El escenario político
y
el futuro necesario del país
el futuro necesario del país
13 de enero de 2018
Por Manuel Cabieses D.
Punto
Final
Los partidos de la Nueva Mayoría (NM) atribuyen a diversas “razones”
su estrepitosa derrota electoral. Incluso algunos -sólo por cumplir un rito-
las aderezan con amagos de autocrítica. En una nueva manifestación de la
hipocresía que caracteriza la política institucional, la NM elude confesar que
ella misma fue el artífice de su derrota, la que cavó su propia tumba con sus
políticas ambiguas y su distanciamiento del pueblo. Es una cobardía moral
atribuir esa derrota a falta de conciencia de un pueblo mal agradecido.
La verdad sin careta es que la NM (como su antecesora, la
Concertación de Partidos por la Democracia), se empeñó en borrar desde el
gobierno y el Parlamento todas sus fronteras con la derecha. Al final, la
NM terminó siendo, en la práctica, otra cara de la derecha, entendido este
concepto como el compromiso político e ideológico de un partido o grupo social
con el capitalismo neoliberal.
Lo que el pueblo quería era borrar -pacífica pero resueltamente- todo vestigio del terrorismo de Estado que martirizó Chile durante 17 años. Ese proceso comenzaba por convocar a una Asamblea Constituyente que elaborara y propusiera una Constitución Política democrática. En esto concordaban todos los partidos opositores al régimen militar. De igual manera, sólo con diferencias de matiz, compartían una crítica frontal a la economía de mercado implantado por la dictadura.
No obstante esos planteamientos fueron dejados de lado en los acuerdos
secretos que parte de la oposición suscribió con las fuerzas armadas para dar
inicio a la “transición a la democracia”.
En materia de derechos económicos y sociales no sucedió lo mismo. Por el contrario, el modelo instaurado con las bayonetas se ha visto fortalecido durante los gobiernos de
Hoy los trabajadores enfrentan a una burguesía “mestiza” cuyos
gerentes están en Chile pero que reciben órdenes de corporaciones que radican
en EE.UU., Canadá, Europa o China. En síntesis, como se sabe, Chile ha pasado a
ser uno de los países con mayor desigualdad social del mundo. Y esto, en
importante medida, por culpa de los gobiernos que se han sucedido desde 1990,
que han velado por los intereses del capital volviendo las espaldas al pueblo.
Más bien estos gobiernos se han preocupado de desmovilizar a los trabajadores.
La cooptación de organizaciones -bajo supuestos programas de desarrollo social-
se convirtió en una labor de especialistas reclutados en partidos de Izquierda.
Su misión se ha visto favorecida por la conversión de la CUT en una
organización manipulada por una burocracia sin conciencia de clase.
Chile a casi treinta años de la dictadura militar es un país
fracturado en lo social, político y cultural. Bajo la superficie del consumismo
-utilizado como anestésico social- se ocultan aberraciones vergonzosas como la
tragedia de los 250 niños fallecidos bajo la “protección” del Servicio Nacional
de Menores. O la dolorosa situación de los ancianos abandonados en hospedajes
de mala muerte. O fenómenos corrosivos como el explosivo aumento del consumo de
alcohol y drogas por la juventud estudiantil y los trabajadores. O la
indolencia burocrática de servicios del Estado. O el robo descarado que cometen
las AFP con los fondos de los trabajadores. O la inhumana explotación a la que
son sometidos los inmigrantes. O las humillantes listas de espera en los
hospitales...
La casta política -con sueldos superiores a diez millones de pesos mensuales- no tiene relación ninguna con la realidad sumergida de
El cuadro de la realidad del país no estaría completo si no mencionáramos la corrupción que se extiende a todas las instituciones civiles, militares y policiales del país, socavando la confianza que necesitan para su legitimidad. La corrupción es un cáncer que está comprometiendo la estabilidad del sistema, aunque lospartidos responsables de la administración del país se hagan los idiotas.
El resultado del comportamiento histórico de la coalición derrotada en diciembre es que la NM ha conseguido borrar toda diferencia entre la derecha política y la llamada “centroizquierda”. Por eso al clarín de las elecciones sólo acude menos de la mitad de los ciudadanos con derecho a voto. Así un presidente de la República es elegido con el 26,46% del electorado, y muchos parlamentarios con menos del 10% de los votantes de sus distritos.
La despolitización es consecuencia necesaria y deliberada del modelo que nos rige. La responsabilidad de haberlo hecho en un país que se ufanaba de su madurez política, corresponde a la coalición derrotada y a cada uno de sus partidos, desde el Demócrata Cristiano al Comunista.
En vez de reconocer esta realidad, las imperturbables dirigencias se han sumido en negociaciones para articular una mayoría que les permita seguir controlando la Cámara de Diputados y el Senado. Para lograrlo necesitan meter en la amansadora de la política tradicional a fuerzas nuevas que han llegado al Parlamento, como el Frente Amplio. Pretenden continuar una política fracasada y adoptar un nuevo antifaz para la NM y ex Concertación.
Los trabajadores y el pueblo necesitan aprender de su historia. Chile requiere una revolución cultural que permita derrotar la “cultura” del conformismo y la resignación inculcada por el neoliberalismo. Buena parte de esa revolución cultural se materializará con el protagonismo de los artistas, y profesionales. El rol de la ciencia, la literatura, la poesía, la música y las comunicaciones será fundamental. Será una revolución alegre y contagiosa para que su mensaje llegue a millones. Su eje articulador será la exigencia de una Asamblea Constituyente.
Este es el futuro necesario del país.
Para esta lucha se necesita una Izquierda independiente de compromisos con el sistema de dominación. Una Izquierda de ese tipo sólo puede surgir del movimiento social y de sus fracciones organizadas, sobre todo del ámbito de los trabajadores y pobladores. La dispersión actual no debe inducir al pesimismo. Se necesitan chispazos que iluminen ejemplos. La Izquierda necesita superar el trauma de los años 70. El fracaso de
Para dominar los traumas y temores conviene repasar nuestra historia. Sería absurdo recorrer el mismo camino de los años 70. Ya sabemos cuál es su destino. Por eso, no se trata de tejer unidad para objetivos menguados, sino de levantar desde la base social -con tenacidad y paciencia de hormigas- un proyecto de cambios fundamentales que conquiste a los más diversos sectores sociales: trabajadores, mujeres, pobladores, estudiantes, artistas, intelectuales, profesionales, religiosos, militares, etc. El marxismo y el
En los hechos se trata de crear la Izquierda
de este siglo. Una aventura del ser humano mucho más atractiva que bombear
oxígeno a un sistema de dominación que corrompe, empobrece y consagra los
privilegios de una minoría.
Editorial de “Punto Final”, edición Nº 892, 12 de
enero 2018.
No hay comentarios:
Publicar un comentario