Estrategia y visión
política del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra de Brasil
“Ocupar, resistir,
producir”
8 de junio de 2018
Por
Ben Dangl (Counterpunch)
Traducido para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo
El Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra
de Brasil (MST), con alrededor de un millón y medio de miembros, es uno de los
mayores movimientos sociales de América Latina. Durante décadas ha actuado bajo
el lema “Ocupar, resistir, producir” para asentar a campesinos sin tierra en
fincas inutilizadas de Brasil, país en el que el 3% de la población posee más
de dos tercios de la tierra cultivable. En medio de la actual crisis política
que atraviesa el país, el MST continúa trabajando por la justicia y contra el
gobierno derechista de Michel Temer. Recientemente se ha movilizado por la
liberación de Inácio Lula da Silva, antiguo presidente brasileño injustamente
encarcelado, reciente candidato presidencial y dirigente del Partido de los
Trabajadores. Lo que sigue a continuación es un breve resumen de la historia,
las tácticas y la visión política de este poderoso movimiento.
A primeras horas del 29 de octubre de 1985, a bordo de autobuses,
camiones y motocicletas, 2.500 familias sin tierras llegaron a la Fazenda Annoni , de
unas 9.300 hectáreas ,
con el objetivo de ocuparla. Se habían visto forzadas a hacerlo llevadas por la desesperación. La
alternativa era un trabajo extenuante próximo a la esclavitud en grandes
haciendas o la pobreza demoledora de los barrios míseros de las ciudades. Darci
Bonato, participante en la ocupación, recordaba que lo único que tenían las
familias para comenzar su nueva vida era lo que pudieron cargar a sus espaldas.
“Teníamos una [parrilla] que podíamos usar
sobre una hoguera, sartenes, comida y ropa de cama. Los niños habían caído
dormidos durante el viaje, así que les dejamos sobre un colchón bajo un árbol y
les tapamos con mantas. Luego regresamos a la carretera para ayudar en la
vigilancia del campamento. Esa primera noche, ninguno de los adultos durmió. La
luna estaba llena, recuerdo, y había bastante luz. Cuando amaneció llegaron
algunos policías. Nos colocamos a lo largo de la valla, listos para detenerlos
cuando entraran. Corrían rumores de que íbamos armados, pero no era cierto. Las
únicas armas que teníamos eran nuestras azadas y guadañas (1).
La policía trató de expulsarlos de la finca,
pero fue en vano, pues los activistas eran numerosos y consiguieron resistir
mientras se preparaban para su nueva vida. “La gente empezó a levantar tiendas,
recoger agua del río y encender un fuego para cocinar”, recuerda Bonato (2).
El cerco de la policía al campamento se
prolongó por un año, lo que dificultaba a las familias entrar o salir y recibir
comida y suministros. Con el tiempo, los activistas del MST abrieron una
escuela para enseñar a los niños y más familiares se unieron a los acampados,
según se iban asentando. El bloqueo de la policía obligaba a todo el mundo a
compartir suministros, víveres y trabajo. En un momento dado, los niños se
acercaron a la policía y les regalaron flores, explicándoles que no estaban
contra ellos, sino contra el gobierno. En 1987, el gobierno aceptó que los
trabajadores se quedaran en la
finca. Bonato cuenta cómo fueron los años que permaneció en
el campamento:
“No me arrepiento. Si no lo hubiera hecho,
habría trabajado durante 30 años como peón agrícola sin conseguir ni una sola
hectárea. Así que, para mí, fue un gran triunfo. Actualmente, mis hijos viven
en el asentamiento conmigo, cada uno con su parcela de tierra. Estuvieron a mi
lado durante todo el proceso y ahora su situación es diez veces mejor de la que
tendrían si hubieran ido a trabajar como jornaleros (3). Los miembros del MST
que ocuparon la Fazenda
Annoni experimentaron la recompensa directa de su duro
trabajo e inspiraron a otros activistas sin tierra en Brasil.
Las tácticas del MST son una muestra de la
creatividad y el ingenio de sus miembros. La capacidad que tuvieron los
participantes en esta ocupación para crear una comunidad unida de granjeros
autosuficientes, criar a sus hijos y resistir a la policía, todo al mismo
tiempo, es fiel reflejo de las capacidades y persistencia del MST a escala
nacional. A lo largo de sus veintiséis años de existencia, el MST ha expropiado
más de 14 millones de hectáreas y asentado más de 400.000 familias (4). Los
asentamientos, que muchas veces están organizados en forma cooperativa (con
notables excepciones), albergan cientos de escuelas construidas por el MST, en
las que han aprendido a leer y escribir decenas de miles de personas (5). A
medida que crecía, el movimiento se ha ido forjando su propia presencia social
autónoma mediante la acción directa y se ha convertido en una gran fuerza
política en Brasil.
Ocupar, resistir, producir
El MST nació en 1984, cuando alrededor de cien
campesinos sin tierra se juntaron durante cuatro días de enero en el estado
meridional de Paraná. Los organizadores sabían que el movimiento necesitaba ser
amplio, por lo que invitaron a dirigentes campesinos de trece estados
diferentes. Este encuentro supuso una fractura con las luchas tradicionales por
la tierra, que habían sido dirigidas principalmente por los sindicatos. Muchos
integrantes de los grandes sindicatos brasileños creían que la lucha por la
reforma agraria debía llevarse a cabo desde las filas sindicales, pero no
aceptaban como miembros a los campesinos sin tierra. Jo ã o Pedro Stédile
(secretario de agricultura de Rio Grande do Sul en aquella época) junto con
otros participantes en el encuentro, creía que toda la familia de un campesino
sin tierra resultaba afectada por la injusticia, por lo que debería poder
decidir entre las posibles alternativas. Sobre esa base, Stédile creyó desde
los inicios del MST que los líderes debían incorporar las familias al
movimiento. Además de empoderar a las mujeres, más allá de la estructura
tradicional patriarcal, Stédile explicó en 1999 que “al incluir a todos los
miembros de la familia, el movimiento adquiere una fuerza potencial
considerable. Los adolescentes, por ejemplo, que suelen estar oprimidos por sus
padres, se dan cuenta de que sus votos en la asamblea son tan importantes como
los de sus progenitores” (6). Con el tiempo, esta amplitud de miras contribuyó
a la longevidad y la fuerza numérica del movimiento cuando se trataba de ocupar
tierras y crear objetivos que tuvieran en cuenta las necesidades de todos los
miembros de la familia.
El MST, cuyo lema es “Ocupar, resistir, producir”,
lleva ocupando pacíficamente tierras baldías desde 1985. Por lo general, cuando
los activistas se hacen cargo de una finca, desarrollan granjas cooperativas y
construyen casas, escuelas y clínicas sanitarias. Gestionan la tierra de forma
colectiva de un modo sostenible, al tiempo que educan a sus hijos y promueven
la igualdad de género (7). Pero, desde su fundación, el MST no se limitó a
hacerse cargo de tierras, sino que también participó en marchas, bloqueos y
ocupaciones destinados a lograr el apoyo del gobierno, incluyendo una mejora en
el acceso a créditos, educación y sanidad. Durante décadas, ha luchado
activamente contra el uso de organismos modificados genéticamente y a la
agricultura industrial a gran escala, al tiempo que cultivaban sus propios
campos para conseguir alimentos saludables a pequeña escala, generando empleo
para todos sus miembros (8). Al apartarse de su foco inicial en las ocupaciones
de tierra, este conjunto de tácticas y objetivos ha contribuido a la
flexibilidad del movimiento a lo largo del tiempo y a su capacidad para
adaptarse a nuevas prácticas agrícolas y a los cambios en el panorama político
del país.
Una de las reformas que se produjeron tras la
caída de la dictadura brasileña en 1985 fue la nueva constitución redactada en
1988, que establecía el derecho del gobierno a redistribuir las tierras no
utilizadas a campesinos sin tierra. La reforma agrícola establecía que todas
las tierras productivas deben utilizarse por el bien de la sociedad. Si una
tierra no cumple su función social, decía la constitución, el gobierno se
reserva el derecho a expropiarla y distribuirla (9). El organismo institucional
encargado de realizar esta redistribución en el Instituto Nacional de
Colonización y Reforma Agraria (INCRA). Una vez que el INCRA certifica que
determinada finca debe ser redistribuida, el gobierno la expropia comprándola a
su dueño y, en el caso de las ocupaciones del MST, entrega el título de
propiedad a los campesinos sin tierra. El MST ha utilizado esta reforma constitucional
para forzar al gobierno y al INCRA a seguir sus propios procedimientos legales,
primero ocupando la tierra baldía y luego reclamando su propiedad o la de las
tierras cercanas al campamento (10).
Gran parte del éxito del MST se basa en la
estructura democrática de su liderazgo, toma de decisiones y movilización. Las
decisiones y actividades del movimiento se debaten en comisiones elegidas a
diversos niveles, desde los campamentos a las oficinas regionales. Dentro del
MST, cada miembro pertenece a su propio Grupo de Base, una comisión
participativa que mantiene el poder al nivel de las bases del movimiento. Los
grupos de base de cada campamento o asentamiento están formados por diez a
veinte familias, y cada uno de ellos tiene un coordinador (hombre) y una
coordinadora (mujer) (11).
“Esa es nuestra democracia”, afirma Jo ã o
Amaral, de Rio Grande do Sul, en relación con el proceso de creación de los
grupos de base y de las operaciones generales. La utilización del consenso en
la toma de decisiones es una parte importante de la funcionalidad de los grupos
de base, según Amaral. “Puede que esa sea uno de los secretos de la unidad del
MST. Que no hemos tenido divisiones sobre cada tema cuando tenemos que tomar
una decisión. Eso es. Buscamos el consenso, respetamos las posiciones en
minoría hasta que logramos el consenso. Ha habido casos en los que posiciones
que estaban en minoría al inicio terminaban siendo mayoría tras el proceso de
discusión” (12).
Este hincapié en las dinámicas
descentralizadas y de abajo arriba ha contribuido a la sostenibilidad y
popularidad entre sus miembros. Por lo general, los liderazgos en el MST surgen
durante las ocupaciones de fincas; sus capacidades se desarrollan en las clases
y las reuniones. El interés por captar nuevos líderes se ha transmitido entre
generaciones y debilita las iniciativas para centralizar la toma de decisiones
en manos de unos pocos.
La realidad de la ocupación de tierras da
impulso al movimiento e incrementa el número de sus miembros. Por lo general,
una vez que los líderes del MST han decidido ocupar determinada parcela de
tierra improductiva, se organizan en las comunidades de alrededor de dicha
finca, explican el proceso que hay que llevar a cabo con el INCRA y reclutan
personas para realizar la
ocupación. Este proceso basado en la comunidad acerca a las
personas al MST, capta individuos que quieran participar en las tareas
logísticas que requiere la ocupación y consolida las relaciones mediante la
solidaridad que exige la propia ocupación. Cuando todos los preparativos han
culminado y los miembros del MST deciden ocupar la tierra, el aviso se comunica
en el último momento, para mantener el elemento de sorpresa. Por último, los
participantes entran en la finca y montan el campamento antes del amanecer (13).
Esta es la típica forma de actuar, pero con el tiempo, los miembros del MST
también han montado campamentos en los que las personas se turnaban a
permanecer en él durante el periodo de dos a cinco años que transcurre hasta
recibir legalmente la tierra.
Como explicó Stédile en 2002:
“Durante la noche [de la ocupación], los
camiones alquilados van por las comunidades, recogen todo lo que pueden cargar
y salen hacia la finca. Las
familias tienen una noche para tomar posesión de la zona y construir refugios
para que en la madrugada, cuando el propietario se de cuenta de lo que pasa, el
campamento ya esté montado. La comisión escoge a una familia para hacer un
reconocimiento del terreno, encontrar las fuentes de agua, dónde hay árboles
que den sombra, y así sucesivamente” (14).
El objetivo es mantener la lucha a pesar de la
represión de la policía o de los grupos de matones pagados por el
terrateniente: “Lo más importante para un grupo, una vez que está reunido en el
campamento, es permanecer unido, seguir presionando al gobierno” (15). La
persistencia y las técnicas de acción directa del MST han logrado un éxito
increíble a lo largo de los años y les han dado fuerzas para construir un
espacio autónomo para la supervivencia, sin dejar de presionar al gobierno al mismo
tiempo.
Después de instalar el campamento, el grupo
comienza a presionar al INCRA, a los funcionarios de los tribunales y a los
políticos. A menudo, los activistas tienen que esperar de dos a cuatro años.
Mientras tanto, los terratenientes, sus matones y la policía suelen intentar
expulsarles de la finca mediante acoso y asesinatos. El poder organizativo del
MST, la solidaridad de otros grupos que lo apoyan y la dedicación de las
familias ocupantes son decisivos para decidir si la ocupación tiene éxito (16).
Para muchos activistas del MST, la vida mejora
tras ocupar nuevas tierras. Sonia Bergamasco, profesora de ingeniería agrícola
en la universidad del estado de Campinas y autora de un estudio sobre los
asentamientos del MST, afirma que “el 95% de las personas responde que tienen
una situación más desahogada tras vivir en un asentamiento. Al menos tienen una
vivienda, cultivan su comida y sus
hijos asisten a la
escuela. Una vez instalados, lo primero que hacen las
comunidades es construir una escuela” (17).
La dificultad de la vida en los asentamientos
empuja a algunas personas a marcharse, pero la adversidad también une a quienes
se quedan. Las condiciones de vida en los campamentos suelen ser duras, con
tiendas de plástico improvisadas para vivir y un pobre suministro de agua. Es
difícil mantener la salud y prevenir el contagio de enfermedades por la lejanía
de los hospitales. Para crear solidaridad, educar a los niños y reforzar la
voluntad de quedarse, los comités del MST organizan bailes, partidos de futbol
y funciones de teatro (18).
Pacote, un miembro de MST, recuerda:
“Perdimos lo poco que teníamos cuando nos
fuimos al campamento; lo único que llevamos fue nuestra cocina (de leña). Los
pocos ahorros que teníamos también desaparecieron enseguida, porque no
ganábamos nada. No teníamos una casa o una tierra a la que regresar, no
teníamos enseres domésticos, apenas ropa y muy pocas herramientas: todo se
perdió. Y no había modo de volver y seguir siendo la misma persona de antes, de
cara a los antiguos vecinos y los amigos de fuera. Todo dependía del futuro y
de las amistades que habíamos hecho en el campamento. No había camino de
regreso” (19).
En general, para las personas que viven en la
miseria o la casi esclavitud como jornaleros del campo, en barrios de chabolas,
teniendo que hacer frente a la pobreza extrema, la adicción a las drogas, la
delincuencia y la falta de educación o sanidad para sus familias, los
campamentos del MST suponen una clara mejora (20).
En sus comienzos, el principal interés del MST
era la lucha por la
tierra. Pero en poco tiempo los activistas estaban
discutiendo la necesidad de educar a sus hijos para ser miembros de la comunidad. Las
familias del MST deseaban una educación capacitadora para sus hijos, que les
permitiera “luchar por sus derechos, trabajar juntos, valorar la vida saludable
que podían vivir en el campo y resistir la seducción de la ciudad”. El
movimiento decidió que era preciso organizar un sistema educativo propio y
liberador. En 1990 desarrollaron los objetivos que debía cumplir dicho sistema,
centrado en formar a nuevos líderes, mostrándoles la realidad de la sociedad y
el modo de cambiarla, además de las clases para leer y escribir y adquirir
capacidad analítica. Los problemas surgían cuando los niños tenían que asistir
a escuelas distantes y desplazarse de un campamento a otro, y cuando las
escuelas eran al aire libre y los niños quedaban expuestos a los elementos. En
respuesta a dichas dificultades, los miembros de MST crearon escuelas
itinerantes, en las que los profesores se desplazaban con todos los materiales
necesarios para impartir clases, incluyendo la pizarra y los pupitres (21).
En marzo de 1998, cuando la policía desalojó a
miembros del movimiento acampados en Rio Grande do Sul, los activistas decidieron
emprender una marcha hasta la capital del estado en protesta. Las escuelas
itinerantes les acompañaban y daban clases en diversos escenarios en los fines
de etapa. Un profesor describió esta experiencia educativa:
“Nuestro pupitres y asientos eran el suelo
duro y frío, la pizarra un pedazo de papel pegado a la pared, a una verja, a
los árboles o simplemente sujeta por las manos de profesor. Calculábamos los
kilómetros, los metros, los centímetros de carretera que teníamos que hacer,
los días que nos costaría llegar a la capital, qué se producía en las ciudades
que atravesábamos... Vimos coches, caballos, carros, trenes, aviones, un
helicóptero, botes, barcos... así que estudiamos los medios
de transporte. Cantamos ante 2.000 personas [en la asamblea del sindicato de
enseñanza en Porto Alegre]... Cuando decidimos escribir una carta al
gobernador, debatimos su contenido, hicimos aportaciones por escrito con
nuestras ideas, y luego fue leída y aprobada por el colectivo escolar (22).
Este enfoque educativo es una buena muestra
del interés general del MST en proporcionar una alternativa al Estado y a las
instituciones tradicionales brasileñas. Tanto en la escuela como en los campos
de cultivo y en las reuniones, el MST ha construido su propio mundo sin esperar
a que las elecciones resulten favorables a sus intereses, haya un cambio en los
programas del Estado o consigan el respaldo de un partido político. Se ha
puesto manos a la obra para construir la sociedad que necesitan para sobrevivir
y prosperar.
“En cualquier sociedad, y todavía más en
Brasil, el cambio social no depende del gobierno, sino de la organización y
movilización de la
sociedad. Son las personas las que realizan el cambio”,
señalaba Stédile. “La gente debe darse cuenta de que es inútil acudir al gobierno
para todo. El gobierno forma parte de la sociedad y es preferible que sea
progresista... pero no es el gobierno quien pone en marcha los cambios
esenciales de la sociedad sino las energías que la clase trabajadora consigue
movilizar cuando se organiza por sus derechos” (23).
Este artículo es un extracto adaptado del
libro Dancing with Dynamite:
Social Movements and States in Latin America, de Benjamin Dangl (AK Press,
2010).
Notas:
El presente artículo puede reproducirse
libremente a condición de que se respete su integridad y se nombre a su autor,
su traductor y a Rebelión como fuente del mismo
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=242598
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