Entrevista a Dahyana Gorosito, segunda parte:
de la soledad y el dolor, a nunca más caminar sola
1ro
de diciembre de 2017
Fragmento final de la
conversación exclusiva que Dahyana tuvo con medios
alternativos que acompañan su lucha desde hace más de un año. El desconsuelo de
perder una hija, la injusticia de ser acusada de ello y la esperanza de poder
vivir una vida nueva donde ella
decida.
Cobertura Colaborativa
de Absolución Para Dahyana.
Mientras concluye la primera semana de audiencias en la
causa que investiga la participación de Luis Oroná y Dahyana Gorosito en la
muerte de su bebé Selene, recuperamos la historia de la joven de 22 años que
fue obligada a parir en un descampado, le fue arrebatada su primera hija mujer
y luego fue incriminada por su muerte. Una trama de violencia, sometimiento y
opresión que exige un Poder Judicial con perspectiva de género.
Mayo de 2016. Luego de haber sido sometida a una semana de
violencias interminables, que comenzaron con un parto inhumano, la desaparición
y posterior hallazgo de su beba muerta y un sinfín de violencias
institucionales, Dahyana fue llevada al pabellón de mujeres de la Cárcel de
Bouwer. Allí debió permanecer casi un año en prisión preventiva ya que la fiscal Mercedes
Balestrini consideraba que había riesgo de fuga aduciendo que
Dahyana se había “escapado del hospital”. Sobre ese episodio, Dahyana cuenta
que puérpera, sin saber dónde estaba su hija, sin respuestas de las
autoridades, y en el día del cumpleaños de su hijo Luisito -quien todavía se
hallaba en la casa de los Oroná- estaba desesperada por ir a Unquillo a buscar
a sus hijxs. Pero nunca llegó, una oficial de la policía la interceptó mientras
se trasladaba en un colectivo interurbano.
Mientras Dahyana aún no se recuperaba de salud y afrontaba
el dolor por la noticia de que su hija Selene estaba muerta -se enteró del
terrible hecho a través de los medios ,
durante su internación- afuera se levantaba una marea mediática que la juzgaba
sin piedad, apoyándose en una Justicia que no dejaba de acusarla de “mala
madre”. Nadie se acordaba de que Luis Oroná, el padre de esa beba, el que se la
había llevado, también estaba detenido y acusado por homicidio agravado por el
vínculo.
Dahyana estaba sola. No contaba con su familia materna, de
la que había huido escapando de la violencia de su padrastro; tampoco contaba
con su familia política, la que en un principio fue contención y que luego se
transformó en sometimiento, mentiras y extorsión con la muerte de su hija para
cubrir a uno de los suyos.
Pero algunas mujeres escucharon la voz de Dahyana, que
bajito resonaba, y comenzaron a indagar en el hecho, en la historia de su vida,
y a acercarle algunas cosas a la cárcel. Aparecieron vecinas de Unquillo. Y luego
un grupo de abogados y abogadas, y después una red más grande de organizaciones
sociales que conformaron, en ese entonces, la Mesa de Trabajo por la libertad
de Dahyana. El objetivo era que ésta pudiese pasar la navidad del 2016 con su
hijo Luisito, de quién estaba alejada desde ese trágico día.
La libertad llegó recién en mayo de este año, unos días
antes del cumpleaños de su hijo. Dahyana cuenta cómo fue ese día, en el que a
las 10 de la mañana le informaron que tenía que salir “de comisión”, sin
mayores explicaciones. Sólo las palabras de una de las guardias con las que
tenía muy buena relación le sonaron extrañas: “A lo mejor hoy no vas al colegio
de acá, pero podés ir a otro colegio”. El traslado llegó a destino y Dahyana
continuaba especulando con lo que ese día podría ser, incluso pensó que era el
día del juicio. Inesperadamente, aparecieron dos de sus abogadas con una
sonrisa que no podían ocultar (ella estaba aún más desconcertada). “El ayudante
fiscal me leía un montón de cosas que yo no entendía, y yo las veía a las
abogadas que se reían (…) Después apareció la fiscal (Mercedes Balestrini) y me
dijo que quedaba en libertad, que tenía que volver para el juicio. En ese
momento, me largué a llorar”. Afuera, la esperaban muchas mujeres para darle un
abrazo y decirle, finalmente, que ya no estaba sola.
Sentirse acompañada
Al salir de la cárcel de mujeres, Dahyana intentó volver a
la casa de su madre y sus hermanxs, pero poco tiempo le llevó darse cuenta de
que todo seguía igual. La violencia que el padre de sus hermanxs ejercía sobre
la familia no había cesado.
Pero ahora ya había nuevas posibilidades, una familia
nueva, compañera. Dahyana se refugió en aquellas mujeres que escucharon su voz
y comenzó a transitar un camino que nunca había tenido la oportunidad de
conocer: el de la
libertad. Podía vivir por primera vez sola y tranquila, pero
sabiéndose acompañada por muchas.
Nos cuenta que un día regresó a Bouwer por sus cosas y
allí estaba todo. Sus compañeras habían guardado cada una de sus ropas, cuadros
y fotos, e incluso los materiales con los que Dahyana hacía artesanías. Todo
eso pasó a formar parte de su nuevo hogar, adornado enteramente por fotos de
sus momentos felices con quien es la causa de sus risas, su hijo Luisito.
La tortura de estar un año separada de su hijo Luis no
concluye aún. A Dahyana sólo se le permiten algunas visitas semanales que
actualmente no se están concretando, mientras Luisito está a cargo de la mamá
de Luis Oroná.
Imaginar el futuro se vuelve algo hermoso y duro a la vez. A Dahyana se
le retuerce el corazón al pensar en el juicio que hoy debe transitar, en todo
este mal sueño que la aleja de su hijo y que pone en vilo el futuro de su bebé
por nacer: “Es como una tormenta que inició el día que me llevaron presa sin
saber porqué, sólo me decían que yo era la madre”. Dahyana fantasea que cuando
esa tormenta pase, podrá tener un futuro con sus hijos en el que finalmente
pueda tomar sus propias decisiones.
—¿Qué te gustaría?
— Tal vez pueda trabajar desde mi casa, para poder criar a mis hijos, porque se puede.
— Tal vez pueda trabajar desde mi casa, para poder criar a mis hijos, porque se puede.
De la misma manera en que todas sentimos hoy el dolor de
Dahyana, ella comienza a sentir el de otras mujeres y nos cuenta que su vida ya
nunca será igual. Estamos cerca y estamos juntas, incluso a la distancia. Un caso
tan cercano como el de Victoria
Aguirre y su beba Selene la conmueve, pareciera que están hablando de su vida
cuando, en realidad, es la vida de otra, pero parece y se siente como propia.
Dayhana encontró su lugar rodeada de mujeres que ayudan a
otras mujeres en situaciones de violencias. Un día suyo se llena con trabajos
de mantenimiento de un espacio cultural pensado para mujeres, con la meta de
finalizar sus estudios secundarios y con el aprendizaje de acompañar a aquellas
que transitan situaciones similares a las que ella vivió.
Ella puede ver ahora cuántas son las violencias a las que
las mujeres están sometidas cotidianamente e identifica incluso aquellas que
nunca marcó como tales, pero que vivió en carne propia. El aprendizaje es
cotidiano, y duele. Hoy su vida se ha vuelto suya, se teje en un “entre
mujeres” con el que camina y del cual toma fuerza para darle batalla a la
violencia machista e institucional.
Fuente: http://www.anred.org/spip.php?article15560
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