Argentina - CONICET: Tecnocracia o
Ecología de Saberes
2 de marzo de 2017
El conflicto en torno al CONICET se desató en
diciembre frente al anuncio de la reducción en el número de ingresos a la
carrera de investigador. Sin embargo, las últimas novedades refuerzan un
diagnóstico: no se trata de un mero ajuste económico, sino de un recorte
ideológico de qué se puede investigar en el organismo. La política de priorizar
los llamados "temas estratégicos" pone en evidencia la visión del
Ministro de Ciencia, Lino Barañao, de apoyar las tecnociencias -como la
biotecnología- cuyas utilidades se derivan
al modelo extractivo y en particular al agronegocio.
Por Eduardo Soler
En la última protesta
protagonizada por Jóvenes Científicos Precarizados (JCP) en las puertas del
CONICET (Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología) -el 15 de febrero, durante
la reunión del Directorio- se escucharon por primera vez cantos que asociaban
la figura del ministro Barañao con Monsanto. La vinculación también había
aparecido una vez en las alocuciones de la última asamblea que decidió levantar
la toma del Ministerio, el 23 de diciembre. En aquel entonces, desde los
"afectados" directos por el recorte, se solicitó quitar del acuerdo
su posible incorporación a empresas privadas, en tanto que esto podía resultar
una transferencia directa a corporaciones como Monsanto.
Sin embargo, la
consigna lanzada en aquel momento presenta dos puntos de vista. Por un lado, la
denuncia a la política del Ministerio de privatizar o subsidiar indirectamente
el presupuesto público en el sector de "investigación y desarrollo"
de grandes empresas transnacionales. Por otro lado, el hecho de que parte de
las investigaciones realizadas en el CONICET pudieran ser útiles para fines
como la expansión del agronegocio. Se trata, por supuesto, de una tensión ya
existente, en tanto hemos publicado en este medio la intervención directa del
Ministro Lino Baraño, desde el año 2008, en frenar las investigaciones críticas
sobre la inocuidad del glifosato (agroquímico patentado por Monsanto) lideradas
por Andrés
Carrasco.
En ese marco, Barañao
llegó a afirmar que “no está probado" que el glifosato sea perjudicial a
la salud, como denuncian los pueblos fumigados. Y declaró incluso: "Hay
gente que se ha tomado un vaso de glifosato para suicidarse y no le ha pasado
nada, concluyendo en que el glifosato puede causar el mismo daño que agua con
sal”. Recordamos que en 2015 un organismo técnico de
la Organización
Mundial de la Salud evaluó investigaciones científicas
independientes (no financiadas por Monsanto y otras corporaciones del
agronegocio) y llegó a conclusiones en la línea de lo dicho por Carrasco. No
obstante, el Ministro no se rectificó por sus dichos ni por la campaña de
desprestigio iniciada.
El tema no es para
nada menor. Barañao es un conocido tecnócrata, defensor de la biotecnología
aplicada a la producción agropecuaria. En su propia carrera profesional, la
aplicó a la clonación de vacas, con el fin de introducir en la leche
transgénica la hormona de crecimiento humano. En septiembre del año pasado,
expresó que Argentina tiene el potencial de convertirse en una "especie de
Silicon Valley de la biotecnología", en tanto se trata de un país que
desarrolló animales clonados y variedades transgénicas de todo tipo. Es cierto
que en este punto Barañao no cambió, ya que su visión siempre apuntó hacia este
sentido; por ejemplo, se
fomentó la vinculación entre
el CONICET y Bioceres, empresa donde participan los Grobo, llamado el "rey
de la soja" en Argentina.
Lo estratégico según
Barañao
Si el pensamiento de
Barañao no se modificó, en todo caso ahora "difiere el contexto"
político y económico, por el cual el tecnócrata-burócrata quiere tener una
mayor injerencia en el destino del CONICET. Es decir, una institución federal
donde trabajan investigadores científicos con líneas de trabajo autónoma en
cuatro grandes áreas del conocimiento. De hecho, en una conferencia de prensa
ofrecida en el Polo Científico y Tecnológico expresó que este momento de crisis
es propicio para impulsar un cambio institucional que ya se consideraba
necesario.
¿A qué se refiere con
esto? En 2011, Barañao dejaba en claro su perspectiva de que la investigación
debía ser "útil", entendiendo por ello que pueda formar el núcleo de
las "empresas tecnológicas". En la misma charla publicada
por ComAmbiental, el Ministro difundió que como política
científica buscaba priorizar tres tecnologías particulares: “la Nanotecnología,
la Biotecnología y las Tecnologías de la Información y la Comunicación”. Es
decir, un criterio meramente tecnocrático que acota la innovación a ciertos
enfoques científico-tecnológicos, con una visión sesgada del conocimiento
científico.
Como destaca Laura
Rovelli, se trata de una tendencia de los últimos años: "A partir de la
década de 1990, las políticas de Ciencia y Tecnología (cyt) dan un importante
giro en la gestión del sector en nuestro país, observable a partir de la
introducción de las nociones de «innovación» y de «sistema nacional de
innovación»". Recordemos que en los noventa se patentó la famosa frase de
que los científicos vayan a "lavar los platos", referida a una
investigadora en ciencias sociales crítica del gobierno.
La política que
Barañao impulsó en los últimos años se orientó hacia la creación de un área de
"temas estratégicos" definidos por el Ministerio. La primer
convocatoria en que apareció una comisión especial fue en el año 2012. Ya un
año después el
propio CONICET informaba que
en las postulaciones a la Carrera del Investigador para temas estratégicos
"el total fue de 194, superando a la Comisión asesora en Ciencias
Biológicas, que es la más grande del organismo". Se marcaba el inicio de
una tendencia en CONICET.
En este punto, la
decisión que tomó el Ministerio para la convocatoria de este año 2017 es
preocupante: acotar la incorporación de investigadores a 450 (la mitad de los
que corresponden por la tendencia) y, a su vez, destinar el 50 por ciento de
las vacantes previstas a los "temas estratégicos" decididos por la gestión. Un número muy
superior al que contaban hasta la última convocatoria. Barañao se refirió a
estos como las "investigaciones más útiles" y en una
entrevista recienteaclaró cuál es su postura sobre la utilidad
de la ciencia. "Aquellas investigaciones que contribuyan a la generación
de riqueza", afirmó.
Si bien los llamados
"temas
estratégicos" no apuntan todos al mercantilismo, existe un
claro sesgo hacia aquellos relacionados con tecnología para el modelo
extractivo. Por caso, en el sector de agroindustria la mayoría apunta a la biotecnología. En
el sector de energía se incluyen varías líneas para las "tecnologías para
el petróleo y el gas", recordando que el Ministerio trabajó con YPF para
fomentar el fracking. En el Sector Salud los temas no se orientan a la prevención
de enfermedades, como podría ser un apoyo a las investigaciones sobre la
toxicidad de los agroquímicos (agrotóxicos) utilizados en el campo.
Por último, existe un sector de "Ambiente
y Desarrollo Sostenible" pero nuevamente el enfoque resulta tecnocrático y poco abierto a perspectivas
interdisciplinarias que incluyan la participación activa de las comunidades en
las investigaciones. En el área ambiental se incluyen tecnologías para sistemas
de información sobre el clima, el manejo de recursos hídricos por la vía
ingenieril (y no mediante bosques y humedales), la remediación ambiental (pero
no el énfasis en cómo detener la contaminación) y en el reciclado se habla
incluso de la "valorización energética" (la incineración) antes que
estudiar los modos de cambio en las formas de producción y consumo.
Otros Saberes
En este punto, hasta
aquí las mayores críticas al nuevo plan de Barañao para el CONICET partieron
del área de las ciencias sociales, en tanto la "utilidad" medida en
términos mercantilistas (como generar patentes) choca de lleno con la
construcción de conocimientos. Del mismo modo, podemos destacar que entre las
500 personas que se nuclearon en la "Red Federal de Afectados" directos por
el recorte en el CONICET existe postulantes que trabajaron en su tesis la Ley
de Bosques en Salta o el saneamiento del Riachuelo desde perspectivas
sociológicas.
Del mismo modo,
también debe remarcarse que esta reorientación de la mitad de los ingresos a
las "áreas estratégicas" repercutirá también al interior de las áreas
ligadas a las ciencias naturales, ya que condicionarán las líneas de
investigaciones con un sentido utilitario. Eso mismo alentó Barañao en
declaraciones periodísticas. Por caso, en los temas definidos como
"prioritarios" por el Ministerio no incluyen las investigaciones en
el área de la agroecología, que proponen un modelo diferente para trabajar la
agricultura, y que también necesitan de la articulación entre ciencia y
producción.
Del mismo modo, como
explicamos el área ambiental tiene un claro sesgo tecnocrático. Por el
contrario, cuestiones de alta relevancia en torno a la defensa de los bosques,
glaciares y humedales como fuentes de agua dulce no se consideran
"estratégicas". A pesar de que son necesarias para cumplir las Leyes
sancionadas por el Congreso Nacional. Y en estos casos se necesitan
investigaciones no sólo del área de las ciencias naturales, sino también
interconectadas con las sociales, por ejemplo para abordar el modo en que los
pueblos indígenas se vinculan con los bosques como territorio identitario.
Hoy en todo el país
-en el marco del paro de investigadores y científicos- desde la Red Federal de
Afectados se lanzó la campaña #TodxsSomosCONICET que podría llevar la discusión
sobre el modelo de ciencia en Argentina, con la realización de Ferias de
Ciencias en espacios públicos. Por caso, desde la Feria de Ciencias en Córdoba,
llaman a pensar en una "ciencia al servicio del pueblo", y se
adherirán a las 18 horas a la marcha por la Ley de Bosques. Acaso si el
conflicto sirviera para algo, discutir al CONICET como institución científica,
sería relevante que se lo hiciera en un sentido contrario al que se propone
profundizar Barañao como burócrata y tecnócrata.
Así, la perspectiva de
la Ecología de Saberes aparece como un paradigma renovador, en tanto valora el
conocimiento científico que pueda interactuar con otros saberes (campesinos,
popular-urbano, indígenas, entre otros). A partir de esta interrelación el
investigador puede abordar los problemas sensibles para las comunidades y proponer
soluciones que pueden incluir alguna tecnología pero que no se acoten a este
nivel. El caso de las inundaciones es uno que muestra el fracaso de la visión
ingenieril y para ser abordado necesita incorporar nociones como la percepción
del riesgo y los modos de vida en el territorio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario