Entrevista a François
Houtart, sociólogo y teólogo
"El bien común de
la humanidad como
matriz de la nueva sociedad"
23 de septiembre de 2016
Por Cira Pascual Marquina (Polítik)
Esta conversación con el sociólogo y teólogo de la liberación François
Houtart , que apareció por primera vez en el número 17 del
mensuario PolítiK, explora
los límites de los procesos de cambio en América Latina y el concepto de bien común de la humanidad.
-Cira
Pascual Marquina (CPM): En el libro Más allá de la economía, el bien común de
la humanidad (2013), planteas que para asegurar la continuidad de la humanidad
y de la vida en el planeta hay que construir un nuevo paradigma en el que el
bien común esté por encima del bien individual. ¿Podrías explicar el concepto
de “bien común de la humanidad”?-François Houtart (FH): El concepto de «bien común de la humanidad» tiene varias dimensiones. La primera es la dimensión de lo que se llaman los comunes o en inglés the commons: los bienes que no son individuales sino comunes, por ejemplo la tierra antes del capitalismo y hoy en día los servicios públicos. Hay muchas luchas en el mundo para proteger, recuperar o aumentar la dimensión de los bienes públicos. Ahora tenemos como bienes públicos la educación, la salud, pero también el agua, la comunicación, etc. Este es un primer nivel de lo que podemos llamar el bien común de la humanidad.
Sin embargo hay un segundo nivel, y el segundo nivel es el concepto clásico del bien común: cosas que le pertenecen al conjunto de la sociedad y que no pueden ser propiedad de individuos como, por ejemplo, en una ciudad, los parques o los espacios verdes, etc. Eso es un bien común. Pero hay sectores que no son directamente materiales, que son más bien de tipo jurídico, por ejemplo el código de circulación (si no se organiza, es el caos). En verdad este es un concepto que existe ya desde la filosofía griega, en particular Aristóteles, que reconoce que hay espacios en la vida colectiva que son espacios comunes, de bien común, y esta fue la base sobre la que la iglesia católica construyó su doctrina social.
Pero pienso que debemos ir un poco más allá y por eso he hablado del bien común de la humanidad: un principio de organización de la vida colectiva de la humanidad en el planeta que se base sobre la vida y no sobre la muerte... así este concepto se opone al concepto fundamental del sistema capitalista. Y cuando digo que el nuevo paradigma se basa sobre la vida, esto implica la posibilidad de crear, de conservar, de mejorar la propia vida –la vida en su sentido completo, no solamente la vida física, biológica, sino también la vida cultural, la vida espiritual–. Y no solamente construir en función de la vida de los seres humanos, sino también de otros géneros: los animales, las plantas, etc. Lo que se llama hoy el derecho de la naturaleza.
Este concepto es más amplio que el concepto de los comunes y que el concepto del bien común, pero integra estos dos conceptos. Este concepto que he llamado el bien común de la humanidad, es evidentemente un nombre; no importa el nombre, lo que importa es el contenido. Podemos darle otros nombres, por ejemplo el sumak kawsay que es el buen vivir, el concepto de los indígenas andinos, o podemos llamarlo socialismo del siglo XXI.
-CPM: En el libro que mencioné anteriormente enumeras cuatro elementos clave para aterrizar el concepto del bien común de la humanidad; podríamos decir que estos elementos son una especie de hoja de ruta para organizar la tarea colectiva en cuanto a la definición de la nueva sociedad postcapitalista. ¿Puedes explicárnoslos?
-FH: Sí, debemos concretar las cosas porque todo esto puede parecer algo abstracto. Precisamente he tratado de ver, como sociólogo, qué significa esto en la práctica de la vida colectiva humana. Por eso he tomado cuatro realidades fundamentales de toda sociedad, que son, por una parte la relación con la naturaleza, ya que ninguna sociedad puede vivir sin la naturaleza; después la producción material de la vida, porque la vida no es una abstracción y sin producción material no hay vida; la organización social de la vida, que debe ser colectiva en lo social y en lo político; y finalmente la cultura, porque el género humano es el único que puede reflexionar sobre su propia realidad y eventualmente anticipar el futuro, y que es, como dicen los mayas, “la parte consciente de la naturaleza”.
Reflexionando sobre estos cuatro elementos fundamentales de toda
sociedad podemos entrar en detalles, especialmente comparando con la situación
actual del sistema capitalista. Por ejemplo, en cuanto a las relaciones con la
naturaleza: ¿cómo ve el capitalismo la naturaleza? Para el capitalismo la
naturaleza es recursos naturales, es decir, una naturaleza que se debe
explotar, y explotar en función de los intereses del capital y de la
acumulación del capital. Por el contrario, en lo que se refiere a la nueva
organización del bien común de la humanidad, la naturaleza debe ser respetada:
es la fuente de toda vida, de la vida física, biológica, cultural, espiritual, y
en este sentido la naturaleza no es solamente un objeto de explotación.
El segundo es la producción de la base material de
Un tercer elemento es la organización social y política, que debe
ser democrática, para permitir que todos los seres humanos sean actores y no
solamente sujetos de una política decidida desde arriba o por una minoría. No
hay nada menos democrático que la economía capitalista que concentra el poder y
desconoce lo que se llaman las “externalidades”: los daños ambientales y los
daños sociales, que no paga el capital. Se deben promover procesos democráticos
en todas las instituciones, desde las políticas y económicas hasta las
culturales, sociales, religiosas. Esto también debe extenderse a todas las
relaciones sociales, como las relaciones entre hombres y mujeres. Este es el
tercer aspecto que tiene muchas aplicaciones en el mundo.
Ahora, todo esto puede parecer una bella utopía pero no lo es. No
es una utopía en el sentido de ilusión, porque en el mundo hay millares de
grupos que luchan por construir mejores relaciones con la naturaleza, por otro
tipo de economía social y solidaria, por los derechos de todos los grupos
humanos y finalmente por la interculturalidad. Esto significa que existe ya
en la realidad la posibilidad de perseguir valores que no son puramente
abstractos, sino que ya son el proyecto concreto de muchos movimientos y
organizaciones en el mundo. Por eso pienso que sobre esta base se puede
construir una perspectiva nueva.
-FH: Sí, yo pienso que hay muchos aspectos en todos los dominios. Voy a tomar sólo un ejemplo práctico: el problema de
Así han promovido esta agricultura en detrimento de la
agricultura campesina, que podría dar una respuesta muchísimo mejor a la
primera función de la agricultura, que es nutrir la población: es un hecho que
la agricultura campesina en América Latina está nutriendo más del 60% de la
población del continente. Una segunda función es participar en la regeneración
de la Madre Tierra :
muchas veces los campesinos trabajan con agricultura orgánica y de manera
respetuosa de la
naturaleza. Y , finalmente, el bienestar de los campesinos,
frente a una agricultura de monocultivos, mucho más productiva, pero que
proletariza al campesino o lo integra al sistema capitalista de monopolios, que
crea dependencia de las grandes multinacionales de producción o de
distribución. La agricultura campesina no es una cosa arcaica, del pasado, sino
una cosa del futuro, y esto es reconocido incluso por la FAO.
-CPM: Hablando de la crisis, un camino que impulsa el Gobierno Bolivariano para la salida es el Arco Minero. Se supone que explotar el oro y otros minerales en la enorme cuenca del Orinoco nos ayudará a salir de
-FH: Esta situación no es particular a Venezuela aunque el caso del Arco Minero es impresionante. Encontramos situaciones similares, tal vez a menor escala, en Ecuador, Bolivia, Brasil, Argentina. El problema es que la única respuesta que ven los gobiernos progresistas actuales frente a la crisis, que es una crisis a escala mundial y que afecta a muchos de estos países porque son exportadores de bienes primarios (explotación minera, petrolera o agrícola), es abrirse más al mercado y entrar en políticas de tipo neoliberal. Evidentemente es una contradicción fundamental. Pienso que estos gobiernos no han reflexionado suficientemente sobre las alternativas al capitalismo.
Debemos reconocer la realidad: Estas medidas contradicen de manera
fundamental lo que se ha planteado como meta, y vemos un creciente abismo entre
el discurso y las prácticas. La verdad es que estas prácticas van a llevar a
una mayor concentración del capital y al desconocimiento de las externalidades,
es decir, la destrucción de la naturaleza y la destrucción social y cultural.
Eso debemos reconocerlo y debemos tratar de ver qué soluciones podemos
encontrar que no entren en contradicción con lo que se había propuesto.
-FH: Precisamente por la situación que vivimos debemos tratar de redefinir la tarea de la izquierda y reflexionar sobre las estrategias posibles. Por eso me parece que un trabajo de conjunto entre movimientos sociales e intelectuales va a ser necesario primero para redefinir las metas (definir qué tipo de sociedad queremos); aquí entra la propuesta de Bien Común de la Humanidad, donde tocamos un espectro que va desde la relación con la naturaleza hasta la organización colectiva de la política y la sociedad, y también la espiritualidad, la manera de vivir las cosas en lo cotidiano...
Entonces, el primer aspecto significa que juntos debemos trabajar por una redefinición colectiva de las metas de la sociedad, no solamente con intelectuales que tienen toda la verdad que se debe imponer a las masas. No, este concepto de vanguardia es obsoleto. Debe ser un trabajo colectivo: por una parte con la experiencia de los movimientos políticos y sociales de izquierda que debemos recoger y tratar de sistematizar, y por otra parte, con el trabajo de los intelectuales. Con todos los logros que hemos desarrollado en los dos últimos siglos, la reflexión fundamental del marxismo, pero también de otras corrientes intelectuales que pueden ser útiles. La cuestión es cómo redefinir la meta fundamental de la humanidad y de la sociedad.
El segundo aspecto es cómo definir las transiciones. Es evidente que no podemos construir el socialismo o comunismo instantáneamente. Eso provocaría catástrofes económicas derivadas del boicot y de los embargos o incluso intervenciones militares. Eso no es posible, pero sí, podemos pensar transiciones, es decir, pasos que nos ayudan a construir el paradigma nuevo. No se trata de adaptar el capitalismo a nuevas situaciones sino de construir una sociedad diferente. En cuanto a la cuestión de cómo construir transiciones, hay que hacerlo desde una perspectiva dialéctica, sin caer en la idea del progreso de la modernidad –un progreso lineal sobre un planeta inagotable (un concepto muy capitalista de la “modernidad”, por cierto.
Es necesario redefinir la modernidad, encontrar transiciones y actores que pueden actuar en cada aspecto. Este es el gran reto no solamente para América Latina sino también para el mundo entero. Y ya podemos empezar, de forma humilde y cotidiana, a pequeña escala, como lo han hecho por ejemplo los zapatistas, y después poco a poco ampliar esta visión para construir otra matriz de desarrollo humano. Esto es absolutamente necesario frente a la destrucción de la naturaleza que el capitalismo está provocando, y también de destrucción humana, cultural y espiritual.
-CPM: Has mencionado en algunas intervenciones que para entender la sociedad hay que hacerlo en términos de clase. En el periódico PolítiK estamos absolutamente de acuerdo. ¿Podrías profundizar sobre la necesidad del análisis de clase?
-FH: El análisis de la sociedad desde una perspectiva de clases es ciertamente importante. También es verdad que en el siglo XIX –en la Europa en que Carlos Marx reflexionó y escribió– la clase obrera era la clase fundamental para iniciar el cambio. En este sentido el papel de la clase obrera para cambiar el conjunto de la sociedad era absolutamente fundamental. Hoy en día debemos reflexionar frente a la realidad actual: una clase obrera muy segmentada por el sistema capitalista y que ha cambiado en los países industrializados, donde han desplazado la actividad de producción hacia las periferias y que se especializan en servicios.
Esto significa que la clase obrera hoy es diferente a la clase obrera del siglo XIX europeo o norteamericano. Así, otras clases sociales, como los campesinos por ejemplo, están también afectadas por la lógica del capital, y hoy vemos que frente a esta destrucción sistemática del pequeño campesinado, hay movimientos que son más radicales que el movimiento obrero. En particular, en el plano internacional,
Es verdad que son los trabajadores los que enfrentan la
contradicción fundamental con el capital, pero ya no son sólo los trabajadores
industriales, también están los trabajadores del campo, los precarizados, todos
estos grupos sociales que son afectados hoy por la lógica del capital , y por
eso la lucha y la organización de la lucha social debe ser pensada de otra manera
que en el siglo XIX. Esta es una de las tareas para los movimientos sociales y
los movimientos políticos de izquierda, para no equivocarse ni en el
vocabulario –lo cual es secundario pero importante–, ni en las prácticas
sociales y políticas, es decir: la definición de las luchas sociales.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=217095
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