Casi 70 años
persiguiendo un fantasma:
el “desarrollo”
26 de junio de 2018
Por
Alberto Acosta (Rebelión)
En memoria del maestro, compañero y amigo Aníbal Quijano
El desarrollo, “un
término de azarosa biografía (…). Desde la Segunda Guerra Mundial
ha cambiado muchas veces de identidad y de apellido, tironeado entre un
consistente reduccionismo economicista y los insistentes reclamos de todas las
otras dimensiones de la existencia social. Es decir, entre muy diferentes intereses
de poder. Y ha sido acogido con muy desigual fortuna de un tiempo a otro de
nuestra cambiante historia. Al comienzo sin duda fue una de las más
movilizadoras propuestas de este medio siglo que corre hacia su fin. Sus
promesas arrastraron a todos los sectores de la sociedad y de algún modo
encendieron uno de los más densos y ricos debates de toda nuestra historia,
pero fueron eclipsándose en un horizonte cada vez más esquivo y sus abanderados
y seguidores fueron enjaulados por el desencanto”. Aníbal Quijano
(1928-2018).
Un jueves 20 de enero de 1949 el entonces presidente
norteamericano Harry Truman daría un discurso que despertó inusitadas fuerzas e
ilusiones. Truman, en el Punto Cuarto de su
alocución, propuso un objetivo: el “desarrollo”, sintetizado en el american way of life, una imagen repleta de valores
propios de la ilustración europea. Pero también puso nombre a todo
desvío de aquel paradigma: el “subdesarrollo”, un estado atrasado a ser
superado que -según Truman- estaba presente en varios rincones del planeta. Así la Humanidad desató una de sus
cruzadas más amplias y sostenidas: conseguir el “desarrollo”, pensándolo desde
posturas estado-céntricas, donde el mercado serviría como gran institución
organizadora de la economía y de la misma sociedad.
Aunque los cuestionamientos surgieron casi al
inicio mismo de dicha cruzada, y se intensificaron en años recientes, la
búsqueda del “desarrollo” aún es incesante y hasta desesperada. Se oscila desde
las versiones más economicistas que igualan “desarrollo” con crecimiento
económico a las más complejas en donde el “desarrollo” recibe apellidos
múltiples (como “a escala humana” o “sustentable”, por citar apenas un par).
Incluso habría “desarrollismos” tanto de derechas como de izquierdas, tanto
neoliberales como progresistas, todos impulsados por un mismo anhelo
occidental: el “progreso”.
Paradójicamente, el ansia de “progreso” ha llevado a que varios
países “desarrollados” en realidad terminen mal desarrollados. Además de que éstos se han enriquecido
en gran medida explotando a muchas regiones dependientes -transformadas mayormente
en fuentes de materias primas- son inocultables los varios problemas,
conflictos y contradicciones graves que vive el mundo “desarrollado”, entre
otros:
- Las crecientes brechas ricos-pobres [2] reflejadas,
por ejemplo, en una intolerable pobreza de la niñez y la juventud en medio de
la opulencia (en EEUU hay grupos donde la pobreza infantil supera el 30%, según
UNICEF [3] y en Alemania, un 21% según la Fundación Berstelman ).
- La insatisfacción incluso entre los
beneficiarios de una mayor acumulación material.
- La creciente violencia multi-dimensional
(que va desde la segregación racial hasta el neofascismo, pasando por la
creciente criminalidad, la soledad y los suicidios).
- La incapacidad de las herramientas
tradicionales para afrontar un desempleo crítico.
- La destrucción -aún imparable- de la
naturaleza.
Hasta aquellos países “exitosos” de los últimos
años, transitan la misma senda maldesarrolladora; por ejemplo, China, al
efectivizar “su derecho al desarrollo”, ha incrementado la inequidad social,
está arrasando con los recursos naturales del planeta y se ha vuelto el mayor
emisor de gases de efecto invernadero [4] .
Justamente el ascenso de China hace recordar otro problema grave: el “desarrollo” es irrepetible a nivel mundial, pues si todos los
habitantes del planeta alcanzaran los mismos productivismo y consumismo que el
estadounidense promedio serían necesarios 5,1 planetas.
Ahora, ciertamente el maldesarrollo golpea más notoriamente en la
periferia que en las metrópolis capitalistas. En particular, aún los países
empobrecidos dependen de las lógicas de acumulación del capital transnacional,
lógicas que condenan a estos países a encadenarse a extractivismos -mineros,
petroleros, agrarios, forestales, pesqueros, etc.-, cada vez más violentos y
voraces. Para colmo, los gobiernos del mundo empobrecido son presas fáciles de
un gran ejercicio de hegemonía: siguen
atados a la ilusión del “desarrollo”, aunque cada vez es más notoria y evidente
su imposibilidad.
Todo lo antes expuesto explica por qué afloran
cada vez más concepciones alternativas a la idea misma de “desarrollo” en
diversas partes del planeta, incluyendo regiones donde sus habitantes han
alcanzado mejores niveles de vida. Incluso, a medida que el desencanto se
expande por el mundo, emergen con creciente fuerza discusiones y propuestas que
paulatinamente vislumbran un escenario de posdesarrollo.
Lo destacable y profundo de estas propuestas
alternativas es que muchas provienen de grupos tradicionalmente marginados, y
permanentemente explotados. Ejemplo claro son pueblos indígenas que, aún en la
adversidad, procuran mantener sus valores, sus experiencias y sus prácticas
consideradas como ancestrales, pero que a los ojos del “progreso” occidental
son vistas como meros signos de atraso.
En definitiva, luego de años de desencanto
queda claro que la competencia por el “desarrollo” es una competencia perdida. Por ello, hoy lo crucial
es criticar y superar al propio concepto de “desarrollo”, más cuando éste se ha vuelto una
entelequia que norma la vida de gran parte de la Humanidad, a la que
perversamente le sería imposible alcanzar el estilo de vida de los países
enriquecidos, que nos sirve de faro orientador. No solo eso. El empeño por
“desarrollarse” ha sacrificado en gran medida la posibilidad de construir y
transitar caminos propios, diferentes a la modernización y el progreso que
Occidente ha adoptado casi como religión. Una religión que, sea por la reacción
de la conciencia humana ante la explotación o sea por las graves consecuencias
causadas por la fractura metabólica dada entre seres humanos y Naturaleza , tienes sus días contados.
En 1992, Wolfang Sachs ya lo anticipó:
“Los últimos cuarenta años pueden ser
denominados la era del desarrollo. Esta época está llegando a su fin. Ha
llegado el momento de escribir su obituario. (…) la idea de desarrollo se
levanta como una ruina en el paisaje intelectual, (…) el engaño y la
desilusión, los fracasos y los crímenes han sido compañeros permanentes del
desarrollo y cuentan una misma historia: no funcionó. Además, las condiciones
históricas que catapultaron la idea hacia la prominencia han desaparecido: el
desarrollo ha devenido anticuado. Pero sobre todo, las esperanzas y los deseos
que dieron alas a la idea están ahora agotados: el desarrollo ha devenido obsoleto”.
Así, a punto de cumplirse 70 años de una
alocada carrera detrás de un fantasma llamado “desarrollo”, urge cambiar el
rumbo y transitar hacia el Pluriverso; caso
contrario el fantasma seguirá provocando destrozos y frustraciones cada vez más
irreparables. Y, sobre todo, no olvidemos que la tarea de enterrar al
“desarrollo” es uno de los varios pasos a cumplir frente a un deber mayor, de
carácter hasta civilizatorio que debemos acometer tanto desde el sur como desde
el norte global: salir del laberinto capitalista.
Notas:
[2] Récord de desigualdad en Estados Unidos en
2016: el 1% controla el 38,6% de la riqueza del país.
[3] En los Estados Unidos,
39% de los niños afroamericanos, 36% de los niños indios americanos y 32% de
los niños hispanos vivían en 2013 en familias pobres,
definidas como hogares con ingresos menores al nivel de pobreza establecido por
la autoridad federal. El porcentaje para los niños blancos de ese país es del
13%, similar a los niños asiáticos.
[4] Para dimensionar el impacto de China
basta indicar que este país, en tres años -2011, 2012, 2013- empleó 6.500 millones
de toneladas de cemento, 1,5 veces más que lo utilizado por EEUU en todo el
siglo XX
El autor es economista ecuatoriano. Profesor
universitario. Exministro de Energía y Minas. Expresidente de la Asamblea Constituyente.
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