1968: la irrupción de
los invisibles
20 de enero de 2018
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Por Raúl Zibechi (La Jornada)
Garabombo
está convencido que
es invisible. Cuando le reclama al patrón de la hacienda o acude a tramitar una
demanda ante las autoridades, no le hablan, no lo miran. No lo pueden ver.Al comienzo no me di cuenta. Creí que no era mi turno. Ustedes saben cómo viven las autoridades: siempre distraídas. Pasaban sin mirarme. Yo me decía «siguen ocupados», pero a la segunda semana comencé a sospechar y un día que el subprefecto Valerio estaba solo me presenté. ¡No me vio! Hablé largo rato. Ni siquiera alzó los ojos, escribe Manuel Scorza en el segundo de los cinco libros que componen La guerra silenciosa, titulado La historia de Garabombo el invisible”.
Los campesinos pobres como Garabombo, sólo se hacen visibles cuando se levantan contra los poderosos. En la prisión me curé de mi enfermedad. Yo nunca he tenido mejor escuela que
La historia que relata Scorza sintetiza de algún modo lo que Immanuel Wallerstein bautizó como revolución mundial de 1968. Por muchas razones fue un parteaguas en la historia reciente, transformó el sistema-mundo anunciando el comienzo del declive de la hegemonía estadunidense y del sistema capitalista. Hay cuatro aspectos que quisiera destacar, con énfasis en cómo el 68 desarticuló las estrategias de los movimientos antisistémicos.
La primera y la segunda las explica Wallerstein en sus trabajos. Se resumen en que 1968 fue una lucha contra la hegemonía de Estados Unidos y también contra las promesas incumplidas de las revoluciones socialistas y nacionalistas. La ofensiva vietnamita del Tet, durante casi todo el año, mostró los límites del más poderoso aparato militar del mundo y fue el comienzo de la primera derrota del Pentágono.
La resistencia popular a la invasión rusa de Checoslovaquia (agosto de 1968) y
La tercera cuestión se relaciona precisamente con la irrupción de los de más abajo, de los ninguneados, de losnaides, las minorías o como se quiera llamar a esa inmensa humanidad marginalizada hasta ese momento: indios, negros, mujeres y jóvenes de los sectores populares, que conforman la inmensa mayoría de nuestro continente. La revolución de 1968 fue protagonizada por las camadas más oprimidas de las sociedades, las que no tenían cabida ni siquiera en los sindicatos y en los partidos de izquierda y nacionalistas, que eran los principales movimientos antisistémicos de la época.
Para ser escuchados debieron crear nuevas organizaciones, desbordar los marcos establecidos, pronunciar en cada lugar sus Ya Basta, sufrir la indiferencia o la persecución de los que, supuestamente, los debían defender, como los sindicatos y los partidos de izquierda que, salvo excepciones, se colocaron del lado del orden y del poder.
En un breve periodo que podemos situar entre fines de la década de 1960 y fines de la de 1970, aparecieron las principales fuerzas que jugarían un papel destacado en las luchas posteriores, hasta el día de hoy. El zapatismo, como sabemos, es hijo de aquellos años abigarrados. Pero también el grueso de los movimientos indígenas de América Latina, desde los mapuche y los nasa de Colombia hasta los kataristas de Bolivia y los mayas guatemaltecos.
Los campesinos sin tierra de Brasil que formaron el MST,
Fuera de dudas, la revolución de 1968 modificó el mapa de los movimientos antisistémicos, al punto que ya no existe centralidad de una clase (obreros industriales), ni de un tipo de organización (centralismo democrático), sino una pluralidad de sujetos colectivos y de formas variopintas de coordinación.
La cuarta cuestión es quizá la más importante. La irrupción del sótano desbordó la vieja estrategia de dos pasos, como dice Wallerstein, consistente en tomar el poder para luego cambiar el mundo. Fue la estrategia de la que se dotaron los movimientos del siglo XIX, que triunfó desde 1917 en varios países. Sin embargo, el sociólogo estadunidense nos dice que 1968 es incluso más importante que la revolución rusa.
Crea las condiciones para ensayar nuevas estrategias. En su opinión, vertida en conferencias de 1988, deberían pasar dos décadas para que nacieran esas nuevas estrategias. Hoy podemos decir que nuevas estrategias están en marcha, impulsadas por las juntas de buen gobierno y un puñado de experiencias en la región.
Por último, algo que nos afecta en particular a los varones de izquierdas, adultos, blancos, heterosexuales y educados: ¿qué aprendimos en este medio siglo? ¿Estamos dispuestos a hacernos a un lado, a no pasar de la cocina en los grandes eventos, como nos dicen las mujeres zapatistas que convocan el encuentro del 8 de marzo? ¿Cómo hacemos cuando nos paran los pies las mujeres, las indias y negras de los movimientos?
Duele en el ego, ¿cierto? Molesta que los y
las del sótano nos den órdenes, nos marquen los límites. Bien. Es la
revolución, es el empoderamiento de las y los invisibles que nos muestran lo
que aún cargamos de racismo y de machismo. ¿Podemos seguir considerándonos de
izquierda si no aceptamos estos nuevos poderes de abajo? Esos poderes que nos
dicen cuiden su ego, muchachos.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=236830
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