domingo, 18 de septiembre de 2016

I. Tenemos dos desafíos que confluyen: uno que Jorge J.López esté siempre presente en nuestras luchas y otro que Etchecolatz permanezca en cárcel común como genocida.

Nunca digas nunca
18 de septiembre de 2016

 

A López lo desaparecieron hace 40 años por primera vez, pero luego de tres años de cautiverio ilegal lo liberaron. La segunda vez que desapareció fue hace diez años y nunca más se supo de él. Si no fuera por la lucha de las organizaciones populares, sociales y políticas, de derechos humanos, por los medios alternativos, su figura no estaría presente en nuestro cotidiano. En palabras de Nilda Eloy, sobreviviente de la última dictadura y compañera de López durante su cautiverio así como en el juicio se podría decir que López desapareció cuatro veces, la primera en dictadura, la segunda en democracia, la tercera de los medios y la cuarta del expediente judicial. Programa especial de la RNMA a 10 años de la segunda desaparición de Julio Jorge López. Por RNMA.

Hoy, a diez años de su segunda desaparición, se lucha por la aparición con vida pero también porque no desaparezca por tercera vez, como dice Eloy, y que Jorge Julio López esté en nuestra memoria. Y se dice por tercera vez porque después de su segunda desaparición existió otra, que es la de los medios, los hegemónicos, que se han encargado de no tener presente a López y su causa. Es tarea de los medios alternativos, comunitarios y populares mantener viva la lucha, que es también suya.
La paradoja es que hay que memorizar a un hombre que se podría comparar con la del personaje novelesco de Borges, Funes el memorioso. Pues fue López quien después de treinta años de haber sido secuestrado se sentó como testigo en el primer juicio luego de la anulación de las leyes de impunidad -en el cual se lo condenó a reclusión perpetua al represor Miguel Uno de los comandos organizados durante su función en la policía bonaerense fue la que tuvo por víctimas a los estudiantes secundarios en la “Noche de los Lápices”. Justamente fue con uno de estos jóvenes con quien Julio López compartió cautiverio en el pozo de Arana: Francisco López Muntaner, quien había sido secuestrado junto a nueve compañeros estudiantes secundarios un mes y once días antes que López.
En uno de sus juicos Etchecolatz pronunció unas palabras antes de escuchar el veredicto: “No es este tribunal el que me condena. Son ustedes los que se condenan”. ¿Se habrá referido a la perpetua condena de la segunda desaparición de López? Porque esa sí que fue una condena para el pueblo argentino.
Como ya mucha información se dio y existe sobre el macabro prontuario de Etchecolatz, es necesario tener presente a López. Hay que pensar que algunas de las casas de La Plata y alrededores fueron hechas por Jorge Julio López durante sus cuarenta y largos años de trabajo de albañilería. Hoy, cuando la causa judicial de López tiene la caratula de presunta desaparición forzada es necesario volver a leer las palabras que escribió un periodista hace algunos años. En su afán por aportar a lo que organizaciones sociales, políticas, de derechos humanos, artistas y gente de la cuidad hizo porque no desaparezca López, Miguel Graziano, realizó una investigación devenida en libro, “En el cielo nos vemos”, en cuyas páginas puede leerse un poco de la historia de López.
“Jorge Julio López nació el 25 de noviembre de 1929 en General Villegas, en el extremo noroeste de la provincia de buenos aires, donde vivió hasta los 8 años, cuando sus padres se mudaron a una pequeña chacra que alquilaron en el campo.
Su padre, Eduardo López, era nativo y su madre, Consuelo Rodríguez, una inmigrante española que llego a la argentina en barco con una familia que la crió como si fuera hija natural.
–y con una valentía enorme rememoró con lujo de detalles el siniestro cautiverio de él y muchxs compañerxs desaparecidxs por la última dictadura cívico-militar. Como bien dijo Rozanski -juez integrante del tribunal que condenó a Etchecolatz- en una entrevista que dio para el documental “Un claro día de justicia” la rememoración de López “la tienen los chicos que no han desarrollado la posibilidad de un pensamiento abstracto, entonces, por lo concreto lo que dicen es lo que pasó y la tienen las personas, y esto es una apreciación muy personal, que vivieron situaciones tan traumáticas, han viajado tan lejos en el dolor que no están comprendidos por la especulación, no pueden especular, tienen ese mandato de decir todo lo que paso y no solo respecto de ellos, todo lo que les paso a los otros”.


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