Polarización y
antagonismo
25 de junio de 2018
Por
Fernando Broncano (Rebelión)
El Laberinto de la identidad
La
polarización de grupo que se observa en las actitudes políticas, culturales y
sociales en los últimos tiempos presenta características nuevas, diferentes a
lo que fueron los bandos, grupos y afiliaciones culturales, políticas y
sociales de sociedades anteriores. No se trata simplemente de que las
posiciones diferentes sean amplificadas por los Los ejemplos se amontonan y uno solamente puede relatar con desolación los que le acuden a la memoria por momentos. Hace una semana, Vanesa Jiménez, una de las periodistas nucleares de la revista digital CTXT tuvo que escribir un editorial quejándose de cómo dos artículos de signo diferente, escritos por sendas autoras feministas, habían provocado una enorme reacción en las redes sociales que ya no cuestionaban tanto las opiniones como la propia revista. En un artículo la autora defendía que en las relaciones sexuales debería existir empatía. En el otro artículo la autora defendía que tal opinión perpetúa el patriarcalismo y es un signo de puritanismo disfrazado de feminismo. Esteban Hernández, hace unos días, publicaba un artículo en El Confidencialquejándose de la polarización en las redes por las cuestiones más nimias y cómo quienes se atreven a cuestionar la opinión bien establecida por cada uno de los bandos, introduciendo matices o disensos parciales, son tildados de enemigos públicos.
Una alumna de nuestro máster de Teoría y Crítica de la Cultura, Ivonne Donado, escribió un inteligente trabajo fin de máster hace un año sobre cómo en el referéndum colombiano por el fin de la violencia, la violencia simbólica en las redes se había disparado durante la etapa de campaña. Observó, en un cuidadoso trabajo etnográfico en las redes, cómo el tono, timbre y semántica agresiva escalaban los mensajes en las redes. El largo y doloroso procèscatalán, que condujo a una división emocional de la sociedad catalana en distancias nunca alcanzadas en la historia, fue precedido de una gigantomaquia de
Se podría pensar que todas estas movilizaciones de pasiones
representan profundos antagonismos sociales, y que la expresión épica de los
discursos, a veces rastrera y barriobajera, y siempre carente de lucidez
argumentativa, es un simple y disculpable efecto de la fractura social y de los
frentes culturales asociados a ella, y que los desmanes lingüísticos son
candidatos a una amnistía política ante la grave profundidad de lo que está en
juego. Nada de eso. Lo que hay aquí es puro negocio. Polarización y antagonismo
puede que, en ciertos temas, en ciertos espacios y tiempos, intersecten. Pero
no coinciden. El antagonismo es una condición de la dinámica histórica y una
aspiración de la
democracia. Como dinámica histórica nos lleva a las tensiones
que crean los intereses en tensión y la lucha por la propiedad, la igualdad y
el reconocimiento. Como aspiración de la democracia, el antagonismo es la
fuerza que debe impulsar la formación de distintas y alternativas líneas
políticas, imaginarios colectivos, programas de acción y prácticas sociales
diferenciadas que se encuentran y disputan el poder y la hegemonía cultural en
el espacio de la esfera pública.
Raramente el
antagonismo real produce polarizaciones superficiales. En las controversias
duras, en los espacios de conflicto donde lo que está en juego es la propia
condición de existencia, los excesos verbales son En el mundo de los mass media y las redes sociales contemporáneos, en las pantallas de tv y en la era de los tabloides, la desmesura sucede a la confrontación real. Hay muchos intereses en juego. El primero y más importante es el control de
Por debajo, en el horizonte, se impone sin embargo la idea de que
hay pocas alternativas. Las gigantomaquias en las redes y los medios son batallitas en una tacita inglesa de té.
Nada se juega en todo ello. La política y la economía tienden a crear la nube
determinista de que nada se puede hacer y que todo lo que queda es el denuesto
del adversario, ahora enemigo simbólico. Las grandes políticas se mueven hacia
el sucio terreno de las políticas de gestos, no hacia las gestas que implican
nuevas trayectorias históricas.
Y sin embargo,
los antagonismos siguen presentes, se entrelazan, se cruzan y disputan y a
veces se confunden pero no se expresan en nuevas prácticas, en la
transformación real de los lenguajes y semánticas, en la elaboración cuidadosa
de una imagen mejorada del adversario que pueda ser discutida con cuidado, en
la que aquél no sólo se reconozca sino que se vea mejorado para más tarde
encontrar allí las propias contradicciones y errores. Articular antagonismos
es mucho más difícil que expresar ira. Se trata de construir opciones alternativas de
nuevas formas de socialidad. Se trata de enfrentamientos reales con las enormes
fuerzas del poder que exigen un esfuerzo continuo de inteligencia, cálculo,
capacidad de argumentación y voluntad de persistencia. Se trata de colgar
las emociones en el armario de la conciencia, no de abandonarlas, pero sí de
hacer que sirvan al propósito básico de
Se hace creer que hay antagonismo cuando sólo hay polarización que
cabalga sobre consensos ocultos e inmovibles, sobre estructuras de sentimientos
y prácticas que apenas son rozadas por la escalada verbal y por las pasiones
desatadas.
(…) Leer
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