lunes, 29 de enero de 2018

Cuestionemos, los de izquierda anticapitalista, nuestras adaptaciones al sistema como creer en el período electoral para relacionarnos con los de abajo, tener aparatos clientelares y no esforzarnos por el protagonismo popular deliberativo y ejecutivo.


Dinámicas moleculares molares sociales
21 de septiembre de 2017
 
Por Raúl Prada Alcoreza
 
Dedicado a los y las activistas en defensa de la vida y de la democracia. Algunos de ellos y ellas han sido detenidos, compartiendo la suerte con los y las detenidas de los movilizados de Achacachi. El “gobierno progresista” recurre a la violencia demoledora del Estado, defendiéndose como una fortaleza aislada y sitiada por las movilizaciones sociales anti-sistémicas, en la soledad de su desierto extractivista.
 
Hay que volverse a preguntar sobre las dinámicas moleculares sociales. Ya lo hicimos en Imaginación e imaginario radicales, también en La intuición subversiva. Tratamos en ambos textos sobre la relación complementaria entre dinámicas moleculares sociales y dinámicas molares sociales. Ahora queremos volverlo hacer a la luz de la experiencia del conflicto del TIPNIS y del conflicto de Achacachi. La pregunta con la que vamos a comenzar es:
¿Por qué el pueblo boliviano no acude en masa a apoyar las movilizaciones del TIPNIS y de Achacachi? Ciertamente lo ha hecho en la VIII marcha indígena; sin embargo, no se ha visto lo mismo en la IX marcha indígena y en la siguiente secuencia del conflicto. En lo que respecta al conflicto de Achacachi, a pesar de tocar una problemática que aflige a por lo menos las tres cuartas partes de los municipios del país, a pesar que se trata de una problemática de incumbencia estatal y gubernamental, no ocurre el apoyo masivo y movilizado del pueblo boliviano a la interpelación movilizada del Pueblo de Achacachi contra la forma de gubernamentalidad clientelar, prebendal y corrupta.
Comparando con lo acontecido en la movilización prolongada del 2000 al 2005, donde las movilizaciones ejes se reforzaban mutuamente, sin necesidad de contar con una coordinadora de movimientos sociales. Donde las movilizaciones colaterales o acompañantes, que se desatan en plena crisis social, económica y política, también se refuerzan. Se trata de movilizaciones que interpelan, convocan y generan apoyos movilizados. El pueblo acudió, por lo menos, notoriamente y como mayorías; el pueblo fue afectado por las movilizaciones desplegadas. Ahora, en cambio, parece ocurrir algo distinto; los apoyos y pronunciamientos son de organizaciones sociales y de colectivos de activistas, pero, no aparece el acudir masivo y movilizado de sectores del pueblo. Sería necio y demagógico decir que se trata de distintos gobiernos, en un caso, el neoliberal y en otro caso, el popular. Este acertijo podría tener validez desde el 2006 hasta el 2009, la primera gestión del gobierno progresista; después no.

Desde el 2009 comienza la regresión, sobre todo, desde el 2015 se deriva en la decadencia. Lo que se puede corroborar con el levantamiento social contra el llamado “gasolinazo”, además de la derrota gubernamental ante la arremetida de la VIII marcha indígena. Ya no sólo los gobiernos neoliberales y el gobierno progresista se parecen, sino se va más lejos; en la entrega de los recursos naturales, en las concesiones, sobre todo, en la expansión intensiva del modelo extractivista colonial del capitalismo dependiente. No está aquí pues la clave de la interpretación del contraste del comportamiento social respecto a la crisis múltiple del Estado-nación, en dos contextos históricos-políticos diferentes.
 
¿Será que el pueblo todavía considera, en plena regresión y decadencia, que se trata del gobierno nacional-popular? No parece sostenible esta hipótesis de interpretación, pues es notorio el desencanto; esto se lo puede corroborar con la derrota electoral en la elección de los magistrados, cuando ganó el nulo. El tema es que el desencanto no se convierte en desaprobación movilizada. En anteriores escritos interpretamos esta situación de letargo y conformismo, interpretando que es más difícil superar la constatación que la promesa socialista, en este caso, la promesa progresista, es aparentemente incumplible, pues es mucho más difícil salir de la crisis de los gobiernos socialistas y de los gobiernos progresistas, que de la crisis de los gobiernos neoliberales, pues ya no se trata del dilema o uso u otros, son de ir más allá de unos y otros.
 
En lo que respecta a la interpelación de los gobiernos conservadores, liberales y neoliberales, hay como una tradición, un lenguaje adquirido, una forma de interpelación asumida; empero, no ocurre lo mismo con los gobiernos socialistas, como se ha visto en la experiencia social política, tampoco con lo que ocurre con los gobiernos progresistas. No hay tal tradición, ni lenguaje compartido de la interpelación. Todavía subsisten los de la revolución, los mitos mesiánicos del caudillo. Se requiere de compartir el sentido común de la interpelación a este tipo de gobiernos de la promesa. Entonces, parece que la falla se encuentra en el aprendizaje de la experiencia social política de la historia reciente. Ahí tienen una responsabilidad los colectivos activistas, sobre todo, los colectivos activistas libertarios. No se ha logrado una pedagogía política que ayude a comprender la problemática de la crisis múltiple del Estado, que reaparece en la versión de los gobiernos progresistas. El antiguo y tradicional discurso izquierdista no es adecuado, en este caso. Pues no se trata de pedir consecuencia en el gobierno progresista; pues incluso que lo hubiera, no se puede escapar a la gravitación perversa del poder. De lo que se trata es de salir del círculo vicioso del poder, en todas sus presiones, sean de “izquierda” o de “derecha”. La continuidad de la revolución no se encuentra en la defensa del Estado que ha institucionalizado la revolución. La continuidad de la revolución se encuentra en salir del círculo vicioso del poder, más allá de la “izquierda” y la “derecha”, más allá del amigo y enemigo.
 
Lo que parece fallar es la comunicación de los colectivos activistas y el pueblo. Los colectivos activistas todavía siguen empleando el discurso acostumbrado de interpelación a la “derecha”; como si se tratara del mismo referente, un gobierno de la burguesía clásica. No entienden que se enfrentan a otras formas de la burguesía, como la burguesía rentista. No entienden que ya no se trata de interpelar al gobierno de la burguesía clásica, tampoco al gobierno reformista, que ha “traicionado” los postulados y el programa; sino que no se trata de traición sino de salir del circulo vicioso del poder, en su versión “derechista”, como en su versión “izquierdista”. Los colectivos activistas son catalizadores, son activadores. Cumplen una función en el aprendizaje colectivo de la experiencia y la memoria sociales. Son parte de la sociedad, pero son parte activa, quizás una de las partes más activas. Si los activismos colectivos siguen interpelando y convocando a la vieja usanza, no enseñan nada. Salvo la remembranza de lo que ya se sabe; que la burguesía es la clase dominante, que su Estado es la dictadura de la clase dominante; que el reformismo tiene límites y claudica. Pero, no alumbra nada sobre lo que se puede hacer respecto a la recurrente reiteración y reproducción de las dominaciones, en unas versiones u en otras.

Otro problema, el discurso recurrente de interpelación, vuelve al recurso del esquematismo dualista del amigo y enemigo, que reitera y reproduce, en lenguaje político, el esquematismo religioso del infiel y el infiel. El enemigo es el abominable. Con esto se cae de manera multiplicada en el círculo vicioso del poder, pues se repiten los mismos procedimientos y métodos para acabar con el enemigo abominable, que, en el fondo, no es más que el mismísimo demonio. Con esto no sólo se parecen al amo derrocado, sino se convierten en el nuevo amo. El discurso de interpelación tradicional no sale del círculo vicioso de la ideología.
El problema mayúsculo es que con esta preservación de las tradiciones de lucha se cae en el círculo vicioso del poder; se forma parte del mismo, se lo alienta y reproduce con estas actitudes dualistas. Se trata de ir más allá del dualismo, más allá de las oposiciones; más allá de la paradoja perversa del poder. Inaugurar una paradoja virtuosa que salga del círculo vicioso del poder. Una paradoja que complemente la creación social y la herencia de los aprendizajes de la experiencia social y la memoria social. Entonces, parece, que la ausencia de la respuesta social masiva de apoyo a las demandas y reivindicaciones del TIPNIS y Achacachi no se encuentran en los tipos de gobierno que se interpelan, tampoco en las creencias populares, así como tampoco en la limitación de los movimientos sociales anti-sistémicos que han estallado, sino en no haber salido del anacronismo de una formación discursiva y enunciativa, de una formación ideológica, atrapada en esquematismos dualistas ateridos.
 
La interpelación deconstructiva requiere del desmontaje de los mitos modernos; el mito de las vanguardias, el mito de la historia, el mito del desarrollo, el mito de las promesas sociales y de justicia; sobre todo, el mito de la verdad, se reclame de verdad “científica” o de verdad trans-histórica. Hace falta aprender de las enseñanzas de la experiencia social. Este aprendizaje es colectivo; la condición de posibilidad de este aprendizaje tiene que ver, en primer lugar, con la predisposición a aprender. Si esto falta por obstáculos y barreras del habitus, también por ofuscación ideológica, no parece posible dar curso al aprendizaje. Por otra parte, en todo aprendizaje juegan una función de impulsores las motivaciones, que tienen que ver con el deseo de aprender. Las motivaciones pueden desatarse por distintos factores, ya sea de índole factico, debido a experiencias desafiantes, ya sea de índole comunicacional, cuando ciertas comunicaciones motivan a aprender. En estos ámbitos comunicacionales el activismo juega su papel. El activismo se mueve en varios planos de intensidad; es denunciativo, es informativo, de interpelación, así como de formación, también de acción. Sabemos que no es suficiente la denuncia, tampoco la interpelación; por eso, es menester incursionar complementariamente en los otros planos de intensidad; particularmente en el plano de intensidad de la acción.
 
Ahora bien, el papel del activismo es activar la fuerza social o, en su caso, apoyar a la fuerza social cuando se desata. En la actualidad, en la coyuntura mundial, regional y nacional, el activismo tiene ante sí un desafío, activar la potencia social, vale decir la potencia creativa social. Ya no se trata sólo de una comunicación audiovisual, ya no se trata de una comunicación en los formatos establecidos y acostumbrados; podríamos decir en los códigos de la racionalidad instrumental, incluso en los conceptos de la racionalidad crítica. Ya no se trata sólo de hablar al oído racional y a la vista educada por la institucionalidad, sino de comunicarse con el cuerpo, con la potencia del cuerpo. ¿Cómo se hace esto? Habrá que aprender a hacerlo. Quizás haya que llevar las capacidades y posibilidades estéticas más lejos de donde llegaron y lograron. Esto no quiere decir que se abandone el lenguaje y las formaciones discursivas, sino que se tratan de otros usos del lenguaje, al que quizás haya que llevarlo más lejos de donde llegó y se logró; se trata de otra composición y combinación de los discursos con la gramática de los cuerpos. No lo sabemos, menos las formas concretas de hacerlo; pero se trata de lograr comunicaciones integrales y participativas. Realizar efectivamente lo que se ha venido denominando comunicación alternativa. (...) Leer
 

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