¿Paz en Nuestra
América?
27 de enero de 2018
Por Gilberto López y Rivas (La Jornada)
Ha sido una decisión
de los pueblos romper las estructuras de explotación y dominación capitalista e
imperialista. Este objetivo histórico, de lograrse en Nuestra América, sería
una victoria estratégica de los pueblos que resisten sin capitular. Cuba,
contra viento y marea, y a pesar del bloqueo del gobierno estadunidense, hace
59 años emprendió ese camino de soberanía, socialismo y definitiva
independencia.
Avanzar hacia este propósito es de enorme
complejidad hoy en un continente vastamente recolonizado, que disputa –no sin
dificultades– espacios crecientes con expresiones políticas flexibles que sean
capaces de comprender –y utilizar en su favor– las contradicciones inter e
intraimperiales, así como las internas en el campo de las clases dominantes;
acumular fuerzas como pueblos, pero sin las herramientas del viejo Estado que
aún sueña con el fin de las revoluciones, o con la obsolescencia de las tesis
centrales del marxismo sustentadas hoy por organizaciones políticas de variada
naturaleza que, en su diversidad, busca llevar a cabo transformaciones sociales
que trasciendan el capitalismo. Estas expresiones políticas constituyen el polo
equidistante de la izquierda institucional, que ha renunciado a la utopía
revolucionaria y se ha vuelto funcional al sistema dominante.
Para los pueblos estas ideas no son vanas ilusiones, como tampoco
son imaginarias las relaciones de explotación del trabajo vivo, ni la
maquinaria de terrorismo global del imperialismo, y sus añejas relaciones de
producción oligárquicas que implantan miseria extrema y guerras sociales a
países como México, Honduras, Colombia, Brasil, Perú o Chile, entre otros,
donde los modernos capataces de la mundialización capitalista militarizada y
delincuencial buscan extirpar el contenido revolucionario de las resistencias
populares, en las que sigue creciendo inevitablemente una conciencia crítica
colectiva y clasista, que no enajena la interpretación histórica de nuestras
realidades, y que, sin renunciar a la llamada solución
política, no abdica al poder de los pueblos, ni se resigna a una paz para siempre que deje incólume la economía
capitalista.
Esa paz del capital hoy, en países como
Colombia, es el resultado de su ofensiva planetaria para imponer pacificaciones con condiciones mínimas para proseguir
la lucha política en un
clima de libertad y en el ámbito
de la democracia tutelada por los poderes fácticos y el poder corporativo,
mientras, paralelamente, se efectúan ejecuciones sumarias de dirigentes
sociales, se fortalecen las estrategias contrainsurgentes de las fuerzas
armadas y los agrupamientos paramilitares ocupan sistemáticamente –y gozando de
impunidad– los territorios de la insurgencia desmovilizada. La pregunta clave de
esta encrucijada es: ¿se podrá alcanzar la paz, entendida ésta como ausencia de
violencia, si se conservan la economía y la política del capital que no son
sino la encarnación de innumerables formas de violencia contra los seres
humanos y la naturaleza?
En estas circunstancias y, por ejemplo, el
Ejército de Liberación Nacional, ELN de Colombia, como organización ligada al
pueblo desde hace varias décadas, ante la crisis de los diálogos con el
gobierno de Juan Manuel Santos, parece estar preparada para confrontar y
neutralizar la estrategia de aniquilamiento en el campo y las ciudades. Este
movimiento insurgente se plantea recuperar áreas perdidas y pretende su propia
recomposición, deslocalizando la confrontación, avanzando en objetivos
estratégicos frente a la ofensiva del ejército oligárquico y sus narcoparamilitares, que es la
más grande de los últimos tiempos y que intenta desarticular la unidad con el
pueblo, y distorsionar los posicionamientos en favor de la paz que tienen clara
la naturaleza política del conflicto y hacen efectivo el derecho inalienable a
la rebelión.
Así, los esfuerzos
de paz en Centro y Sudamérica
continúan enfrentándose con la realidad sistémica de políticas abiertamente
antipopulares y represivas. Estos proyectos no deberían terminar en una paz
americana que hace abstracción de la economía política, de las clases en
conflicto antagónico, que encubren la permanente injerencia estadunidense en la
región, así como la respuesta de los pueblos que se niegan a cohabitar con las
oligarquías, sus ejércitos genocidas y sus paramilitares. La lucha por la paz,
la libertad y la soberanía tienen lugar en sociedades cuyas clases dominantes
monopolizan la tierra, la propiedad de los medios
de producción y, por ende, el poder económico y político, y, al mismo tiempo,
se han convertido en la base articuladora local de la dominación imperial.
Así, hoy se pretende imponer la rendición incondicional de los
pueblos que exigen y construyen la paz, que establecen democracias comunales
con sus propios recursos y formas colectivistas de organización social, que incursionan
en la construcción del poder comunal en la Venezuela chavista y bolivariana. En
particular, para el sistema de dominación imperante, el sistema de
representación indígena implica un cuestionamiento radical a las formas de
mando y obediencia impuestas desde hace siglos. De ahí el sentido subversivo de
estas democracias comunitarias que, además, se constituyen en núcleos de
resistencia anticorporativa y reservorios de pensamiento crítico, como es el
caso de la experiencia mexicana con el EZLN, el Congreso Nacional Indígena, y
su propuesta de conformar un Concejo Indígena de Gobierno, en alianza con todos
los explotados y oprimidos en el ámbito nacional.
Sin embargo, no hay que olvidar que la
barbarie trasnacional destruye cotidianamente todas las expresiones de vida por
la imposición de sus programas neoliberales, y mediante conflictos de
intensidad diferenciada contra los seres humanos y la naturaleza, envileciendo
de paso ciencia y tecnología.
La revolución de los pueblos es resistencia
permanente contra el salvajismo del capital, y se constituye en el último e
irrenunciable recurso; es la negación dialéctica del viejo sistema, NO la
inserción en éste. De ahí, aquello de mis
sueños no caben en sus urnas.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=237136
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