MonBayer, la debilidad del dinosaurio
26 de septiembre de 2016
Por Gustavo Duch (Rebelión)
"Como estamos hablando de lo más esencial, de
la alimentación de todos, de la tierra que la permite, de la salud, de respetar
el territorio y la cultura que nos acoge, requerimos de un esfuerzo colectivo y
creativo para no esperar que los dinosaurios se arruinen en sus éxitos y sea
con movilizaciones, boicots y el compromiso con la agricultura campesina."
Si los tribunales de la competencia no lo echan
para atrás, el próximo año asistiremos al estreno de una nueva super multinacional,
MonBayer, o como decidan llamar a la fusión, entre Bayer y Monsanto después de que la primera haya comprado a la segunda. Y bien, ¿qué
puede suponer esto?
Una primera respuesta se sitúa en la lógica habitual de lo que
puede representar una empresa tan poderosa como indestructible. Encontramos a
quienes lo valoran como un paso natural en el devenir de nuestro modelo
económico, afirmando que con empresas así, con su «tecnología infinita», con su
«capacidad de llegar a cualquier lugar», con su «eficiencia», todo será
inmejorable. MonBayer, con sus semillas mágicas y pesticidas infalibles, será
el dios que acabará con el hambre en el mundo y un sueño será cada vez más
cercano: pedir comida vía Google desde nuestro apple, que sea servida pocos
segundos después por un dron de Amazon y ser felices comiendo perdices
MonBayer.
También encontramos a quienes, como muchos de mis colegas,
explican que la aparición de esta corporación puede suponer resultados bastante
trágicos. Después de la fusión entre Dow AgroSciencies y Dupont, y la fusión
entre Syngenta y la empresa paraestatal ChemChina el pasado febrero, la operación entre Monsanto y Bayer deja el
sector agrícola -el que nos da de
comer- en manos de solo tres
imperios, todos ellos, por
cierto, vinculados desde su nacimiento no con la alimentación o la sanidad,
sino con el sector químico (que bien supo encontrar sinergias con la industria
de la guerra).
En concreto, en el negocio de las semillas, entre los tres
controlan el 60% de las convencionales y casi el 100% de las transgénicas, y
aseguran más del 65% de toda la producción de pesticidas. Como dice la investigadora Silvia
Ribeiro de ETC, «nos tiene que preocupar la fuerza de estos
gigantes industriales para moldear a su favor acuerdos de comercio agrícola,
subvenciones y programas rurales, leyes laborales, de semillas y patentes,
normativas de uso del suelo, de uso de agroquímicos y hasta gastos públicos en
infraestructuras, todo a favor de sus negocios». Es la pérdida total de la
capacidad de decidir respecto a nuestra agricultura y alimentación. Solo las
abejas y otros insectos polinizadores pueden estar más preocupados que las
personas que defendemos este derecho.
DOS MONSTRUOS
Pero, ¿hay algún resquicio que nos permita suponer que sumar dos
monstruos en uno haga del nuevo Frankestéin algo tan enorme como frágil, patoso
y débil? O, ¿puede ocurrir que
estos tres dinosaurios, en su juego de tronos particular, peleen a muerte y el
resultado final sea su total extinción?
Bien sabemos que el metabolismo de estas empresas funciona en base
a un crecimiento continuo, entre otras cosas porque la devolución de los
créditos con los que trabajan les obliga a ello. Hasta ahora buena parte del
crecimiento lo han logrado ingiriendo a otras empresas, pero ese alimento se
agota y ya se zamparon a las 7.000 pequeñas empresas de semillas que existían
hace apenas 30 años. ¿Les queda canibalismo?
De la misma manera, se les acaba la facilidad de disponer a precio
barato del ingrediente clave en todos los eslabones del negocio de la
agricultura industrial: el petróleo. Pero también el producto por el que
apuestan fuerte, los transgénicos, está encontrando techos que hacen que peligre el pago que
la deuda de la nueva empresa va a tener que gestionar, unos 60.000 millones de
euros. El glifosato, herbicida estrella
que forma parte del paquete tecnológico de los cultivos transgénicos, está
dejando de ser eficaz y ya se contabilizan 24 ‘malezas’ que lo resisten.
Tampoco le ha hecho ningún bien a sus ventas que haya sido
declarado por la OMS como probable cancerígeno. Muchos de estos cultivos, por
ejemplo el maíz en EEUU o Aragón, están dando productividades menores de lo
esperado. Y desde luego la sociedad civil sigue marcando distancia con estos
productos, de hecho la mayoría de países europeos no los autorizan. ¿Se juegan
todo a la carta de que el TTIP permita nuevos cultivos transgénicos en Europa o a la
entrada de estos desde EEUU?
En cualquier caso, como estamos hablando de lo más esencial, de la
alimentación de todos, de la tierra que la permite, de la salud, de respetar el
territorio y la cultura que nos acoge, requerimos de un esfuerzo colectivo y
creativo para no esperar que los dinosaurios se arruinen en sus éxitos y sea
con movilizaciones, boicots y el compromiso con la agricultura campesina, cercana y a pequeña
escala, con lo que logremos que ésta ocupe el espacio que le corresponde.
Generar medios de vida que alimentan y cuidan el mundo.
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