Enrique Peña Nieto, Aurelio Nuño, la CNTE y
las Zonas Económicas
Especiales
Por Carlos Fazio
Rebelión
Rebelión
Asentada en la
violencia depredadora y estructural del sistema capitalista, la guerra del
régimen de Enrique Peña Nieto contra el magisterio nacional está en la esencia
de la ideología neoliberal. Como advirtió Pierre Bourdieu en 1998, esa teoría
tutelar es una pura ficción matemática fundamentada desde el inicio en una
formidable abstracción –el orden puro y perfecto del mundo económico, potenciado
por el discurso clasista y racista dominante− que, convertida en programa
político de acción de la partidocracia que impulsó el Pacto por México, busca
crear las condiciones de realización y funcionamiento de dicha “teoría”: un
programa de destrucción sistemática de los colectivos y todo lo social
organizado.
Bajo la coordinación de las secretarías de Gobernación y de Desarrollo Social, y mediante el accionar represivo de los órganos coercitivos del Estado adscritos al gabinete de Seguridad Nacional, Peña y Aurelio Nuño, secretario de Educación “pública”, vienen imponiendo de manera autoritaria las políticas diseñadas en el exterior por el Banco Mundial (BM), el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
Bajo la coordinación de las secretarías de Gobernación y de Desarrollo Social, y mediante el accionar represivo de los órganos coercitivos del Estado adscritos al gabinete de Seguridad Nacional, Peña y Aurelio Nuño, secretario de Educación “pública”, vienen imponiendo de manera autoritaria las políticas diseñadas en el exterior por el Banco Mundial (BM), el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
En la coyuntura,
resulta evidente que esa teoría desocializada y deshistoricizada de los
operadores políticos de quienes mandan en México: el capital trasnacional −al
que responde el paquete de ajustes neoliberales aprobados por el Congreso,
incluida la punitiva contrarreforma educativa, que en realidad es laboral y
administrativa−, posee más que nunca los medios de realizarse, de hacerse
empíricamente verificable a macanazos, balas de goma, gas pimienta y otros
instrumentos “pedagógicos” que abrevan en la imagen del cuadro de Goya de
finales del siglo XVIII, titulado La letra con sangre entra.
Para beneficiar a
las corporaciones trasnacionales y sus inversiones, la política de
desregulación financiera se lleva a cabo mediante una acción destructora del
Estado nación –como depositario de todos los valores universales asociados a la
idea de lo público− y de todas las estructuras colectivas que puedan
obstaculizar la lógica del mercado puro y su maquinaria infernal, entre ellas,
los sindicatos, las asociaciones, las cooperativas.
La instauración a
sangre y fuego del reinado absoluto de la flexibilidad, con sus reclutamientos
bajo contratos a término fijo, las ocupaciones interinas, la individualización
de la relación salarial, la atomización de los trabajadores y los “planes
sociales” de relleno, ha derivado en una competencia voraz entre individuos
sometidos a una evaluación permanente en medio de la inseguridad, el
sufrimiento y el estrés.
Esa
institucionalización práctica de un mundo socialdarwinista basado en la lucha
de todos contra todos, se da gracias a la existencia de un ejército de reserva
de mano de obra domesticado por la precarización y la amenaza permanente del
despido y el desempleo. En ese contexto, y en nombre de la “eficacia” económica,
la partidocracia y los altos funcionarios gubernamentales que sacralizan los
poderes del mercado, imponen por las buenas o por las malas el desmonte de las
barreras administrativas y políticas que puedan molestar a los detentadores del
capital en la persecución de la maximización de la ganancia individual,
institucionalizada como modelo de racionalidad.
Cuando a mediados
de los años noventa el sistema entró en una crisis crónica, Estados Unidos,
como hegemón del capitalismo, militarizó la acumulación global. Desde entonces,
el “Estado niñera” neoliberal −un Estado del bienestar dirigido a proteger y
subvencionar sólo a los ricos− viene aplicando una estrategia de rollback, de
dominio y vuelta atrás, cuyo objetivo es descomponer por completo el viejo
contrato social producto de la lucha popular masiva durante un siglo y medio,
que había conseguido suavizar los extremos de la tiranía privada depredadora.
Hoy, en México y
otras partes del mundo se debe volver atrás, a los días en que los salarios
eran casi de esclavos, según los denominaban los trabajadores del siglo XIX.
Los trabajadores y los pobres deben estar sujetos a la disciplina del mercado.
Por eso se militariza a la
sociedad. Y de allí la sorda guerra de Peña Nieto y el
déspota perfumado Nuño –quien viene cumpliendo funciones de fiscal, juez,
golpeador y verdugo a sueldo del gran capital− contra la CNTE y todos los
maestros y maestras de México. La plutocracia que se beneficia de la existencia
de las estructuras militares −de la naturalización de lo militar heredadas del
régimen de Felipe Calderón− sabe que debe dedicar recursos a mantener un
elevado nivel de militarización en las mentes de sus conciudadanos, porque
mientras sea así podrán seguir manteniendo su situación de privilegio.
En el marco de una
“economía mundial de guerra” (Robinson), el capitalismo militarizado de
nuestros días responde a la nueva fase de acumulación por desposesión o despojo
neocolonial que se abrió a partir de la aprobación y puesta en marcha de la Ley Federal de Zonas
Económicas Especiales (ZEE), publicada en el Diario Oficial de la Federación el
primero de junio de 2016, cuyos escenarios principales serán el puerto de
Lázaro Cárdenas, abarcando los municipios colindantes de Michoacán y Guerrero;
Puerto Chiapas (antes puerto Madero), en el municipio de Tapachula; el corredor
industrial interoceánico Coatzacoalcos-Salina Cruz en el Istmo de Tehuantepec,
que unirá el estado de Veracruz sobre el Golfo de México con el Pacífico
oaxaqueño, y el corredor petrolero que irá desde Coatzacoalcos hasta Ciudad del
Carmen, Campeche, pasando por Tabasco.
En esos estados del
sur-sureste mexicano, donde predomina la propiedad colectiva de la tierra y que
han sido destinados a sufrir profundas reconfiguraciones territoriales,
económicas y poblacionales vía el despojo neocolonial, el papel de las maestras
y los maestros −como formadores de una identidad nacional e impulsores de una
pedagogía comunitaria, autonómica, autogestionaria, solidaria, emancipadora y
de prácticas culturales de reafirmación étnica y de relación armónica con la
naturaleza − se ha convertido en un obstáculo; de allí la guerra
contrainsurgente y mediática de Peña y Nuño contra la CNTE, incluida la
criminalización de la protesta y la detención y persecución de sus dirigentes.
Nochixtlán, la
guerra asimétrica
Por alguna razón
inconfesable, temprano en la mañana del domingo 19 de junio, a plena luz del
día, la comunidad de Nochixtlán, en la Mixteca oaxaqueña, fue elegida como
blanco de una operación de guerra no convencional, irregular o asimétrica por
mandos de los aparatos de seguridad del Estado Mexicano, con el saldo conocido
de 11 civiles ejecutados de manera arbitraria o sumaria y medio centenar de
heridos.
Apoyados por
helicópteros y provistos con fusiles de asalto, pistolas 9 milímetros y equipo
antimotines (bastones PR-24 y granadas de humo, irritantes y lacrimógenas), en
la operación intervinieron alrededor de 850 agentes uniformados y de civil
(entre ellos presuntos francotiradores que habrían accionado armas desde las
azoteas de los hoteles Juquila y Fandango) pertenecientes a tres divisiones de la Policía Federal : la de Seguridad Regional ,
Fuerzas Federales y Gendarmería, que responden al comisionado general, Enrique
Galindo Ceballos, quien, a su vez, por la cadena de mando, recibe órdenes del
comisionado nacional de Seguridad, Renato Sales Heredia, y el secretario de
Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong.
A 15 días de los
hechos, las iniciales declaraciones del comisionado Galindo se desvanecieron
por completo. El funcionario mintió una vez más. Igual que en los hechos de
Tanhuato, Michoacán, el 22 de mayo de 2015 −cuando un helicóptero Black Hawk
artillado y más de 100 agentes de la Policía Federal apoyados por el Ejército
abatieron a 42 jornaleros que se hallaban durmiendo en el rancho El Sol −, su teoría de un
enfrentamiento a tiros en Nochixtlán no se sustenta en datos firmes.
Su narrativa y las
sucesivas rectificaciones sobre los hechos del 19 de junio son un insulto a la
inteligencia de los mexicanos. En Nochixtlán no se aplicó ningún protocolo de
uso de la fuerza ni para el traslado de detenidos (18 dolientes que
participaban en un entierro en el panteón local fueron trasladados como reses
muertas en un camión de la
Policía Federal ). Sus policías militarizados sí iban
fuertemente armados a temprana hora de la mañana, y no hay ninguna prueba ni
una sola imagen en la que aparezcan civiles portando cuernos de chivo, como
refirió la versión oficial. Hay, sí, testimonios de que policías de civil
cargaron garrafones de gasolina y prendieron fuego a varios automóviles
estacionados a los costados de la carretera.
Dada la indignada
reacción de la población local, esta vez los federales no tuvieron oportunidad
de modificar el teatro de operaciones y las escenas de los crímenes, ni de
sembrar pruebas o evidencias para incriminar a sus extraños agresores, que
Galindo definió como un grupo de personas distintas del movimiento magisterial.
Asimismo, la habitual coartada de la legítima defensa y la utilización del
verbo repeler, tan afines a los organismos de seguridad del Estado en sus
tareas de gestión y control de población en el marco de la necropolítica
aplicada por el régimen de Enrique Peña Nieto, no se sustentan en la realidad.
Los pobladores que
respondieron el ataque de las fuerzas gubernamentales utilizaron bombas
molotov, cohetones y piedras, lo que marca la asimetría del enfrentamiento con
las tropas de asalto federales altamente entrenadas y equipadas, según se había
ufanado en varias ocasiones, antes de los hechos de Nochixtlán, el propio
Galindo. Además, la versión del comisionado de que 2 mil lugareños realizaron
una emboscada estratégica a los profesionales de la violencia que él comanda es
una reverenda estupidez; de ser así, debió haber sido relevado de su cargo de
inmediato.
Galindo sigue
haciendo uso de una estrategia operacional que incluye la guerra sicológica y
el manejo mediático con fines diversionistas o de distorsión informativa. Las
imágenes captadas por Jorge Arturo Pérez, fotógrafo de la agencia Cuartoscuro ,
quedaron grabadas en su cámara de manera automática entre las 10:15 y las
10:30, y allí se observa a policías federales accionando sus rifles AR-15 y
pistolas calibre 9
milímetros . Pérez declaró a la prensa que trató de
ubicar con su teleobjetivo a algún civil armado y no logró ver ninguno
(policías le dijeron en el lugar de los hechos que ellos habían sido atacados
con un AK-47). A su vez, Luis Alberto Cruz, fotógrafo de la agencia
estadunidense Ap, captó la imagen donde se observa a un uniformado en posición
rodilla a tierra disparando su fusil de asalto contra la barricada desde la Vulcanizadora Reyes ;
la imagen se convirtió en viral en las redes sociales y dio la vuelta al mundo,
desnudando a Galindo.
Enclavada en el
corazón de la primera zona económica especial (ZEE, el corredor industrial
interoceánico del Istmo de Tehuantepec que conectará el Golfo de México con el
Pacífico oaxaqueño), Asunción de Nochixtlán es una pequeña localidad que
conecta la región mixteca con la supercarretera
Tehuacán-Oaxaca , una vía estratégica bloqueada con barricadas
desde el 13 de junio por maestros de la CNTE. Como tal, está ubicada en una zona de gran
importancia geoeconómica para las corporaciones trasnacionales que impulsan la
economía de la muerte y preparan el despojo en los ocho estados del sur-sureste
de México que comprenden las ZEE.
En Nochixtlán ,
como antes en Tlatlaya, Iguala, Apatzingán y Tanhuato, la ofensiva neocolonial
de la maquinaria de guerra estatal representa el lugar en el que la soberanía consiste,
fundamentalmente, en el ejercicio de un poder al margen de la ley y donde la
“paz” suele tener el rostro de una “guerra sin fin” (A. Mbembe). Como lo
muestra el caso palestino bajo la política de apartheid del Estado sionismo
israelí, la ocupación colonial de la modernidad contemporánea es un
encadenamiento de poderes múltiples: disciplinar, biopolítico y necropolítico.
La combinación de los tres permite al poder colonial una absoluta dominación
sobre los habitantes del territorio conquistado; poblaciones enteras son el
blanco del soberano. Se militariza la vida cotidiana y los mandos castrenses y
policiales locales tienen la libertad de matar a quien le parezca a cielo
abierto o mediante matanzas invisibles.
Dicha política se
viene instrumentando en México en los últimos diez años. La ocupación colonial
en curso busca hacerse con el control físico y geográfico del territorio e
inscribir sobre el terreno un nuevo conjunto de relaciones espaciales y
sociales. Impulsado por la plutocracia internacional, la combinación del poder
disciplinar, biopolítico y necropolítico ha comenzado a desplegarse contra
poblaciones de los territorios de las ZEE. Las tecnologías de destrucción de
esta forma de gubernamentalidad consisten en inscribir los cuerpos −poblaciones
enteras− en el orden de la economía máxima, representado hoy por la “masacre”.
Verbigracia, Nochixtlán.
Fuente: http://www.dariovive.org/?p=7959
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