La autoridad política
global
del capitalismo transnacional
del capitalismo transnacional
22 de junio de 2018
Por Homar Garcés (Rebelión)
La humanidad se halla en una
situación en que los niveles de precariedad, pobreza y desempleo se han
incrementado considerablemente, causando, entre otros efectos negativos, que el
trabajo asalariado ya no sea considerado como un medio de subsistencia para
cualquier persona o familia que no posea recursos. De manera simultánea, en
muchas regiones del planeta se observa cómo el capital tiende a concentrarse y
a centralizarse en unos pocos millonarios y cómo esto conduce a elevar la tasa
de desempleo y a una mengua sin pausa de los salarios de los trabajadores.
Como
contrapartida, algunos economistas recomiendan la dolarización de las economías
depauperadas -especialmente en los países de nuestra América- como una opción
válida y prácticamente única para salir de la situación crítica en que éstas se
hallan, lo cual, aparte de ser inconstitucional en algunas de estas naciones,
vulnera la soberanía monetaria e involucraría la desnacionalización de las
principales actividades económicas generadoras de divisas, así como un
endeudamiento externo, lo que -en perspectiva- avalaría la inversión extranjera
privada y, con ella, la salida a la crisis.
Esto
no obvia la autoridad política global ejercida por el capitalismo
transnacional, a pesar de enfrentar circunstancias que escapan a su control,
como la creciente influencia de China y Rusia en el mercado mundial. Por ello
se recurre a “golpes blandos”, “rebeliones de colores”, asesinatos selectivos,
imposición de bloqueos, sanciones extraterritoriales, campañas de
desinformación masivas, sabotaje de las líneas de telecomunicaciones y formas
abiertas y encubiertas de intervención que, con la complicidad de grupos
internos afines, terminen por doblegar a las naciones que osen manejarse en un
sentido contrario a sus intereses, en una guerra no convencional o asimétrica
que escasamente merece la atención de los organismos multilaterales encargados
de velar por que ello no ocurra. Elementos constitutivos -a gran escala- de la
guerra irrestricta en fase de desarrollo que tiene como principal propulsor al
gobierno de Estados Unidos, a fin de asegurar así su hegemonía total e
indiscutible en el mundo.
En el
libro “10 años de crisis. Hacia un control ciudadano de las finanzas” de ATTAC
España, se resume que, al presente, “vivimos en una sociedad donde interactúan
muchos actores: Ciudadanía, Mercado, Empresas, Finanzas, Comercio
Internacional, Estados, Familias, Comunes y Tierra, todos ellos conformando un
complejo escenario en el que el papel que se le asigna a cada uno de ellos
condiciona y puede condicionar nuestra vida presente y futura. La sociedad se
ve amenazada cuando uno de sus componentes, que se ha convertido en hegemónico,
domina y esclaviza a todos los demás, impone sus demandas y puede subordinarlo
todo a su expansión indefinida. La sociedad actual, por más democrática que se
imagine a sí misma, está experimentando también el yugo de un sector poderoso
dispuesto a llevar su ventaja tan lejos como le parezca. Esta fuerza, que
ignora los límites, son las finanzas globalizadas, a las que llamamos ‘casino’
en el sentido de que la gestión del riesgo y el juego tienen algunos puntos en
común”.
En
medio de semejante panorama, nuestra América (considerada desde hace dos siglos
por Estados Unidos como su “legítimo” patio trasero) es foco de la atención de
los grandes consorcios transnacionales, seducidos por la posibilidad nada
remota de poder controlar no solamente las economías dependientes de estos
países sino también su biodiversidad y demás recursos estratégicos. Tratar de
neutralizar este unilateralismo globalizador, exige una reelaboración
consciente de experiencias compartidas y protagonizadas desde abajo por los
sectores populares, evitando que éstos continúen catequizados como agentes
involuntarios de la reproducción del sistema de valores de su propia
dominación, discriminación y explotación; condicionados a existir en un estado
de resignación permanente.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=243238
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