Conflictos y violencia en
el modelo extractivista
del capitalismo dependiente
4 de septiembre de 2016
Por Raúl Prada Alcoreza
La escalada de violencia en el
conflicto del “gobierno progresista” con las cooperativas mineras es una
lección dura; pero, en todo caso una lección[1]. La muerte de tres mineros
cooperativistas y el asesinato del Viceministro de Gobierno, de Régimen
Interior, Rodolfo Illanes, en el conflicto reanudado, después que el gobierno
promulga la ley sobre la sindicalización en las cooperativas, son indicadores
del desborde de la violencia, tanto del Estado como la de los bloqueadores.
Ciertamente el asesinato del viceministro descalifica la demanda de los
cooperativistas mineros; es más, convierte a la demanda en objetivo gremial,
que se coloca por encima de la
vida. El gobierno increpa a los cooperativistas mineros, los
acusa de conspirar con la “derecha” contra la autoridad legítimamente
constituida, incluso contra el Estado, al estar en connivencia con las empresas
trasnacionales; además de tener contratos con las empresas privadas a quienes
les entregan los minerales que extraen. Esto último, ¿acaso no lo sabían,
cuando fueron los cooperativistas sus aliados, conformando un Pacto de Unidad
chuto, sin las organizaciones indígenas, que fueron separadas, incluso
destruidas? Por qué recién sacan a luz una evidencia sabida por muchos, por lo
menos, por los que se hallan vinculados a la minería, de una u otra manera.
Lo que ha cambiado es la
coyuntura económica, por así decirlo, bajaron los precios de las materias
primas; en el caso de la minería, de una manera estrepitosa, también de los
hidrocarburos. En las condiciones de bonanza económica, solo teniendo en cuenta
los altos precios de los minerales, en la coyuntura anterior, había holgura
como para poder beneficiarse con los ingresos provenientes de la minería; tanto
en la condición de asociados cooperativistas, como en la condición de Estado,
debido a las regalías, considerando también a los gobiernos departamentales
mineros. Aunque el porcentaje de las regalías es bajo, como en el periodo
neoliberal, de todas maneras, los gobiernos departamentales y el gobierno
central se sentían satisfechos. A pesar que la mayor parte de la torta se
llevan las empresas extractivistas trasnacionales.
En la coyuntura de baja de los
precios de la materias primas, coyuntura de crisis económica, la alianza entre
gobierno populista y cooperativas mineras entró en conflicto; se fisuró, para
llegar hasta quebrarse. Gobierno y cooperativistas mineros están enfrentados en
una batalla por el control de los yacimientos minerales. De hecho los
cooperativistas controlan el 27% de la explotación minera, en tanto que la empresa
pública solo controla el 3%; en cambio las empresas privadas, principalmente
trasnacionales, controlan el 70%. Los cooperativistas ganaron muchas
concesiones de parte del gobierno, sobre todo, en espacios fiscales, que eran
destinados a COMIBOL; además de excepciones en regalías, tributos e impuestos.
Están exentos de muchos de ellos. Por otra parte, la Ley Minera , a pesar de
lo que dicen los cooperativistas, que quieren más, abre la norma a mayores
concesiones a las empresas privadas, a las que, efectivamente, en la práctica,
pertenecen las denominadas cooperativas mineras. Hay más beneficios, tanto en
lo que respecta a su efecto de irradiación respecto a los espacios aledaños a
las concesiones, así también como el uso gratuito del agua. Se soslaya en dicha
Ley que las llamadas “cooperativas mineras” no lo son, pues se trata de
asociados “cooperativos”, que contratan como patrones trabajadores a destajo.
¿Cuál es el problema de fondo?
¿Qué dos aliados rompan, quiebren la alianza? ¿Qué la crisis económica de la baja de los precios los haya
llevado a la pugna? ¿Crisis del módelo extractivista
colonial del capitalismo dependiente? ¿El desborde de la violencia
que ya ha llegado a la forma de asesinato? ¿El desprecio a la vida y poner
encima de ella los intereses gremiales y también del Estado? Quizás el problema
más preocupante, por no decir, angustiante o desmoralizante, sea que la
sociedad no sea capaz de leer los signos de los eventos dramáticos; que se
adhiera, por costumbre, a las sandeces que dicen los medios de comunicación, a
las tristes y elementales argumentaciones de los políticos, sean oficialistas o
de oposición. Que no sea auténtica, que no sea sociedad alterativa, que se encuentre
atrapada en la camisa de fuerzas de la sociedad institucionalizada. Que no sea
capaz de hacer uso crítico de la razón.
El asesinato del viceministro
de gobierno y las tres muertes de los mineros cooperativistas, ocasionados por
francotiradores de la policía, son síntomas del desborde de violencia a donde
ya hemos llegado. Estas muertes, la forma de su acaecimiento, abren la etapa de
lo que viene; lo que viene es el despliegue descarnada de violencias más
crueles.
La responsabilidad en este
asunto, en el desborde de la violencia, corresponde tanto al gobierno como a las
cooperativas mineras. El Estado es violencia concentrada y violencia condensada,
aunque la denominen, en la teoría crítica, monopolio de la violencia legítima,
no dejan de ser eso, violencia.
El tema es que esta violencia ya ha llegado al umbral y ha cruzado el límite, cuando ya se ingresa a otros agenciamientos. Les ocurre a las sociedades
institucionalizadas cuando
se dejan llevar por la “ideologías”, en su peor versión, por discursos
elementales y miserables, sectoriales o estatales. Lo que pasa es eso, lo que
se ha vuelto una constante en las historias políticas de la modernidad. El enemigo,
aunque sea circunstancial, es demonizado,
convertido en un monstruo,
para justificar su asesinato. La política se vuelve una religión, el esquematismo político de amigo/enemigo se convierte en el esquematismo religioso de fiel/infiel.
La particularidad, en este
caso, en lo que respecta al conflicto entre el gobierno y las cooperativas
mineras, es que lo que antes eran considerados amigos y eran ponderados como tales, ahora se
han convertido en enemigos;
los que antes eran considerados lealesy aliados del gobierno y del partido
oficialista, eran enaltecidos, ahora son considerados monstruos, “traidores”,
“conspiradores”, hasta “derechistas”. ¿Alguien puede tomar en serio estos
vaivenes? Fuera, claro está, de los consagrados llunk’us.
¿Por qué se da este conflicto,
fuera del factor y condicionante de la crisis económica?
Cuando los amigos se vuelven enemigos, cuando los aliados se vuelven contrincantes, quiere decir, que lo que
compartían se ha vuelto la manzana de la discordia;
además, de volverse tan pequeño lo compartido, que lo que se puede repartir no
alcanza para los dos. También quiere decir que la crisis múltiple del Estado obliga al gobierno a
enfrentarse con los otros partidarios del “proceso de cambio”. No puede
negociar, no tanto por que defiende los intereses del Estado, mucho menos de la
Constitución, sino porque el mejor postor, comprador o socio de la explotación
de la minería, son las empresas trasnacionales. Ya no pueden ser las
cooperativas mineras las intermediarias en la transferencia de los minerales
que la cooperativa explota. La única mediación que puede darse con las empresas
extractivistas trasnacionales es la del Estado , la única referencia empresarial
mediadora es la empresa estatal. En tiempos de crisis económica, debida a la baja de
los precios de las materias primas, es una estrategia de
sobrevivencia el control monopólico de Estado, no sólo sobre los recursos naturales, sino sobre la explotación y la mediación con los mercados y con el capital de inversión de las empresas extractivistas trasnacionales.
Como hemos dicho, estamos ante un conflicto entre partes, en el modelo extractivista colonial del capitalismo
dependiente. Estado-nación subalterno, en la forma concreta del “gobierno
progresista”, por una parte, y cooperativas mineras,
además de la empresa privada, grande, mediana y pequeña, siendo la principal de
la empresa privada, la empresa trasnacional, por otra parte; ambas partes
conforman el modelo extractivista.
En las condiciones de la crisis económica,
ya no es posible compartir amigablemente la riqueza mineral; se requiere que salgan del negocio
algunos. Este parece ser el fondo de la cuestión.
¿Empero, por qué el desborde de
la violencia? ¿Por qué llevar a extremos el conflicto? ¿Es una lucha a muerte?
Parece ser que es eso lo que piensan los cooperativistas mineros, también el
gobierno. Independientemente de lo que piensan, es
indispensable tener una percepción propia por parte de la sociedad o una
percepción social, que considere la complejidad de la realidad efectiva. En palabras sencillas, una sociedad alterativa que comprenda su relación
complementaria en los ecosistemas con el Oikos integral
del planeta, del que forma parte. Se lleva al extremo el conflicto, sobre todo, las formas del
enfrentamiento, manifestadas en el desborde de la violencia. No se
tiene la comprensión de
la complejidad, tampoco la comprensión de la pertenencia a la ecología de la biodiversidad. Esto
puede parecer una exigencia excesiva para los gobiernos; empero, tampoco se
tiene un concepción estratégica;
por ejemplo, un proyecto hegemónico.
Si lo tuviera no habría desatado el gobierno una secuencia larga de conflictos;
desde el principio de sus gestiones. Coincidentemente, el 2006, el gobierno
inicia su primera gestión con un conflicto fratricida entre obreros mineros de la empresa estatal y cooperativistas mineros.
Viene después el conflicto con los gobiernos departamentales; le sigue el
conflicto entre el gobierno con las organizaciones indígenas-originarias;
después, conflictos locales, como el relativo con las provincias, por
ejemplo, Caranavi; siguen conflictos con distintas organizaciones y movimientos
sociales provisionales, como con los vendedores de ropa usada; también es
citable, el conflicto alargado, por táctica gubernamental, con la movilización
de los discapacitados. En esta secuencia proliferante, se halla el
conflicto del modelo extractivista; si hubiera tenido un proyecto estratégico, como
el del proyecto hegemónico, no hubiera desatado intermitentemente el conflicto
reiterado con las cooperativas mineras. Al no contar con una estrategia, el
gobierno improvisa, en la desesperación de mantenerse en el poder. Pareciera que cree que algo parecido a la estrategia es desatar conflictos permanentemente
y señalar a los involucrados enemigos comprometidos en distintas
“conspiraciones”, como si se necesitara “conspiraciones”, cuando es el propio
gobierno el que se entierra solo.
El modelo colonial extractivista
del capitalismo dependiente es un modelo limitado; sostiene una economía
primario exportadora y un Estado rentista. Podemos hablar que ésta
es la matriz de los conflictos y de la crisis en el Estado-nación subalterno.
En expresión literaria podemos decir que este es substrato de nuestras penurias.
NOTAS
[1] Ver Humanidades vulnerables y Oikos despojado.
Fuente: http://www.bolpress.com/2016/09/04/conflictos-y-violencia-en-el-modelo-extractivista-del-capitalismo-dependiente
No hay comentarios:
Publicar un comentario