domingo, 18 de septiembre de 2016

II. Tenemos dos desafíos que confluyen: uno que Jorge J.López esté siempre presente en nuestras luchas y otro que Etchecolatz permanezca en cárcel común como genocida.



(...)Ahora a la apuesta por no perder de la memoria a López, se le suma el derrotero de demostrar el repudio a la concesión del arresto domiciliario a Etchecolatz porque a Julio López lo desaparecieron pero el que volvió a aparecer, por lo menos en los medios, las últimas semanas es el ex comisario. Etchecolatz, quien fuera Director de Investigaciones de la Policía de la provincia de Buenos Aires durante la dictadura y mano derecha del ex general Ramón Camps, quien acondiciono a la policía para llevar adelante el terrorismo de estado fue beneficiado con la condición de arresto domiciliario, pero que no puede cumplir por estar condenado a cuatro reclusiones perpetuas por delitos de lesa humanidad y genocidio durante la última dictadura cívico militar.
Fue el mismo Etchecolatz, el que organizó los comandos y grupos de tareas encargados de secuestrar y torturar a los trabajadores y estudiantes en el denominado Circuito Camps, cuya conformación estaba integrada por 29 centros clandestinos de detención, distribuidos en 9 partidos de la provincia. En 1985, Etchecolatz fue condenado a 23 años de cárcel. Gracias al beneficio de la ley de Obediencia Debida quedó libre, pero en el 2006 se derogó la ley y los indultos y volvió a ser condenado a reclusión perpetua.
A todo esto, Adolfo Casabal Elias, abogado de Etchecolatz durante el juicio de 2006 alegó que: “Han pasado treinta años desde la guerra contra la subversión marxista, nadie quiere seguir adelante hurgando este tipo de cosas salvo un pequeño grupo, y hay otro pequeño grupo que se defiende pero se defiende con sus pocas armas ¿Dónde está la peligrosidad de Miguel Ángel Etchecolatz a esta edad de su vida? ¿Dónde está la peligrosidad? ¿Qué hecho puede hacerle ver al tribunal que puede haber alguna peligrosidad en la personalidad de Etchecolatz?”
Uno de los comandos organizados durante su función en la policía bonaerense fue la que tuvo por víctimas a los estudiantes secundarios en la “Noche de los Lápices”. Justamente fue con uno de estos jóvenes con quien Julio López compartió cautiverio en el pozo de Arana: Francisco López Muntaner, quien había sido secuestrado junto a nueve compañeros estudiantes secundarios un mes y once días antes que López.
En uno de sus juicos Etchecolatz pronunció unas palabras antes de escuchar el veredicto: “No es este tribunal el que me condena. Son ustedes los que se condenan”. ¿Se habrá referido a la perpetua condena de la segunda desaparición de López? Porque esa sí que fue una condena para el pueblo argentino.
Como ya mucha información se dio y existe sobre el macabro prontuario de Etchecolatz, es necesario tener presente a López. Hay que pensar que algunas de las casas de La Plata y alrededores fueron hechas por Jorge Julio López durante sus cuarenta y largos años de trabajo de albañilería. Hoy, cuando la causa judicial de López tiene la caratula de presunta desaparición forzada es necesario volver a leer las palabras que escribió un periodista hace algunos años. En su afán por aportar a lo que organizaciones sociales, políticas, de derechos humanos, artistas y gente de la cuidad hizo porque no desaparezca López, Miguel Graziano, realizó una investigación devenida en libro, “En el cielo nos vemos”, en cuyas páginas puede leerse un poco de la historia de López.

“Jorge Julio López nació el 25 de noviembre de 1929 en General Villegas, en el extremo noroeste de la provincia de buenos aires, donde vivió hasta los 8 años, cuando sus padres se mudaron a una pequeña chacra que alquilaron en el campo.
Su padre, Eduardo López, era nativo y su madre, Consuelo Rodríguez, una inmigrante española que llego a la argentina en barco con una familia que la crió como si fuera hija natural.

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