jueves, 21 de diciembre de 2017

Nos queda claro que los partidos "aún llamándose progresistas, no aspiran en realidad más que a ser administradores de gobierno, en el espacio que les dejen los poderes económicos y financieros de grandes empresas nacionales y transnacionales".

México: Política partidaria, transgénicos y 

comunidades campesinas

21 de diciembre de 2017

 

El anuncio reciente de Andrés Manuel López Obrador, candidato a presidente del partido Morena, de que en caso de ganar las elecciones la secretaría de agricultura la ocuparía Víctor Villalobos Arámbula sorprendió a muchos, pero sobre todo fue un golpe para los que han llevado una lucha de muchos años contra el maíz transgénico y creían que este partido sería una opción para afirmarla.
Por Silvia Ribeiro

Morena y AMLO habían dado muchas muestras antes de que su opción no es un gobierno de izquierda, sino ganar las elecciones. Esas muestras no están dirigidas a la gente común –seguramente preferirían que éstas no las vieran– sino que son señales a los poderosos de que sus intereses seguirán intactos.
En su gabinete, AMLO también integró como futuro secretario de educación a Esteban Moctezuma Barragán, nefasto personaje, traidor de comunidades indígenas, que en plena negociación del gobierno federal con los zapatistas en 1995 dirigió una ofensiva militar para intentar capturar a su comandancia.
Anteriormente, AMLO había designado al millonario empresario transnacional Alfonso Romo como coordinador del proyecto de Nación 2018-2024. Entre otras empresas, Romo fue dueño de Seminis, que llegó a ser una de las 10 mayores empresas semilleras del globo, hasta su venta en 2005 a Monsanto. Romo continuó un tiempo al frente de Seminis trabajando para Monsanto, hasta que retiró para invertir su fortuna en Synthetic Genomics, la empresa de biología sintética del funesto científico-empresario Craig Venter, que se dedicó a sacar provecho de las muestras de microorganismos únicos de México que Venter logró extraer de México, gracias a que Valeria Souza de la UNAM le “prestó” su permiso de investigación en aguas nacionales.

Hay muchas figuras nefastas en el equipo y gabinete de Morena, pero volvamos un momento a Víctor Villalobos. Es sin lugar dudas un defensor acérrimo de los transgénicos, pero es sobre todo un operador político, que actúa a favor de los intereses de las grandes trasnacionales de los agronegocios. Fue funcionario de gobiernos priístas, pero se destacó en su actuación en los gobiernos panistas de Fox y Calderón, desde su lugar como coordinador general de asuntos internacionales de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa). Desde ese puesto, actuó como Caballo de Troya de Monsanto y demás transnacionales de transgénicos, a través de su participación como gobierno de México en instancias internacionales, como el Protocolo de Cartagena sobre Bioseguridad (parte del Convenio de Diversidad Biológica, CBD). No es extraño que un personaje de este tipo no haya tenido problemas en actuar bajo la cobertura del PRI, del PAN y ahora se dispone a hacerlo con Morena. En todos los casos, esos no son sus jefes, apenas los canales para expandir y asegurar los intereses de las grandes empresas de transgénicos, biología sintética y agronegocios. No es historia de la década pasada, sino que continúa siendo elmodus operandi de Villalobos. En 2016, siendo director del IICA (Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura) con sede en Costa Rica, dicha institución organizó un seminario sobre biología sintética, dirigido a instruir y alinear a los gobiernos latinoamericanos para defender los intereses empresariales en contra de la bioseguridad en las negociones del CBD que se realizaron posteriormente en Cancún (COP 13, diciembre 2016).

Pero el tema más preocupante, no son los personajes que usan o toleran los gobiernos para que las transnacionales puedan avanzar más directamente sus intereses, sino lo que subyace. En el tema de transgénicos en América Latina, los gobiernos que más han avanzado su siembra son los de Lula da Silva en Brasil, Kirchner en Argentina y José “Pepe” Mujica en Uruguay. En el caso de Brasil, la fuerte resistencia campesina y ambientalista a los transgénicos logró parar su siembra legal hasta que Lula impuso como ministro de agricultura a Roberto Rodrigues, que era entonces el presidente de la Asociación Brasilera de Agronegocios, el candidato de Monsanto y llamado el Ministro RR (en alusión a la soya transgénica resistente a glifosato RoundupReady: RR)

El tema de la agricultura y la alimentación, se considera solamente como sector industrial, y es tema “negociable” para partidos y gobiernos en lo que respecta a las reinvidicaciones campesinas y ambientalistas. Ni las luchas ambientales, ni las del campesinado –tierra, semillas, derechos- son importantes para los gobiernos “progresistas”. Justamente, porque para éstos el “progreso” agrícola pasa por el desarrollo industrial a gran escala, lo cual muestra su ignorancia en el tema, ya que son las redes campesinas las que alimentan a más del 70 por ciento de la población mundial, un porcentaje que en México seguramente es mayor.

A este desdén de todos los partidos por las causas de campesinos y luchas desde abajo, sean maestros, luchas ambientales –muchas veces todas comunicadas en la vida de las comunidades­–, le agregan políticas asistencialistas, para intentar con esto acallar las protestas desde abajo. Así también en el anunciado gabinete de AMLO, donde propone a una integrante de una cooperativa campesina para la Sedesol, como si eso fuera a compensar el desastre transgénico y tóxico que significa Villalobos y los que representa.
Vuelve a quedar claro que las luchas partidarias, aún llamándose progresistas, no aspiran en realidad más que a ser administradores de gobierno, en el espacio que les dejen los poderes económicos y financieros de grandes empresas nacionales y transnacionales.

No puede ser más fuerte el contraste con el recorrido y palabras de Marichuy, la candidata del Consejo Indígena de Gobierno. Allí sí, en cada encuentro se manifiestan las realidades del pueblo, las verdaderas luchas, necesidades y aspiraciones de las comunidades indígenas, campesinas, urbanas. No porque las nombre o prometa Marichuy (que no promete nada, más que seguir luchando), sino porque están presentes y se expresan desde las mismas comunidades y organizaciones en cada encuentro. Por ello, todo el camino de Marichuy tiene sentido en sí mismo, más allá de cualquier resultado electoral, por que quienes lo caminan reafirman la organización desde abajo y el cuestionamiento al sistema capitalista, al tiempo que se convierte en un espejo colectivo de la construcción necesaria para los cambios profundos.

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