domingo, 31 de diciembre de 2017

Enfoquemos que la “democracia” -desde el 84 hasta hoy- legitimó a la alianza de capitales y estados imperialistas con los locales para la creciente superexplotación de los trabajadores, los pueblos y la naturaleza. La encubrió de imponer bases de ese programa mediante terrorismo paraestatal y estatal en los setenta.

Beneficios sin inversión en 
el capitalismo financiero.
Una explicación marxista de las apariencias.
29 de diciembre de 2017


Por Facund Fora Alcalde

Economic Policy MA, Kingston University of London.
facundfa@gmail.com
Fecha de recepción: marzo 2017 Fecha de aceptación en su versión final: noviembre 2017
Revista de Economía Crítica, nº24, segundo semestre 2017, ISSN 2013-5254

Resumen
La teoría económica heterodoxa afirma la existencia de una relación positiva entre inversión y beneficios. En los últimos treinta años, sin embargo, la inversión ha disminuido a pesar de los incrementos en la rentabilidad del capital. Las causas de este fenómeno a las que a menudo se hace referencia son contrarias a la concepción clásica de la competencia y el capitalismo. Criticarlas en este sentido y proponer una explicación alternativa, desde un enfoque marxista, es la intención de este artículo. Las conclusiones son distintas a las opiniones en boga: la financiarización de la economía no es el resultado de ninguna anomalía en el funcionamiento del capitalismo, sino que es la manifestación de su adecuado desarrollo. Por lo tanto, la recuperación de la inversión en las economías desarrolladas no es posible a través de la regulación financiera.

Introducción
A pesar de las distintas consideraciones respecto a la dirección de la causalidad, todas las corrientes de la economía heterodoxa explican la existencia de una relación positiva entre ganancias e inversión (Stockhammer, 2006). Siguiendo esta corriente de pensamiento, el descenso en las tasas de acumulación experimentado desde los años ochenta en las economías desarrolladas debería haberse visto acompañado por un descenso de la tasa de ganancia. Sin embargo, las tasas de beneficio han aumentado al mismo tiempo que la acumulación de capital ha disminuido, un hecho que "no tiene precedentes en la historia del capitalismo" (Husson, 2009, p.1) y que ha supuesto la aparición de un rompecabezas macroeconómico (Stockhammer, 2006; véase también Stockhammer, 2004; Bakir y Campbell, 2009 y Duménil y Lévy, 2004a).

La escuela post keynesiana basa su explicación del rompecabezas en los cambios institucionales y políticos ocurridos en los años setenta. Más concretamente, se argumenta que el empoderamiento de los accionistas en la dirección de las empresas y la liberalización financiera habrían incentivado el desarrollo de actividades financieras. Según esta explicación, este fenómeno trajo consigo un uso cada vez mayor de los beneficios de las empresas en la esfera financiera de la economía, impidiendo su uso en la acumulación de capital fijo; además, el empoderamiento de los capitalistas financieros habría supuesto también una derrota para la clase trabajadora, con la consecuente reducción en la demanda agregada y, con ella, de la inversión2. En el análisis marxista, en cambio, el estudio de las dinámicas de la acumulación y el beneficio se sitúa en un nivel de abstracción superior al de los cambios institucionales y, por ende, estos no pueden determinar el resultado de las citadas variables. Además, siguiendo a Marx, el capital financiero no puede concebirse única y exclusivamente como un tipo de capital pernicioso para el conjunto del sistema capitalista, un hecho destacado por distintos autores (véase Astarita, 2008). Sin embargo, hasta donde sabemos, no existe todavía una explicación de los recientes acontecimientos que respete los citados fundamentos de la teoría marxista.


Con el propósito de contribuir a llenar este vacío e incentivar el debate al respecto, este artículo se estructura de la siguiente manera: en el segundo apartado explicamos brevemente las tendencias que deberíamos observar en inversión y beneficios según la teoría marxista y las comparamos con la evidencia empírica respecto a los movimientos reales seguidos por dichas variables; en la sección tercera de este trabajo exponemos la explicación post keynesiana del rompecabezas y señalamos lo que, a nuestro entender, son sus puntos débiles; en el apartado siguiente proponemos una explicación del rompecabezas en la que la falta de inversión en el norte3 tiene su origen en la fragmentación de los procesos productivos y la especialización internacional del trabajo que se ha dado desde los años ochenta. Finalmente, concluimos que, siendo la financiarización de la economía una expresión concreta de las leyes inmanentes al capitalismo, su regulación implicaría el estrangulamiento de las ganancias y, por ende, la falta de inversión no puede resolverse (dentro del capitalismo) sin perjudicar a la clase trabajadora.

El rompecabezas de la inversión y los beneficios (...)

La financiarización como estrategia competitiva en el mercado global
Debido a que "la competencia obliga las empresas capitalistas a buscar nuevos mercados en los que conseguir los mejores precios para sus mercancías, y buscar los proveedores más baratos de los bienes que estas compran" (Brewer, 1990: 43), es esperable una tendencia a la expansión territorial de las empresas. De hecho, distintos autores han defendido que el comercio internacional no es, ni mucho menos, un fenómeno nuevo, sino que ha caracterizado el desarrollo capitalista desde sus primeros días13. Sin embargo, la globalización puede definirse, más allá de la mera expansión territorial del capital, como un proceso de incremento en la densidad y frecuencia de las interacciones internacionales en relación a las locales o nacionales. Por lo tanto, la globalización no ha de entenderse como un simple incremento cuantitativo del comercio internacional, sino que ha de estudiarse como un cambio cualitativo en las formas que este ha tomado. Por lo tanto, podemos afirmar que los cambios experimentados por la economía mundial en las últimas décadas han modificado las condiciones objetivas bajo las cuales el capital se reproduce.

Las necesidades de reducción de costes han llevado al capital mundial a relocalizarse para aprovechar las mejores condiciones de explotación en cada lugar. Pero no solo eso: las nuevas posibilidades de producción transnacional han permitido la mayor especialización de las empresas, que se ha convertido en una forma de mejorar la competitividad gracias a su capacidad de reducir el tiempo de trabajo por debajo del tiempo de trabajo socialmente necesario en la producción de mercancías. Consecuentemente, la concentración de algunas empresas en la producción de servicios antiguamente inseparables de la producción industrial, se convierte en nuestros días en un fenómeno evidente gracias al cambio en las condiciones objetivas de valorización del capital14. Desde este punto de vista, en un mundo en el que el proceso de valorización del capital puede ser fragmentado en distintas localizaciones, es de esperar que cada una de ellas se concentre en un tipo de producción u otro, dadas las ventajas competitivas que aportan las economías de escala y aglomeración.

Consecuentemente, a partir de los ochenta se observa el desarrollo de ciertas actividades a unos niveles superiores a los vistos hasta la fecha, porque regiones enteras se especializan en actividades que antes debían ir acompañadas por otro tipo de actividad. Por este motivo estamos de acuerdo con Mateo (2010: 8) cuando afirma que al buscar los orígenes de la financiarización de la economía es "apropiado hablar de creciente importancia de ciertas actividades, ramas o prácticas, a partir del fundamento objetivo que emana del comportamiento del conjunto del sistema económico, es decir, del contexto derivado del proceso de acumulación". En consecuencia, el origen de la financiarización de las economías occidentales debe buscarse en la especialización productiva acaecida en el marco de la reorganización del capitalismo mundial, después de los desarrollos tecnológicos y cambios políticos de los años setenta. Desde este punto de vista, lo que se ha considerado como empoderamiento de la clase rentista no es otra cosa que la adaptación de la clase capitalista (como un todo que es) a las posibilidades de beneficio que supone el negocio financiero, frente a la creciente competencia del sur en el terreno de las manufacturas. Una idea que encaja perfectamente con la evidencia empírica que demuestra que "las empresas no financieras se han financializado, alejándose de los bancos y sacando beneficio de operaciones financieras llevadas a cabo por ellas mismas" (Lapavitsas y Mendieta-Munoz, 2016).

Asimismo, la idea de que la especialización financiera permite mejorar la competitividad en el mercado global también es apoyada por los datos descritos por Milberg (2008, p.439) en su análisis de algunas de las mayores firmas estadounidenses: "mayores niveles de valor para los accionistas están asociados con una mayor dependencia de las importaciones en las cadenas mundiales de valor". Aunque parece que él no se da cuenta, este hecho es un apoyo importante para nuestra teoría frente a la explicación post keynesiana del rompecabezas. Entendiendo la integración de empresas dentro de cadenas de valor global como una estrategia competitiva, el hecho de que aquellas más integradas globalmente sean también las más financiarizadas indica que las empresas más exitosas de los países desarrollados son las que "invierten" con mayor énfasis en sus actividades financieras. Por lo tanto, la evidencia empírica según la cual los mayores niveles del valor de los accionistas están vinculados a una mayor dependencia en las cadenas mundiales de valor puede verse como otra prueba del vínculo entre la financiarización y el éxito competitivo para las empresas multinacionales americanas. Siguiendo este razonamiento podemos afirmar que los beneficios distribuidos en forma de dividendos han sido, simplemente, una forma de ganar competitividad. Como escriben Milos y Sotiropoulos (2009: 170), por ejemplo, la compra de acciones propias y el elevado valor en el mercado de acciones "envía signos de rentabilidad a los mercados dinerarios" y permite "una continuación normal de la financiación" y, así, asegura la competitividad de las empresas. Desde este punto de vista, entonces, la "falta de inversión" en los países desarrollados no habría sido tal cosa, sino que, más bien, lo que se habría dado en estos países habría sido "un tipo de inversión distinta", alejada del capital industrial y centrada en el capital financiero. Concluimos, entonces, que los beneficios obtenidos por las empresas occidentales a través de la explotación de la clase trabajadora mundial han sido usados, desde los años ochenta, en el desarrollo de la competitividad financiera con el objetivo de encontrar un nicho de mercado provechoso. Por lo tanto, como han demostrado empíricamente diversos economistas post keynesianos, la financiarización de las economías desarrolladas ha supuesto un declive en sus tasas de acumulación. No obstante, es incorrecto afirmar que esta relación negativa está motivada por ningún carácter parasitario de las finanzas. Simplemente, el desarrollo de este tipo de actividades no requiere del mismo grado de acumulación en capital fijo; una situación que se ha podido mantener gracias a la división internacional del trabajo. Así pues, las causas de la financiarización no deben hallarse en ningún tipo de "lucha intra-clase" o modificación de las preferencias de los capitalistas. Contrariamente, la financiarización es el resultado esperable de la lucha entre capitalistas individuales por la apropiación del máximo plusvalor posible. Por lo tanto, no es posible acabar con los problemas de la financiarización sin acabar con el propio sistema que la genera.

Conclusiones e implicaciones políticas
En este artículo hemos mostrado que, bajo el capitalismo, los trabajadores crean valor y los capitalistas se apropian de parte de este, en virtud de la propiedad de los medios de producción. Además, hemos señalado que la acumulación de capital es un elemento esencial en el desempeño económico del capitalismo. Específicamente, bajo este sistema, la inversión es una necesidad para la supervivencia de las empresas, dada la competencia en el mercado a la que estas se enfrentan. Además, hemos destacado que los beneficios son la base para la inversión capitalista y que, por consiguiente, la inversión sigue los patrones dictados por la rentabilidad. Sin embargo, a pesar de la evidencia empírica que apoya este vínculo entre la inversión y la tasa de ganancia, en las últimas décadas hemos visto una tendencia divergente entre ambas variables. Más concretamente, las economías desarrolladas han mostrado ciertos aumentos en sus tasas de ganancia, mientras que sus tasas de inversión han disminuido. Este hecho ha supuesto un importante problema para la economía heterodoxa. Por este motivo, algunos economistas, principalmente de la escuela post keynesiana, han tratado de explicar este fenómeno como la consecuencia de un empoderamiento del capital financiero que habría priorizado el beneficio a corto plazo frente a la inversión en capital fijo.

Desde una perspectiva holística del sistema capitalista, sin embargo, no es concebible una oposición tan importante y por tanto tiempo entre facciones distintas del capital. En este sentido hemos defendido que las actividades financieras pueden ser concebidas como una actividad productiva. Por este motivo, su desarrollo no responde a fenómenos puramente políticos, sino que tiene relación con las leyes fundamentales que regulan al capital. Así, el crecimiento en importancia y extensión de las actividades financieras es el producto esperable en el sistema capitalista, en el que la pulsión por la apropiación de plustrabajo urge a cualquier capital a especializarse en aquello que mayores beneficios le permita; algo que está intrínsecamente relacionado con la localización geográfica y las especificidades que, en cada lugar, permiten que los beneficios se obtengan de la producción de un tipo u otro de mercancías. En concreto, por motivos históricos, políticos, sociales y económicos, en los países del primer mundo, las empresas allí localizadas se han centrado, crecientemente desde los años ochenta, en la producción de servicios financieros. Por su parte, la producción de bienes manufacturados se ha localizado cada vez más en los países del sur.

 Una configuración internacional de trabajo y capital en la que las empresas occidentales han podido no invertir en capital fijo mientras la producción manufacturera se llevaba a cabo en otros países que son más competitivos en ese tipo de producción. En consecuencia, la falta de inversión en los países desarrollados no es el resultado de un mal funcionamiento del capitalismo, sino que es una expresión concreta de su normal funcionamiento en un momento histórico determinado. Por estas razones, si nuestra teoría es cierta, las reivindicaciones políticas para el control de las finanzas son inútiles: su regulación implica simplemente el control de la herramienta a través de la cual las empresas del norte han sobrevivido a la batalla de la competencia internacional en las últimas décadas. Por lo tanto, impedir su uso significaría la imposibilidad de competir con las empresas del sur y, por ende, la perpetuación de los problemas de acumulación de capital en el norte. Frente a esta situación, la elevación de los niveles de vida en el sur podría ser vista como la vía que permitiría regular las finanzas en occidente, logrando así un equilibrio entre los capitales productivo y financiero en el Norte y en el Sur. Sin embargo, como se ha demostrado, las ganancias de los capitalistas, y por lo tanto la inversión, son mayores cuanto más bajos son los niveles de vida de la clase trabajadora; un hecho que implica que un aumento en los estándares de vida de los trabajadores del sur reduciría la rentabilidad y la inversión a escala global.

Sólo queda, pues, la única opción que los capitalistas siempre recompensan con mayor acumulación: la reducción de los niveles de vida de la clase trabajadora. En este punto la esencia del capitalismo se expresa con más claridad que nunca: la propiedad privada de los medios de producción implica que la miseria de los trabajadores sea una condición necesaria para el funcionamiento del sistema. En la situación actual se nos abren dos caminos. Uno es permanecer en el sistema capitalista y asumir un empeoramiento de la explotación para recuperar la acumulación de capital, el empleo y el crecimiento (transformado en bienestar para unas pocas personas). La otra es acabar con el control privado de los medios de producción y la centralidad del mercado, para dejar que la acumulación, el empleo y el crecimiento respondan a las necesidades de las personas. BIBLIOGRAFÍA (…)

Fuente: http://www.rebelion.org/docs/235905.pdf

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