Dinámicas moleculares molares sociales
21 de septiembre de 2017
Por Raúl
Prada Alcoreza
(...)Lo que fue el “bloque popular”, que se coaligó y expulsó a la
mega-coalición neoliberal, terminó mostrando su composición diferencial y ha
terminado de manifestar las contradicciones inherentes rápidamente, justo en el
momento de transición hacia el Estado Plurinacional Comunitario y Autonómico.
Esta abertura y quiebre del “bloque popular” evidencia la existencia de proyectos distintos, dicotómicos y contradictorios; un proyecto capitalista, desarrollista, extractivista, dependiente, articulándose al reacomodo de las estructuras y formas de intercambio en la geopolíticas del sistema mundo capitalista; otro proyecto emergente, nacido de las entrañas de las luchas sociales contra el neoliberalismo y de las entrañas de la guerra anticolonial y descolonizadora de las naciones y pueblos indígenas originarios, que ha expresado su horizonte civilizatorio en la Constitución, en tanto Estado Plurinacional Comunitario y Autonómico, en tanto economía social y comunitaria, en tanto modelo civilizatorio alternativo al capitalismo, la modernidad y el desarrollo.
Los dos proyectos no pueden coexistir en el proceso, son
opuestos; uno se coloca en la continuidad de la misma civilización moderna,
capitalista, desarrollista y extractivista; el otro apunta a abolir esta
civilización, abriendo la posibilidad civilizatoria alternativa, haciendo
emerger configuraciones culturales inhibidas por los colonialismos y los
capitalismos, actualizándolos y combinándolos con formas autogestionarias y
solidarias contemporáneas. Este proyecto se opone abiertamente al desarrollismo
y al extractivismo, se encamina más bien a restaurar las complementariedades
dinámicas con los ecosistemas, seres, ciclos vitales interrelacionados e
integrados en las formas complejas de reproducción de la vida.
No debe
sorprendernos entonces los conflictos que se dan entre el gobierno y las
naciones y pueblos indígenas originarios,
pues el gobierno se ha convertido en
la expresión política e institucional del proyecto de continuidad capitalista,
desarrollista, extractivista y de monocultivos. ¿Por qué ha sucedido esto?
La
contradicción era latente, sólo que no tuvo las condiciones de posibilidad para
mostrarse; una cosa era luchar contra los gobiernos neoliberales y el proyecto
neoliberal en curso y
otra cosa es abolir el Estado-nación, construir el Estado
Plurinacional Comunitario y Autonómico, en la perspectiva del modelo civilizatorio del
vivir bien, que se basa en el respeto de los derechos de los
seres, componentes y ciclos vitales de la Madre Tierra.
En lo que fue el “bloque popular” hay clases sociales que
no están dispuestas a abandonar las formas de monocultivo, menos la producción
de coca, también de cocaína, no están dispuestas a renunciar a la expansión de
la frontera agrícola a costa de los bosques y ecosistemas, no están dispuestas a
renunciar a las ganancias y, sobre todo, a las ganancias fáciles, tampoco van a
renunciar a una compulsión individual por la tenencia de la tierra, aunque esto
implique violar la Constitución. La CSUTCB ha desarrollado un anteproyecto de
Ley que contempla la desaparición de las TCOs (Tierras comunitarias de Origen) porque las considera
“latifundios”, también contempla la redistribución de la tierra de forma
individual, contraviniendo a la Constitución, que establece la reversión de
tierras a comunidades indígenas y campesinas de forma colectiva. Sorprende que
en las argumentaciones justificadoras del anteproyecto se ventilen calificativos
de “terratenientes” para los indígenas que habitan las TCOs,
llama la atención
que se olviden de los latifundistas y terratenientes históricos, contra los que
se había tenido una larga lucha, precisamente por la reforma agraria.
¿Qué pasa? ¿Otros son los enemigos? Ahora son los indígenas, las naciones y pueblos indígenas, sus organizaciones, sus formas colectivas de propiedad, sus gestiones territoriales ancestrales. Ahora, en cambio, los campesinos son aliados de los latifundistas y terratenientes históricos, los agroindustriales, los soyeros, que emplean transgénicos, los empresarios, pues ellos, así como los campesinos, persiguen la continuidad del mismo modelo capitalista, desarrollista, extractivista.Ahora las alianzas son otras y los frentes de la lucha son otros. El conflicto en torno al TIPNIS es demostrativo por poner al descubierto de una manera descarnada estas contradicciones: Acicateados entonces por sus crecientes motivaciones de acumulación, los cocaleros del trópico de Cochabamba se han visto en la necesidad de acrecentar sus propiedades, lo que implica expandir la frontera agrícola. Sin embargo, esta expansión sólo puede darse hacia dos zonas claramente definidas. Por un lado, hacia el TIPNIS y, por otro lado, hacia el departamento de Santa Cruz; esta última opción implicaría avanzar sobre tierras que ya están ocupadas tanto por otros colonizadores (buena parte de ellos también campesinos ricos) como por pequeñas, medianas y grandes empresas capitalistas agrícolas y ganaderas articuladas a la agroindustria 11.
Al respecto y de una manera contextual, Mayari Castillo y
Anahí Durand, escriben en Identidades, etnicidad y racismo en América Latina,
que: En primer lugar, la economía de la coca, aunque no reconocida oficialmente,
genera una porción importante del PIB de Bolivia. Durante la peor crisis
económica, la economía ilegal de la coca permitió sustentar la aplicación de los
ajustes estructurales, siendo válvula de escape de la pobreza y un nuevo espacio
laboral para los ex mineros de las recién cerradas minas de la COB (Lanza,
1999). De la misma manera, frente a una economía con crecimiento estancado o
negativo y uno de los índices de pobreza más altos de América Latina, la
cooperación internacional radicada en Bolivia constituía una importante fuente
de ingreso. En los últimos doce años, Bolivia recibió por concepto de asistencia
financiera oficial cerca del 11% del PIB. Sumado a los aportes de agencias
privadas, ONG y otros, la cifra se eleva a un 15% (Grebe, 2002). También pudo
reprogramar su deuda financiera gracias a los recursos donados por Europa y,
hasta hace poco, recibía financiamiento de organismos multilaterales como el
Banco Mundial, Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y la Corporación Andina
de Fomento, además de financiamiento de carácter bilateral desde Japón, Estados
Unidos, Alemania y Países Bajos. La mayor parte de estos apoyos estaban
condicionados al cumplimiento de metas sobre control del narcotráfico,
incluyendo la erradicación del cultivo de la hoja de coca. Por ello, la
resistencia cocalera al cumplimiento de metas otorgaba al conflicto una
importancia nacional12.
Los investigadores nos dejan en este dibujo panorámico y de
evaluación del movimiento cocalero determinados perfiles de la problemática:
-
Primero se habla de una economía de la coca, una economía subterránea, que sostiene parte del funcionamiento de los circuitos económicos.
-
Segundo, que, con el propósito de erradicación y sustitución de los cultivos de coca, la cooperación internacional ha financiado programas de apoyo a la diversificación de la producción agrícola, así como programas de interdicción. Todo esto puede considerarse también como parte de las inyecciones monetarias al campo económico boliviano, incidiendo en la formación de su Producto Interno Bruto (PIB). En otras palabras, la economía de la coca forma parte de la realidad, como uno de sus niveles, en la compleja sedimentación de sus ámbitos, mundos paralelos o colaterales. Esta economía de la coca es tan importante que no sólo dibuja circuitos, recorridos, articulaciones con otros niveles económicos, sino que también ha terminado constituyendo sujetos sociales, subjetividades e imaginarios, incluso instrumentos políticos y electorales, además de lograr catapultar a las Federaciones Cocaleras por parte del gobierno.
Se sabe que por
lo menos dos ámbitos territoriales campesinos están articulados a la economía de
la coca, Los Yungas y El Chapare, además de otros territorios de expansión,
comprendiendo otras zonas más circunscritas y dispersas, que fueron
tradicionales en el cultivo de la hoja de coca, como el caso de Apolo e Inquisivi; también hay que considerar la irradiación espacial de la economía de
la coca en relación a otros circuitos comerciales y flujos dinerarios, de
mercancías y migraciones. También sabemos que la economía de la coca ha estado
articulada a la historia económica de la Audiencia de Charcas y de los periodos
republicanos; el ciclo de la economía de la plata, el ciclo de la economía del
estaño y, también, aunque de un modo más indirecto y con muchas mediaciones, al
actual ciclo de la economía de los hidrocarburos.
La economía de la coca ha formado parte entonces de las
estructuras económicas, de sus flujos, circuitos y recorridos. Por otra parte,
podemos abrirnos a la comprensión de las estrategias diferenciales, plurales,
cíclicas y rítmicas de las economías campesinas, atravesadas por
complementariedades, reciprocidades, también por transformaciones del ayni y la
mink’a, como formas de relación por servicios y especies, por un lado, y por
trabajos y dinero, por otro. Comprender también que las formas de organización
son complejas, variadas, expansibles o contraíbles, dependiendo de la forma como
se relacionan las unidades domésticas con las familias, con las estructuras
familiares, comprendiendo edades, género y generaciones.
Así mismo tener en
cuenta las diferentes prácticas de los vecinos respecto a las prácticas
combinadas de los pueblos y comunidades. Todo esto nos muestra una combinación
rica de estrategias y de estructuras, de composiciones y de ritmos cíclicos,
dependiendo del producto, de las interrelaciones entre productos, dependiendo
también del lugar y del momento. Las economías campesinas son configuradas por
racionalidades alternativas y colaterales a la racionalidad moderna y eficaz del
cálculo del costo y beneficio. En otras palabras, es imposible comprender las
estrategias campesinas a partir de la reducida contabilidad económica. Se trata
de otras racionalidades, que funcionan flexiblemente, dúctilmente y en
combinaciones abiertas 13 Empero, algo que podemos compartir con cierta
certeza es que, de todas maneras, se trata de economías articuladas al mercado y
a los vaivenes del mercado, por lo tanto, a los movimientos de los precios de
los productos. Ahora bien, un cultivo y producto altamente rentable es la coca,
incluso en momentos de bajos precios; esto debido a los rendimientos, sobre todo
a las cosechas que se dan al año. Lo que decimos vale mucho más cuando los
precios de la hoja de coca suben estrepitosamente, debido a factores externos de
extrema imponderabilidad, como la debida al comercio del narcotráfico, sobre
todo de la cocaína. Bajo estas consideraciones es posible una hipótesis en
relación a la expansión estrepitosa de los cultivos de la hoja de coca,
incluyendo la invasión a los parques y territorios indígenas.
Es tan gravitante el comercio de la cocaína, tal la incidencia de sus circuitos, de su capacidad de irradiación, de su fuerza financiera, de sus múltiples estrategias de tráfico, que se ha convertido en el núcleo explicativo de la propia economía de la coca, por lo tanto, no sólo de los circuitos y de la acumulación sino de la expansión compulsiva del monocultivo. Independientemente de cualquier pretensión moral o de pose artificial sobre la problemática de la cocaína, pretensión y pose falsa de las potencias, de NNUU y de la cooperación internacional, lo que importan es comprender claramente el conflicto suscitado en torno al TIPNIS, así como los conflictos que se han dado sucesivamente, contiendas anteriores y en perspectiva, repetidos intermitentemente, colisiones del gobierno con las naciones y pueblos indígenas originarios, desde la aprobación de la Constitución; lo que importa es comprender el conflicto a partir de las fuerzas involucradas, de las tendencias, de los proyectos inherentes. La economía de la coca forma parte de la economía de la cocaína y la economía de la cocaína forma parte de las economías del sistema-mundo capitalista. Una apuesta por la expansión del monocultivo de la coca forma parte de la expansión compulsiva de la economía de la cocaína y obviamente de la acumulación ampliada de capital en la economía-mundo capitalista. Apostar por esta salida, se lo haga abiertamente, como en el caso de las decisiones prácticas que toman los cocaleros, o veladamente, haciendo como si no se viera nada, como ocurre con el comportamiento del gobierno respecto a esta problemática, no importa, pero apostar por esta salida significa la continuidad del modelo capitalista, desarrollista extractivista y dependiente, ahora atravesado por la economía política del chantaje, es decir por la economía de la cocaína, como una de sus formas.
Este proyecto continuista se enfrenta abiertamente al otro
proyecto, nacido de las entrañas de las luchas sociales y de la guerra
anticolonial y descolonizadora, expresada plenamente en la Constitución. Este
modelo es el del vivir bien, modelo civilizatorio alternativo al capitalismo, a
la modernidad y al desarrollo. Este modelo se basa en la condición
plurinacional, en la condición comunitaria, en la condición autonómica y en la
condición intercultural, por lo tanto, este modelo se basa en las cosmovisiones
indígenas y en la reconstitución de los territorios ancestrales, actualmente
habitados, como reza la Constitución.
Este modelo supone un descentramiento
radical del antropocentrismo, desplazándose al reconocimiento de la condición
vital de los otros seres que componen la Madre Tierra, reconociendo su condición
de sujetos y reconociendo sus derechos. Esta concepción está plasmada en el
Proyecto de Ley de la Madre Tierra - elaborado por el Pacto de Unidad, antes de
su ruptura, y desmantelado por el “gobierno progresista” y presentada como un Frankenstein en una grotesca simulación denominada Ley de la Madre Tierra y del
Desarrollo Integral -.
El conflicto del TIPNIS está expresando entonces la guerra de dos proyectos opuestos, antagónicos, de modelos encontrados, uno el capitalista y moderno, el otro alternativo al capitalismo y la modernidad. Hay una lucha de clases y una guerra anticolonial y descolonizadora en curso, con sus sujetos sociales, sus organizaciones, sus instituciones opuestas, incluso con sus diferentes formaciones discursivas en franco y abierto debate.
Volviendo al análisis de Enrique Ormachea, podemos
dimensionar los alcances concretos del conflicto en torno al TIPNIS. Entonces el
conflicto específico, en el territorio, en los límites del parque y en el
interior del parque, en el llamado “Bloque Siete”, que es la zona de
avasallamiento del parque por los colonizadores, es entre comunidades indígenas
y colonizadores, comunidades indígenas y cocaleros. En el documento citado se
escribe: Si en algo hacen hincapié los indígenas cuando plantean la defensa del
TIPNIS es en el tema de la expansión cocalera y sus efectos. No les faltan
razones. En el Gobierno de Evo Morales se les ha recortado alrededor de 145 mil
hectáreas que acabaron siendo dotadas a cocaleros que habían ocupado estas
tierras de hecho, al aprobar un título final de propiedad colectiva de 1.091.656
hectáreas frente al título ejecutorial concedido en 1997 que ascendía a
1.236.296 hectáreas14 . La legitimación del avasallamiento ya muestra el sentido
del gobierno, de sus políticas en relación a la tierra y al territorio, en
relación de lo que respecta a las áreas protegidas y territorios indígenas.
El
gobierno responde en primer lugar, en el plano afectivo y de los compromisos
orgánicos, a las federaciones cocaleras, también a las organizaciones de
colonizadores, llamados ahora “interculturales”, que ya cuenta con más de un
millón de afiliados, así mismo responde a los compromisos sindicales con las
organizaciones campesinas, constituidas en la CSUTCB y en la Confederación de
Mujeres Campesinas, las conocidas como “bartolinas”; en segundo lugar, ya en un
plano político, responde a la continuidad del proyecto capitalista,
desarrollista, extractivista, dependiente, otorgándole un carácter popular al
proyecto; en tercer lugar, ya en un plano estratégico o geopolítico, el gobierno
está supeditado a la irradiación de la política expansionista y hegemónica del
Estado brasilero; en cuarto lugar, ya en un plano de las complicaciones de las
que no puede zafarse, atado a las herencias de las lógicas de poder persistente,
responde a los condicionamientos de las empresas trasnacionales, tanto de los
hidrocarburos como de la minería; en quinto lugar, ya en el plan de las nuevas
alianzas, responde a los acuerdos económicos con la burguesía intermediaria
boliviana, los agroindustriales, los soyeros y las mediaciones de los grandes
monopolios de las empresas de transgénicos.
La presión sobre la frontera
agrícola cocalera y colonizadora se da no sólo con la benevolencia del gobierno
sino en alianza estratégica con los agroindustriales y soyeros, es decir, la
burguesía intermediaria. Todos ellos forman parte de la composición social,
económica, subjetiva e imaginaria del proyecto desarrollista-extractivista. Esta
situación es vivida, intuida, comprendida y elucidada por las organizaciones
indígenas del CIDOB y CONAMAQ. Se comenta el testimonio de uno de los dirigentes
del TIPNIS que estuvo en la VIII marcha indígena: En una entrevista reciente, el
dirigente indígena Adolfo Moye ha señalado que, a raíz de la expansión de los
cocaleros hacia las comunidades indígenas del TIPNIS, muchas terminaron rodeadas
de colonos “…por ejemplo, la comunidad de Santísima Trinidad donde yo vivo junto
a 140 familias indígenas mezcladas con algunos colonos, hemos quedado al centro
de la zona colonizada y rodeada por cocaleros.
En la comunidad Limo, los hermanos del pueblo moxeño e
yuracaré ahora tienen apenas una hectárea y trabajan como empleados de los
colonos. Sus hijos han tenido que migrar a las ciudades capitales para buscar
empleo queriendo adoptar otra forma de vida; en muchos pueblos sólo quedan los
viejitos. Algunas comunidades, como Puerto Patiño e Isiborito, se extinguieron y
no sabemos a dónde se fueron esos hermanos…”. (Entrevista en el Foro Social de
Asunción) 16 . El testimonio de Adolfo Moye es elocuente; lo que describe es una
relación de dominación de los cocaleros y de los colonizadores sobre los
indígenas del TIPNIS. Los indígenas no solamente son discriminados y explotados,
sino vistos como inferiores. No se los considera iguales, ni se establece con ellos
relaciones de igualdad. Esto ocurre de manera dramática en los lugares de
intersección entre comunidades indígenas y colonos; si bien no ocurre lo mismo
cuando los dirigentes de las organizaciones indígenas y de las organizaciones
campesinas entablan relaciones de organización, de discusión, cuando entablan
acuerdos y pactan sobre temas de interés común, pues a este nivel se entiende
que no considerarse como iguales sería una muestra insostenible de racismo. No
ocurre porque a ese nivel se tiene otra concepción de lo que es ser indígena;
somos todos indígenas, aymaras, quischwas, urus, chipayas, guaranís, moxeños,
chácobos, chimánes, yuracarés.
La diferencia está en que unos somos campesinos y
otros conservan la propiedad comunitaria, el ayllu; unos estamos organizados en
sindicatos y otros en las formas organizativas propias comunitarias. Este
discurso se mantuvo durante parte de la vida del Pacto de Unidad, sobre todo
durante el proceso constituyente. Ahora parece desmoronarse este discurso ante
la evidencia de las grandes diferencias, discrepancias de concepciones, de
intereses y de proyectos. Los dirigentes campesinos se acercan rápidamente a los
prejuicios que tienen los campesinos y colonos que habitan los lugares
limítrofes con territorios indígenas. Sobre todo, ahora, cuando se da el
conflicto del TIPNIS, los dirigentes campesinos se apegan más a defender el
discurso gubernamental, estridentemente descalificador del movimiento indígena
en defensa de sus derechos, consagrados por la Constitución. El “bloque popular”
se ha roto.
Esta descripción me recuerda a lo que ocurría años atrás, cuando era
vigente, convocativo e irradiante el proletariado minero; a pesar de su
consciencia de clase, de su condición de clase compuesta por el desclasamiento
de las otras clases, de clase que debería abolir todas las clases, los mineros
mantenían relaciones de dominación, subordinando a las comunidades indígenas y
campesinas aledañas a los campamentos. ¿Por qué ocurre esto? Se notaba un aire
de superioridad; una cosa implica estar ligado al campamento minero, a la
explotación de las vetas mineras, a los ingenios, a la organización capitalista
del trabajo, y otra cosa significa estar ligado a los ayllus, a las comunidades,
donde preponderaban “modos” de “producción pre-capitalistas” y no-capitalistas.
La diferencia estaba dada.
Los mineros compartían una ilusión desarrollista y un
imaginario modernista, en contraposición de los indígenas y campesinos, que
expresaban un apego a otros imaginarios, mas bien, animistas.
Una de las
consecuencias de la modernidad fue esta descalificación de otras formas de vida,
de otras formas de cohesión social y de relacionamiento, que no sean las propias
de la modernidad. Las investigaciones y los estudios sociológicos han descrito y
han teorizado sobre la transición a la modernidad; el desencanto, la
desacralización, la ruptura y quiebre de las comunidades, de las instituciones y
estructuras tradicionales, forma parte de las hipótesis iniciales de estos
estudios y estos análisis. El paso de la familia extendida y compuesta a la
familia nuclear, las migraciones rural-urbanas, la atomización y la
individualización, la homogeneización de los comportamientos y las conductas, el
disciplinamiento, forman parte de este proceso de modernización, entendido como
una dinámica cultural y civilizatoria, que pone en suspenso los valores y las
instituciones tradicionales; la modernidad entendida como experiencia de la
vertiginosidad, sensibilidad estética que expresa esta experiencia como cuando
todo lo sólido se desvanece en el aire, frase de Shakespeare, recogida por
Marx17.
La historia de la representación de la modernidad es toda una
arqueología, comienza con los poetas malditos, quienes le atribuyen
características estéticas y lúdicas, haciendo hincapié sobre todo en la
experiencia de la vertiginosidad y el suspenso. El concepto es retomado por la
sociología y la economía, empero, de una manera más instrumental y descriptiva,
perdiendo sus ribetes poéticos, empezando a adquirir perfiles organizacionales,
estructurales, institucionales y de relaciones de mapas definidos de transvaloración y transición modernizadora. Marx y algunas corrientes marxistas
retoman el concepto dándole un carácter dialéctico, retomando algunas ideas
iniciales de la experiencia de la transformación desbocada. Ya en la etapa de
balance habría que contar con el análisis desplegado por Marshall Berman;
estudio que intitula precisamente Todo lo sólido se desvanece en el aire18. En
las corrientes marxistas teóricas contemporáneas un antecedente de la crítica de
la modernidad es el libro de Adorno y Horkheimer titulado Dialéctica del
iluminismo19 .
Quizás sea el análisis más penetrante de la modernidad, a la que
caracterizan como iluminismo, que también puede ser retomada como crítica; de lo
que se trata entonces es de desplegar una crítica de la crítica, un iluminismo
del iluminismo. Ponen en cuestión los mitos de la modernidad, como la idea de
progreso y el mito de la historia; también ponen en cuestión la pretensión
moderna de dominación de la naturaleza. Queda claro en los autores, que hacen la
crítica de la racionalidad instrumental, que
no basta hacer una crítica de la
economía política, sino que es necesaria y urgente hacer una crítica de la
modernidad, matriz histórica y cultural, civilizatoria, en la que emerge y se
recicla el capitalismo. Después de ellos, todas las escuelas, corrientes
teóricas críticas de la modernidad, son deudoras de la apertura iniciada por la
Escuela de Frankfurt.
A nosotros nos interesa retomar las críticas de la modernidad en los contextos periféricos del sistema-mundo capitalista, pues nos interesa comprender los fenómenos complejos, abigarrados y heterogéneos que desata la modernización en nuestras regiones y países. Marshall Berman escribe sobre el modernismo del subdesarrollo y toma en cuenta el caso de San Petersburgo, dice que se trata de modernidades impulsadas desde arriba, por el Estado, el poder; quizás también por algunas élites. Son construcciones titánicas que se enfrentan a los pantanos, es la voluntad de la geometría que termina imponiéndose a la adversidad, a pesar de las inundaciones centenarias.
Se trata de espacios modernos, pero sin contar con una vida moderna, espacios
públicos que no llegan a tener vida pública. ¿Qué es la modernidad en estos
lugares insondables? ¿Es una ilusión? ¿Un espejismo? ¿Un fabuloso monumento?
Todo lo demás no llega a ser moderno, las instituciones, el manejo de las
instituciones, el Estado, la administración del Estado; tampoco las
subjetividades. Estamos ante transiciones problemáticas, cuando el pasado no
termina de irse, mas bien, se queda persistentemente, combinándose con esas
proposiciones iluministas de futuro. Se producen composiciones intrincadas que
contienen también subjetividades recargadas, que acompañan a comportamientos que
moran mundos que cohabitan.
René Zabaleta Mercado habla de formaciones
abigarradas y Bolívar Echeverría de modernidades barrocas. ¿Qué es la modernidad
en la periferia del sistema-mundo capitalista? Las corrientes hindúes que
estudian la subalternidad conciben que, mas bien, hay que comprender
modernidades heterogéneas o la modernidad en su condición heterogénea.
Ciertamente no se puede hablar del ámbito social del campesinado como si fuera
homogéneo; esto desde ya está descartado. Estamos ante un campo complejo y
diferencial, cuyos ciclos y articulaciones con el mercado también son variados.
En un tiempo se pensó que la campesinización y la re-campesinización formaban
parte de procesos de resistencia a la diseminación capitalista. Se mostraban
contradicciones de las formaciones campesinas con el mercado, con el capitalismo
y con el capital a partir de la tesis de la subsunción formal del trabajo al
capita. En Bolivia se realizaron estudios de la cuestión agraria, sobre todo de
las economías campesinas, a partir de su irrupción misma, irrupción que se da
desde la expansión de las formas de pequeña propiedad agraria, a partir de la
reforma agraria de 1953. Se pueden hacer distintas clasificaciones de un
abundante material, que llega hasta nuestros días, empero nos interesa, por los
límites y las razones implícitas de este ensayo, dibujar grandes campos de
análisis.
Se puede apreciar que una de las áreas de preocupación, quizás las más economicista,
está relacionada con las evaluaciones de la reforma agraria y la búsqueda por
reencaminarla; otra área de preocupación es la que tiene que ver con los
estudios de caso, con un enfoque sociológico; quizás los más interesantes son
los estudios que vienen acompañados de una orientación antropológica, sobre todo
por el aporte etnográfico en el análisis de las estructuras y las instituciones
involucradas. No podemos dejar de considerar los estudios sobre la estructura
agraria y de clases desde una perspectiva marxista, mas bien, análisis macros
que estudios locales o regionales. Por último, deberíamos considerar un área de
trabajos de investigación antropológicas, sociológicas y económicas, de enfoque,
mas bien, integral, que cuestiona las perspectivas anteriores, consideradas estáticas, que no contemplan las
dinámicas locales, diferenciales, cíclicas y de estructuras de cambiantes,
vinculadas a las estrategias de adaptación a las circunstancias de las formas de
organización campesinas. Quizás las más aportadoras a la elucidación y a la
inteligibilidad de la problemática campesina sean estos estudios23.
En relación
a toda esta arqueología del saber de la cuestión agraria, debemos apreciar sus
mapas conceptuales, para poder atender con una mirada escrutadora a los
recientes desplazamientos de las economías campesinas. Obviamente lo que se
requiere para lograr una comprensión adecuada de lo que ocurre son
investigaciones a profundidad y en los distintos espacios de desplazamiento de
las formas de organización campesina; empero, a falta de estas investigaciones,
nos vemos obligados a lanzar algunas hipótesis interpretativas de lo ocurre en
la coyuntura crítica del proceso con las economías y formas de organización
campesina, sus estrategias y sus circuitos.
Hipótesis
Por más compleja que pueda ser la formación social,
económica y cultural campesina, por más diversa y diferencial, por más barroca,
combinada, compuesta y entrecruzada en que se encuentre, moviéndose
contradictoriamente en transiciones cíclicas, definiendo a veces rutas en
espiral y en algunos casos desplazamientos lineales, toda esta complejidad está
atravesada por los circuitos del mercado, los circuitos dinerarios, incluso, en
menor escala los circuitos financieros, como los relativos al microcrédito;
aunque tengamos que aceptar, como lo hicimos en otro tiempo, la presencia
alterativa de resistencias, de otras lógicas, otras estrategias y otras
racionalidades, el mercado y el desarrollo capitalista juegan un papel
gravitante, sobre todo en determinados momentos de alta demanda de monocultivos
y de la evidencia de la atracción efectiva de subida de precios. Esta atmósfera
de muchos microclimas culturales, imaginarios y de comportamientos, recrea la
ilusión de una modernidad barroca, heterogénea, del bienestar, del acceso y del
consumo. En momentos de intervención de circuitos de alta rentabilidad y de
predisposiciones políticas que los facilitan, los conglomerados sociales
campesinos, sus tendencias económicas, tienden a volcarse plenamente a la
ilusión del desarrollismo y sobre todo al espejismo de la riqueza fácil.
Los núcleos de resistencias, alterativos, alternativos, las racionalidades y estrategias complementarias y cíclicas, tienden a ser inhibidas, ocultadas, desarticuladas, en beneficio de las opciones más comerciales, incluso más perversas de los circuitos dinerarios.
Boceto de interpretación de algunas dinámicas moleculares
En el caso de las comunidades indígenas de la Amazonia, particularmente en el
caso del TIPNIS, lo que llamamos vida cotidiana, para definir uno de los ámbitos
recurrentes de las dinamices moleculares sociales, adquiere las tonalidades de
vida en la territorialidad acuática y la territorialidad boscosa de la Amazonía,
entonces, entonces la vida social y comunal más se acerca a las formas de los
ciclos vitales, dados en esas territorialidades. Entre las actividades de la
reproducción social comunitaria se encuentran la pesca, la caza y la
recolección; también cierta agricultura, como el cacao, así como cría de
animales, no sólo domésticos, sino incluso lagartos. El cacao y los lagartos
están vinculados a mercados especializados en la industria de chocolate como en
el uso de cueros de saurios. La comunicación fluvial es la que conecta, desde
tiempos antiguos a las comunidades indígenas amazónicas; es la red
comunicacional, como dicen sus dirigentes, son sus “caminos” o “carreteras”. El TIPNIS está dividido administrativamente en tres zonas, la del núcleo boscoso
del territorio, que es considerado como intangible; la del “desarrollo
comunitario” y la del “desarrollo sostenible”. Estos últimos tienen
vinculaciones con el mercado, además de encontrarse bañados, por así decirlo,
por los ríos Isiboro, Sécure e Ichoa y sus afluentes. La cuarta zona, por así
decirlo, siguiendo con esta clasificación administrativa, sería la zona de
avasallamiento de los colonizadores, que corresponde a lo que se ha venido en
llamar el “Bloque Siete”. En consecuencia, tendríamos que añadir,
descriptivamente, otras actividades de los ámbitos de la vida social
comunitaria; esta vez más cerca de la vida cotidiana que a los ciclos vitales
ecológicos. Hemos mencionados las actividades agrícolas, la de la cosecha del
cacao, la de la cría de saurios, además de otras actividades de combinación de
subsistencia y de mercadeo, fuera de la venta de fuerza de trabajo asalariada,
de manera esporádica. Tendríamos que mencionar, en referencia al “Bloque Siete”,
la del cultivo de la hoja de coca excedentaria. Con esta descripción sucinta
tenemos ya un panorama de aproximación a los ámbitos de las dinámicas
moleculares sociales. Sin embargo, no se termina de abarcar los ámbitos de las
dinámicas moleculares sociales si no se mencionan los ámbitos relativos a la
organización comunal, social y sindical. La Subcentral del TIPNIS forma parte
del CIDOB, la organización indígena de tierras bajas; los sindicatos cocaleros
del “Bloque Siete” forman parte de la Federación Campesina del Trópico de
Cochabamba. Aunque hay que hablar también del CONISUR, que es un montaje
gubernamental en el “Bloque Siete” para simular la representación de
comunidades indígenas.
Como hicimos notar más arriba las dinámicas moleculares
no sólo se circunscriben a la vida comunitaria, más cercana a los ciclos vitales
ecológicos, tampoco a la vida social comunitaria de la denominada vida
cotidiana, sino que hay otros ámbitos que hemos llamado de las dinámicas
moleculares sociales de transgresión o, si se quiere, de transversalidad de la
vida comunitaria y de la vida cotidiana. Hablamos de las asociaciones vinculadas
a los agenciamientos de la movilización indígena. En otros textos dijimos que en
estos entrelazamientos de otros agenciamientos comunitarios las mujeres hacen de
tejedoras de los tejidos comunitarios, al expresar, encarnar y simbolizar los
entramados comunitarios. De la misma manera que en lo que respecta a Achacachi,
en el TIPNIS podemos mencionar, a modo de comparación, un eje
políticocomunitario-cultural de los tejidos sociales comunitarios, que tienen
que ver con las dinámicas moleculares comunitarias sociales transgresoras.
Eje político-comunitario-cultural
1. Los espesores
territoriales, comunitarios y culturales amazónicos, en este caso del TIPNIS,
moxeños trinitarios, chimanes e yuracares, son los substratos eco-sociales de lo
que las dos organizaciones indígenas, de tierras bajas y de tierras altas, el
CIDOB y el CONAMAQ, denominan proyectos civilizatorios alternativos de las
naciones y pueblos indígenas originarios.
2. En los espesores de la coyuntura
los substratos ecológicos y comunitarios se hacen presentes como resistencia
indígena en el conflicto con el “gobierno progresista”.
3. Las dinámicas
moleculares comunitarias y sociales, en su multiplicidad bullente, tienen
efectos e masa, como conformaciones molares sociales. Entre las formas molares
comunitarias y sociales, fuera de las organizaciones indígenas mencionadas, se
encuentran las formas políticas del conflicto. La expresión conocida que
denomina al conflicto del TIPNIS, dicho desde la interpelación indígena, es la
defensa del TIPNIS y de la vida.
4. Ciertamente la forma molar territorial,
reconocida administrativamente, es el mismo Territorio Indígena y Parque
Nacional Isiboro-Sécure. Por lo tanto, también la zona denominada “Bloque
Siete”, que es reconocida en términos administrativos gubernamentales.
5. Pero,
sobre todo, interesa mencionar a las formas de avasallamiento de los territorios
indígenas amazónicos. Hablamos del avance de la frontera agrícola, así como de
otras fronteras de la extensión de la economía capitalista y de la vorágine del
mercado; por ejemplo, la frontera maderera, responsable de la tala de árboles y
de la destrucción de bosques. En el caso del avance de la frontera agrícola, se
trata de la expansión depredadora de la frontera del cultivo de la hoja de coca excedentaria, acompañada por la expansión disociadora y diseminadora de la
economía política de la cocaína. En lo que respecta al conflicto del TIPNIS, no
se puede obviar la expansión de la frontera caminera y de carreteras, que forman
parte de la infraestructura comunicacional física del espaciamiento del
capitalismo extractivista colonial y dependiente. Así también, de la expansión
de la frontera hidrocarburífera y quizás también minera.
6. Las dinámicas
moleculares comunitarias transgresoras de la vida cotidiana, que forman parte,
en este caso, no solo de la sociedad alterativa, sino de las comunidades
indígenas alterativas, corresponden a los agenciamientos comunitarios y sociales
alterativos que sostienen no sólo las movilizaciones indígenas, sino también las
resistencias, todavía diseminadas, del pueblo boliviano, al proyecto colonial
extractivista del “gobierno progresista”.
7. Siguiendo con la comparación respecto del conflicto de Achacachi, diremos que entre las dinámicas moleculares comunitarias y sociales se destacan los flujos de emotividad social en lo que respecta a la defensa ambiental y ecológica, así como de los derechos de las naciones y pueblos indígenas, consagrados en la Constitución. Estos flujos emotivos colectivos, comunitarios y sociales son compartidos por colectivos activistas, por parte de la opinión pública y el pueblo boliviano, además de ser compartidos por colectivos continentales y mundiales, vinculados a la defensa de la vida, de los derechos indígenas y de proyecciones de alternativas. 8. El conflicto del TIPNIS, que es ya una convocatoria nacional, continental y mundial, ha adquirido las características y el alcance de una respuesta social nacional durante la VIII marcha indígena. No ocurrió lo mismo, como dijimos, con la IX marcha indígena, y en la actualidad del conflicto renovado, tampoco está adquiriendo, todavía, la conformación de una respuesta movilizada nacional, a pesar de la Declaración TIPNIS-Achacachi en defensa de la democracia y de la vida, a la que se van sumando otras organizaciones representativas sociales, como la misma COB y las organizaciones campesinas y cocaleras de los Yuncas, de las zonas del cultivo de la hoja de coca tradicionales.
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