Edgardo
Lander: “En Venezuela, sencillamente, la gente está harta”
20 de septiembre de 2016
20 de septiembre de 2016
Por: Prodavinci
En la casa de Edgardo
Lander hay trazos de su estadía en México y varios países de África. Su cara es
conocida en los movimientos sociales de América Latina y otros continentes. Su
pensamiento es de izquierda, acendrado en la academia y en un estudio continuo.
Recientemente, escribió un "paper" para la Fundación Rosa Luxemburgo
que retrata, con severidad de investigador, el momento actual que vive
Venezuela.
Esta entrevista
propone abordar ése y otros temas. Uno de ellos es el referéndum revocatorio.
Pero antes, y esto es absolutamente necesario, Edgardo Lander habla sobre la
profunda crisis de la sociedad venezolana, sobre la cual está montada la crisis
política coyuntural que tiene en vilo al país.
Los problemas son
dilemáticos y de un calado estremecedor. El conflicto llegó para quedarse y el
gran desafío que tiene la sociedad venezolana pasa por resolverlo mediante las
vías que ofrece la
democracia. El costo para la izquierda y para el movimiento
popular venezolano, simplemente, es terrible.
Podríamos empezar por una pregunta obvia. ¿Cuál es la evaluación
política que hace de este momento?
Bueno, una obviedad decir que estamos en una profunda crisis en
este momento. Yo creo que es importante, no sólo para pensar la situación
actual, las del año que viene, las posibles salidas, si hay transición o no,
esas cosas, que sería útil reconocer que la crisis política está montada sobre
una crisis mucho más profunda, que es la crisis de un patrón de acumulación, de
un patrón de organización del conjunto de la sociedad, cuyo soporte es la renta
petrolera. No se puede abordar el debate y las posibles salidas a la crisis
política, si hay o no referendo, si se logra o no en 2016, digamos, las opciones
que hay en el debate político, si uno simultáneamente no está pensando hacia
dónde va esta sociedad. ¿Qué significado tendría que hubiese un cambio de
gobierno si las condiciones básicas de la organización de la sociedad no están
siendo cuestionadas y la lógica va a seguir siendo la misma? ¿Se va a tener la
pretensión de que como ya no es posible sostener la economía sobre la base de
la renta petrolera, entonces, vamos a optar por la renta minera? ¿Vamos a traer
grandes inversiones en el Arco Minero y vamos a seguir, como sociedad, en esa
misma lógica de un asalto permanente de la naturaleza, de la devastación del
ecosistema y todo eso para que el Estado tenga suficientes recursos para poder
mantener su legitimidad sobre la base de políticas clientelares? Mientras estas
cosas no se cuestionen, creo que hablar de la crisis política es atenerse a la
ceguera, a la falta de dirección de hacia dónde debería ir esta sociedad. (…)
El Caracazo es la expresión de que efectivamente había un inmenso
malestar ahí. Pero sin dirección, sin salida. No creo que sea deseable regresar
a esa cosa. Pero por otra parte está el imaginario de que somos ricos y el
Estado proveerá. Es algo que está profundamente instalado en esta sociedad,
entre otras cosas, porque son 100 años de explotación petrolera.
¿No cree que sería absolutamente novedoso, no sé si
revolucionario, que el libro de Fernando Coronil El Estado Mágico se reedite masivamente en Venezuela? Lo pregunto
porque allí están todas las claves de la relación que hay entre el rentismo
petrolero y el sistema político venezolano. Ese fenómeno está allí expuesto
como una fractura abierta de la sociedad venezolana, que deja ver el hueso. Y,
sin embargo, no pasa nada.
Inclusive la naturalidad con que se incorpora al discurso político
una cosa que todo el mundo dice "tenemos que salir del rentismo". Es
una especie de cliché obligatorio, pero que no tiene consecuencias. De ahí no
se deriva nada, ninguna propuesta concreta. Y para ejemplo, un botón: en el
programa de gobierno, tanto de la oposición como del chavismo (elecciones de
2012 y en las que se realizaron en 2013, debido a la muerte de Chávez), no
había nada, nada, nada, en común, excepto una sola cosa. Ofrecían llevar la
producción de petróleo de 3 millones de barriles a 6 millones de barriles para
el año 2019, en esa lógica de que somos un país rico y que el
Estado va a tener mucho dinero. La verdad es que eso no está
cuestionado. Hay razones sólidas para advertir que en este momento no estamos
ante una caída coyuntural del precio del petróleo, sino que estamos en un punto
cualitativamente diferente con relación al tema del petróleo. Y esto por dos
razones. En primer lugar, si hace algunos años se hablaba del "Peak
oil" (Una
influyente teoría acerca del agotamiento a largo plazo del petróleo, en la que
resalta el hecho de que el factor limitador de la extracción de petróleo es la
energía requerida y no su costo económico), pues resulta que eso ya no es
cierto. Las transformaciones tecnológicas permiten explotar hidrocarburos en el
fondo del Ártico; en el presal, en Brasil; en las arenas bituminosas, en
Canadá, el fraking, no sólo en Estados Unidos, sino en otros países, hace que
hoy exista una sobreabundancia de hidrocarburos y eso no va a cambiar. Hay un
segundo factor estructural muy importante. Los peligros que encierra el cambio
climático hacen que sea absolutamente indispensable, por un problema de
sobrevivencia de la humanidad en el planeta, que la mayor parte de los
hidrocarburos ya detectados, explorados y cuantificados permanezcan bajo
tierra. Eso nos coloca en otra situación. Por más petróleo que haya en
Venezuela, la mayor parte de ese petróleo no va a poder ser extraída.
Cambió la realidad, cambió el mundo, hay una nueva matriz
energética en los países ricos, pero nosotros no hemos cambiado absolutamente
nada. Entonces, ¿nosotros nos vamos a quedar como el petróleo, bajo la tierra?
Estamos en un momento de crisis de patrón civilizatorio completo.
No es sólo el patrón energético. La sobreutilización de la capacidad de carga
del planeta, en su conjunto, en términos de agua, bosques, pesca, de todo, ya
está sobrepasando la capacidad de reposición que tiene el planeta Tierra.
Entonces, la posibilidad de construcción de una sociedad más igualitaria, más
equitativa e, inclusive, la capacidad de sobrevivencia, pasa por un
reconocimiento de esa realidad y un redireccionamiento de qué es lo que
aspiramos como vida digna. Tiene que ser en otras condiciones. Pretender que
los patrones de consumo de los países del norte tienen que ser los patrones
imitables del sur, que es la lógica con la cual se está trabajando todo el
tiempo, digamos aspirar a vivir como en Estados Unidos o Europa o el
aceleradísimo proceso de expansión del consumo chino, es una cosa que no lleva
sino a la
destrucción. Reconocer eso es extremadamente complejo, porque
forma parte de la lógica del capitalismo, de la lógica de crecimiento sin fin,
de la lógica de 500 años de modernidad y de la lógica de sistemas políticos,
cuya legitimidad está basada sobre el crecimiento continuo del PIB y de la
capacidad clientelar del Estado. Son demasiadas fuerzas de inercia que apuntan
en esa dirección. Pero esa dirección apunta al suicidio colectivo. Si eso no se
incorpora a lo que tenemos que pensar en América Latina y en Venezuela,
estamos, simplemente, ignorando la realidad.
Pero volvamos al tema de la democracia y la elipsis del
chavismo. Ciertamente, hubo un retroceso que se inicia a mediados de los años
70, eso es cuantificable, medible, y políticamente contrastable, porque eso fue
lo que nos llevó a Chávez, ¿no? Pero vamos a lo siguiente: en los inicios de la
democracia, la mayor preocupación, el objetivo principal, era la estabilidad y
Chávez puso en escena el tema de la participación, el tema de la soberanía
popular. Pero lo que estamos añorando ahora es un poco de estabilidad. No sé si
Edgardo Lander sueña, de día o de noche, con vivir en un país cuya estabilidad
le permita enfrentarse a una vida cotidiana, menos inquietante, menos azarosa.
Obviamente, la vida cotidiana de los venezolanos hoy es
extraordinariamente difícil. Vivimos en una sensación de inseguridad
permanente. No sólo de inseguridad física, que es algo que está presente en los
venezolanos día a día, no sabes si cuando alguien sale va regresar a su casa,
esa frase, "por favor, llámeme cuando llegues", es una cosa que está
ahí, instalada, y eso es terrible, esa cosa de la supresión del espacio público
como un lugar de encuentro, la reducción del horario de la vida, cómo a partir
de una hora, simplemente no sales, eso, obviamente, es un empobrecimiento de la
vida y si a eso se le agrega esta dimensión, absolutamente compleja, que tiene
que ver con la escasez y la inflación, eso hace que la vida cotidiana sea
insoportable. Tener una sensación de "normalidad" es una aspiración
que recorre a la sociedad venezolana.
Sí, estamos encerrados en una crisis más profunda, que tiene que
ver con el petróleo, con la viabilidad económica de Venezuela, con los grandes
dilemas sociales. Pero también estamos sumergidos en una crisis que tiene que
ver con un conflicto de poderes, con el ReferendoRevocatorio. Hay una lucha
descarnada por el poder, pero no hay una compaginación de procesos, de
propuestas. A no ser la curiosa coincidencia alrededor de los 6 millones de
barriles de petróleo. Pero nada de esto se puede enfrentar sin un mínimo de
estabilidad política.
Es muy difícil lograr la estabilidad política en esta transición
de una sociedad supuestamente rica a reconocer los niveles realmente existentes
de producción. (Un dato, cortesía del economista Asdrúbal Baptista. Sin la
renta petrolera, el tamaño de la economía venezolana es similar a la de Chile , pero nosotros
tenemos una población de 30 millones de habitantes y ellos de 10 millones).
Venezuela, de lejos, no produce suficientes productos para alimentarse, el
componente importado es absolutamente elevado para producir cualquier cosa, eso
hace extraordinariamente compleja la situación. Y si a eso le agregas el imaginario
que atravesaba los proyectos de la IV República pero también la Constitución Bolivariana ,
que no es otra cosa que el Estado del bienestar europeo, que ya ni siquiera es
así en Europa, es decir, una sociedad donde todo el mundo tenía acceso a la educación,
a la salud, a la seguridad social y a niveles de consumo elevados, en
Venezuela, ese imaginario, se alimentó con el petróleo. Darse cuenta de que no
estamos en una crisis económica coyuntural, porque coyunturalmente bajaron los
precios del petróleo, sino porque la sociedad está montada sobre una ficción,
de que el precio del barril iba a subir indefinidamente, por encima de 100
dólares, y que esa era la característica estructural de la sociedad venezolana
o advertir que las importaciones no petroleras pasaron de 80.000 millones de
dólares a 15.000 millones de dólares, significa que la sociedad está cambiando,
está cambiando profundamente. Eso genera, inevitablemente, condiciones de
inestabilidad, que no tiene posibilidad, ni institucional ni política de
resolverse, porque si se convocase a elecciones y llega un gobierno de la MUD,
las condiciones estructurales de la sociedad son las mismas.
El conflicto llegó para quedarse. En Venezuela hay una serie de
ajustes pendientes. Hay sectores, vinculados a los servicios que presta el
Estado —electricidad, telefonía, transporte—, cuyo costo nada tiene que ver ni
con la producción real de esta economía, ni con la paridad cambiaria del
llamado dólar Dicom, hacia donde se han movido muchas de las importaciones.
¡Ah! Esos ajustes, inevitablemente, tienen que pasar. El problema
es cómo pasan. Si pasan negociados democráticamente, si pasan de alguna forma
equitativos, en que haya la posibilidad de que a cada quien le toque su parte,
en una forma de capacidad política, de procesamiento democrático. ¿O va a hacer
una política a rajatablas? Porque si es el caso, obviamente esa política no
conduce a la estabilidad, sino a una protesta permanente. (…)
Fuente:
http://www.aporrea.org/contraloria/n297372.html
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