A
propósito del “capitalismo de Estado”
El fracaso de las élites dominantes y
las clases medias que
las respaldan
29 de septiembre de 2016
Por Arturo D. Villanueva Imaña
Quieren emular a la burguesía clásica y solo son su caricatura.
Quieren sobresalir y marcar tendencia, y solo exteriorizan su disponibilidad de
dinero, sin otorgarle otra o mejor función que el despilfarro y los gastos en
megaobras generalmente inútiles.
La burguesía nacional, para llamarse tal, debería tener la
capacidad de desarrollar la economía, crear prosperidad y construir un sistema
productivo fuerte; capaz de sostener una ideología e impregnar a la sociedad
con su pensamiento y sus ideas. Sin embargo, como no es capaz de crear un
modelo propio y diferente del capitalista neoliberal y financiero imperante
(del que depende y tiene como único referente), entonces solo se limita a
reafirmar su dependencia y sometimiento al sistema hegemónico
predominante.
Por eso es una burguesía dependiente y colonial. Y lo es en doble
sentido, porque al margen de su dependencia y sometimiento al capitalismo
global, en el caso de nuestro país (por circunstancias que todos conocemos), ha
debido ceder su protagonismo y su papel al Estado y al gobierno. Es el Estado
boliviano, denominado plurinacional, el que vía las nacionalizaciones y,
especialmente, la constitución de diversas empresas y proyectos estatales, que
se ha dado a la tarea de emprender un capitalismo de Estado en el que la
burguesía criolla (tradicional y emergente), juega un rol supeditado,
expectante y pendiente de las migajas, las obras y los emprendimientos que el
Estado esté dispuesto a concederles subsidiariamente.
En el plano político, esta esterilidad se manifiesta en su
consabida incapacidad para crear un ideario, para constituirse en un referente
acorde al sistema predominante que representa en la sociedad, y para impregnar
la sociedad con su huella.
Más allá de circunstanciales manifestaciones rimbombantes que
suelen tener algún tipo de repercusión pública o mediática (como sucede por
ejemplo con la arquitectura de los llamados “cholets” que se construyen en El
Alto, o los desfiles de modas y los carnavales que se organizan con inusitado
despliegue y tiempo en diversos departamentos), no es posible afirmar que estas
expresiones hayan logrado trascender el espacio y tiempo concretos donde se
realizan, y mucho menos crear una base cultural e ideológica acorde a su
despliegue económico. Es decir, que su volumen económico y la enorme erogación
de dinero que suponen (inversión dicen), estén a la misma altura y se refleje
(se impregnen), en el plano del pensamiento, la cultura, el arte y otras
manifestaciones colaterales.
En otras palabras, el único correlato que existe entre la clase
dominante procapitalista (incluida la nueva élite mestiza emergente) y su influencia
sobre la sociedad, es el tamaño de sus obras y la cantidad de dinero que puede
acumular. No tienen capacidad para crear un proyecto nacional, para marcar su
huella en la sociedad. Y
como los valores y principios de la burguesía capitalista y liberal (que ya se
han impuesto en el mundo hace varias décadas), ya le ha hecho su tarea y la ha
dejado rezagada, no le queda otra que repetir y copiar (generalmente de una
manera deficiente, porque busca aplicar mecánicamente lo que ha aprendido, en
realidades como la boliviana que son muy dinámicas y principalmente abigarradas
y complejas). Lo hace sin mayor capacidad innovativa, porque se encuentra en el
límite impuesto por el desarrollo de la sociedad, que ya reclama otro actor
protagonista y transformador, y porque además no tiene otro horizonte que no
sea su dependencia.
Estas consideraciones permiten afirmar que hemos llegado tarde
para emprender la tarea del desarrollo capitalista industrial al estilo
occidental. Sin embargo el actual gobierno (desdeñando y traicionando lo que la propia Constitución
le manda y establece), se empeña tercamente en seguir los pasos extractivistas
y desarrollistas para emular el supuesto “progreso” y “crecimiento” de esas
economías en crisis que han llegado al límite de provocar el cambio climático
(y todos los desastres y graves daños globales que sufrimos), cuando lo que
debería hacerse es evitar semejante situación y marcar el nuevo camino para
construir aquella relación armoniosa con la naturaleza para Vivir Bien, que el
pueblo había propuesto e incluido en la Constitución.
Fuente: http://www.bolpress.com/2016/09/29/el-fracaso-de-las-elites-dominantes-y-las-clases-medias-que-las-respaldan/
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