Ayotzinapa:
la rebelión del dolor
23 de septiembre de 2016
Por José Arreola
El próximo 26 de
septiembre se cumplirán dos años del que es, sin lugar a dudas, el episodio más
negro y doloroso vivido en la historia contemporánea de México
La larga noche de Iguala dejó una huella indeleble en miles de
mexicanos, especialmente en las familias de quienes fueron asesinados, heridos
y desaparecidos. De entonces a la fecha, la actuación del gobierno federal sólo
deja en claro que busca eliminar todo rastro de memoria colectiva al respecto.
La “verdad histórica” de Murillo Karam, ampliamente difundida en los medios de comunicación y respaldada por el plagiador
de Atlacomulco, pretendió imponerse en el imaginario de la sociedad mexicana. A
través de una avalancha de mentiras, cuya soberbia y cinismo son la impronta de
un modus operandi aplicado también en contra de las diversas manifestaciones de
movilización social, buscó sepultar cualquier otra versión o línea de investigación
que pusiera en entredicho el libreto oficial. Éste se basó en las supuestas
evidencias y declaraciones de “sicarios” implicados en el operativo contra los
estudiantes de la Normal
Rural “Isidro Burgos”.
El objetivo principal fue, gradualmente, deslindar de toda
responsabilidad a los altos mandos militares y gubernamentales que tuvieron
conocimiento del ataque contra los normalistas de Ayotzinapa y el equipo de
futbol Los Avispones. Más aún: se trató de sembrar la confusión acerca de la presencia
de los normalistas en Iguala. Se pasó de asegurar que estuvieron ahí para
protestar contra José Luis Abarca, entonces alcalde de esa localidad, a señalar
que el operativo fue orquestado y llevado a cabo por narcotraficantes al
“confundir” a los normalistas con una banda rival. Incluso se llegó a sugerir
la posibilidad de un vínculo directo de alguno de los normalistas desaparecidos
con el “crimen organizado” (argumento que, dicho sea de paso, se desarrolló en
el triste panfleto cinematográfico dirigido por Jorge Fernández Menéndez). La
tesis central de la “verdad histórica” es que los normalistas, luego del
operativo que bloqueó nueve puntos cercanos a Iguala, fueron conducidos al
basurero de Cocula y ahí se les incineró en una gran pira.
Sin embargo, la movilización social encabezada
por los familiares de los 43 normalistas no sólo puso en entredicho la versión
oficial, sino que abrió la posibilidad de una investigación seria, profesional
y comprometida con la verdad que el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes
(GIEI) realizó pese a la campaña de linchamiento en su contra. El GIEI generó a
través de entrevistas, búsqueda de archivos y actas declarativas dos informes
en torno al caso. El segundo informe es, por la ampliación de los testimonios,
y el acucioso contraste de éstos, la reconstrucción de los hechos, la búsqueda
y análisis de los expedientes, el documento más importante en la batalla por la
verdad y la justicia; asimismo, se trata de un valioso texto que echa abajo,
una a una, las tesis institucionales. Por esa razón, puede comprenderse la
furibunda campaña contra el GIEI. El segundo informe muestra cómo, de manera
sistemática, mandos medios y altos
de policías y militares de Guerrero han ocultado información o mentido acerca
de lo que sucedió el 26 de septiembre de 2014. Además, señala las
contradicciones de la “verdad histórica” y pone énfasis en la reconstrucción de
los hechos que, durante horas, ocurrieron en Iguala con participación de
policías municipales, estatales y efectivos del ejército. En otras palabras,
deshilvana la actuación del Estado mexicano, no sólo en torno al operativo del
26 de septiembre, sino también en su posterior accionar durante las pesquisas.
El GIEI demostró que el cansado Murillo Karam y la gris Arely Gómez ,
como representantes del gobierno federal y del Estado mexicano, han sido los
responsables de la estrategia institucional en torno a Ayotzinapa. A lo largo
de sus más de 500 páginas, el segundo informe del GIEI desglosa no la
incapacidad del gobierno plagiador de Peña Nieto para resolver el caso, sino la
obstrucción y la negativa del acceso a la justicia. Es decir,
desenmascara el objetivo primordial del gobierno mexicano: el plan del
silencio, el desprecio y la protección de los responsables intelectuales y materiales
del operativo. La actuación de Tomás Zerón como director de la Agencia de
Investigación Criminal (AIC) es quizá la muestra más clara de dicha estrategia.
Zerón se convirtió en el brazo fuerte de Murillo Karam y fue, a la sazón, el
artífice directo de la “verdad histórica”; es acusado de ser el responsable de
fincar pruebas y obstruir otras investigaciones como el caso Paulette, y en lo
que respecta a Ayotzinapa por mentir deliberadamente sobre haber sido
acompañado por una escolta de la ONU al momento de realizar una diligencia. [1]
Su reciente nombramiento a una esfera superior habla del peso que ejerce y,
sobre todo, de la importancia de cuidar la verdad que han construido con
mentiras.
El caso Iguala será, por siempre, la mancha de
sangre que hará recordar la administración de Enrique Peña Nieto. En 2006, como
gobernador del Estado de México, el sino diazordacista del alumno predilecto de
la
Universidad Panamericana salió a flote asumiendo la
responsabilidad de los acontecimientos en San Salvador Atenco; hoy día la
huella de Ayotzinapa lo persigue. Mientras se obstina en silenciar los reclamos
de justicia y en amortiguar, mediante remociones en cargos y enroques en sus
secretarías, el descontento social a través del slogan que acuñó para su cuarto
informe presidencial, “lo bueno casi no se cuenta, pero cuenta mucho”, lo único
cierto es que la herida de Ayotzinapa sigue abierta. Con la campaña en los medios masivos de comunicación, el plagiador de Los
Pinos busca, en el fondo, imponer una “verdad histórica” que “cuenta mucho”,
pero la tenacidad de los normalistas de Ayotzinapa, el incansable trajín de las
madres y padres de familia, y el dolor de los estudiantes asesinados, de los
futbolistas de Los Avispones y de miles de mexicanos generan un clamor que no
calla.
México no es el mismo desde el 26 de septiembre de 2014. La
rebelión del dolor que ahí se inauguró no cesa, por más que lo intenten desde
las esferas del poder político en México. Se cumplirán 24 meses, largos,
sinuosos, sin nuestros compañeros. El movimiento social de nuestro país, en sus
más disimiles expresiones, tiene una nueva oportunidad para no dejar solos a
los padres, para cerrar filas y generar la mayor discusión posible de una
necesidad de cambio real en el país. Estamos, como en el libro que narra la
vida de nuestros compañeros antes del fatídico 26 de septiembre, en La
travesía de las tortugas; en la lenta marcha por la verdad, la
memoria y la justicia que llegará pese al dolor. ¡Vivos los queremos!
________________
Nota: [1] Para un análisis al respecto, vale la pena la
aportación de Ricardo Raphael “El infame ascenso de Tomás Zerón”, disponible enhttp://www.eluniversal.com.mx/entrada-de-opinion/columna/ricardo-raphael/nacion/2016/09/19/el-infame-ascenso-de-tomas-zeron,
consultado el 19 de septiembre de 2016.
CALPU
Texto completo en:
http://www.lahaine.org/ayotzinapa-la-rebelion-del-dolor
No hay comentarios:
Publicar un comentario