¿Antropoceno? Más bien
‘Capitaloceno’. Entrevista
14 de junio de 2018
Por Jasib W. Moore
En el debate
de la crisis ecológica global, se habla cada vez más del Antropoceno, término
resultante de la combinación de las palabras griegas “anthropos” (humano) y
“kainos” (nuevo). Este concepto se refiere a la escala global del impacto de la
actividad humana en la composición y funcionamiento del “sistema de la tierra”.
En su versión más común, la idea del Antropoceno se basa principalmente en
consideraciones ecológicas. Esto apunta especialmente a la extinción acelerada
de un mayor número de especies, la progresiva reducción de la disponibilidad de
combustibles fósiles y el aumento de emisiones de gases de invernadero,
incluidos el dióxido de carbono y el metano. Aunque se trata de un fenómeno muy
reciente a escala geológica, ha quedado ya bien establecido que la actividad
antrópica (es decir, de origen humano) es causa directa de estos fenómenos y ha
influido profundamente en las transformaciones del medio ambiente a escala
global.
La
perspectiva de una “ecología-mundo”, desarrollada por Jason W. Moore, no discute
parte alguna de este cuadro desde un punto de vista descriptivo; logra, sin
embargo, captar algunos otros aspectos que también están respaldados por
algunos datos indiscutibles. El sociólogo norteamericano critica el relato
“antropocénico” porque se centra sólo en los efectos de la degradación
ecológica. De este modo, se está en realidad descuidando el análisis de las
causas de ese deterioro, lo que hace por tanto más difícil identificar a los
responsables de la crisis ecológica y buscar soluciones políticas al problema.
Por el contrario, debemos ir a la raíz del asunto, reconociendo que el
capitalismo, si bien no tiene disposiciones para ser un sistema respetuoso con
el medio ambiente, es en sí mismo, inevitablemente, un sistema ecológico.
Visto en
este contexto, puede tomarse el impulso hacia la insostenibilidad ambiental por
parte del capitalismo como algo ya inherente en la organización del trabajo que
apunta a la acumulación ilimitada. Gracias a esta oportuna puesta al día de
este concepto contemporáneo, el juego de herramientas teóricas está demostrando
su continuada pertinencia, señalando que la coacción forzada del trabajo (tanto
humano como no humano), subordinada al imperativo del beneficio a cualquier
precio —y por tanto de la acumulación ilimitada
—es lo que está provocando la ruptura del equilibrio del ecosistema. No
hablamos entonces del Antropoceno, sino más bien del “Capitaloceno”.
Nos
encontramos con Moore en Ragusa [Sicilia], donde Salvo Torre, profesor de la
Universidad de Catania, ha organizado un seminario intensivo sobre
“ecología-mundo” y la actual crisis global crisis, programado para antes del
congreso de Nápoles el 9 de junio con el título “Ecologie politiche del
presente”, que incluirá también a otros especialistas académicos también
implicados en la investigación de cuestiones de ecología política y conflictos
socio-ecológicos. Conversan con MooreGennaro Avallone (Universidad de Salerno) y Emanuele Leonardi (Universidad de Coimbra).
De acuerdo
con su perspectiva, trabajo y naturaleza son dos caras de la misma moneda,
sobre todo si se considera la necesidad capitalista de producir grandes
cantidades de bienes a un coste cada vez menor. ¿Cómo se constituye la
relación, entonces, entre naturaleza barata y trabajo barato?
Mi punto de
partida es la consciencia de que el capitalismo no es sólo una práctica de
explotación económica del trabajo, sino también —y de modo más fundamental —
una forma histórica de dominación que se extiende al trabajo doméstico, el
trabajo servil y el trabajo que implica a la naturaleza. En este
sentido, el capital siempre tiene necesidad de producir naturaleza barata, con
el fin de relanzar continuamente el proceso de acumulación. Esta palabra,
“barata”, no se refiere solo a su bajo coste. Debería entenderse más bien como
una estrategia abarcadora, en la que la reducción del precio queda subordinada
a un deterioro más general, en términos de una dignidad y respeto “menores”
asignados a los sujetos dominados: las mujeres, los pueblos colonizados y el
medio ambiente. De acuerdo con este punto de vista, el trabajo barato es el
único elemento de una naturaleza que se ve sometida a violencia por el
capital, y en la que debería pensarse tanto en términos de una dinámica
económica dirigida a rebajar los costes salariales, es decir, el coste, así
como el valor, de la mano de obra, así como en términos de un proyecto de
expansión del trabajo no remunerado, el cual, aunque se haya vuelto invisible,
se produce en el terreno de la reproducción humana.
En su libro
sostiene que en la actual situación económica el capitalismo ha agotado su
propia capacidad de producir naturaleza barata. ¿De dónde proviene esta
convicción?
Cada ciclo
de acumulación de riqueza ha requerido de al menos cuatro elementos baratos.
Estos llamados “cuatro baratos”, que se reducen a los bienes necesarios para la
acumulación de riqueza, han sido la mano de obra, los alimentos, la energía y
las materias primas. Cada una de las grandes olas de acumulación de riqueza a
escala global se ha desarrollado basándose en amplias reconstrucciones de la
“ecología-mundo”, que se han centrado en las revoluciones agrícolas. El momento
presente es el último en una larga historia de limitaciones y crisis a las que
se ha enfrentado el capital. Sin embargo, creo que hoy las condiciones que
pueden reproducir esta suerte de proceso ya no están presentes, primordialmente
a causa del cambio climático, que tiene el efecto de aumentar los costes y
reducir la disponibilidad de cada uno de estos elementos. La naturaleza nos está
pasando la factura, y exige el pago de lo que hemos ido extrayendo de ella
durante siglos.
Un flagrante
ejemplo reciente de esto lo constituye el coste progresivamente más elevado de
la agricultura, tanto en términos de energía como de biología. El consumo de
reservas a escala planetaria es tan elevado que, para 2050, las cosechas que se
planten rendirán considerablemente por debajo de cualquier expectativa probable
del mercado alimentario global.
Su campo de
investigación tiene una dimensión militante explícita. ¿Cuáles son los
principales instrumentos de movilización que ofrece esta perspectiva de la
“ecología-mundo”?
Mi esperanza
es que esta investigación teórica pueda proporcionar conocimientos útiles para
los movimientos sociales de todo el mundo que luchan no sólo contra los efectos
sino contra las causas de raíz del cambio climático. Naomi Klein ha recurrido a
un término muy apropiado, “Blocadia” para referirse a esta zona de conflicto
transnacional e itinerante que incluye y vincula en común luchas sindicales,
movimientos ecológicos por la justicia climática y movimientos populares de
extraordinaria potencia como Black Lives Matter [movimiento norteamericano
contra la violencia policial que se ceba en la población negra], Idle No More
[movilizaciones de protesta de pueblos aborígenes canadienses] y Standing Rock
[nombre de la reserva de los sioux de Dakota centro de las protestas por el
paso de oleoductos a través de sus tierras].
Creo que es hora de hacerse la
pregunta de cómo podemos construir una contra-hegemonía post-capitalista, lo
que podría contrarrestar de modo eficaz las desastrosas políticas
medioambientales impuestas por el neoliberalismo.
En el libro
que escribí junto a Raj Patel, A History of the World in Seven Cheap Things [Historia del mundo a
través de siete cosas baratas] (en italiano Una storia del mondo a
buon mercato, publicado por Feltrinelli), tratamos de mostrar
algunas indicaciones para alcanzar esta meta y hablamos acerca de la ecología
de las reparaciones, que incluye compensaciones monetarias por la deuda
ecológica, pero que, por supuesto, no se reducen a eso. Sobre todo,
identificamos diferentes formas de redistribución de riqueza —tanto sociales
como medioambientales — igualmente indispensables, así como la reinvención del
trabajo más allá de su forma asalariada.
Al fin y al
cabo, ¿quién ha dicho que el trabajo no debería ser otra cosa que un trajín
diario y no una alegre forma de compartir? En este punto, es importante ser
claro: la revolución ecológica resulta absolutamente incompatible con la
llamada “ética del trabajo”, que además no es otra cosa que una dolorosa
herencia del colonialismo.
En resumen,
no discutimos que se requieren trabajo duro y esfuerzos para producir lo que se
necesita para el bienestar social, pero pedimos que el trabajo se haga, en la
medida de lo posible, más pleno de sentido y agradable. Por encima de
todo, tenemos la esperanza de que las luchas de las y los
trabajadores puedan cambiar radicalmente la actual relación perversa entre
trabajo, vida y juego, que el capitalismo está imponiendo violentamente.
Jasib W. Moore enseña Historia del Mundo y
Ecología-Mundo en el Departamento de Sociología de la Universidad de Binghamton
(Nueva York). Es coordinador del World-Ecology Research Network.
Fuente: Il manifesto global, 10
de junio de 2018
Traducción: Lucas Antón
http://www.sinpermiso.info/textos/antropoceno-mas-bien-capitaloceno-entrevista
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Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=243155
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