Lolita Chávez: “Hemos parado a las
mineras con nuestras vidas”
24 de enero de 2018
“El neoliberalismo se topó con el pueblo k’iche”, afirma esta líder y
defensora de los derechos humanos en Guatemala. Feminismo comunitario,
multinacionales que amenazan el territorio indígena y la resistencia
reconstituida de los pueblos originarios son las claves que repasa Lolita
Chávez en esta entrevista con El Salto.
Aura Lolita Chávez
Ixcaquic es maestra y ‘defensora’ guatemalteca. Es lidereza del Consejo de
Pueblos k’iche’s (CPK) por la
defensa de la vida, la madre naturaleza, la tierra y el territorio. Este año
fue nominada al premio Sajarov de la Eurocámara —a iniciativa del grupo de los
Verdes— por su labor en defensa y promoción de los derechos colectivos de los pueblos
indígenas.
Tuvo que salir de
Guatemala por los atentados y las amenazas de muerte que ha recibido en su
país. Desde hace algunos meses recorre ciudades de España y Europa contando el
ataque de empresas trasnacionales a las comunidades indígenas al mismo tiempo
que reivindica la importancia de la protección colectiva a las defensoras de
derechos humanos. El Salto la entrevistó en una de sus visitas por Madrid.
La defensa del
territorio es una vieja lucha en países de América Latina. ¿Cuál es el elemento
nuevo que define la lucha en estos tiempos?
Estos tiempos han cambiado en relación a
las expresiones de la colonización pero también de los patriarcados, que
tienen sus propias características y expresiones modernas, que es lo que enfoca
el neoliberalismo. En el capitalismo que tuvimos desde la invasión de Europa y
especialmente de España en Guatemala, las expresiones eran otras, pero al final
vemos que expresan lo mismo: exterminio,
genocidio, tierra arrasada, despojo y saqueo, y mucha violencia contra los
cuerpos. Eso es lo que estamos viviendo. Los pueblos estamos en la
reconstitución de nuestro ser. Pasamos una época larga de colonización, una
supuesta independencia que es una falsedad en los territorios deAbya Ayala [América en idioma kuna]: solo los
hijos de los criollos se independizaron de sus supuestos antecesores, pero
continuaron los mismos sistemas de muerte.
Luego vivimos 36 años
de guerra y ahora estamos en
la otra colonización, en una nueva invasión con expresiones actuales, como
son las comunicaciones, los mega turismos, otra forma de guerra con otros tipos
de armamentos.
A esa carrera contra
el tiempo se suma la lucha por conservar el medio ambiente.
Ese es un tema por el
que he sido muy atacada, estigmatizada y criminalizada, porque le hemos dicho
al mundo que no nos creemos eso de que las empresas mineras trasnacionales que
están contaminando la madre tierra con sus dineros, luego van supuestamente a
regenerar los bosques y las montañas. Es una falsedad. Hay que decírselo a la cara al
Banco Mundial, a Usaid [la agencia de cooperación de EE UU] y a todas estas
corporaciones que están inyectando dinero a estas empresas saqueadoras.
K’iche es una
expresión de montaña —ki significa mucho, y ché significa árboles—. Y el programa de activos forestales
lo que está haciendo es provocar la mercantilización perversa de las montañasdando
supuestamente una respuesta al cambio climático, lo que es mentira. Le estamos
diciendo en la cara que sus propuestas no son las que los pueblos originarios
queremos. Queremos vivir
humanidad, queremos vivir biodiversidad, queremos vivir en plenitud y esas
falsas propuestas están llevándose a cabo de nuestros territorios.
¿Cuáles son los
recursos por los que pugnan estas empresas extranjeras?
Hay licencias de todo
tipo. Van desde el mega turismo, en el que todo el día estás expuesta a que te
tomen fotos… Te puedes imaginar, desde
nuestros cuerpos como mujeres, la forma perversa de vernos de manera racista
pero también como objetos exóticos. Además, está toda la banca, la
hotelería y los grandes restaurantes que nos están invadiendo. Eso pasa mucho
en mi pueblo, que es territorio maya, y les parece exótico a la gente que
encuentra placer en vernos cómo convivimos con nuestra madre tierra. Pero no es
el mismo trato que nos dan cuando salimos a defender nuestra vida para que
nuestro territorio no sea invadido.
Por otro lado están las
mineras. Mi pueblo es muy pequeño, pero tiene una expresión territorial muy
diversa. Hay microclimas, hay
especies de diferentes tamaños, formas, colores. Si tu vas y te adentras en la
montaña te puedes encontrar expresiones muy diversas. Pero la minería… hay licencias para saquear oro,
plata y zinc. Estamos hablando de que el Estado de Guatemala sin consultar
a los pueblos concede licencias gracias a una ley de extractivismo que también
está denunciada. Hay más de 32 licencias y cada día cambia. Hay de tres tipos: reconocimiento,
exploración y explotación. Muchas han quedado en reconocimiento pero caducan
sus tiempos y las solicitan otra vez. Hay
licencias de exploración y aún hemos parado las de explotación, pero las hemos
parado con nuestras vidas, porque han asesinado a gente del CPK. Las licencias mineras vienen
principalmente de Canadá, pero también de Europa, de todos lados.
Luego están las hidroeléctricas,
dentro de un modelo económico energético, un modelo regional que no solo es
para el K’iche sino para toda Guatemala. Para empezar, solo el Estado español
tiene entre 20-25 proyectos ya instalados. En el K’iche está muy presente ENEL,
una empresa italiana.
Luego están los monocultivos,
la palma africana ya llegó al territorio k’iche por el norte, en Ixcán. Ya no
solo hablamos de Santa Cruz, sino de todo el departamente del K’iche. También
hay licencias petroleras. Pero también se está generando explotación laboral a
través de todos esos centros de comunicación manejados por empresas de Estados
Unidos en donde hay explotación y esclavitud, es decir, también son mega
proyectos de comunicación. Mucha gente, la juventud principalmente, está
trabajando en esas empresas de comunicación.
También han
incorporado en su lucha el feminismo como una herramienta vital. ¿Qué ha
significado eso en el movimiento?
Lo que estamos
viviendo las mujeres en los territorios es que dentro de las cosmovisiones del
pueblo maya tenemos muchos principios, valores y procedimientos, pero aparte de
las violencias de las empresas corporativas transnacionales se vive violencia
cotidiana. Hay violencias en los territorios. Yo vengo del movimiento de mujeres, después de las
masacres y las violaciones hacia familiares y vecinas, las torturas y todo lo
que vivimos en la época de la
guerra. Pues el pueblo k’iche se ha organizado. Nos tratan de
exterminar, nos desafían porque la sangre que corre por nuestras venas es de
rebeldía, es de resistencia y es de reconstitución.Nos hacen algo y llevamos
a cabo un fuerte proceso de sanación y volvemos a caminar. El neoliberalismo se
topó con el pueblo k’iche.
El problema es que ese
neoliberalismo encuentra sus nichos o la alianza perfecta y perversa en los
territorios con las violencias. Entonces, las
mujeres que estamos siendo protagonistas como defensoras de los territorios y
siendo activistas pero también como autoridades nos damos cuenta de que el
enemigo también está dentro. Y no vale que tengamos una doble moral y que
en asambleas de movimientos sociales, en organizaciones e instituciones se hable
de la defensa del territorio-tierra, al mismo tiempo que el territorio-cuerpo
de la mujer está siendo violentado. ¿Por qué me están violando sexualmente en
la cama y dicen que están defendiendo a la madre tierra? Así como las empresas extractivas
violan los derechos de la madre tierra, así es como los hombres machistas
patriarcales y neoliberales violan nuestros cuerpos.
Desde el feminismo
comunitario estamos luchando para que no se vea a la tierra solo como una
dadora de vida, que solo genera hijos e hijas y que se multiplica y que todo lo
puede y se sacrifica, no. Estamos hablando de Madre Tierra Feminista, estamos
hablando de mujeres feministas que estamos analizando las múltiples opresiones
de los patriarcados. Yo quiero
seguir viviendo una vida digna, quiero dejar una semilla, si no ¿qué estamos
dejando? ¿Una semilla
transgénica? Esos son debates fuertes que estamos llevando a las asambleas. No
les gusta mucho por supuesto a los machistas porque se les paran los pelos y se
ponen incómodos cuando empezamos a decir “¿quieres que hable fuerte?, pues no
me quites la fuerza en la cama o en la casa”.
¿Qué pasa con los
cuidados en la cotidianidad de las familias?
Otras compañeras dicen: “Yo no quiero
tener hijos, yo cuido de mi vida, pero no quiero tener otras vidas. ¿Qué pasa
con eso? La gente pensará que estas cosas son tabú en los pueblos indígenas.
Sí, son tabú porque nos están jodiendo. Entonces hay que hablarlos. Aún y
cuando eso nos lleve a momentos críticos de enojos y llantos, pero luego igual
la sonrisa y el amor vienen pero en igualdad de condiciones.
Por eso analizamos
territorio-cuerpo, territorio-tierra, el patriarcado originario, el patriarcado
ancestral y el occidental.Luego también la filosofía de los pueblos, hablamos de
sexualidad en las asambleas porque son temas tabú que han hecho que por años y
siglos las mujeres seamos las sacrificada, y sigamos siendo botín de guerra.
Eres maestra de
primaria, ¿cuándo pasaste a ser lideresa?
Yo digo en mi pueblo
que las mujeres que estamos ahora desafiando a los poderes de opresión, lo
mamamos. Mi mamá también ha estado activa en luchas en su contexto y en su
historia. Era una gran desafiante de todas las opresiones. Toda esa generación
de mujeres con esa valentía y esa fuerza, la he mamado. De niña fui muy rebelde,
yo siempre cuestioné todo a lo que me obligaban. Por eso yo saludo la formación desde niñas,
porque yo no recibí formación que te dijera tus derechos como niña… yo fui a una escuela donde te
prohibían tu idioma, te trataban como una niña ‘indita’, piojosa y patarajada…
entonces esa era la concepción de mi vida.
Yo me formé ya grande,
mi caminar empezó en mi juventud en donde empecé a conocer mis derechos, y
luego a conocer las expresiones feministas y luego empecé a caminar con mi
pueblo en la reconstitución.
En mi pueblo hubo una fase en que, como hubo descabezamiento,
se rompió el tejido social por un tiempo después de la guerra. Se quedó el
terror, el miedo, la culpa… Después, empecé a luchar contra el Tratado de Libre
Comercio con EE UU. Pues ese fui mi camino, así que puedo decir que lo mamé.
En una sociedad
racista como la guatemalteca, ¿ese racismo se sigue expresando de la misma
manera?
Las expresiones del
Estado de Guatemala son racismo puro. Si vemos el índice de desarrollo de Naciones Unidas,
cuando hablan de exclusión social en el capítulo de derechos sociales,
económicos, políticos y culturales,quienes menos acceso hemos tenido a los
derechos más básicos somos los pueblos originarios k’iche, maya, xinka y
garífuna. No hay acceso al agua, no hay acceso a la salud, la educación
está privatizada, el deporte y el arte están anulados. Eso es racismo
institucional que te pone un rango de ‘no gente’. Entonces en la cotidianidad
los medios transmiten constantemente
mensajes racistas, canciones y literatura racistas, tiendas, bebidas, comida
racistas…
Cuando no tienes claro
quién eres y tu autoestima está baja o desequilibrada, si eres mestiza o ladina
que no encuentra su identidad —es decir que te estás tambaleando por toda la
opresión— entonces te vinculas con el racismo. El odio que ha generado el
racismo es profundo, profundo. El odio está ahí, esa es la cotidianidad de
Guatemala, en los mercados, en las tiendas, en los buses… pero también el
racismo está vinculado con las empresas. En
la mercantilización del ser también está presente el racismo.
¿Ha cambiado algo
desde 1992?
Sí, mucho. Ahora el
racismo desde dentro de los pueblos se está tomando de otra forma. Ya no existe
la sumisión que le enseñaron a mi abuela o a mi madre. Hoy mi pueblo, a pesar
de las desigualdades que vivimos, me está diciendo ‘aquí estoy yo, aquí está tu
identidad, aquí está tu filosofía, aquí está tu cultura, tus raíces, tu
semilla’. Esa expresión de ser
sujeto de derecho y con una reivindicación y reconstitución del ser maya. Me pueden estar diciendo muchas cosas
afuera, pero la fuerza que está generando la comunidad y la territorialidad me
toda la fuerza.
Otro mensaje que me
encanta es el de ‘la sabiduría ancestral tiene vigencia actual’, son
expresiones de vida que dicen que este es un camino lindo, liberador. Y luego conectado a eso, esta generación a la que
pertenezco tiene sabiduría, conciencia, ciencia, filosofía, astronomía,
matemáticas… Podemos trascender y decir que tenemos un estilo de vida propio,
ese que está chocando con el neoliberalismo. Es lo que me hace creer que en mi
pueblo podamos parar en colectivo, en comunidad, a una expresión del
neoliberalismo.
Otra expresión hermosa
es la de cómo tejemos con otros pueblos, con pueblos de Canadá, de EE UU que
dicen que nos admiran, que somos
la “luz para el mundo”. Cuando la gente alienta nuestro caminar, nos
conectamos porque hay dolor también en las expresiones neoliberales de Europa
donde sus derechos también están retrocediendo.
¿Cuál es la fuerza que
te une a las defensoras de derechos humanos con las que has compartido en
diversas ocasiones durante estos meses aquí en Europa?
Nos decimos entre
todas: seguir tejiendo redes es el camino. Pero igual de importante es que en
los territorios nos acuerpemos mutuamente. Aquí hemos venido también a
compartir y decirnos “ah, ¿eso también pasan en sus territorios?”. Tuvimos una
reunión donde hablábamos sobre nuestra criminalización y cómo había actuado
cada una. Esos caminos son muy importantes, analizando los contextos locales,
generando los vínculos regionales y globales. Pero
también procesos de autocuidado, de sanación, de ver cómo opera la
institucionalidad, las violencias, los mecanismos de los Estados, pero también
los mecanismos internacionales de derechos humanos y de denuncia por los que
podamos tener algunas oportunidades de desafiar a estas corporaciones.
Y reconocer que
también se tejen redes aprendiendo de todas las expresiones del feminismo.
Seguimos diciendo “ni una menos, no queremos más víctimas”, pero vamos a honrar
a las que han dado su vida. Vamos a saludar el vientre, la memoria, la
historia, la sangre de las ancestras que han dado su vida y, en honra a ellas,
vamos a seguir caminando y a cuidarnos entre todas y en todos lados. Aquí en
Europa, pero también allá. Yo agradezco profundamente todas las expresiones de
solidaridad. Yo tuve que venir
acá por la situación de persecución y amenazas de muerte que tuve en mi
territorio. El encontrarme
con amor acá ha sido muy importante.
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