Colombia en la
OTAN:
el caballo de Troya
en América Latina
15 de junio de 2018
15 de junio de 2018
Raul Zibechi
A Colombia le fue entregada la llave para el control geopolítico
de la región (con especial hincapié en Venezuela).
El ingreso de Colombia a la OTAN se concretó el pasado 31 de mayo
y tiene por objetivo controlar la región. Desde el punto de vista geopolítico es la
puerta de ingreso de EEUU en Sudamérica para desestabilizar Venezuela, pero
también para disciplinar a los movimientos populares.
Es el único país de América Latina que asume el papel de “socio
global” de la
Alianza Atlántica lo que lo coloca como aliado privilegiado
de los países del Norte junto a Afganistán, Australia, Irak, Japón, República
de Corea, Mongolia, Nueva Zelanda y Pakistán.
Aunque Colombia no sea miembro pleno de la OTAN, ya que no
pertenece a la región del Atlántico Norte, jugará un papel importante en la
cooperación militar y en las tareas que le asignen los países más poderosos del
mundo.
Desde el punto de vista geográfico, Colombia ocupa un lugar
privilegiado al ser el único país sudamericano que tiene costas en el océano
Pacífico y en el Caribe. Tiene fronteras porosas con Venezuela, además de
lindar con Ecuador y Brasil.
Por eso Colombia juega un papel central en la estrategia de EEUU
para la
región. Nicholas Spykman (1893-1943), el teórico geopolítico
que tuvo mayor influencia sobre la política exterior de Estados Unidos en el
siglo XX, consideraba que los países caribeños, incluyendo Colombia y
Venezuela, formaban una zona de influencia donde “la supremacía de Estados
Unidos no puede ser cuestionada”.
Esta es una de las razones por las cuales los países más ricos del
mundo decidieron que Colombia debe ingresar tanto en la OTAN
como en la OCDE, y hacerlo de modo simultáneo, otorgando un cheque en blanco a
la elite de ese país en la cual parecen confiar plenamente.
La segunda razón es de carácter militar. Según el ranking de la revista Military Power
Review, las Fuerzas Armadas de Colombia dieron un salto en la región
sudamericana pasado del quinto al segundo lugar, sólo detrás de Brasil,
“impulsada por la importante asistencia militar de los Estados Unidos para el
combate al narcotráfico, con énfasis en la inteligencia, modernización y
profesionalización de sus Fuerzas Armadas”.
En paralelo, el presupuesto militar de Colombia es con mucha
diferencia el mayor de la región, según el “Balance Militar de América del Sur 2017” , publicado por Nueva
Mayoría.
Bogotá dedica el 3,4% del PBI anual a la defensa, frente al 1,3% de Brasil y el 1% de Argentina para 2016. Si se mide el gasto militar en porcentaje del presupuesto de la nación, Colombia dedica nada menos que el 15% frente al 7% de Ecuador y el 6% de Venezuela.
Bogotá dedica el 3,4% del PBI anual a la defensa, frente al 1,3% de Brasil y el 1% de Argentina para 2016. Si se mide el gasto militar en porcentaje del presupuesto de la nación, Colombia dedica nada menos que el 15% frente al 7% de Ecuador y el 6% de Venezuela.
A ese enorme gasto hay que sumar la ayuda en equipos de Estados
Unidos. Pero lo que las coloca como las primeras Fuerzas Armadas del continente
es su capacidad de operación sobre el terreno. La larga guerra contra las
guerrillas, en particular las FARC, les ha proporcionado una amplia experiencia
y capacidad de combate en la acción directa, algo que no sucede con las Fuerzas
Armadas de los demás países de la región, que no enfrentan serios combates
desde hace por lo menos tres décadas (la guerra de las Malvinas en 1982
enfrentó a Argentina con Gran Bretaña, con una estrepitosa derrota de la
primera).
La tercera cuestión que explica la
opción del Norte por Colombia se relaciona con su larga experiencia en el
control de los movimientos populares. El país ha sido
un laboratorio de neutralización de la protesta social, que fue acotada por una
hábil combinación de represión, infiltración y cooptación. De hecho Colombia es el único país sudamericano donde la vieja
oligarquía de la tierra y la cruz sigue dominando desde la independencia, hace
ya doscientos años.
Al parecer, el papel asignado es el de exportar el modelo de
utilización del narcotráfico para enfrentar a los movimientos populares con el
menor costo político y de legitimidad para las Fuerzas Armadas.
El general Oscar Naranjo, actual vicepresidente, fue jefe de Policía de Colombia y asesor de seguridad del presidente mexicano Enrique Peña Nieto desde 2012 hasta su retorno a Bogotá en 2014.
El general Oscar Naranjo, actual vicepresidente, fue jefe de Policía de Colombia y asesor de seguridad del presidente mexicano Enrique Peña Nieto desde 2012 hasta su retorno a Bogotá en 2014.
Naranjo es considerado el “mejor policía del mundo” por haber
desarticulado los cárteles de Cali y Medellín, y por haber dirigido en 1993 la
operación que terminó con la vida de Pablo Escobar. Sin embargo, ha sido
acusado en Colombia de mantener relaciones directas con jefes del narcotráfico,
con los que solía mantener relaciones fluidas, según la página de la periodista Carmen
Aristegui.
El periodista e investigador Carlos Fazio lo presenta de este
modo: “Graduado en montajes mediáticos y otros trucos sucios, Naranjo, hombre
de la Agencia
Antidrogas estadunidense (DEA) y producto de exportación de
Washington para el subcontinente, tiene una orden de arresto por asesinato,
girada por un tribunal de Sucumbíos, Ecuador, y ha sido incriminado por sus
nexos con el ex capo del Norte del Valle, Wílber Varela, en el juicio que se
ventila actualmente en la corte del distrito Este de Virginia, Estados Unidos”.
Por eso Fazio lo define como “uno de los arquitectos de la actual
narcodemocracia colombiana” que se caracteriza por una fachada electoral, que
denominan democracia, combinada con la guerra sucia contra los movimientos
populares.
La “colombianización” de México tiene como resultado el asesinato de
más de 200.000 personas y la desaparición de 40.000 en la llamada guerra contra
el narcotráfico que es en realidad una agresión sin precedentes contra los
sectores populares organizados, las mujeres pobres y los pueblos originarios.
En síntesis, a Colombia le fue entregada la llave para el control
geopolítico de la región (con especial hincapié en Venezuela) y para el
disciplinamiento de la disidencia social. En algún momento los estrategas del
Pentágono comprendieron que no debe repetirse la historia reciente, cuando la
acción popular derribó una decena de gobiernos aliados de Washington en las
décadas de 1990 y 2000, abriendo grietas por las que llegaron al gobierno
fuerzas políticas contrarias a los Estados Unidos.
https://mundo.sputniknews.com
Fuente: http://www.dariovive.org/?p=8484
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