La demanda de indexar los salarios
27 de junio de 2018
Empujada por la
devaluación del peso y los tarifazos, la inflación en 2018 rondaría el 30%.
Pero el gobierno nacional, los gobiernos provinciales y las patronales procuran
que los salarios no superen el 25%; e intentarán que la suba de los salarios
estatales sea todavía menor. Los trabajadores que están en negro también
tendrán aumentos menores al 25%. Es claro que la clase dominante intenta
“anclar” los salarios muy por debajo de la inflación, a fin de recuperar
competitividad y rentabilidad para el capital, y disminuir el gasto estatal.
En este cuadro, los
dirigentes sindicales que presumen de “combativos” exigen la introducción de
“cláusulas gatillo” en los convenios. Esto significa, en principio, indexar los
salarios de acuerdo al aumento de los precios. Algunos grupos de izquierda
también hacen eje en esta exigencia.
Se plantea entonces la
cuestión de si la indexación salarial es la respuesta adecuada frente a la
caída del salario que se está operando vía devaluaciones e inflación. Nuestra
respuesta es que no existen experiencias, ni en Argentina, ni en otros lugares,
en las cuales los salarios reales no hayan quedado atrás frente a una alta
inflación, a pesar de las tan invocadas indexaciones. La razón es que en
períodos de alta inflación –o sea, de desvalorización continua de la moneda-
los capitalistas tienden a trasladar a precios los aumentos salariales,
impulsando así renovadas depreciaciones de la moneda, y más aumentos de
precios.
Para ilustrar esta
dinámica repasemos lo ocurrido a fines de los 1980, bajo el gobierno de
Alfonsín. En aquellos años el movimiento obrero tenía una relativa
capacidad de respuesta en el plano de la lucha económica. Y el gobierno radical
aplicaba un plan “de ajuste”, ortodoxo, en acuerdo con el FMI (Alfonsín
intentaría incluso impulsar privatizaciones).
Pues bien, a comienzos de 1988 se restablecieron las convenciones
colectivas de trabajo (o sea, las paritarias), y los sindicatos lograron
aumentos nominales de los salarios. Sin embargo, los empresarios trasladaban
inmediatamente esos aumentos a precios. En consecuencia, se desembocó en
una nueva y fuerte devaluación de la moneda en febrero de 1989. A partir de ahí la
inflación se disparó a niveles altísimos. Así, en el período de febrero a
agosto de 1989 el tipo de cambio aumentó 3639,7%; el costo de vida 2576,9%;
pero los salarios nominales aumentaron 1772,2%. O sea, la caída del salario
real fue del 30% (dato citado por M. Rapoport, “Una revisión histórica de la
inflación argentina y sus causas”,http://www.mariorapoport.com.ar/uploadsarchivos/la_inflacio__n_en_pdf.pdf).
De manera que, a pesar de los paros y manifestaciones (13 en total bajo el
gobierno de Alfonsín), la CGT no pudo frenar la caída del salario real (tampoco
el aumento de la desocupación: en 1983 era del 3,9% y en 1989 estaba en 7,1%).
Pero además, y dado que ninguna sociedad capitalista puede
mantenerse con semejantes tasas de inflación –llega un punto en que lla
reproducción del capital se hace imposible- se impuso la salida del menemismo,
con su programa de Convertibilidad, privatizaciones y disciplinamiento de la
clase obrera vía desocupación. Por eso, en 1989-1990 hubo una
derrota estratégica del movimiento obrero. Decimos estratégica
porque no existió un programa alternativo, creíble a los ojos de las mayorías
populares, y la clase obrera terminó en un callejón sin salida, a pesar de sus
muchas movilizaciones sindicales. Naturalmente, en ese clima social y político
se impuso la consigna “no hay alternativa” (al ajuste y a la salida capitalista
de la crisis), difundida por el menemismo, y el partido Justicialista. Pocas
veces se hicieron tan evidentes las limitaciones del economicismo
tradeunionista burgués, al que adhería la conducción de la CGT.
Volviendo al presente, es cierto, sin embargo, que el gobierno de
Macri no quiere que se indexen los salarios. Además, la indexación, al menos
formalmente, está prohibida desde el gobierno de Menem. Por eso su introducción
significaría una derrota del gobierno y de la clase capitalista (FMI incluido).
Pero esto no implica que indexar los salarios sea suficiente para que haya una
salida progresista de la
crisis. Es que si a las recuperaciones salariales le siguen
mayores devaluaciones, y cada vez más rápidas, y nuevas alzas de precios, la
derrota de un plan económico no se traducirá en una victoria de las posiciones
de la clase obrera. Naturalmente, la dirigencia
sindical “combativa” (los gremialistas colaboracionistas aceptan que los
salarios suban menos que la inflación) es consciente de esto, pero no lo
dice porque sabe que sus intereses, en última instancia, están del mismo lado que
los del capital y su Estado.
El socialismo, sin embargo, debe oponer una crítica de fondo a
estas falsas salidas para los trabajadores. Máxime si la inflación se
desarrolla en un contexto de recesión y aumento de la desocupación, como está
ocurriendo en estos momentos. Por eso, cuando se trata del ingreso global de la
clase obrera frente al ingreso global de los propietarios del capital, lo que
se plantea es, objetivamente, un enfrentamiento
de clase contra clase. Pero entonces es necesario presentar alternativas
programáticas globales. No basta con remiendos en el sistema, ni
con medidas que solo afectan, superficialmente, la distribución. Es
necesario cuestionar el orden social existente (al pasar, si los socialistas no
cuestionan al sistema capitalista cuando hay una crisis, ¿cuándo lo van a
cuestionar?). Limitar el reclamo a la indexación del salario es allanar el
camino para que la clase dominante imponga nuevas derrotas a los trabajadores.
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Fuente: https://rolandoastarita.blog/2018/06/27/la-demanda-de-indexar-los-salarios/
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