Salud mental en una
sociedad neoliberal
3
de julio de 2017
Por Paco Cervera (eldiario.es)
Tras 10 años de crisis, podríamos llamar a las
circunstancias actuales como nuevo-viejo modelo económico, basado en una
economía de servicios y cuya principal vía competitiva es el precio. Pésima
elección que va a afectar a nuestro bienestar como sociedad de manera significativa.
Una de las vías que más van a interferir en nuestra calidad de vida va a ser la
salud, y en concreto, la salud mental.
Según la Organización Mundial
de la Salud (OMS), la salud mental es "un estado de bienestar en el cual
el individuo es consciente de sus propias capacidades, puede afrontar las
tensiones normales de la vida, puede trabajar de forma productiva y fructífera
y es capaz de hacer una contribución a su comunidad". En España, entre las
diez enfermedades más declaradas, según la Encuesta Europea
de Salud (2014), encontramos dos de carácter mental, como son la depresión
(6.89%) y la ansiedad crónica (6.85%). Si nos centramos en la depresión, la
misma encuesta nos dice, atendiendo a un cuestionario específico (Patient
Health Questionnaire, PHQ-8), que alrededor de un 16% de la población de
nuestro país presenta sintomatología depresiva en diferentes grados. Según se
informa: "En términos absolutos, casi cinco millones de personas
(4.929.400) presentan sintomatología depresiva leve o moderada (12,74%) y otro
millón (1.110.600) moderadamente grave o grave (2,87%). En total, más del 15%
de la población residente en España presenta sintomatología depresiva de
distinta gravedad".
Las causas que existen
detrás de una enfermedad mental son múltiples y muchas veces se combinan entre
ellas. Por ejemplo, existen factores bio-genéticos como el envejecimiento y la
discapacidad física de nacimiento o la forma en que nos enfrentamos ante
grandes catástrofes sobre los que poco se puede incidir. En cambio, existen
otros sobre los que sí que disponemos de elementos de choque pero que la
ideología hegemónica vigente no permite que actúen a favor de nuestra salud.
Es notorio que el
sujeto neoliberal es individualista, egoísta, avaro y competitivo. Estos
valores no nos son propios a ciudadanos criados bajo los dogmas de la tradición
católica y son más propios de culturas protestantes calvinistas. Nos medimos
por lo que obtenemos y por lo que gastamos, convirtiéndose esta simplificación
en una forma de vivir que llena muy poco a la complejidad del ser humano. El
imperialismo capitalista, también conocido como globalización neoliberal, está
provocando continuamente conflictos internos en las personas que distinguen
entre cómo fueron educados por sus familias y cómo les exige el sistema que
sean. Un ejemplo claro lo encontramos con la actual figura del
"emprendedor" y su accesorio timo de la psicología positiva, con
frases que responsabilizan al individuo de su éxito o fracaso, sin tener en
cuenta el entorno.
El propio sistema está
polarizando la sociedad, el grado de desigualdad y la tasa de pobreza están
manteniéndose, junto a la precarización del trabajo y, por tanto, a la
inestabilidad vital. Existen numerosos estudios que relacionan a la pobreza,
absoluta y relativa con el riesgo a sufrir alguna patología de este tipo. Por
ejemplo, en Unhealthy Societies: The Afflictions of Inequality (Wilkinson, 1996), el autor se
pregunta cuáles son los determinantes de las diferencias de salud entre países.
Entre las evidencias que se obtienen, destacan que los países con niveles de
ingreso bajos tienen peor salud que los de ingreso mediano y alto; pero este
hecho se repite dentro de los propios países entre zonas más ricas y más
pobres. Además, de esta relación cabe destacar la causalidad entre ambas, esto
es, a mayor pobreza mayor riesgo de trastorno mental y viceversa. Por tanto,
hay que luchar contra la pobreza, pero también contra desigualdad para
disminuir este riesgo.
Si entendemos que el
trabajo es el factor alrededor del cual la mayor parte de la sociedad organiza
su vida, la precarización del mismo conlleva ineludiblemente a la precarización
de la propia vida de las personas. Conceptos como flexibilidad, ajuste,
movilidad vertical y geográfica, entre otros, sólo pretenden esconder el
verdadero impacto social que conllevan. Cada Encuesta de Población Activa vemos
cómo la contratación temporal supera con creces la contratación indefinida,
pero tampoco pensemos que esta última sirve de colchón. Si consideramos también
que teniendo en cuenta que la remuneración, además de escasa es insegura, todo
junto provoca el desmoronamiento de lo que era un proyecto de vida y como
consecuencia conlleva no pocas frustraciones. Según la Millenial
Survey Data de Telefónica, el 51% de los
jóvenes entre 18 y 30 años consideran que "los mejores días han
pasado" en oposición a los que consideran "que están por
llegar".
La tasa de paro por
encima del 15% de manera constante desde el 2009 es un factor a tener en cuenta
cuando hablamos de salud mental. Está demostrado que existe un mayor riesgo de
padecer este tipo de enfermedades si estás parado que empleado, aunque estar
empleado hoy puede provocar también un aumento del riesgo si has sufrido con
anterioridad episodios de pobreza. Es decir, el miedo a perder el empleo
provoca periodos continuados de estrés que pueden desembocar en este tipo de enfermedades.
La lucha enfermiza
contra el déficit público ha provocado que las políticas públicas hayan ido
desmantelando el paupérrimo estado del bienestar que nos habíamos permitido en
este país. Los recortes en cantidad y calidad de sanidad, educación y resto de
políticas sociales, como dependencia, son factores que contribuyen de manera
inequívoca al aumento del riesgo de sufrir estas dolencias. Piensen el caso de
una familia que debe cuidar a una persona de edad avanzada y que pagarle una
residencia, con los cuidados que se merece, resulta inasumible. Una opción es
que un miembro de la familia abandone su puesto de trabajo con la consiguiente
disminución de la renta familiar.
Podríamos considerar
que esta situación será pasajera y que cuando las cosas vayan mejor todo
cambiará. La juventud se está enfrentando a una tasa de paro superior al 40% y
a una tasa de abandono escolar del 20%, la más alta de Europa. No pueden
abandonar el hogar familiar, por el encarecimiento de los alquileres y la
precariedad laboral, hasta los 28 años de media. ¿En serio pensamos que va a
ser pasajera esta situación?
A modo de resumen,
hemos dicho que la pobreza, tanto absoluta como relativa, la clase social, el
desempleo y las políticas sociales son factores que afectan al riesgo de
padecer algún trastorno mental. En materia de desigualdad, según el índice de
Gini, estamos en niveles de 1995 alrededor del 0,34 y según el indicador
S80/S20, estamos por encima, 6,6 (2016) comparado con 5,9 (1995). La tasa de
paro pocas veces en la democracia ha bajado del 10%. Y pertenecer a la clase
trabajadora te condena a una precariedad vital en detrimento de la rentabilidad
del capital. No estoy convencido de la temporalidad de estos hechos, más bien
es el propio sistema y si no le ponemos remedio, las consecuencias sobre
nuestra salud pueden ser devastadoras. Luchar contra los efectos de la
enfermedad mental con medicamentos sólo sirve para enmascarar una realidad que
precisa soluciones desde la
raíz. Políticas valientes que construyan un Estado de
Bienestar digno y que pongan a las personas por encima del capital se necesitan
y no sólo en España.
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