jueves, 29 de septiembre de 2016

I. Percibamos porqué esos dos desafíos no son irrealizables sino posibilidades concretas de garantizar la vida y la dignidad humana de los pueblos al situarnos en la:

Crisis Civilizatoria
Octubre de 2009

En estos momentos se desenvuelve otra crisis que, a primera vista, hace parte del recurrente ciclo capitalista que en forma periódica desemboca en una caída drástica en todos los órdenes de la vida económica. Pero si se mira con algún cuidado, la crisis actual tiene unas características diferentes a todas las anteriores ya que hace parte de un quiebre civilizatorio de carácter integral, que incluye factores ambientales, climáticos, energéticos, hídricos y alimenticios. La noción de crisis civilizatoria es importante porque con ella se quiere enfatizar que estamos asistiendo al agotamiento de un modelo de organización económica, productiva y social, con sus respectivas expresiones en el ámbito ideológico, simbólico y cultural. Esta crisis señala las terribles consecuencias de la producción de mercancías, que se ha hecho universal en los últimos 25 años, con el objetivo de acumular ganancias para los capitalistas de todo el mundo y que sólo es posible con el gasto exacerbado de materiales y energía.

1. Crisis energética: el comienzo del fin del petróleo

La civilización industrial capitalista consolidada durante los dos últimos siglos, un breve lapso de la historia humana, se ha sustentado en la extracción intensiva de combustibles fósiles (carbón, gas y, de manera primordial, petróleo). Las transformaciones tecnológicas que se han producido desde la Revolución Industrial en Inglaterra, a finales del siglo XVIII, han sido posibles por el uso de estos combustibles, a los cuales están asociados la maquina de vapor, el ferrocarril, el avión, el televisor, el tanque de guerra, el automóvil, el computador, el teléfono celular y en la práctica casi cualquier artefacto que se nos ocurra. El uso de esos combustibles ha permitido al capitalismo extenderse por todo el mundo ya que los medios de transporte han aumentado su velocidad, tamaño y alcance, con lo cual la producción de mercancías ha rebasado el ámbito local y se ha desplegado por el orbe entero.
La utilización de petróleo a vasta escala ha urbanizado el mundo, como nunca había sucedido en la historia humana, hasta el punto que hoy por primera vez habita en las ciudades un poco más del 50 por ciento de la población mundial, una tendencia que se incrementará en los años por venir, marcando la desruralización del planeta. En las ciudades se reproduce a escala planetaria la diferenciación social, entre una minoría opulenta que reproduce el American Way of Life y una mayoría que vive en la más espantosa pobreza, sin tener acceso a los servicios públicos fundamentales, apiñados en tugurios y sin contar con lo básico para vivir en forma digna, constituyendo las ciudades de la miseria .[1]
Aun más, la expansión mundial del capitalismo, que tanto se aplaude, no habría sido posible sin el petróleo, ya que la producción de China o India, que vincula a millones de personas al mercado capitalista como productores (en las maquilas y fábricas de la muerte) y consumidores (vía uso de automóviles o celulares, para indicar los íconos de este sistema), se ha logrado con la reproducción de la lógica depredadora del capitalismo y el uso a vasta escala de combustibles fósiles. En ese sentido, no resulta extraño que China sea el segundo productor mundial de CO2 y necesite para mantener su irracional sistema de producción capitalista, concentrado en la zona norte del país, de ingentes cantidades de agua, madera, minerales y toda clase de materiales.
Pero el petróleo tiene un problema, es un recurso no renovable, y en estos momentos nos encontramos en un punto de inflexión, cuando ha comenzado su agotamiento irreversible. Esto se explica por el hecho elemental que la cantidad de combustibles fósiles existentes es fija y en la medida en que sean extraídos a una mayor velocidad, más rápido se acabarán. Y eso es lo que está sucediendo hoy como consecuencia de la generalización de la lógica capitalista de producción y consumo a todo el mundo, puesto que las clases dominantes replican el modelo estadounidense  por doquier.(...)
2. Crisis alimenticia: el regreso de los motines de subsistencia

El capitalismo es una fábrica simultánea de riqueza y de miseria, productor constante de injusticia y desigualdad, en razón de lo cual la polarización de clase es una de sus características intrínsecas. Eso se manifiesta en los más diversos tópicos de la vida social, como sucede con la producción de alimentos. Que el capitalismo produzca hambrientos no es nuevo, puesto que su expansión mundial ha generado, de manera invariable, hambre a vasta escala, como resultado de la destrucción de las economías locales, sometidas a nuevas exigencias para que se “adapten” a los requerimientos del mercado mundial, como reza la formula de los economistas ortodoxos.En la práctica, la mundialización del capital ha dado origen a una realidad profundamente injusta en términos alimenticios, porque al mismo tiempo unos pocos consumen hasta el hartazgo (como puede apreciarse en los “esbeltos cuerpos” de millones de estadounidenses, mofletudos y regordetes, que no pueden ni andar de tanto ingerir comida basura), mientras que en todos los continentes millones de seres humanos soportan la desnutrición o mueren de hambre. 
En tal sentido, el hambre y la desnutrición actuales son un resultado directo de la destrucción de las economías campesinas por parte de las empresas agroindustriales, que monopolizan las mejores tierras, imponen costosos paquetes tecnológicos y controlan la producción de alimentos y materias primas de origen agrícola. Esto ha venido acompañado del despojo y expulsión de los campesinos e indígenas de sus territorios ancestrales por compañías transnacionales y empresarios locales, con lo que la producción agrícola y pecuaria es dominada por pocos países, unas cuantas empresas y algunos terratenientes, habiéndose liquidado la soberanía alimenticia de territorios antaño autosuficientes, en los cuales se siembran productos comerciales en sustitución de alimentos esenciales.
(...)

3. Crisis hídrica: secando la fuente de la vida
A la par de la crisis alimenticia discurre otra relacionada con la destrucción de los reservorios de agua, el agotamiento del agua dulce y la contaminación de ríos, lagos y mares, junto al arrasamiento de los humedales. Hasta no hace mucho tiempo se suponía que el agua era un recurso inagotable y no había ningún problema en garantizar su suministro de manera permanente. Hoy se sabe que el agua dulce es limitada y su agotamiento y escasez corre en paralelo al aumento demográfico, al crecimiento urbano, a la industrialización de la agricultura, a las modificaciones climáticas y a su derroche en la producción de mercancías. En esta dirección, la crisis hídrica es un resultado de la expansión mundial del capitalismo porque el agua misma se ha convertido en una mercancía y ha dejado de ser un bien común y público, ya que conglomerados transnacionales (como Coca-Cola, Danone y otros) la han convertido en un nicho de mercado, con el que obtienen cuantiosas ganancias por diversos medios: la producción de agua embotellada, la privatización de los servicios de acueducto y cloacas y la apropiación de ríos y lagos por empresarios capitalistas.
A esto debe añadírsele que la urbanización acelerada necesita de importantes cantidades de agua, aunque su distribución y calidad sigan los parámetros de clase propios del capitalismo, puesto que en las grandes urbes sólo una parte de la población tiene acceso a agua potable y suficiente, mientras que la mayoría no la disfruta y tampoco cuenta con redes cloacales. De la misma manera, los procesos tecnológicos más sofisticados requieren cantidades ingentes de agua, como la que precisa la producción de automóviles, computadores, celulares y televisores. Igual acontece con la producción de determinado tipo de cultivos, como las flores, que consumen enormes volúmenes de agua.
A la par con todo lo anterior, los procesos de industrialización, la urbanización desaforada, la agricultura industrial, los megaproyectos y la explotación de recursos minerales y energéticos han contaminado las más importantes fuentes de agua en el mundo. No sorprende que, casi sin excepción, junto a una gran ciudad se encuentre un río convertido en una fuente de aguas fétidas y malolientes, al lado del cual malviven los sectores más empobrecidos.
Tanto a nivel interno en los países como en el plano mundial existe una distribución injusta y desigual del agua, porque mientras sectores minoritarios tienen a su disposición agua de calidad que despilfarran sin vergüenza (para lavar autos, regar campos de golf, o surtir su propia piscina), la mayor parte de la sociedad carece del vital liquido, lo cual ocasiona la muerte diaria de miles de personas por problemas estomacales y produce la enfermedad de millones de ellos por consumir agua no potable. Esta desigual apropiación del agua también existe en el terreno mundial, ya que algunos países cuentan con importantes reservas hídricas o por su poder económico, militar y político pueden apropiarse del agua de sus vecinos, a los que dejan exhaustos y muriéndose de sed (el caso de Israel con los palestinos es emblemático al respecto), con lo cual se avizora una de las contradicciones determinantes de los conflictos del futuro inmediato que va a ocasionar guerras por el agua, con la misma frecuencia que las actuales guerras por el petróleo.  
Entre otras cosas, valga recordar, para mostrar las interrelaciones entre la explotación de hidrocarburos y el agua, que la extracción de los primeros conlleva siempre despilfarro de la segunda de múltiples formas: para extraer un barril de petróleo o de gas se precisan cientos o miles de barriles de agua; con todas las labores propias de la industria petrolera se contaminan las fuentes de agua; los derrames de crudo llegan inexorablemente a los cursos de agua, como nos lo recuerdan las tragedias de contaminación hídrica que han generado los numerosos accidentes de grandes buques petroleros en los mares del mundo. 
Y el otro aspecto que debe mencionarse es el relativo a los nexos directos entre el trastorno climático y la crisis hídrica. Así, el trastorno climático se manifiesta en primera instancia con un aumento de la temperatura en diversos sitios del planeta, lo que ocasiona transformaciones bruscas e inesperadas: se producirá, y se está produciendo ya, el deshielo de glaciares, con lo que se reducirá la oferta hídrica en muchos países, pues las principales reservas de agua dulce están en los nevados y en los paramos. Al mismo tiempo, y como consecuencia de lo anterior, aumentara el caudal de muchos ríos mientras que otros se secarán, lo cual afectará a las poblaciones que viven gracias a esos cursos de agua. Esto generará inundaciones y sequías a un ritmo antes no conocido, como ya se evidencia en algunos continentes, como Europa, donde se han presentado en los últimos años inviernos más lluviosos y veranos más calidos. De la misma manera, la transformación climática influye en el cambio de la cantidad y la calidad del agua disponible, ya que al aumentar la temperatura del aire se altera la temperatura del agua, con lo cual se reduce su contenido de oxigeno, se afecta la distribución de los organismos acuáticos y se altera el ciclo de los nutrientes, entre otras muchas consecuencias nefastas. Igualmente, las modificaciones climáticas ocasionan la mezcla de agua salada con aguas dulces en los acuíferos litorales, afectando otra importante reserva de agua dulce en muchos lugares del planeta.
Adicionalmente, en la medida en que cambia el clima mundial se altera el régimen de lluvias en ciertas zonas del planeta lo que produce la sequía, la desertificación y la hambruna y genera las migraciones hídricas, cuando la gente huye de sus terrenos ancestrales, convertidos en lugares yermos y sin vida, donde han desaparecido las fuentes de agua que les posibilitaban la subsistencia, como es el caso de algunos países del Sahel en África.
 
 
4. Crisis ambiental: la destrucción de las condiciones de producción y de vida
Junto con todas las crisis antes nombradas, y como síntesis de las mismas, hay que considerar la crisis ambiental, hoy generalizada a todo el planeta. Son numerosos los componentes de la degradación medioambiental que hoy soportamos, en la que deben incluirse la destrucción de fuentes de agua, la desaparición de tierras y suelos aptos para la agricultura, el arrasamiento de selvas y bosques, la reducción de recursos pesqueros, la disminución de la biodiversidad, la extinción de especies animales y vegetales, la generalización de distintos tipos de contaminación, la reducción de la capa de ozono y la destrucción de ecosistemas.
Todos estos componentes de la catástrofe ambiental que ponen en riesgo la misma continuidad de la especie humana, se han originado en la lógica depredadora del capitalismo con su concepción arrogante de mercantilizar todo lo existente y de dominar la naturaleza a su antojo.
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5. Trastorno climático por el uso intensivo de combustibles fósiles
Para completar el círculo perverso, todos los elementos anteriores influyen en otra modificación de dimensiones imprevisibles, como es el trastorno climático. Utilizamos este nombre para enfatizar que no puede seguir considerándose como un simple cambio, porque con ello se estaría indicando que es algo gradual y puramente natural. Aunque a lo largo de la historia del planeta tierra se hayan presentado incontables modificaciones climáticas, con bruscos cambios hacia épocas glaciales o calidas, todas las modificaciones anteriores tenían un origen natural. Ahora, existe un trastorno climático asociado de manera directa al uso de combustibles fósiles, especialmente del petróleo. No por casualidad, en la medida en que se llegaba al pico del petróleo han aumentado en forma proporcional las emisiones de CO2 y su concentración en la atmosfera, como se observa en la gráfica adjunta.
Algunos científicos han establecido que el clima es uno de los factores fundamentales para explicar la extraordinaria biodiversidad y, por lo mismo, sus modificaciones tienen efectos devastadores sobre variadas formas de vida. Aunque entre los climatólogos no exista consenso sobre la magnitud que tendrá el trastorno climático, muy pocos dudan que estamos asistiendo a una transformación brusca que es resultado de la acción antropica, ligada a la constitución de la moderna sociedad industrial desde finales del siglo XVIII.
(...)

6. El capitalismo y sus límites
Como acabamos de mostrar, la actual crisis es completamente distinta a todas las anteriores, en virtud de la sincronía de diversos factores, que hacen de la presente una crisis civilizatoria, que marca la frontera de una época histórica en la que se ha puesto en peligro la misma permanencia de la especie humana, conducida al abismo por un sistema ecocida y genocida, regido por el afán de lucro.
Sin embargo, el capitalismo pretende en forma arrogante que no existen ningún tipo de límite que impida su funcionamiento hacia el futuro inmediato, y por ello sus voceros más emblemáticos (jefes de Estado, banqueros, empresarios, economistas) proponen como recuperación de la economía más de lo mismo, es decir, un regreso a las pautas de crecimiento económico existente antes de que comenzara la crisis, esto es, más producción en gran escala de mercancías, con derroche de materia y energía, para que se sigan consumiendo y se reactive la economía en su conjunto. Efectivamente, el capitalismo no va a desaparecer en esta crisis, por la sencilla razón que, por lo menos por ahora, no se dibuja en el horizonte una fuerza alternativa que lo derrote, pero esto no quiere decir que vaya a seguir funcionando “armónicamente” como antes, porque debe afrontar límites infranqueables, que como nunca antes la crisis civilizatoria actual ha puesto al orden del día y no pueden eludirse. Entre dichos límites debe mencionarse los siguientes:
  • el límite energético, relacionado con el agotamiento del petróleo, el gas y el carbón y cuando no emerge a la vista una alternativa real a esos combustibles fósiles, lo cual indica que la sociedad del automóvil y de las ciudades iluminadas no tiene perspectivas de mantenerse en el largo plazo, aunque de seguro se va extender en los próximos años, con lo cual se estará metido con plena certeza, para usar una metáfora del mismo medio automovilístico, en un carro de alto cilindraje pero sin combustible para andar;
  • el límite científico y tecnológico, que en la práctica supone reconocer el carácter restringido y relativo de cualquier solución basada en los desarrollos de la ciencia y la tecnología como panacea que va a solucionar cualquiera de los problemas creados por la sociedad capitalista, los cuales incluso, en muchos casos, son causados y agravados por los mismos inventos tecnológicos o los descubrimientos científicos, lo que se ejemplifica con el caso del automóvil, considerado hoy, con toda razón, como uno de los peores inventos de todos los tiempos;
  • el límite ambiental, que resulta del hecho comprobado que los recursos naturales se encuentran en un momento crítico, en razón del ritmo desenfrenado de explotación a que han sido sometidos en los últimos decenios, junto con la extinción de miles de especies, y aunque esto último no parece preocupar al capitalismo, éste si debe enfrentar la perspectiva poco halagadora de mantener unos irracionales ritmos de producción y consumo que no pueden ser satisfechos ante la disminución real de los recursos materiales que posibilitan la producción;
  • el límite demográfico, como producto del crecimiento de la población, que se apiña en grandes urbes de miseria, y cuya mayoría soporta deplorables condiciones de vida –mientras recibe mensajes ideológicos y propagandísticos de que las cosas van a mejorar para los exitosos y triunfadores– y que deben luchar por participar en la repartición de un pedazo de la torta, cada vez más concentrada en pocas manos, hace que tarde o temprano el capitalismo busque la reducción de población y para eso, como está demostrado hasta la saciedad, empezará por eliminar a los más pobres, como se ejemplifica hoy con las epidemias, hambrunas, guerras y otros mecanismos maltusianos de control demográfico; 
  • límites sociales y laborales, porque con la crisis se acentúan las diferencias de clases, la explotación y diversas formas de opresión que, de seguro, originarán resistencias, rebeliones, revoluciones y estallidos sociales, de los cuales no sabremos hacia donde conduzcan, pero si podemos decir que estarán presentes ante la confluencia de todas las crisis señaladas en este escrito.
En forma sintética el problema de los límites reales para el capitalismo puede expresarse con una formula elemental: I = C x T x P(Impacto sobre la tierra = Consumo x Tecnología x Población).[11] Aunque en teoría existirían varias posibilidades por parte del capitalismo para contrarrestar su impacto sobre la tierra y alargar su permanencia, en la práctica se está impulsando la reducción de la población más pobre del planeta, mientras se incrementan los niveles de consumo y el desarrollo tecnológico. Valga recordar los diferentes instrumentos de reducción demográfica en marcha en estos momentos, como las guerras, las epidemias, las nuevas enfermedades, la privatización de los servicios médicos y sanitarios, la conversión del agua en una mercancía, todos los cuales pueden considerarse como mecanismos neomalthusianos.

Con respecto a todos los elementos antes esbozados, el pensador brasileño Leonardo Boff ha entendido bien el sentido de los límites al capitalismo, resaltando la importancia decisiva de los aspectos ecológicos:
Una naturaleza devastada y un tejido social mundial desgarrado por el hambre y por la exclusión anulan las condiciones para reproducir el proyecto del capital dentro de un nuevo ciclo. Todo indica que los límites de la Tierra son los límites terminales de este sistema que ha imperado durante varios siglos.
El camino más corto hacia el fracaso de todas las iniciativas que buscan salir de la crisis sistémica es esta desconsideración del factor ecológico. No es una “externalidad” que se pueda tolerar por ser inevitable. O lo situamos en el centro de cualquier solución posible o tendremos que aceptar el eventual fracaso de la especie humana. La bomba ecológica es más peligrosa que todas las bombas letales ya construidas y almacenadas.[12]
Esta situación plantea la pregunta sobre la posibilidad de colapso de la civilización capitalista y con ella de la humanidad, pero esta última perspectiva sólo si no se admite la existencia de alternativas revolucionarias, imprescindibles para evitarlo. Como diría Walter Benjamin hoy la revolución es más actual que nunca para colocar los frenos de emergencia que detengan la caída rauda en el abismo e impida que el capital nos hunda en la locura mercantil que nos conduce hacia la muerte como especie y a la desaparición de diversas formas de vida.[13]

Ahora bien, la posibilidad de un colapso para el sistema capitalista no quiere decir que los capitalistas del mundo vayan a renunciar a seguirlo siendo y vayan a optar por otra forma de organización social, pues está demostrado a través de la historia que el capitalismo no va a desaparecer gracias a sus propias crisis, sino por acción de sujetos colectivos, conscientes de la necesidad de superar esta forma de organización social y que actúan en consecuencia, como sucedió al estallar los procesos revolucionarios que se presentaron durante el siglo XX.   Leer

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