Beneficios sin inversión en
el capitalismo
financiero.
Una explicación marxista de las apariencias.
29 de diciembre de 2017
Por Facund
Fora Alcalde
Economic Policy MA, Kingston University of London .
facundfa@gmail.com
Fecha de recepción:
marzo 2017 Fecha de aceptación en su versión final: noviembre 2017
Revista de Economía Crítica, nº24,
segundo semestre 2017, ISSN 2013-5254
Resumen
La teoría económica
heterodoxa afirma la existencia de una relación positiva entre inversión y
beneficios. En los últimos treinta años, sin embargo, la inversión ha
disminuido a pesar de los incrementos en la rentabilidad del capital. Las
causas de este fenómeno a las que a menudo se hace referencia son contrarias a
la concepción clásica de la competencia y el capitalismo. Criticarlas en este
sentido y proponer una explicación alternativa, desde un enfoque marxista, es
la intención de este artículo. Las conclusiones son distintas a las opiniones
en boga: la financiarización de la economía no es el resultado de ninguna
anomalía en el funcionamiento del capitalismo, sino que es la manifestación de
su adecuado desarrollo. Por lo tanto, la recuperación de la inversión en las
economías desarrolladas no es posible a través de la regulación financiera.
Introducción
A pesar de las
distintas consideraciones respecto a la dirección de la causalidad, todas las
corrientes de la economía heterodoxa explican la existencia de una relación
positiva entre ganancias e inversión (Stockhammer, 2006). Siguiendo esta corriente
de pensamiento, el descenso en las tasas de acumulación experimentado desde los
años ochenta en las economías desarrolladas debería haberse visto acompañado
por un descenso de la tasa de ganancia. Sin embargo, las tasas de beneficio han
aumentado al mismo tiempo que la acumulación de capital ha disminuido, un hecho que
"no tiene precedentes en la historia del capitalismo" (Husson, 2009,
p.1) y que ha supuesto la aparición de un rompecabezas macroeconómico
(Stockhammer, 2006; véase también Stockhammer, 2004; Bakir y Campbell, 2009 y
Duménil y Lévy, 2004a).
La escuela post keynesiana basa su explicación
del rompecabezas en los cambios institucionales y políticos ocurridos en los
años setenta. Más concretamente, se argumenta que el empoderamiento de los
accionistas en la dirección de las empresas y la liberalización financiera
habrían incentivado el desarrollo de actividades financieras. Según esta
explicación, este fenómeno trajo consigo un uso cada vez mayor de los
beneficios de las empresas en la esfera financiera de la economía, impidiendo
su uso en la acumulación de capital fijo; además, el empoderamiento de los
capitalistas financieros habría supuesto también una derrota para la clase
trabajadora, con la consecuente reducción en la demanda agregada y, con ella,
de la inversión2. En el análisis marxista, en cambio, el estudio de
las dinámicas de la acumulación y el beneficio se sitúa en un nivel de
abstracción superior al de los cambios institucionales y, por ende, estos no
pueden determinar el resultado de las citadas variables. Además, siguiendo a
Marx, el capital financiero no puede concebirse única y exclusivamente como un
tipo de capital pernicioso para el conjunto del sistema capitalista, un hecho
destacado por distintos autores (véase Astarita, 2008). Sin embargo, hasta
donde sabemos, no existe todavía una explicación de los recientes acontecimientos
que respete los citados fundamentos de la teoría marxista.
Con el propósito de
contribuir a llenar este vacío e incentivar el debate al respecto, este
artículo se estructura de la siguiente manera: en el segundo apartado explicamos
brevemente las tendencias que deberíamos observar en inversión y beneficios
según la teoría marxista y las comparamos con la evidencia empírica respecto a
los movimientos reales seguidos por dichas variables; en la sección tercera de
este trabajo exponemos la explicación post keynesiana del rompecabezas y
señalamos lo que, a nuestro entender, son sus puntos débiles; en el apartado
siguiente proponemos
una explicación del rompecabezas en la que la falta de inversión en el norte3
tiene su origen en la fragmentación de los procesos productivos y la
especialización internacional del trabajo que se ha dado desde los años ochenta. Finalmente, concluimos que, siendo
la financiarización de la economía una expresión concreta de las leyes
inmanentes al capitalismo, su regulación implicaría el estrangulamiento de las
ganancias y, por ende, la falta de inversión no puede resolverse (dentro del
capitalismo) sin perjudicar a la clase trabajadora.
El rompecabezas de la inversión y los beneficios (...)
La financiarización como estrategia competitiva en el mercado global
Debido a que "la competencia
obliga las empresas capitalistas a buscar nuevos mercados en los que conseguir
los mejores precios para sus mercancías, y buscar los proveedores más baratos
de los bienes que estas compran" (Brewer, 1990: 43), es esperable una
tendencia a la expansión territorial de las empresas. De hecho, distintos
autores han defendido que el comercio internacional no es, ni mucho menos, un
fenómeno nuevo, sino que ha caracterizado el desarrollo capitalista desde sus
primeros días13. Sin embargo, la globalización puede definirse, más
allá de la mera expansión territorial del capital, como un proceso de
incremento en la densidad y frecuencia de las interacciones internacionales en
relación a las locales o nacionales. Por lo tanto, la
globalización no ha de entenderse como un simple incremento cuantitativo del
comercio internacional, sino que ha de estudiarse como un cambio cualitativo en
las formas que este ha tomado. Por lo tanto, podemos afirmar que los cambios
experimentados por la economía mundial en las últimas décadas han modificado
las condiciones objetivas bajo las cuales el capital se reproduce.
Las necesidades de reducción de costes han llevado al
capital mundial a relocalizarse para aprovechar las mejores condiciones de
explotación en cada lugar. Pero no solo eso: las nuevas posibilidades de
producción transnacional han permitido la mayor especialización de las
empresas, que se ha convertido en una forma de mejorar la competitividad gracias
a su capacidad de reducir el tiempo de trabajo por debajo del tiempo de trabajo
socialmente necesario en la producción de mercancías. Consecuentemente, la
concentración de algunas empresas en la producción de servicios antiguamente
inseparables de la producción industrial, se convierte en nuestros días en un
fenómeno evidente gracias al cambio en las condiciones objetivas de
valorización del capital14. Desde este punto de vista, en un mundo
en el que el proceso de valorización del capital puede ser fragmentado en
distintas localizaciones, es de esperar que cada una de ellas se concentre en
un tipo de producción u otro, dadas las ventajas competitivas que aportan las
economías de escala y aglomeración.
Consecuentemente, a partir de los
ochenta se observa el desarrollo de ciertas actividades a unos niveles
superiores a los vistos hasta la fecha, porque regiones enteras se especializan
en actividades que antes debían ir acompañadas por otro tipo de actividad. Por
este motivo estamos de acuerdo con Mateo (2010: 8) cuando afirma que al buscar
los orígenes de la financiarización de la economía es "apropiado hablar de
creciente importancia de ciertas actividades, ramas o prácticas, a partir del
fundamento objetivo que emana del comportamiento del conjunto del sistema
económico, es decir, del contexto derivado del proceso de acumulación". En consecuencia, el origen de la financiarización de las
economías occidentales debe buscarse en la especialización productiva acaecida
en el marco de la reorganización del capitalismo mundial, después de los
desarrollos tecnológicos y cambios políticos de los años setenta. Desde
este punto de vista, lo que se ha considerado como empoderamiento de la clase
rentista no es otra cosa que la adaptación de la clase capitalista (como un
todo que es) a las posibilidades de beneficio que supone el negocio financiero,
frente a la creciente competencia del sur en el terreno de las manufacturas.
Una idea que encaja perfectamente con la evidencia empírica que demuestra que
"las empresas no financieras se han financializado, alejándose de los
bancos y sacando beneficio de operaciones financieras llevadas a cabo por ellas
mismas" (Lapavitsas y Mendieta-Munoz, 2016).
Asimismo, la idea de que la
especialización financiera permite mejorar la competitividad en el mercado
global también es apoyada por los datos descritos por Milberg (2008, p.439) en
su análisis de algunas de las mayores firmas estadounidenses: "mayores
niveles de valor para los accionistas están asociados con una mayor dependencia
de las importaciones en las cadenas mundiales de valor". Aunque parece que
él no se da cuenta, este hecho es un apoyo importante para nuestra teoría
frente a la explicación post keynesiana del rompecabezas. Entendiendo la
integración de empresas dentro de cadenas de valor global como una estrategia
competitiva, el hecho de que aquellas más integradas globalmente sean también
las más financiarizadas indica que las empresas más exitosas de los países
desarrollados son las que "invierten" con mayor énfasis en sus
actividades financieras. Por lo tanto, la evidencia empírica según la cual los
mayores niveles del valor de los accionistas están vinculados a una mayor
dependencia en las cadenas mundiales de valor puede verse como otra prueba del vínculo entre la financiarización y el éxito
competitivo para las empresas multinacionales americanas. Siguiendo este
razonamiento podemos afirmar que los beneficios distribuidos en forma de
dividendos han sido, simplemente, una forma de ganar competitividad. Como
escriben Milos y Sotiropoulos (2009: 170), por ejemplo, la compra de acciones
propias y el elevado valor en el mercado de acciones "envía signos de
rentabilidad a los mercados dinerarios" y permite "una continuación
normal de la financiación" y, así, asegura la competitividad de las
empresas. Desde este punto de vista, entonces, la "falta de
inversión" en los países desarrollados no habría sido tal cosa, sino que,
más bien, lo que se habría dado en estos países habría sido "un tipo de
inversión distinta", alejada del capital industrial y centrada en el
capital financiero. Concluimos, entonces, que los
beneficios obtenidos por las empresas occidentales a través de la explotación
de la clase trabajadora mundial han sido usados, desde los años ochenta, en el
desarrollo de la competitividad financiera con el objetivo de encontrar un
nicho de mercado provechoso. Por lo tanto, como han demostrado
empíricamente diversos economistas post keynesianos, la financiarización de las
economías desarrolladas ha supuesto un declive en sus tasas de acumulación. No
obstante, es incorrecto afirmar que esta relación negativa está motivada por
ningún carácter parasitario de las finanzas. Simplemente, el desarrollo de este
tipo de actividades no requiere del mismo grado de acumulación en capital fijo;
una situación que se ha podido mantener gracias a la división internacional del
trabajo. Así pues, las causas de la financiarización no deben hallarse en
ningún tipo de "lucha intra-clase" o modificación de las preferencias
de los capitalistas. Contrariamente, la financiarización es el resultado
esperable de la lucha entre capitalistas individuales por la apropiación del
máximo plusvalor posible. Por lo tanto, no es posible acabar con los problemas
de la financiarización sin acabar con el propio sistema que la genera.
Conclusiones e implicaciones políticas
En este artículo hemos mostrado
que, bajo el capitalismo, los trabajadores crean valor y los capitalistas se
apropian de parte de este, en virtud de la propiedad de los medios de producción. Además, hemos señalado que la
acumulación de capital es un elemento esencial en el desempeño económico del
capitalismo. Específicamente, bajo este sistema, la inversión es una necesidad
para la supervivencia de las empresas, dada la competencia en el mercado a la
que estas se enfrentan. Además, hemos destacado que los beneficios son la base
para la inversión capitalista y que, por consiguiente, la inversión sigue los
patrones dictados por la
rentabilidad. Sin embargo, a pesar de
la evidencia empírica que apoya este vínculo entre la inversión y la tasa de
ganancia, en las últimas décadas hemos visto una tendencia divergente entre
ambas variables. Más concretamente, las economías desarrolladas han mostrado
ciertos aumentos en sus tasas de ganancia, mientras que sus tasas de inversión
han disminuido. Este hecho ha supuesto un importante problema para la
economía heterodoxa. Por este motivo, algunos economistas, principalmente de la
escuela post keynesiana, han tratado de explicar este fenómeno como la
consecuencia de un empoderamiento del capital financiero que habría priorizado
el beneficio a corto plazo frente a la inversión en capital fijo.
Desde una perspectiva holística del sistema capitalista,
sin embargo, no es concebible una oposición tan importante y por tanto tiempo
entre facciones distintas del capital. En este sentido hemos defendido que las
actividades financieras pueden ser concebidas como una actividad productiva.
Por este motivo, su desarrollo no responde a fenómenos puramente políticos,
sino que tiene relación con las leyes fundamentales que regulan al capital.
Así, el crecimiento en importancia y extensión de las
actividades financieras es el producto esperable en el sistema capitalista, en
el que la pulsión por la apropiación de plustrabajo urge a cualquier capital a
especializarse en aquello que mayores beneficios le permita; algo que está
intrínsecamente relacionado con la localización geográfica y las
especificidades que, en cada lugar, permiten que los beneficios se obtengan de
la producción de un tipo u otro de mercancías. En concreto, por motivos
históricos, políticos, sociales y económicos, en los países del primer mundo,
las empresas allí localizadas se han centrado, crecientemente desde los años
ochenta, en la producción de servicios financieros. Por su parte, la producción
de bienes manufacturados se ha localizado cada vez más en los países del sur.
Una configuración
internacional de trabajo y capital en la que las empresas occidentales han
podido no invertir en capital fijo mientras la producción manufacturera se
llevaba a cabo en otros países que son más competitivos en ese tipo de
producción. En consecuencia, la falta de inversión en los países desarrollados
no es el resultado de un mal funcionamiento del capitalismo, sino que es una expresión
concreta de su normal funcionamiento en un momento histórico determinado. Por
estas razones, si nuestra teoría es cierta, las reivindicaciones políticas para
el control de las finanzas son inútiles: su regulación implica simplemente el
control de la herramienta a través de la cual las empresas del norte han
sobrevivido a la batalla de la competencia internacional en las últimas
décadas. Por lo tanto, impedir su uso significaría la imposibilidad de competir
con las empresas del sur y, por ende, la perpetuación de los problemas de
acumulación de capital en el norte. Frente a esta situación, la elevación de
los niveles de vida en el sur podría ser vista como la vía que permitiría
regular las finanzas en occidente, logrando así un equilibrio entre los capitales
productivo y financiero en el Norte y en el Sur. Sin embargo, como se ha
demostrado, las ganancias de los capitalistas, y por lo tanto la inversión, son
mayores cuanto más bajos son los niveles de vida de la clase trabajadora; un
hecho que implica que un aumento en los estándares de vida de los trabajadores
del sur reduciría la rentabilidad y la inversión a escala global.
Sólo queda, pues, la
única opción que los capitalistas siempre recompensan con mayor acumulación: la
reducción de los niveles de vida de la clase trabajadora. En este punto la
esencia del capitalismo se expresa con más claridad que nunca: la propiedad
privada de los medios de producción
implica que la miseria de los trabajadores sea una condición necesaria para el
funcionamiento del sistema. En la situación actual se nos abren dos caminos. Uno es permanecer en
el sistema capitalista y asumir un empeoramiento de la explotación para
recuperar la acumulación de capital, el empleo y el crecimiento (transformado
en bienestar para unas pocas personas). La otra es acabar con el control
privado de los medios de producción
y la centralidad del mercado, para dejar que la acumulación, el empleo y el
crecimiento respondan a las necesidades de las personas. BIBLIOGRAFÍA (…)
Fuente: http://www.rebelion.org/docs/235905.pdf
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