Democracia, liberación, autogobierno:
Apuntes para el renacer político de los pueblos
3 de septiembre de 2016
Por Sebastián Henríquez (Rebelión)
El we tripantu, en la cosmovisión mapuche, es la renovación de las
energías vivas en la naturaleza, lo cual significa, para nosotros y nosotras,
un nuevo comienzo en el andar incesante de las comunidades, quienes están en
constante relación con las otras fuerzas que existen en el mundo, vinculados
como entes únicos, independientes, pero también fuertemente ligados en su
actuar y destino con otras expresiones de vida en el tiempo. Es un momento de
transformación, de renacimiento, de revolución. Luego de la noche más larga,
habrá una nueva salida del sol.
El actual momento que vive la sociedad chilena en este punto de su
historia invita a la reflexión profunda y sincera respecto a qué somos y, por
tanto, qué queremos. En ese proceso, intentamos responder a la necesidad de
crear un imaginario del cual sentirnos parte y por el cual poder luchar día a
día, enfrentándonos a esta realidad que nos es tan ajena y parece asfixiarnos
si es que no aceptamos el individualismo, la ansiedad y la angustia social a la
que nos ata con la dependencia a la tecnología y el culto al dinero como
verdades absolutas que justifican, rentabilizando cada una de nuestras acciones
(desde amar o sentir hasta trabajar o educarnos), la violencia y la
explotación.
La dominación, en su actual etapa capitalista, interrumpe los nexos entre el sujeto, la colectividad y el medio en el cual desenvuelve su vida, impidiendo de esa manera la reflexión y resolución consciente de las personas y los pueblos, estableciendo con ello, de manera violenta, una forma de existencia en base a patrones e ideas que resulten más convenientes a quienes detentan el poder en sus manos para su privilegio. Esto explica, por ejemplo, los programas educativos con parámetros uniformes y mercantilizados en las escuelas o universidades, la elección de métodos de salud y prevención occidentales por sobre los conocimientos ancestrales, la extracción indiscriminada de recursos naturales y la consecuente destrucción del medio ambiente, o la comercialización del arte como producto y no como expresión espontánea y sincera de un sentir.
En este contexto de imposición, la democracia debe plantearse como el prisma sobre
el que construir una alternativa. Ello se refiere a cómo levantamos en conjunto
espacios donde las personas puedan desarrollar de manera colectiva las formas y
maneras de crear, apoyar y fomentar procesos amplios de reflexión permanente
sobre nuestra realidad, de manera tal de dotarse las comunidades y el pueblo de
las armas ideológicas y materiales para re-construir nuestras vidas según las
propias necesidades, anhelos y esperanzas, abandonando el mercado como espacio
válido de decisión política, permitiendo la apertura de los espacios a todas y
todos, independiente de cuan lleno de dinero esté sus bolsillos o sus manos. La
democratización de nuestras comunidades implica verdaderas oportunidades para
cada una de las personas, un modo de vida en que nadie quede excluido y en el
que todas y todos podamos empoderar nuestra existencia, permitiendo un
desarrollo colectivo igualitario, solidario y consciente, tanto entre nosotros
y nosotras, como con la naturaleza, sea en nuestras familias, sea en un
sindicato, una junta de vecinos, una comunidad indígena o un centro de
estudiantes, todos los espacios deben re-estructurarse sobre la base de la
democracia real para los pueblos.
Por ello, es importante
re-conocernos como individuos, valorizar la pequeña existencia que significa
nuestro actuar o sentir y entender la existencia de la misma complejidad en
quienes nos relacionamos, quebrando de forma concreta el individualismo que se
expresa en incluso quienes creen, a partir de su propia reflexión, tener las
respuestas correctas. Urge ser sobre todo empáticos y solidarios, caminar en
conjunto y nunca pretender imponer nuestras ideas, por más justas y necesarias
que las creamos. Avanzamos todas y todos, no hay forma más correcta de hacerlo.
Nuestra construcción es desde la sinceridad del sentimiento por una mejor
existencia para todas y todos, jamás deberá haber espacio para la disputa y la
intransigencia, salvo contra quienes oprimen y reprimen nuestra libertad. En
esto, la liberación de la mujer y el fin del patriarcado deben ser objetivos
primeros.
Dichas ideas de democracia y liberación nos llevan, especialmente
en lo colectivo, a reivindicar el autogobierno como forma de organizar nuestras
comunidades.
Son los pueblos, conformados por personas libres, iguales y con sentido
democrático, los llamados a responder las decisiones que como sociedad debamos
tomar en nuestro presente y para nuestro futuro. Cómo crecen las localidades,
cómo se educa a los niños y niñas, cómo se provee económicamente para la
subsistencia, son algunas de las cuestiones en que es urgente plantear una
alternativa real al actual sistema injusto, desigual y violento que nos
gobierna. Las luchas estudiantiles, las problemáticas territoriales en el sur,
la lucha de los pueblos originarios, las organizaciones de trabajadores, son
ejemplo de apuestas de conflicto parcial que se hace necesario retroalimentar
con otras fuerzas vivas y con los pueblos que aún despiertan del yugo bajo el
que se les ha dormido. Unir esfuerzos, solidarizar, emprender la larga tarea de
educar y organizar para sacar a puño y fuego a ladrones, avaros y corruptos.
Sebastián Henríquez, Movimiento Capucha de Lana - Quellón, Chiloé, Chile
Sebastián Henríquez, Movimiento Capucha de Lana - Quellón, Chiloé, Chile
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