¿Quiénes somos los mapuche?
9 de enero de 2018
El propósito de este ensayo es plantear un
escrito que no traicione al lector, como hacen muchos otros artículos
históricos que nombran a los estados-nación en los años en que todavía no
existían siquiera en los imaginarios de las personas. Otro de los objetivos que
motivan este texto sobre el pasado
es tratar de pensar las relaciones
históricas a trasluz de las crónicas y los documentos oficiales y desde la
memoria de mi pueblo, ese largo y sinuoso río que finalmente
buscará su cauce.
Por Mauro Millán*
Si trasladamos lo que
pasa ahora a ese entonces, es decir, si hoy –como se ha demostrado en los
últimos meses– la sociedad en general desconoce quiénes somos los mapuche y los
sentidos o propósitos de nuestras acciones colectivas… ¿qué nos hace pensar que
unos años atrás nos conocían más? Las crónicas acerca de un pueblo ignorado no
son crónicas acerca de ese pueblo, sino acerca de las idiosincrasias, temores,
ignorancias e incapacidades de quienes las escribieron. Antes, como hoy en día,
las descripciones, diagnósticos y pensamientos sobre nosotros son el resultado
de una mezcla de esas incapacidades y de la intencionalidad de espolvorear una
historia de arrebatos y despojo.
El capitalismo frente a pueblo mapuche organizado
En
el siglo XV desembarca, junto con los soldados del reino de Castilla, un
pensamiento ideológico que, en el transcurso de los siguientes siglos, se
transformaría tanto en una fórmula económica como en una amenaza para las
sociedades libres. Y hoy también un peligro para la vida en el planeta. Esa
ideología es el capitalismo.
Los
europeos se encuentran con sociedades antagónicas a ese pensamiento y, en ese
proceso de invasión, descubren la vulnerabilidad militar de algunas de estas
naciones originarias. Algunas de ellas poseían formas de organización
piramidal, escenario en el que los europeos pudieron aplicar sus tácticas
bélicas de desarticular “cortando la cabeza”.
Cuando
llegan a los límites norte del wallmapu (territorio ancestral mapuche) ¿Qué no
encontraron ahí? Pirámides escalonadas, acueductos, oro, plata, elites… ¿Qué
encontraron? Miles de habitantes organizados en pequeños y grandes clanes,
encontraron una forma de organización horizontal con características
antagónicas al mundo occidental, los vieron parlamentar en grandes encuentros,
presenciaron sus acuerdos –y desacuerdos–, sus alianzas, sus definiciones,
decisiones, sus entendimientos… Todos se entendían al hablar. Esta capacidad
política de convencimiento recíproco posibilitaba alianzas territoriales de
dimensiones extraordinarias… Se encontraron con un Pueblo.
Este
Pueblo no tenía un rey, un monarca, un hijo del sol, un gobernador ni un
cacique mandamás. Miles de lonko, machi, pillan kushe, weichafe y otros roles…
conformaban naturalmente la estructura de organización. Una organización
milenaria que basa sus normas en el admapu, o las leyes de la naturaleza, y en
el comportamiento del ser humano con su entorno, que incluye el comportamiento
entre las personas. Este principio de coexistencia también se aplica a la
organización política ancestral.
La defensa de la libertad como pueblo
Más
de tres siglos de defensa de nuestra libertad como Pueblo. Los europeos no
pudieron invadir el wallmapu ni tampoco pudimos expulsarlos definitivamente.
Pero ellos, durante esos siglos, tuvieron que reconocer nuestra soberanía e
instrumentar tratados y convenios desde el año 1500 en adelante. Las alianzas
del pueblo mapuche, de los pulof o de los purewe permitieron controlar el
espacio territorial transcordillerano a través de acuerdos sellados en nuestros
espacios ceremoniales, nuestros rewe, el corazón hacia el cosmos de nuestro
wallmapu.
En
ese espacio nuestros kuifikecheyen (antiguos),lonko, machi levantaron y
levantamos nuestras ceremonias espirituales y filosóficas que dan sentido y
fortalecen nuestra ideología y conocimiento. Las alianzas entre lof podían ser
transitorias, aunque en algunos casos lo fueron perpetuas, sin embargo, los
acuerdos realizados en el rewe fueron y son inquebrantables. En estas alianzas
no se establece un orden jerárquico sino que se horizontaliza el compromiso.
Este conocimiento acerca de cómo fundir ideas comunes nos permitió mantener
nuestra soberanía en el wallmapu hasta entrando en el 1900.
Hasta
las últimas décadas del siglo XIX no existían fronteras estatales y el pueblo
mapuche controlaba la extensión de su territorio desde el saliente al poniente.
Mientras tanto, la sociedad europea instalada en esta parte del continente
producía sus propias revoluciones independentistas propulsadas por ricos
terratenientes y comerciantes que ya no querían tributarle a la corona
española.
Poco
participaron las clases más pobres de esos procesos independentistas, pero lo
que es claro es que la participación mapuche en ese proceso siempre tuvo como
meta el resguardo de nuestro territorio soberano ¿Por qué actuar distinto si
durante siglos habíamos logrado que el invasor se mantuviera en los límites de
nuestro territorio y reconociera nuestra autodeterminación como pueblo? ¿Por
qué íbamos a pelear por una independencia ajena si ya lo éramos?
El avance sangriento de los europeos
Pero
ya los pulonko (antiguos espíritus de lonko), a través de las machi, habían
anunciado el avance sangriento de estos europeos nacidos en nuestro territorio.
El lamentable presagio se cumplió durante la década de 1880-1890 con las
llamadas “pacificación de la araucanía” y “conquista del desierto”.
Guerreamos
por nuestra libertad, por nuestra cultura, por nuestro pensamiento ancestral,
por nuestras vidas… Pese a los campos de concentración donde fuimos depositados
quienes sobrevivimos a la ocupación militar, a los pocos años comenzamos el
retorno a los territorios, nos escapamos para refundar nuestros lofche.
Pese a la instauración
de estados de terror y a la repartija de nuestro territorio a manos privadas, hicimos
un uso increíble de diplomacia para obtener el reconocimiento de algunas
tierras para nuestras familias. Esta historia épica en escenarios de invasión y
post-guerra es la más triste que vivió nuestro pueblo pero también es una
historia reciente. Nuestros bisabuelos, nuestros abuelos y nuestros padres
fueron forjando una huella tras otra para que los cientos de miles de mapuche
que vivimos en los barrios periféricos de grandes ciudades y en las zonas
rurales más aisladas tengamos un camino marcado.
Fuimos
huérfanos y huérfanas, viudas y viudos, ancianas y ancianos perdidos, gente que
no sabía quién era… Pero todos nos encontramos y nos levantamos. Cultivamos,
criamos, volvimos a hacerle ceremonia a la tierra con nuestros nguillatun,
camaricun, wiñoytripantu y otras tantas expresiones espirituales.
Jamás
se detuvo la aspiración de seguir siendo gente de la tierra. Ni las
sociedades rurales, ni las religiones foráneas, ni la urbanidad, ni la pobreza,
ni las fuerzas represivas, ni la mala política winka pudieron quebrar nuestra
voluntad de seguir siendo un pueblo. ¿Cómo pretenden que olvidemos tan pronto
lo que significa ser libres?
*Mauro
Millán es lonko de la
lof Pillan Mawiza , Corcovado, Chubut.
Fuente: http://www.anred.org/spip.php?article15839
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