El escenario
regional después de Dilma
3 de septiembre de 2016
Por
Raúl Zibechi (La Jornada)
La
destitución de Dilma Rousseff por el Senado más conservador desde 1964 (año del
golpe de Estado contra João Goulart) cierra el ciclo progresista que se inició
con la asunción de Luiz Inacio Lula da Silva el primero de enero de 2003.
Siendo Brasil el país más importante de la región y el que marca tendencias,
estamos ante una inflexión irreversible en el corto plazo, donde las derechas
conservadores imponen su agenda.El panorama regional sudamericano aparece claramente dominado por la alianza entre el capital financiero, Estados Unidos y las derechas locales, que muestran un dinamismo difícil de acotar a corto plazo. Hay que remontarse a principios de la década de 1990 para encontrar un momento similar, pautado por el triunfo del Consenso de Washington, el auge del neoliberalismo y el derrumbe del bloque socialista.
Sin embargo, sería equivocado pensar que estamos volviendo al
pasado, por más que algunos analistas crean que se están perdiendo conquistas. La realidad indica que la
región camina hacia adelante pero, en lo inmediato, lo que tenemos enfrente no
es la sociedad igualitaria y justa con la que soñamos, sino un inminente choque
de trenes entre los de arriba y los de abajo, y luchas entre clases, razas,
géneros y generaciones. Hacia ese desenlace va la humanidad, y ese es el futuro
a mediano plazo que se avizora en la región.
En rigor, este panorama ya se venía perfilando desde hace varios
años, cuando aún gobernaban los progresistas, por la creciente alianza de hecho
entre las clases medias (viejas y nuevas) y los más ricos, en gran medida por
el triunfo de la cultura consumista, despolitizadora y conservadora que
impulsaron esos mismos gobiernos. Pero lo que importa, mirando hacia adelante,
es el mentado choque de trenes.
Una nueva
derecha se ha impuesto en Habrá que volver con más detalle sobre este movimiento, que promueve la disociación entre educar (responsabilidad de la familia y la Iglesia) e instruir (transmisión de conocimiento, que es la tarea de los profesores). Si los proyectos de ley que ingresaron al parlamento fueran aprobados, una porción de los docentes podría ser sancionada por adoctrinamiento ideológico, por hablar de la realidad del país, ya que en las aulas, pregonan, no debe existir la libertad de expresión. En esa realidad no sólo entra lo político, sino incluso la violencia contra las mujeres. Apenas una muestra de lo que viene.
Para comprender por dónde va la nueva derecha no hay que mirar
atrás, o sea, el periodo de las dictaduras, sino a personajes como la primera
ministra británica, Theresa May, quien asegura estar dispuesta a usar armas
nucleares aunque le cuesten la vida a inocentes (The Guardian,18/7/16).
O como Hillary Clinton, que considera a Vladimir Putin el nuevo Hitler. No son declaraciones
aisladas o fuera de contexto, es el estado de ánimo de las nuevas derechas, guerreristas,
dispuestas a arrasar naciones enteras, como ya hicieron con media docena de
países en Asia y Medio Oriente.
Para que haya choque de trenes tiene haber dos fuerzas antagónicas
en disputa. Eso es lo que se viene perfilando en la región. Hemos recorrido
las nuevas luchas estudiantiles y populares en Brasil (goo.gl/Bz9OBD),
los movimientos que ganan protagonismo en Colombia (goo.gl/DfboIk)
y las nuevas resistencias negras (goo.gl/GTQPzQ), entre otras.
A ellas deben sumarse la renovada fuerza del movimiento campesino
en Paraguay; la resistencia al modelo soyero-minero en Argentina, y, en los
últimos meses, al ajuste del gobierno de Macri; las importantes movilizaciones
de las mujeres contra la violencia machista, como la realizada en Perú en
agosto; la persistencia de los movimientos indígenas en Ecuador y Bolivia.
Se abren nuevas e imprevistas resistencias. En agosto hubo enormes
movilizaciones en Chile, dos grandes marchas de más de un millón de personas
contra el sistema privado de pensiones (Afp), y un cacerolazo, que anuncian el comienzo del fin de un
sistema que fue la clave de la acumulación de capital en el régimen
pospinochetista. Nueve de cada 10 jubilaciones son menores de 220 dólares, o
sea, menos de 60 por ciento del salario mínimo, por lo que la población reclama
el fin del sistema privado.
En esta etapa, el sistema no puede realizar reformas en favor de los pueblos, porque no tiene margen económico ni político. La economía funciona como una máquina que extrae, expropia y concentra los bienes comunes. La política se reduce a fuegos de artificio y deja paso, cada día con mayor evidencia, a la policía para dirimir los conflictos. La principal diferencia entre los colores que gobiernan es de velocidades en la aplicación de un modelo que no deja otra alternativa que la resistencia.
La destitución de Rousseff por un Senado
infestado de corruptos podría ser la ocasión para reflexionar sobre la
inconveniencia de seguir confiando en los mal llamados representantes, que están allí para
devolver favores al capital, y apostar con mayor energía a la organización. Nadie
lo hará por nosotros.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=216265
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