martes, 30 de enero de 2018

Pensemos "su notoria estrategia de presentarse ante el público como víctima de un sistema largamente denunciado por aquellos que tanto despreció –-y hasta criminalizarlos- a lo largo de los últimos años". Se refiere a Lula pero es válido para CFK.

El legítimo sentir popular de injusticia
será instrumentalizado por el PT y sus jefes
30 de enero de 2018


Por Gabriel Brito
Correio da Cidadania


Anticipado por razones políticas, la zaga contada de la condenación del ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, por tres votos a cero en TRF- de Porto Alegre, en segunda instancia, continúa consumiendo los debates políticos y las manifestaciones de calles

Delante de una cantidad de análisis y puntos de vista, resulta difícil para cualquier persona absorber un sentid político más amplio de que los objetivos electorales en esta condena. Algunos hablan de giñada autoritaria del Estado brasilero, otros llegan a percibir el sinnúmero de delitos, abusos y decisiones reaccionarias de los poderes instituidos.

Es cierto que estamos hablando de un juego robado: Lula va, en velocidad máxima al banco de reos, en cuanto figuras como Michel Temer y Aécio Neves continúan gozando del status de imputabilidad y de causar indignación en cualquier ciudadano con honestidad intelectual. Los discursos, la licencias poéticas revindicados por los tres relatores del proceso del triplex (NdT: apartamento de Lula supuestamente fruto de la corrupción), en su simulacro de justicia es “ley para todos” no son menos risibles.

En tanto, no es posible hacer concesiones al lulopetismo y su notoria estrategia de presentarse ante el público como víctima de un sistema largamente denunciado por aquellos que tanto despreció –-y hasta criminalizarlos- a lo largo de los últimos años.

El “derecho de Lula” en un país sin derechos

“En 2006, cuando fue aprobada la nueva Ley de Drogas, 401.236 personas estaban en la cárcel y Brasil era el 4º país que más apresaba gente. Pasados 11 años el número de presos dobló. Uno de cada tres responde por tráfico de drogas. De los 726 mil detenidos, 40% no fueron juzgados -o sea- están ilegalmente detenidos sin nunca haber sido condenados. ¿Cuántos de ellos usted cree tienen abogado? El juzgamiento de Lula -y yo concuerdo, tiene dos pesos y dos medidas en relación a los demás caciques de la clase política-, comenzó el miércoles 24 a las 8 y 30 de la mañana. Por entonces, Ciudad de Dios ya estaba bajo tiros hacía exactamente 1 hora y 39 minutos, El juzgamiento acabó. Los tiros no”, escribió la periodista Cecilia Oliveira de The Intercept Brasil, creadora del aplicativo “Fuego Cruzado” cuando informa a sus usuarios sobre los frecuentes tiroteos en las favelas y barrios pobres de Rio de Janeiro.

“Ahora la policía bate en quien tiene que batir”, llegó a decir Lula. Aunque ese plan falló. Tal vez por eso, los grupos de moradores de favelas (grupos de los cuales hago parte) siquiera hablan sobre ‘el juicio del siglo’ acontecido ayer en Porto Alegre”, agregó Cecilia, al respecto de la frase del ex presidente en 2010, cuando aparecer en una foto junto a Sergio Cabral y Eduardo Paes era bien visto. Hace pocos días Lula salió en defensa de los gobiernos de Sergio Cabral (PMDB, con el apoyo del PT), preso por las investigaciones de la Lava Jato, es decir, en defensa del modelo de desarrollo económico que pilló las finanzas de Río de Janeiro, ahora hundido en una nueva espiral de barbarie social después de la panacea de los megaeventos deportivos.

A ejemplo de lo que observó el filósofo Roberto Romano, no se puede perder de vista el proceso de restauración de las elites económicas y políticas brasileras, después del terremoto de 2013. Definitivamente desligado de las bases sociales y la capitulación de Dilma que aplicó el programa de austeridad y ajuste de su contrincante electoral, Aécio Neves, el PT quedó sin defensa ante la incesante voluntad de las viejas oligarquías y de sus mandaderos del Congreso Nacional, de volver a manejar la llave del cofre.

“El Judiciario brasilero, el día 24-1-2018, dio un paso importante en la trilla de instaurar el Estado de Excepción. En las dos dictaduras del siglo 20, la de Vargas y la cívico-militar de 1964, a pesar de las torturas, asesinatos de presos por agentes estatales, exilios, censura a políticos y a la prensa, no siguieron la ruta del Estado de Excepción de modo tan desastroso. Explico: a pesar de existir tribunales militares para juzgar los supuestos crímenes contra la Seguridad Nacional, el rito, por lo menos formalmente, seguía la lógica común de los tribunales consolidados: acusación, defensa, juicio independiente”, analizó Romano al Portal IHU (Instituto Humanitas Unisinos).

Pues es eso. Un paso más, no inicial, ni tal vez una inflexión. Apenas una expresión más mediática (veremos hasta qué punto disfuncional a los propios beneficiarios inmediatos).

“La voluntad de vuelta al pasado contradice el hecho de la historia no da marcha atrás. El golpe de fuerza de Cunha y Temer expresa el agotamiento de la democracia de baja intensidad, que funciona con dos pesos y dos medidas, surgida del final de la dictadura militar. La crisis de la Nueva República es terminal. Así como el fin de la abolición (del esclavismo) selló el fin del Imperio, la crisis de la economía cafetera condenó a la República Vieja y el abandono de la industrialización liderada por los empresarios nacionales llevó al golpe de 1964, ahora, la crisis terminal de la industrialización liderada por las empresas multinacionales condena a la Nueva República. La disputa real es saber que colocar en su lugar (y no como prolongar su agonía)”, dice el economista Plinio Arruda Sampaio Jr, autor del recién publicado Crónica de una crisis anunciada. Crítica a la economía política de Lula y Dilma (SG Amarante, San Pablo 2017), una colección de textos publicados a lo largo de los últimos 10 años.

De todos modos, las tímidas manifestaciones de los sectores conservadores y sus indignados verdes-amarillos, a respecto de la corrupción, seguidas de no tan masivas demostraciones de apoyo de la izquierda del siglo 20 al ex presidente, tornan incógnitos los próximos capítulos de la política brasilera.

“Finalmente, ahora son los enemigos que le dan sobrevida. Ya que no consigue despertar esperanzas ni tiene nada de relevante a proponer, consigue mantenerse a tono con el chantaje emocional de la victimización y la promesa de venganza contra Michel Temer (un villano que manda mucho menos de que cualquier gran banquero, pero con los banqueros el PT y Lula no osaron meterse) y de reversión de las formas que el poder económico exigió y, con uñas y dientes, impidieron ser revertidas”, escribió en su blog el periodista y ex preso político Celso Lungaretti, que aquí rescató el carácter históricamente funcional del lulismo al sistema, desde sus románticos orígenes

De esa forma, podemos especular hasta qué punto iría la irresponsabilidad, digámoslo así, de las burguesías brasileras en su odio al ex obrero, que mucho bien les hizo. Como dijera Ildo Sauer, ex director de Petrobrás, el lulismo y su gobiernos profundizaron como nunca en Brasil el capitalismo no sólo en la política oficial, sino en sus relaciones sociales, esto es, en términos estructurales y también culturales.

Demandas como la reforma agraria, por ejemplo, luego de conquistar el apoyo mayoritario de la sociedad, están prácticamente muertas en el imaginario colectivo. De modo que es más difícil que nunca establecer un programa político anti-sistémico que apunte a desinflar a los sectores que se fortalecieron como nunca, inclusive dentro de los aparatos de Estado, como las inmobiliarias en las grande ciudades, las empresas constructoras, el sistema financiero y, por encima de todo, el agronegocio, que, para ser breve, literalmente se traga al Brasil.

“La derecha brasilera está pérdida. En tanto, el mayor problema es el estado actual de la mayor parte de la izquierda que, además de perdida, revela alto nivel de ignorancia, pusilanimidad y venalidad. Parte de la izquierda brasilera avanza cada vez más en el campo de la ignominia. La izquierda brasilera precisa de un consenso: la penalización efectiva y severa (terrenal o divina) de Lula es condición necesaria para enterrar, de una vez, el lulismo”, aseveraba en entrevista con Correio, el economista Rei­naldo Gonçalves, uno de los más implacables críticos de los gobiernos petistas.

Bienvenidos a 2013

Dentro de tal con­texto, una izquierda que se pretende anticapitalista patina entre la ruptura y la postura de crítica a la selectividad del Judiciario brasilero. Como ya lo dijimos, aparentemente opta por ganar de una bancarrota política del Partido de los Trabajadores, pero también pierde la chance de crear lazos efectivos con las lucha reales y nuevas formas de activismos y movimientos sociales que han incorporado a la juventud brasilera.

“Una parte de ese ‘re­call’ puede contaminar el PT, pero su destino en cuanto partido está sellado. No renovó sus liderazgos, actúa en los bastidores contra las movilizaciones callejeras (cuando no actúa contra ellas, como en el caso de junio de 2013) y es parte integrante del condominio de auto-preservación en que se transformó la política institucional brasilera en la estera de la Lava Jato. Él es parte de ese sistema, que lo ve reconstruido e intenta hacer un discurso izquierdista de defensa de la población, una manipulación poco convincente, además de oportunista”, dijo a Correio el cientista político Henrique Costa.

“Otros están, hasta honestamente, en busca de construir alternativas, pero son víctimas de la alienación que tomó cuenta de la izquierda contemporánea, esto es, no consiguieron ver que la democracia que reivindican en el nivel institucional nunca existió en el piso social. Están viciados en sí mismos y reproducen esa cultura del narcisismo para consumirse unos a otros. Este es un nicho que tornó interlocutor preferencial del ‘pe­tismo sin pueblo’. Pero una vez más, es el objetivo electoral que anima a esos partidos, con resultados apenas moderados, por supuesto”, también añadió Costa.

Como es mencionado por Ce­cília Oli­veira, el lu­lo­pe­tismo se de­para, en su metástasis, con los mismos mecanismos de abuso y mala fe de las instituciones fermentadas en la violencia, en el esclavismo, en el apartheid so­cial y en la expoliación de la naturaleza y de los trabajadores, en el mejor espíritu de “para los amigos todo, para los enemigos la ley”.

Y se rescatamos todo el proceso jurídico de men­salão (NdT: esquema de coimas montado durante el primer gobierno Lula), igual­mente re­pleto de inconsistencias probatorias y juicios de ocasión, como la teoría de “dominó de hecho” y los juzgamientos que condenaron a Dirceu y otros perfectamente encajados en el calendario electoral [1], llega a ser increíble el grado de docilidad de esas filas delante del Poder Judicial.

“La izquierda tiene que darse cuenta de que es izquierda: en cuanto tal procede y persigue un proyecto de sociedad cuyo horizonte histórico está ma­te­ri­al­mente diseñado y actualizado por los movimientos sociales, con basamento ideológico orientado por las clases subalternas -trabajadores del campo y las ciudades que en ellos se instalan- y que se revela en su protagonismo reivindicativo de ejercicio de la política y también distributiva, cuya realización se hace en la disputa sin cuartel con la derecha, para que la burocratización por esta engendrada no vacíe su propio contenido ideológico, despolitizando y substrayendo el carácter democrático que debe dar sustancia a participación en el poder, en el funcionamiento del sistema de justicia y en la distribución y gestión democrática de los medios de comunicación”, criticó José Ge­raldo Souza Jr, también en el Portal IHU.

La instrumentalización del sentimiento

El des­fecho de la decisión del TRF-4 sigue abierto. Lula podrá registrar su candidatura y probablemente postergar hasta el límite de las leyes electorales su plan B, o tenerla proscripta por el TSE (Tribunal Superior Electoral). Apa­ren­te­mente, conviene a todos los lados, inclusive a sus detractores, que podrán repensar algunos meses más si vale tanto la pena impedir a Lula, en cuanto no disponen de una gran nombre, dado que todos son desprestigiados entre el grueso de la población

De
todas maneras, está claro que un tercer mandato del Lula, además de no vislumbrar la mínima confrontación con la actual em­bo­ca­dura del capitalismo brasilero, podría ser controlado a base de chantajes del primer al último minuto. Además, no se puede olvidar del juego doble realizado por el partido y su gran líder en la ola de protestas del Fuera Temer, hasta vaciarla; su apoyo vergonzoso a la absolución del actual presidente del TSE (cuando se alegó la importancia de la no condena simultánea de Dilma); y, por fin, lo más duro tal vez, el uso de las centrales sindicales y de los llamados de huelga como moneda de cambio en favor de la garantía de sus fuentes estatales de financiamiento.

Por tanto, lo más triste de todo es que el PT y sus jefes tratarán de instrumentalizar el legítimo sentimiento de injusticia de una población que, todavía, mantiene a Lula en el primer lugar de las encuestas electorales.

Nota  
[1] José Dirceu fue condenado por primera vez en el caso del Men­salão en octubre de 2010, pocos días antes del primer turno de la elección presidencial. En octubre de 2012, en medios de las elecciones municipales, otros 25 acusados fueron condenados por la justicia.

Gabriel Brito es periodista y editor del Correio da Cidadania.

Traducción: Ernesto Herrera, para Correspondencia de Prensa.

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