México: Política partidaria, transgénicos y
comunidades campesinas
21 de diciembre de 2017
El anuncio
reciente de Andrés Manuel López Obrador, candidato a presidente del partido
Morena, de que en caso de ganar las elecciones la secretaría de agricultura la ocuparía Víctor
Villalobos Arámbula sorprendió a muchos, pero sobre todo fue
un golpe para los que han llevado una lucha de muchos años contra el maíz
transgénico y creían que este partido sería una opción para afirmarla.
Por Silvia Ribeiro
Morena
y AMLO habían dado muchas muestras antes de que su opción no es un gobierno de
izquierda, sino ganar las elecciones. Esas muestras no están dirigidas a la
gente común –seguramente preferirían que éstas no las vieran– sino que son
señales a los poderosos de que sus intereses seguirán intactos.
En
su gabinete, AMLO también integró como futuro secretario de educación a Esteban
Moctezuma Barragán, nefasto personaje, traidor de comunidades indígenas, que en
plena negociación del gobierno federal con los zapatistas en 1995 dirigió una ofensiva militar
para intentar capturar a su comandancia.
Anteriormente,
AMLO había designado al millonario empresario transnacional Alfonso Romo como
coordinador del proyecto de Nación 2018-2024. Entre otras empresas, Romo fue
dueño de Seminis, que llegó a ser una de las 10 mayores empresas semilleras del
globo, hasta su venta en 2005
a Monsanto. Romo continuó un tiempo al frente de Seminis
trabajando para Monsanto, hasta que retiró para invertir su fortuna en
Synthetic Genomics, la empresa de biología sintética del funesto
científico-empresario Craig Venter, que se dedicó a sacar provecho de las
muestras de microorganismos únicos de México que Venter
logró extraer de México, gracias a que Valeria Souza de la UNAM
le “prestó” su permiso de investigación en aguas nacionales.
Hay muchas figuras nefastas en el equipo y
gabinete de Morena, pero volvamos un momento a Víctor
Villalobos. Es sin lugar dudas un defensor acérrimo de los transgénicos, pero
es sobre todo un operador político, que actúa a favor de los intereses de las
grandes trasnacionales de los agronegocios. Fue funcionario de gobiernos
priístas, pero se destacó en su actuación en los gobiernos panistas de Fox y
Calderón, desde su lugar como coordinador general de asuntos internacionales de
la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación
(Sagarpa). Desde ese puesto, actuó como Caballo de Troya de Monsanto y demás
transnacionales de transgénicos, a través de su participación como gobierno de
México en instancias internacionales, como el Protocolo de Cartagena sobre
Bioseguridad (parte del Convenio de Diversidad Biológica, CBD). No es extraño
que un personaje de este tipo no haya tenido problemas en actuar bajo la
cobertura del PRI, del PAN y ahora se dispone a hacerlo con Morena. En todos
los casos, esos no son sus jefes, apenas los canales para expandir y asegurar
los intereses de las grandes empresas de transgénicos, biología sintética y
agronegocios. No es historia de la década pasada, sino que continúa siendo elmodus
operandi de Villalobos. En 2016, siendo director del IICA (Instituto
Interamericano de Cooperación para la Agricultura) con sede en Costa Rica,
dicha institución organizó un seminario
sobre biología sintética, dirigido a instruir y alinear a los
gobiernos latinoamericanos para defender los intereses empresariales en contra
de la bioseguridad en las negociones del CBD que se realizaron posteriormente
en Cancún (COP 13, diciembre 2016).
Pero
el tema más preocupante, no son los personajes que usan o toleran los gobiernos
para que las transnacionales puedan avanzar más directamente sus intereses,
sino lo que subyace. En el tema de transgénicos en América Latina, los
gobiernos que más han avanzado su siembra son los de Lula da Silva en Brasil,
Kirchner en Argentina y José “Pepe” Mujica en Uruguay. En el caso de Brasil, la fuerte resistencia campesina y
ambientalista a los transgénicos logró parar su siembra legal hasta que Lula
impuso como ministro de agricultura a Roberto Rodrigues, que era entonces el
presidente de la
Asociación Brasilera de Agronegocios, el candidato de
Monsanto y llamado el Ministro RR (en alusión a la soya transgénica resistente
a glifosato RoundupReady: RR)
El
tema de la agricultura y la alimentación, se considera solamente como sector
industrial, y es tema “negociable” para partidos y gobiernos en lo que respecta
a las reinvidicaciones campesinas y ambientalistas. Ni las luchas ambientales,
ni las del campesinado –tierra, semillas, derechos- son importantes para los
gobiernos “progresistas”. Justamente, porque para éstos el “progreso” agrícola
pasa por el desarrollo industrial a gran escala, lo cual muestra su ignorancia
en el tema, ya que son las redes campesinas las que alimentan a más del 70
por ciento de la población mundial, un porcentaje que en
México seguramente es mayor.
A este
desdén de todos los partidos por las causas de campesinos y luchas desde abajo,
sean maestros, luchas ambientales –muchas veces todas comunicadas en la vida de
las comunidades–, le agregan políticas asistencialistas, para intentar con
esto acallar las protestas desde abajo.
Así también en el anunciado gabinete de AMLO, donde propone a una integrante de
una cooperativa campesina para la Sedesol, como si eso fuera a compensar el
desastre transgénico y tóxico que significa Villalobos y los que representa.
Vuelve
a quedar claro que las luchas partidarias, aún llamándose progresistas, no
aspiran en realidad más que a ser administradores de gobierno, en el espacio
que les dejen los poderes económicos y financieros de grandes empresas
nacionales y transnacionales.
No puede ser más fuerte el contraste con el recorrido y palabras
de Marichuy, la candidata del Consejo Indígena de Gobierno. Allí sí, en cada
encuentro se manifiestan las realidades del pueblo, las verdaderas luchas,
necesidades y aspiraciones de las comunidades indígenas, campesinas, urbanas.
No porque las nombre o prometa Marichuy (que no promete nada, más que seguir
luchando), sino porque están presentes y se expresan desde las mismas
comunidades y organizaciones en cada encuentro. Por ello, todo el camino de Marichuy tiene sentido en sí mismo, más
allá de cualquier resultado electoral, por que quienes lo caminan reafirman la
organización desde abajo y el cuestionamiento al sistema capitalista, al tiempo
que se convierte en un espejo colectivo de la construcción necesaria para los
cambios profundos.
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