Crisis Civilizatoria
Octubre de 2009
Octubre de 2009
(...)Ahora
bien, la posibilidad de un colapso para el sistema capitalista no quiere
decir que los capitalistas del mundo vayan a renunciar a seguirlo siendo
y vayan a optar por otra forma de organización social, pues está
demostrado a través de la historia que el capitalismo no va a
desaparecer gracias a sus propias crisis, sino por acción de sujetos
colectivos, conscientes de la necesidad de superar esta forma de
organización social y que actúan en consecuencia, como sucedió al
estallar los procesos revolucionarios que se presentaron durante el
siglo XX.
Y, en ese sentido, la actual crisis no es diferente, puesto
que, como modo de producción, el capitalismo va a reactivar el
crecimiento por un breve tiempo, pero eso va a agravar tanto las
condiciones de reproducción del sistema como la vida de la mayor parte
de la población mundial. Estas dos circunstancias son las que indican
que la crisis actual, en la que confluyen todos los aspectos mencionados
en este ensayo, no es otra más, pasajera y circunstancial, sino de
repercusiones de largo plazo, porque su costo humano y ambiental va a
incidir en la vida de millones de seres humanos, lo cual puede conducir
o a un cambio revolucionario o a que se acentúen las tendencias más
destructivas y criminales del capitalismo, cuyo funcionamiento se
enfrenta a un límite insuperable, el fin del petróleo y el agotamiento
de los recursos.
De igual
forma, con la crisis civilizatoria ya no se presenta sólo un desplome
económico al que sigue una rápida recuperación, sino que por el
contrario se asiste, como ahora, a un deterioro incontrolable de las
condiciones naturales y sociales de la producción, motivado por la
acción del mismo capitalismo, aunque eso no impida que en el cortísimo
plazo algunas fracciones del capital alcancen ganancias extraordinarias,
como resultado del acaparamiento, la especulación o la inversión en
actividades relacionadas con la misma crisis, tal como la compra de
empresas petroleras o de automóviles. En pocas palabras, la crisis
civilizatoria “es silenciosa persistente, caladora y su sorda
devastación se prolonga por lustros o décadas, marcados por estallidos a
veces intensos, pero no definitivos, que en la perspectiva de la cuenta
larga configuran un periodo de crisis epocal”.[14]
Y este
carácter insoluble de la crisis
civilizatoria plantea la
urgencia de un cambio revolucionario para sustituir al capitalismo si es
que la humanidad quiere tener un mañana. Esto exige la construcción de
otra civilización distinta al capitalismo que recobre los valores de la
justicia, la igualdad, el valor de uso, la solidaridad, la fraternidad y
otro tipo de relaciones con la naturaleza y que rompa con el culto al
consumo, a la mercancía y al dinero. Eso supone reconocer la existencia
de límites de diversa clase para los seres humanos: naturales,
materiales, energéticos, económicos, tecnológicos y sociales que tornan
imposible un crecimiento ilimitado, como el postulado por el capitalismo
realmente existente, y que hoy se exalta como el milagro salvador que va
a sacar al capitalismo de la crisis, y que pretende estar por encima de
cualquier tipo de condicionamiento para sostener que no hay ningún tipo
de barrera, ni natural ni social, que pueda impedir una expansión
incontenible de la acumulación de capital.
Un
movimiento anticapitalista en las actuales circunstancias de crisis
civilizatoria debe
plantearse una estrategia doble, que es complementaria y no antagónica:
uno, impulsar todas las medidas indispensables para mejorar las
condiciones de vida de la población pobre mediante la redistribución
mundial y nacional de la riqueza que permitan romper con la injusticia y
la desigualdad de clase, sin que esto se de por la órbita mercantil que
privilegia el afán de lucro sino mediante la recuperación del valor de
uso, la solidaridad y la fraternidad, todo lo cual sólo puede hacerse
con una revolución que posibilite el control de los medios de producción
por los productores asociados que, por supuesto, requiere como condición
fundamental la “expropiación de los expropiadores”; y dos, replantear en
forma radical la noción de progreso tecnológico, proponiendo un programa
político y económico que cuestione la producción mercantil y todos sus
efectos ambientales y energéticos.
Esto,
desde luego, supone todo un reto ideológico y político para afrontar la
crisis porque implica que las izquierdas
históricas deben romper
con su inveterado culto al progreso, a las fuerzas productivas y a los
artefactos tecnológicos generados por el capitalismo, lo cual requiere
de un nuevo tipo de educación y politización, porque “es imprescindible
refundar un movimiento comunista rojo-verde, que ponga en el centro de
su actividad política las medidas ambientalistas radicales”.[15]
En esta
dirección, hoy ante la crisis civilizatoria se precisa complementar dos
tipos de crítica, la de Marx a la explotación de los trabajadores y
otra, más reciente del ecologismo anticapitalista, a la destrucción de
las condiciones que permiten la reproducción de la vida. Y esta doble
crítica debería recobrar la indignación, aquella que Marx mostró cuando
denunció que la búsqueda insaciable de plusvalía por parte de los
capitalistas degrada las relaciones humanas y esa misma indignación se
requiere para enfrentar las consecuencias de la crisis ambiental y la
transformación climática, ya que “frente a esta posibilidad de una gran
perturbación que pondría en peligro la base material de la reproducción
social, los sectores dominantes de la burguesía han caído aún más bajo,
en una degradación moral sin precedentes, que pone en peligro el futuro
de la humanidad en su temerario intento de continuar las prácticas
productivas que han creado esta situación”.[16]
Con
relación a esta decadencia moral e histórica de las clases dominantes
que representan a un régimen económico y social que puede catalogarse
como un capitalismo senil, es
imprescindible reivindicar otra ética, la de los límites y la de la
autocontención, que deben llevar a plantear la urgencia del
decrecimiento en algunos lugares del mundo (en los países altamente
industrializados), junto con la redistribución económica allá y en el
sur del mundo, como resultado de una modificación revolucionaria en las
relaciones de propiedad, como un proyecto político, colectivo y urgente,
que claramente reivindique la superación del capitalismo porque
solamente una ruptura con su culto al crecimiento, su consumismo
exacerbado y su productivismo sin límites, puede evitar la catástrofe.
Porque, en pocas palabras, “la dinámica del capitalismo de consumo
masivo desemboca en la aberración de un planeta para usar y tirar.
Frente a esto el ecologismo es insurgente: ¡la Tierra no es
desechable!”.[17] Por
ello, como dicen Adolfo Gilly y Rhina Roux “en el mundo de hoy, razonar
con lucidez y obrar con justicia conduce a la indignación, el fervor y
la ira, allí donde se nutren los espíritus de la revuelta. Pues el
presente estado del mundo es intolerable; y si la historia algo nos dice
es que, a su debido tiempo, no será más tolerado”.[18]
En efecto, la
historia está abierta y que se consolide otra forma de sociedad depende,
en última instancia, de la capacidad de refundar un proyecto
anticapitalista de tipo ecosocialista por todos los sujetos que creen
que otro mundo es posible y necesario, y que tal vez podría expresarse
de manera sintética en la actualización de una célebre máxima
revolucionaria, de esta manera: “Ecosocialismo
o barbarie tecnofascista”.
*Historiador. Profesor titular de la Universidad Pedagógica Nacional de
Bogotá, Colombia. Doctor de la Universidad de París VIII. Diplomado de
la Universidad de París I, en Historia de América Latina. Autor y
compilador de los libros Marx y el siglo XXI (2 volúmenes), Editorial
Pensamiento Crítico, Bogotá, 1998-1999; El Caos Planetario, Ediciones
Herramienta, 1999; Gente muy Rebelde (4 volúmenes), Editorial
Pensamiento Crítico, Bogotá, 2002; Neoliberalismo: mito y realidad;
Entre sus últimos trabajos podemos mencionar: Los economistas
neoliberales, nuevos criminales de guerra: El genocidio económico y
social del capitalismo contemporáneo (2010). La República Bolivariana de
Venezuela le entregó en 2008 el Premio Libertador por su obra Un mundo
incierto, un mundo para aprender y enseñar. Dirige la revista CEPA
(Centro Estratégico de Pensamiento Alternativo). Es integrante del
Consejo Asesor de la Revista Herramienta, en la que ha publicado varios
de sus trabajos..
Artículo enviado por el autor para su
publicación en Herramienta.
Revista Herramienta Nº 42
Octubre de 2009
Fuente: http://www.herramienta.com.ar/revista-herramienta-n-42/crisis-civilizatoria
Fuente: http://www.herramienta.com.ar/revista-herramienta-n-42/crisis-civilizatoria
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