Los normalistas, la
educación pública y México
29 de junio de 2017
Por Francisco Lemus (Rebelión)
Una de las muy escasas oportunidades para salir de la marginación
la representan las escuelas Normales rurales, que para muchas familias
campesinas son la posibilidad de que sus hijos puedan aspirar a una vida mejor.
Primero despojados de oportunidades en la marginación del campo, ahora en las
aulas de clase gracias a las contrarreformas neoliberales. La historia de las
Normales rurales en México ha estado marcada por la lucha social, desde su
nacimiento, con el proyecto de educación socialista, hasta el auge de las
acciones guerrilleras en la década de los 70. Esto las convierte en una amenaza
viviente para el Estado que preferiría que los Normalistas se integraran a la
apatía que caracteriza en este momento a la mayor parte de los estudiantes.
Pero aún en los momentos en que los
estudiantes han buscado hacerse escuchar hay algo que distingue a los
normalistas. El ejemplo más notable es el del movimiento #YoSoy132, al que
bastó una acción represiva por parte del gobierno federal el 1º de diciembre de
2012 para desmovilizarlo y sumarlo a las luchas del pasado.
Una historia de lucha no se puede subestimar
tan fácilmente, y a pesar de sus errores tácticos y estratégicos, hay que
reconocer que los normalistas han tenido el temple de salir una y otra vez
después de las acciones represivas del Estado, ya sea mediante el gobierno
federal, estatal y a veces hasta municipal.
El gobierno federal sabe que tiene en ellos y
en los profesores sindicalizados a sus adversarios más fuertes en su plan de
llevar a cabo una contrarreforma que le ponga fin de una vez por todas a la
idea de educación pública que México ha tenido hasta ahora, para entonces poder
seguir con otros contrincantes menores en número y en organización: los
estudiantes y profesores universitarios.
La educación pública y gratuita tenía un fin
en la era del modelo de sustitución de importaciones, generar mano de obra
capacitada para inversionistas nacionales o extranjeros, ahora que es más
negocio vender servicios, se ha decretado que la educación, aún esa que genera
obreros, debe ser un bien de mercado, y quien “se esfuerce” debe ser quien
acceda a ella.
El normalista asume, hoy más que nunca, que para poder sobrevivir
tendrá que enfrentarse al Estado para el que es un estorbo. No sólo reconoce
que es el heredero de una lucha de casi 100 años, también reconoce que para el
Estado sus padres y abuelos fueron instrumentos y ahora son estorbos, que si no
luchan van a desaparecer no sólo figurativamente, también físicamente.
El problema es que el resto de la sociedad se
niega a aceptar que si los normalistas desaparecen, y con ellos el modelo de
educación pública, las repercusiones en el aumento del costo de la vida y los
retrocesos en la vida democrática del país no se harán esperar, afectando a los
sectores más precarios que, vale aclarar, son ya más del 60 por ciento de los
mexicanos.
La retirada del Estado mexicano de sus obligaciones sociales sólo
puede dar pie a pensar que prefiere tener un país cada vez más desfragmentado,
con altos índices de pobreza y delincuencia, que empezar a reconstruir
condiciones para un verdadero desarrollo nacional.
Publicada por primera vez en Cambio de Michoacán: http://www.cambiodemichoacan.com.mx/columna-nc25390
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