imbricado totalmente. Listo a reprimir y desaparecer, asesinar y
encarcelar.
Entre los empeños de
las corporaciones uno de las principales es criminalizar las estrategias más
antiguas de la humanidad, criminalizar la custodia de las semillas nativas y su
intercambio, menospreciar los métodos de la agricultura campesina con todos sus
saberes. El paso ulterior es la privatización generalizada, los regímenes de
propiedad intelectual, que mantengan un control de las semillas, pero también
de los saberes. Impedir que los saberes fluyan libremente. Que las semillas
fluyan libremente en el intercambio y el cuidado de milenios.
Si a eso le agregamos
todo lo que las corporaciones perpetran en su descuido o en su afán de evadir
las responsabilidades de otras acciones, nos enfrentamos con la devastación
ambiental: envenenamiento, basura, represas, privatización y acaparamiento de
agua, deforestación, urbanización salvaje, acaparamiento del fondo de semillas,
criaderos industriales, monocultivos agroquímicos, minería.
6. Esa reconstitución entonces comienza con diálogo,
reivindicando nuestra palabra.
Si el saber se
construye en colectivo y debemos reconstituir a los sujetos, eso significa, ni
más ni menos, reconstituir el colectivo, lo común, comenzando con la palabra,
con el diálogo, la conversación; poniendo la responsabilidad en el centro mismo
de nuestras acciones.
Eso implica abrir
espacios de diálogo y reflexión libres.
El Tribunal Permanente
de los Pueblos que ejerció en México entre 2011 y 2014 fue una muestra mínima
de lo que se puede lograr: en ese proceso se abrieron entre 350-500 talleres en
22 estados, 40 preaudiencias, 12 audiencias y la convocatoria a 270 jurados de
todo el mundo junto con la participación de 1500 organizaciones.
Esto quiere decir que
se puede revertir la deshabilitación y la cosificación al sistematizar lo que
nos ocurre, al lograr un pleno entendimiento de las condiciones que pesan sobre
nosotros; al recuperar nuestra historia y saberes situados, localizados, incrustados,
pertinentes. Al decidir la defensa contra el despojo, expulsar invasores,
defender nuestros territorios.
Al ejercer los
cuidados en la reproducción de nuestras propias premisas (nuestros cuidados,
nuestras visiones, nuestra autonomía), al articular procesos autogestionarios:
los que nos fortalecen como sujetos, nos potencian y promueven creatividad
mutua, creatividad social.
Al resolver por
nuestros propios medios lo que más
nos importa.
Así se logra volver al
“nosotros”. El “nosotros” es el principal territorio: el tejido y retejido
constante de nuestras relaciones significativas. El lugar donde habitas, tu
hábitat, como espacio geográfico pero también tu propio cuerpo.
Debemos insistir en
que por comunidad entendemos la insistencia mutua, histórica en una relación.
Es una construcción colectiva entre los procesos vivos que establecen un
tramado infinito en que te reconoces y te vuelves a reconocer.
Es crucial entonces
recuperar el sentido, revindicar nuestro sentido en común a partir de los
relatos y las historias, fruto del impulso narrativo que sólo se puede tejer en
colectivo. Dejar de juzgarnos con los criterios de quienes nos oprimen.
7. Pensar que cada rincón es un centro, implica reconocer y
reivindicar nuestra propia constelación de circunstancias, y nuestro ser centro
únicos de nuestra experiencia, nuestra historia, nuestro camino.
Somos puntos en una
línea compleja, compuesta por un tramado de líneas que confluyen y que desde la
valoración instantánea parece literalmente cercenada de la historia. Pero
somos centro de un círculo entreverado e imbricado conformado por todas las
memorias, los legados, las historias, las herramientas con que nos cubrieron
quienes nos predecedieron, nuestros ancestros, desde tiempos inmemoriales.
Nuestra voluntad de
re-conocimiento mutuo, de responsabilidad compartida, de búsqueda de una
percepción común, es nuestro talismán más vital. No se trata de una “percepción
popular”, sino de la visión propia común, tejida entre el abajo y la
documentación sistemática, al servicio de la misma gente.
Revertir la
deshabilitación es romper la cosificación.
Es no pedirle a nadie
nada para ser. Es defendernos del deterioro, defender el sentido en común, es
abrir espacios de conversación y reflexión compartida.
Cuando ante la deshabilitación
emprendemos una resistencia, ésta tiene dos modalidades: una es como el
mantenimiento y la pervivencia ante el cúmulo de cambios; la otra es la
transformación de lo inmutable que nos tiene sometidos.
El punto central
entonces es intentar entender juntos, promoviendo herramientas-procesos
conviviales. Todo aquello que no sólo no te desliga del cuerpo social (con su
enajenación, dislocación y arrancamiento) sino que fomenta la creatividad, la
autonomía y permite resolver por medios
propios nuestro horizonte de justicia.
Notas
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