Otra muerte que no será
tapa
de diarios
15 de enero de 2018
A principios de noviembre a Diógenes Chapelet un
“mosquito” que fumigaba un campo vecino lo envenenó. Enseguida se le cerró el
pecho y le empezaron a salir manchas en el cuerpo. Hoy murió. Su familia,
ignorada por las autoridades, fue amenazada. Ocurrió en Marcelino Escalada,
Santa Fe.
Por Revista Cítrica
A 130
kilómetros al norte de la capital santafesina se
encuentra un pequeño pueblo: Marcelino Escalada, que pertenece al departamento
San Justo. Según el último censo vivían en esta comuna menos de 2000
habitantes.
Como tantas localidades de esta zona, Marcelino Escalada centra su
producción en la agricultura intensiva y fumigadora.
Circular por las rutas
de esta zona del país es ser espectador de desiertos verdes, campos donde
abunda el cultivo transgénico, donde aviones vomitan veneno y maquinarias que
se parecen a mosquitos gigantes abren los grifos de sus canillas para rociar
los suelos con agrotóxicos.
Diógenes Omar Chapelet tenía 75 años.
Vivía en Marcelino
Escalada, y este fin de año fue trágico para él y su familia.
Cuando nacía noviembre, uno de los tantos mosquitos que suelen
fumigar lo hizo en un campo de trigo que linda a solo 25 metros de la casa de
Diógenes, quien en esa misma tarde, en su patio, aspiró el veneno.
"Familiares de Diógenes cuentan que en ese mismo momento se
le cerró el pecho y que al día siguiente su piel se cubrió de manchas. Con el
pasar de los días su situación empeoraba y su cuerpo se cubría de raros colores
y ronchas rojizas"
A la semana y con su
cuerpo enfermo Diógenes debió soportar una nueva fumigación que el viento
desvió hacia su vivienda.
Era demasiado.
Decidió hacer lo único
que podía hacer: una denuncia en sede policial.
Papeles, sellos,
firmas, denuncias, informes formaron parte de esa burocracia denominada
expediente.
Casi un mes después, el 13 de diciembre, el mismo Presidente
comunal de la localidad, Clemente Faletto, y el técnico fitosanitarista Horacio
Pennino, fueron a la casa de Diógenes.
Más que un técnico que
iba a supervisar, Pennino, que es ingeniero agrónomo y forma parte del
Ministerio de Producción de la provincia, se pareció a un representante de los
dueños de los campos linderos. El, cuya función en tomar este tipo de
denuncias, no pudo responder las preguntas que familiares le hicieron y se
retiró ofuscado con los hijos y la esposa de Diógenes porque se negaron a
firmar un acuerdo para que se siga fumigando.
No les importa nada,
ni siquiera la salud de un vecino.
Lo que continuó no es
para nada original. Sin acuerdo
que les permita seguir fumigando, aparecieron las llamadas telefónicas
intimidatorias.
Mientras tanto el
cuerpo de Diógenes expresaba, cada vez más, los síntomas del veneno.
"Médicos, enfermeros y diferentes especialistas eran testigos
de un cuerpo que, poco a poco, se iba apagando. Sus riñones comenzaron a
fallar; remedios y corticoides intentaban
dar batalla."
Un mes de internación
y luego el traslado a terapia intensiva en la Clínica Centro de
la Ciudad de San Justo iban preanunciando el final.
Este 8 de enero, su familia anunció que Diógenes falleció. Es otra
víctima de las fumigaciones.
Al lado de su casa, el
trigo transgénico sigue creciendo, se bambolea con el viento y a lo lejos,
alguien está llenando de veneno algún mosquito que seguirá vomitando enfermedad
y muerte.
Fuente: http://www.anred.org/spip.php?article15874
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