miércoles, 28 de septiembre de 2016

I. Necesitamos, abajo y a la izquierda, poner en cuestionamiento: la lógica, el lenguaje y la percepción (interpretación sociopolítica y actitud respecto a la alteridad) de quienes abusan de su prestigio para descalificar la lucha por los buenos vivires como creaciones desde abajo y por los diversos de abajo. Pero tratemos de aclararnos mutuamente significados de cuanto acabo de decir. Nos referimos a:


24 de septiembre de 2016
Por Atilio A. Boron y Paula Klachko (Rebelión)
Ya el enunciado de "aportes para un debate" se contradice con el desarrollo del artículo. Sobre todo porque sus opiniones son demasiado cerradas en si mismas y despectivas respecto al disenso. Reflexionemos sobre el relato sobre cómo triunfa el progresismo:
"De esta manera, haciendo oídos sordos a una perniciosa moda intelectual que recorrió el continente de punta a punta hace unos años y que exhortaba a no tomar el poder porque tal cosa contaminaría irremisiblemente con el virus estatista a los movimientos sociales y sus proyectos emancipatorios, numerosas organizaciones sociales y fuerzas políticas se dieron a la tarea de diseñar instrumentos, alianzas y estrategias tendientes, precisamente, a conquistar el poder –o al menos el gobierno- apelando a los dispositivos institucionales del estado burgués. Nutría esta opción el convencimiento de que la derrota sufrida por las tentativas insurreccionales de las décadas anteriores, con excepción de lo ocurrido en Nicaragua y El Salvador, habría cerrado ese ciclo (al menos de momento) y que el único camino abierto en ese entonces hacia el poder transitaba por el entramado institucional de la democracia capitalista". [5]

Veamos cómo discuten el posicionamiento contrapuesto de Modonesi y Svampa:
"No menos enigmática resulta la propuesta de un horizonte emancipatorio difuso construido a partir del radical rechazo del Estado o sus aparatos. Esto revela una virginal inocencia que en el tenebroso mundo del imperialismo suele pagarse a precios exorbitantes. Porque, ¿cómo lograr la “emancipación difusa” que requiere librar una intensa y por momentos violenta lucha de clases en contra de las oligarquías dominantes y el imperialismo sin contar con el crucial protagonismo del Estado? ¿Cómo se preserva la Madre Tierra sin una legislación que controle y castigue la depredación capitalista? ¿Basta para ello con las exhortaciones de los movimientos sociales?".

Evidenciamos cómo recurren al sentido común generado por el complejo de la producción capitalista de subjetividades que refuerza la creencia en la normalidad (o fatalidad) de la vida bajo las reglas de la gran burguesía local e imperialista. Al contrario, Modonesi y Svampa atienden al porqué de las resistencias y alternativas surgidas desde la diversidad de abajo de Nuestra América. Son luchas contra la alianza de capitales y estados imperialistas con los locales que avasalla derechos de las comunidades y de toda la población del país-continente al desertificar, envenenar, desalojar, asesinar... Han comprobado que el Estado es funcional a la opresión-represión y no concilian.

La lógica de Boron y Klachko es para convencer que permanezcamos subordinados a los poderosos e impunes. Consideremos sus ejemplificaciones que reflejan su visión de desarrollo y de emancipación e independencia (el cambio de color en el texto es para destacar opiniones):

"Ante esto cabe decir que la modificación de la globalización asimétrica es un proyecto que ni siquiera China está en condiciones de realizar, y que exigirle eso a un país latinoamericano revela un profundo desconocimiento de lo que nuestros países están en condiciones de hacer. En cuanto a que hubo límites en las políticas de redistribución de ingresos y riqueza es cierto, pero: ¿dónde y cuándo no los hubo? Reformas tributarias continúan siendo una asignatura pendiente, pero en algunos países en algo se avanzó, si bien no tanto como hubiera sido deseable. Por último, una vez más, si China concluyó a finales de los años setenta del siglo pasado que con sus propios recursos jamás podría garantizar el crecimiento de su economía para resolver los problemas de su población; que sin una asociación no-subordinada al capital extranjero, posible por la fortaleza de su aparato estatal, jamás darían el salto tecnológico requerido por el desarrollo de sus fuerzas productivas, ¿cómo podrían nuestros países prescindir de una negociación con quienes detentan un práctico monopolio de la alta tecnología? El caso de China es bien ilustrativo. Desde el comienzo de las reformas económicas implantadas por Deng Xiao Ping en 1978, el PIB de ese país se multiplicó por diez y se puso fin a las hambrunas que desde tiempos inmemoriales periódicamente condenaban a muerte a decenas de millones de chinos. Deng se preguntó, ante sus camaradas del Partido Comunista, si China podría, con sus propios recursos, algún día llegar a tener la gravitación internacional que gozaban algunos países europeos como Alemania, Francia o Gran Bretaña. Su respuesta fue un rotundo no. Dijo que para lograr ese objetivo China debía construir un Estado fuerte, para evitar ser sometido al arbitrio de los grandes capitales; que debía atraer la inversión extranjera, con transferencia de tecnología, para apropiarse de los avances tecnológicos de Occidente; que debía lanzar un gran programa de obras públicas, para construir los caminos, puentes, vías férreas, puertos y toda la infraestructura que China requería y, por último, que tenía que realizar fuertes inversiones en educación y en ciencia y tecnología. A la luz de esta reflexión del líder chino, ¿es razonable pensar que países latinoamericanos, incluyendo al Brasil, México y la Argentina, pueden lograr los avances económicos y sociales que esperan sin una negociación con las transnacionales que retienen en su poder los desarrollos tecnológicos más importantes de nuestro tiempo en las principales ramas de la economía? Tomemos el caso de Bolivia y el litio. Durante siglos la oligarquía de ese país mantuvo a su población en la ignorancia y el analfabetismo. ¿Cómo hacer para que, de la noche a la mañana, surja una capa de técnicos del más alto nivel, familiarizados con la más actualizada metodología susceptible de ser empleada para la producción de litio? Por otra parte la extracción y producción del litio, que es criticada por un irresponsable pseudo ambientalismo, tiene un potencial enorme a desarrollar en cuanto energía más limpia y renovable. Pero en Bolivia las transnacionales que elaboran el litio no tienen acceso al salar de Uyuni, que es de donde se lo obtiene y al cual sólo ingresan las empresas estatales. Allí no entra el capital extranjero".

El discurso de Boron y Klachko no sólo pervierte o tergiversa significados e implicancias de la irresponsabilidad humana sino también da golpes bajos. Critica a Modonesi y Svampa porque "dejan en las sombras una diferencia fundamental: que los gobiernos de izquierda –Venezuela, Bolivia y Ecuador- asumieron posturas y ejecutaron políticas más radicales en lo económico y social, construyeron notables constituciones que profundizaron la calidad democrática de sus países, hicieron de la naturaleza un sujeto de derecho (introduciendo una innovación fundamental en el derecho contemporáneo), y adoptaron planteamientos abiertamente antiimperialistas que las versiones más edulcoradas del progresismo, ni hablar del conservadurismo chileno, ni por asomo se atrevieron a ensayar. El ocultamiento del antiimperialismo en un cono de sombras es un rasgo común a las diversas familias trotskistas y a los pensadores liberales, cuya ceguera para ver ese fenómeno llega a ser por momentos alucinante y que en consecuencia sólo les permite ver el árbol y no percibir el bosque, con las consecuencias políticas que de ello se derivan".

Además de estigmatizar a todos los trotskistas incurren en el ataque generalizado a quienes anteponemos la vida y los derechos humanos por sobre el sistema de superexplotación tanto de los trabajadores como de la naturaleza. Su admiración por Tecnópolis se repite en ese lineal análisis del litio y Bolivia. No cuestionan la industrialización capitalista ni la megaminería ni el desalojo de pueblos originarios. En suma Boron y Klachko persiguen combatirnos más que debatir. Acusan a Modonesi y Svampa de "llegar a proposiciones de escaso valor explicativo".

Verifiquemos qué valor explicativo tienen sus refutaciones a Modonesi y Svampa:
"Si la primera premisa errónea es el populismo, la segunda es el anticipado funeral del “ciclo progresista” cuyo fin ha sido proclamado –y en algunos casos anhelado- urbi et orbi por muchos, incluyendo ciertos sectores de una izquierda en cuyo campo de visión todavía no aparece el fenómeno del imperialismo, por imponente y brutal que éste sea (...) En suma: no hay demasiada evidencia concreta que indique que este ciclo ha llegado a su fin. Está enfrentando nuevos desafíos, sin duda, pero de ahí a extender el certificado de defunción hay un muy largo trecho.
Creemos, por consiguiente, que la decisión de someter a discusión la totalidad de la experiencia de los gobiernos subsumidos bajo el confuso rótulo de “progresismo” debe ser bienvenida, porque sin duda hubo, y habrá, errores, turbulencias y contradicciones, como en cualquier otra experiencia política. La crítica y, en especial, la autocrítica son muy importantes en momentos como los actuales, cuando arrecia la ofensiva del imperialismo. Pero esto debe hacerse siguiendo la máxima de Tácito cuando recomendaba examinar las cosas de nuestro mundo sine ira et studio, lo que podría traducirse como “sin odio o animadversión y sin prejuicio o parcialidad”. No es este el caso del trabajo de Modonesi y Svampa, en donde la animadversión hacia las experiencias del progresismo es manifiesta tanto como su parcialidad en el ejercicio de la crítica, donde por lo visto nada ha sido hecho bien y todo está mal. Y la historia es muchísimo más complicada, en donde el bien y el mal se entremezclan de tal modo que se requiere un espíritu muy sobrio y alerta para distinguir el uno del otro.

Sin embargo, desde el punto de vista de la vida concreta de millones de hombres y mujeres que conforman nuestros pueblos, sin duda el bien primó sobre el mal durante más de diez años, en los que si bien no se ha “dado vuelta la tortilla”, se han logrado importantes conquistas materiales, culturales, políticas, en derechos humanos y civiles, y avances en el sueño de la integración latinoamericana, que dignificaron y significaron una fenomenal ampliación de la ciudadanía, -es decir: ampliación de derechos aun dentro del sistema capitalista- al igual que los llamados procesos nacional-populares o populismos de mediados del siglo veinte. La dialéctica de la historia que, obviamente se aleja de cualquier revolución de manual, nos enseña que, aun con todas sus contradicciones, lo que viene después de los gobiernos progresistas -y mucho mas lo será de los revolucionarios- son salvajes intentos por maximizar las tasas de ganancias removiendo a cualquier costo las limitaciones impuestas por movimientos y gobiernos populares. En varios de nuestros países el ataque de la derecha puso a los movimientos sociales en guardia y ya se están erigiendo fuertes resistencias a aquellas tentativas. Por ello, la defensa de los procesos progresistas y revolucionarios que están de pie -aún bajo el intenso e incesante fuego económico, político y mediático del imperialismo y la reacción- es la batalla estratégica de nuestro tiempo. Defensa que no excluye una necesaria autocrítica para rectificar rumbos, pero sin dejar de señalar que, vistos en perspectiva histórica, los aciertos históricos de estos procesos superan ampliamente sus desaciertos y limitaciones".

No hay comentarios:

Publicar un comentario