Los 10 ecocidios del
2017 en Latinoamérica
29 de diciembre de 2017
Por Carlos Ruperto Fermín (Rebelión)
Hoy recordaremos los mayores problemas
ambientales del año 2017. Una serie de ecocidios que destruyeron los recursos
naturales latinoamericanos, tras el paso devastador de doce meses llenos de
sangre, dolor y lágrimas.
Cuando el dinero impone sus propias reglas de
juego en el planeta Tierra, se establece un desequilibrio ecológico en nuestros
territorios latinoamericanos, que se acrecienta con la inacción judicial de los
organismos públicos, que son incapaces de aplicar las leyes ambientales
vigentes, para castigar con celeridad los hechos delictivos presentados.
La gran delincuencia en contra de la
Pachamama, es un problema multifacético dentro de las regiones
latinoamericanas, ya que cada empresario, latifundista, guerrillero o político,
tiene sus propias ambiciones económicas que deben ser rápidamente alcanzadas,
violentando la santidad del medio ambiente y fructificando la ignorancia de sus
decisiones.
Desde la laguna La Torrecilla
en Puerto Rico, pasando por la serranía de Los Milagros en Bolivia, y llegando
hasta la ciudad de General Las Heras en Argentina, existen terribles
inconvenientes ambientales que se vienen ocultando en paquetes turísticos, en
hoteles cinco estrellas y en enormes centros comerciales, que NO reflejan la
realidad socio-ambiental de la geografía latinoamericana.
Por eso, explicaremos los 10 principales
ecocidios visualizados en América Latina durante el año 2017, para NO quedarnos
callados en el abismo de la impunidad y para alzar la voz de protesta social
junto a la ciudadanía.
En el puesto número diez, encontramos el daño
ambiental causado en el desierto de La Tatacoa (Colombia), por la realización
de eventos masivos que provocaron un alto grado de contaminación en su
impresionante ecosistema. El desierto fue usado como escenario de un alocado
concierto de música electrónica y también como mirador del eclipse solar
de agosto del 2017. Por desgracia la basura se apoderó del desierto de La
Tatacoa, pues los visitantes arrojaron todos los residuos sólidos de comidas y
bebidas alcohólicas, mientras los miles de automóviles ensuciaban la frágil
arena huilense, que se ha convertido en una mercancía de lucro para los
mafiosos inversionistas.
En el puesto número nueve tenemos la grave
contaminación del agua que sufrió el lago Llanquihue en Chile, por culpa del
continuo vertido de aguas residuales a cargo de la Empresa de Servicios
Sanitarios de Los Lagos (Essal), que provocó un permanente foco de
contaminación en el lago durante el año 2017 y convirtió la magia de la leyenda
de Licarayén en un lamentable estuario fecal.
En el puesto número ocho se halla la tala de
bosque nativo ocurrida en la
Sierra Nevada de Santa Marta (Colombia), abarcando un área de
600 metros
de largo con tramos de hasta 15
metros de ancho. Se buscaba realizar una obra de
interconexión eléctrica con cables de alto voltaje, que se encargaron de
fulminar la vida de especies endémicas de plantas, como el laurel comino y el
laurel amarillo.
En el puesto número siete apreciamos el
derrame de 70.000
litros de aceite lubricante reciclado en Nuevo León
(México). La empresa
Retalsa fue la culpable de envenenar los ríos La Silla, Santa
Catarina y San Juan, en un área que alcanzó los 45 kilómetros de
distancia y donde las actividades socioeconómicas fueron transitoriamente
suspendidas, debido a la aparición del lubricante en los afluentes y por la
mortandad de los peces.
En el puesto número seis visualizamos el
derrame de 5.800
galones de aceite combustible para motores (ACPM) en el
municipio Simacota de Colombia, por culpa del vuelco de un camión de la empresa Parex Resources ,
que rápidamente perjudicó el modo de vida de los campesinos del Departamento de
Santander, pues el combustible puso en riesgo los ríos La Colorada y Magdalena,
que representan una fuente de agua confiable para los habitantes y animales.
En el puesto número cinco señalamos la
destrucción de una parte del sistema de arrecifes mesoamericano en el pueblo de
Mahahual (México) por culpa de una embarcación de la empresa de buceo “Pepe
Dive Mahahual”, que irresponsablemente tiró el ancla sobre el arrecife y
desprendió pedazos de coral, sin considerar la gran sensibilidad ecológica de
la naturaleza azteca.
En el puesto número cuatro resalta el daño
ambiental que sufrió el Parque Internacional La Amistad, entre las provincias
de Chiriquí y Bocas del Toro en Panamá. La apertura de un camino hecho con
maquinaria pesada abarcó un área que superaba el kilómetro de largo y se
perjudicó a la diversidad biológica presente en la mencionada reserva de
biosfera, que comparte su geografía con Costa Rica y que es Patrimonio Mundial
de la Humanidad.
En el puesto número tres evidenciamos el lodo
tóxico que se depositó en los socavones de la comunidad de San Nicolás Tlaminca
(México), por culpa de las obras industriales ejecutadas para la construcción
del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAICM). Los desechos
tóxicos fueron extraídos del antiguo lago de Texcoco y contenían sustancias
químicas peligrosas como cloruro, cromo, boro y carbonato. Ese lodo tóxico fue
depositado en los socavones de Tlaminca, que es una zona de recarga de mantos
acuíferos y que generó una emergencia sanitaria para los pobladores, quienes
necesitan preservar la calidad del agua para su futuro abastecimiento.
En el puesto número dos destacan los 300
barriles de petróleo derramados en Trinidad y Tobago por la empresa estatal
PetroTrin. El volumen de crudo vertido desde la refinería Pointe-à -Pierre,
superó la superficie marítima trinitense y alcanzó las aguas de las costas
venezolanas. Las islas del estado Nueva Esparta, las playas del estado Sucre y
el archipiélago de Los Roques, sufrieron los estragos ambientales de la fuga de
hidrocarburos, que atiborró de petróleo la vida de los pescadores, de los
surfistas, de las tortugas marinas, de los turistas, de los manglares y de las
comunidades rurales próximas al desastre.
En el puesto número uno se encuentran los
3.000 árboles talados en Venezuela por las protestas callejeras de los
opositores al Gobierno. El tenso clima político que se vive en Venezuela por la
crisis social ha incrementado con salvajismo los índices de deforestación en
las zonas urbanas del territorio venezolano, pues los violentos opositores al
régimen democráticamente establecido se han transformado en pandillas de
delincuentes que talan y queman miles de árboles autóctonos para obstaculizar
las calles venezolanas practicando el vandalismo de la llamada “guarimba”.
Desde que se intensificaron las protestas
callejeras a principios del 2014, en Venezuela se han talado aproximadamente
10.000 árboles hasta el año 2017 y la deforestación es el mejor escudo político
de los cobardes opositores venezolanos, para expresar su descontento popular
asesinando con machetes y motosierras la vida de miles de seres vivos que
ayudan a mantener el equilibrio ecológico de las ciudades, brindándonos sombra,
alimento, sabiduría, oxígeno y refugio.
Recordemos que Venezuela es un país
sudamericano que sufre directamente las consecuencias del fenómeno
meteorológico “El Niño”, por lo que la prolongación de la época de sequía
debido a la falta de lluvia, sumada a la sistemática deforestación que se
acrecienta en el caluroso suelo venezolano, ha afectado con negatividad la
sensación térmica en estados como Zulia, Lara, Carabobo, Táchira, Anzoátegui,
Caracas, Aragua, Bolívar, Miranda, Barinas y Falcón.
Los organismos policiales venezolanos se
niegan a castigar in fraganti la tala indiscriminada de árboles,
pese a que representa un delito tipificado en la Ley Penal del Ambiente.
Sin miedo a transgredir las leyes vigentes, los opositores al Gobierno siguen
cortando la madera de Venezuela y siguen deforestando el color verde de las
plazas, parques, jardines, cementerios y autopistas, por lo que mientras se
mantenga la crisis política venezolana continuará aumentando la crisis
ambiental producto de la tala de árboles.
Además Venezuela sufre un proceso de
sobrepoblación que se enfatiza por un agresivo desarrollo urbanístico, que se
edifica sin considerar los estudios de impacto ambiental. Vemos que la
infraestructura comercial siembra las peores monedas de egoísmo en los espacios
naturales donde deberían sembrarse las mejores semillas de tolerancia, que
recuperen la belleza del más bonito árbol de Araguaney y que rescaten la paz de
la revolucionaria nación venezolana.
Recorrimos la hermosa geografía de América
Latina y sufrimos el dolor de una cicatriz en la Amazonía, que arde con la sal
enrojecida del planeta Tierra.
Es imposible soñar con la sustentabilidad de
un mundo claramente insostenible. Vimos que el capitalismo salvaje compra las
mejores licencias ambientales, compra el silencio de los corruptos entes
gubernamentales y compra la desenfrenada barbarie genocida que impera en el
siglo XXI.
Usted y yo conocemos muchísimos más ecocidios
perpetrados en el año 2017, pero si nos quedamos callados y no denunciamos los
problemas ambientales de nuestras comunidades estaremos siendo cómplices de las
corporaciones nacionales y extranjeras, que se dedican a polucionar los
territorios latinoamericanos que habitamos.
Con el poder de las redes sociales en nuestras
manos ya NO hay excusas para evadir el compromiso ecológico a favor del
planeta. Denunciemos los delitos en Facebook, en Twitter, en Instagram y en
WhatsApp. Utilicemos las herramientas tecnológicas para el bienestar del medio
ambiente, olvidando la eterna indiferencia y despertando una nueva conciencia.
De enero a diciembre y de lunes a domingo, la Madre Tierra exige
respeto, amor y voluntad de cambio en los seres humanos, para convertir la
amarga pesadilla ambiental del año 2017 en una luz de esperanza positiva que
ilumine los caminos del 2018.
Blog del autor: Ekologia.com.ve
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=235914
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