Que no les pase lo que a nosotros en México
8 de septiembre de 2016
8 de septiembre de 2016
Por Daniela Rea para Cosecha Roja
Uno de los pilares de la estrategia de la guerra es la
militarización del territorio: en promedio 44 mil soldados salieron de sus
cuarteles a las calles a patrullar y realizar tareas de seguridad a lo largo
del país. Miles de mexicanos adiestrados en la lógica castrense enfrentan
escenarios para los que no estaban preparados: fraccionamientos, barrios
populares, avenidas urbanas transitadas: la vida cotidiana de pueblos y
ciudades.
Se nos dijo que la guerra era necesaria, que teníamos un enemigo
interno capaz de envenenar a nuestros niños, carcomer nuestra sociedad y
destruir nuestro país. Se nos dijo que era necesaria la mano dura, que quizá
habría “daños colaterales”, pero que era necesario para acabar con él. Se nos
dijeron tantas cosas y nosotros, como sociedad mexicana, aceptamos y cedimos
cada vez más derechos en espera de esa promesa de seguridad. Cedimos la presunción
de inocencia, los paisajes donde acudíamos a pasear, los caminos, las
carreteras, las escuelas, cedimos las noches, las madrugadas, las plazas.
Cedimos incluso la intimidad de nuestras casas, nuestros sueños, y ahora casi
toda nuestra vida está cruzada por el horror que ha dejado esa guerra.
La militarización
del país ha tenido muchísimas consecuencias. De alguna forma, ustedes en
Argentina son testigos del horror que deja la presencia militar en las calles,
lo vivieron durante la
dictadura. En México a una década, el saldo se cuenta en 150
mil personas asesinadas, más de 30 mil personas desaparecidas contra su
voluntad, 250 mil personas desplazadas de su territorio. México se ha
convertido en un país que ya no sabemos si calificar como “herido” o “sangrante”
o incluso decir que es una gran fosa. País de muertos. País de desaparecidos.
País de fosas.
Ahora que veo que
el presidente Macri quiere llevar a Argentina a una guerra contra el narco
pienso en todo lo que los argentinos nos han enseñado a los mexicanos en la
lucha por la verdad y la justicia, siendo el ejemplo más reciente la sentencia
de La Perla, donde se condenó a prisión a 28 represores militares. Pienso en
ese ejemplo de tenacidad, de dignidad que se mantiene vivo después de 40 años.
Ojalá lo que hemos vivido en México esta década de guerra contra las drogas sea
una lección para ustedes. Si hay algo que podemos enseñarles, que podemos
decirles no permitan lo que nosotros. No cedan su país por una promesa de
seguridad.
Cadena de mando
En la Red de Periodistas de a Pie intentamos lo que muchísimos
compañeros periodistas han tratado estos años: mostrar las consecuencias de esa
guerra, encontrarle una lógica a esa violencia, una explicación, tratar de
mostrar cómo funciona esa máquina de muerte. Y lo hicimos con este trabajo que
se llama Cadena de Mando y se puede ver enwww.cadenademando.org .
Para los autores de este trabajo, es indispensable hacernos estas
preguntas y acercarnos a quien puede responderlas, los soldados mismos. Por
ello, entrevistamos a seis militares, cinco de ellos en proceso penal por
homicidio. A través de sus testimonios intentamos encontrar respuestas que nos
permitan entender la complejidad de esta guerra.
En la documentación de los crímenes hay una historia que los
mexicanos ignoramos: la de los soldados, el eslabón más frágil de las fuerzas
armadas, los hombres –y a veces mujeres— que reciben y cumplen órdenes.
¿Quiénes son ellos? ¿Cuáles son sus historias? ¿Por qué se enrolaron como
soldados? ¿Cómo y para qué han sido capacitados? Los que han matado, ¿tenían
otra opción? ¿Cuál ha sido su margen de decisión y, por lo tanto, de
responsabilidad? ¿Hay órdenes precisas para salir a la calle y matar? ¿Son los
soldados parte de una maquinaria de muerte? ¿Hasta qué punto un soldado que
mata es responsable del crimen? ¿Hasta qué punto esa responsabilidad asciende a
sus superiores? Y si no hubieran recibido la orden, ¿habrían matado? ¿Es la
obediencia razón suficiente para justificar la comisión de un crimen?
Este trabajo trata de buscarle el rostro a estos números, la piel,
los músculos. Partir de ese rostro de los soldados, como la extremidad última
del poder, es necesario para indagar y reconstruir las dimensiones de un
sistema creado para ejercer violencia contra las personas. Partir de ellos,
para entender esa maquinaria donde la muerte no es azarosa.
Se trata de una investigación en proceso que esperamos crezca
conforme obtengamos más testimonios, logremos la desclasificación de información
o se ventilen los procesos judiciales. Estamos convencidos que debemos empujar
lo necesario para entender qué hay detrás de esta guerra, detrás de una persona
que mata. Esperamos que las reflexiones a partir del testimonio de los soldados
nos permita acercarnos a una pregunta que nos inquieta por el momento que vive
México: ¿La experiencia de los soldados mostraría que cualquiera, inserto en
este sistema militar y policial, puede ejercer violencia? Fuente: http://www.anred.org/spip.php?article12783
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