Javier Rodriguez Pardo.
El Quijote y Sancho Panza
13 de julio de 2015
13 de julio de 2015
Por Claudia Korol
No vamos a despedir a
Javier con esta infinita tristeza, compas. Es injusto nombrar a un luchador de
tiempo completo, a un optimista de todas las revoluciones, a un compañerazo
como Javier –presente cada vez que su palabra y su cuerpo eran necesarios- con
palabras que suenen a lamentos.
Cuando lo conocimos
supimos que el Quijote no es solamente una obra literaria grandiosa. Que podía
también encarnarse como historia en un buen tipo, dispuesto a embestir de
frente contra los molinos transnacionales.
Javier fue un Quijote
de novela. También fue un Sancho Panza. Porque al tiempo que apuntaba su lanza
contra los molinos, nos enseñaba cómo bajar a tierra nuestras propuestas. Cómo
crear la fuerza organizada para resistir. Cómo animarnos a librar todas las
batallas. Cómo hacerlo con eficacia.
Javier sembraba la utopía,
la regaba y la cosechaba en construcción colectiva. Era una fuerza arrolladora.
Era además de una ternura infinita.
Nuestro Quijote/Sancho
Panza tenía una paciencia infinita para explicar, buscando palabras sencillas
para temas complejos. Y podía también ser un cabrón. Enojarse. Ofenderse.
Pelearse. Rebelarse contra el sistema y contra nuestra torpeza para cambiar al
mundo. Siempre, siempre, me asombraba su manera sencilla de hacer escuela.
Pedagogía del ejemplo, de poner el cuerpo hasta el final, de poner el alma
desde el comienzo.
Javier quedará ligado
en la memoria colectiva, al No a la mina de Esquel, pero también a muchos No a
la minería en las regiones más lejanas y perdidas de nuestra geografía. (Para
él no había lugares importantes y lugares secundarios… en todos había que
estar). Javier quedará ligado a la creación de la Unión de Asambleas
Ciudadanas, a la denuncia de los impactos negativos de la energía nuclear, en
Chernobyl o en Formosa. A la defensa de los glaciares. Quedará su palabra en el
juicio a la Barrick Gold ,
en el Juicio Ético Popular a las Transnacionales, en los debates
parlamentarios. Quedará unido en nuestro camino, a los talleres de educación
popular… y claro, a nuestro andar.
Nuestro Quijote/Sancho
Panza arrastraba del setentismo el desprecio por las relaciones de fuerzas
adversas propio del montonerismo -que no se hizo parte del poder ni de la
cultura hegemónica-, y que mezcló en dosis revolucionarias con el ecologismo
del siglo 21.
Lo quisimos mucho.
Aprendimos escuchando como niñas y niños sus charlas extensas, interminables,
llenas de metáforas. Como a tantos que nos van dejando, lo hubiéramos querido
más tiempo a nuestro lado. Todavía necesitábamos su lanza y su escudo, su
galantería de caballero andante, su palabra más peligrosa que la lanza,
pinchándonos para que concretemos las revoluciones necesarias, para que hagamos
nuestra parte del trabajo.
Javier se fue apurado
como siempre estaba. Por donde ande, que se cuiden. Seguro que llegará
organizando asambleas, enfrentando a las transnacionales de la muerte.
Nuestro Quijote andará
por ahí cuidando al planeta. Nuestro Sancho Panza, seguirá siendo el escudero
de los sueños eternos, de las grandes rebeldías.
No vamos a despedirlo
con tristeza compas, aunque nos cueste. Javier fue un sobreviviente, y como tal
aprendió a rehacer la alegría en la lucha. Lo encontraremos entonces en cada gesto
digno de rebeldía. Cada vez que demos batallas por la vida, nuestro Quijote /
Sancho Panza andará cerquita. Lo adivinaremos revoloteando en cada lucha. Lo
sentiremos en los abrazos que nos faltan.
11/07/2015
Fuente: http://www.biodiversidadla.org/Portada_Principal/Recomendamos/Javier_Rodriguez_Pardo._El_Quijote_y_Sancho_Panza
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